Vivir con lo nuestro (II)

En este artículo explorábamos la ridícula idea de la autosuficiencia dentro de un país. Vamos a seguir trabajando sobre la idea del proteccionismo, tomando ahora otro enfoque.

El argumento proteccionista dice que cerrar las fronteras —a través de barreras arancelarias, cuotas de importación, o directamente prohibiciones—es beneficioso, porque fomenta el desarrollo de la industria local.

Divide y vencerás

Sin embargo, si hacemos un análisis histórico, podemos ver que las fronteras son totalmente accidentales. Si una batalla hubiese tenido un desenlace distinto, quizás Uruguay formaría parte del territorio argentino, o Formosa y ciertas zonas de Brasil seguirían perteneciendo a Paraguay (si resultaba victorioso en la Guerra de la Triple Alianza), o el gobierno argentino tendría soberanía sobre las Islas Malvinas.

El argumento proteccionista, si pretende resistir un análisis, debería funcionar sin importar la distribución geopolítica del momento. ¿Qué pasaría entonces si hubiese habido una guerra civil, y el país estuviera atomizado en lo que ahora son las provincias?

Nos despertamos en una provincia —ahora país— cualquiera de la Patagonia, con la intención de ir a desayunar y leer el diario. Nos encontramos con que el diario es más caro, porque el papel está hecho con caña de azúcar, que se cultiva y procesa en Jujuy. Como, por las condiciones climáticas, es imposible producirlo en la Patagonia, no queda otra que importarlo, pagando los impuestos correspondientes. También “nos desayunamos” el hecho de que el desayuno subió de precio. La opción a, café con leche y medialunas, requiere de café importado (de Brasil, México, Colombia, etc., porque la pequeña producción de Chaco, Corrientes, Misiones y Salta apenas alcanza para autoabastecerse), ahora también leche importada de la zona pampeana, y harina y manteca importadas de la misma zona para hacer las medialunas. Para endulzar el café, también tenemos que importar azúcar. La opción b, tostado de jamón y queso con exprimido de naranja, subió de precio también. El pan se hace con harina proveniente de la pampa, al igual que el queso. El jamón podría ser local, pero sería más caro igualmente, porque los cerdos son alimentados con maíz y soja principalmente, que ya sabemos de dónde vienen. Las naranjas se producen en su mayoría en Tucumán, así que el jugo está más caro también.

Enfilamos para la facu o la oficina en Capital Federal (que es parte del país Buenos Aires), puteando porque el bondi aumentó, ya que para fomentar la producción de petróleo local se le agregaron impuestos a la nafta que viene de la patagonia[1]. Nuestros insumos tipo cuaderno están también más caros, porque ahora el ciclo productivo cruza dos fronteras hasta llegar a la librería: el papel se produce en Jujuy, y se transforma en cuadernos en la planta Ledesma de San Luis.

Abrimos el local en Entre Ríos, y ponemos la radio de fondo. ¡Cómo extraño escuchar Los Redondos! Con las nuevas regulaciones, tiene que sonar un 70% de música nacional en todas las emisoras. Te tiene que gustar el chamamé, sino vas muerto.

Hacemos el break para almorzar en Mendoza. La milanesa con papas fritas aumentó jodido, porque solo el 10% de los animales que se consumen son criados en la provincia-país (¿¿por qué carajo no hay vacas en Punta de Vacas??). Pero bueno, ¡estamos ayudando a la ganadería local! Todo sea por la patria. Y las papas vienen casi todas de Balcarce. Si para el postre queríamos, como antes, una fruta que venga del Valle de Río Negro, cagamos, porque en cada bendita hectárea de la provincia estamos cultivando uvas, y no hay espacio para otras frutas. ¡Uvas serán, pues!

Reanudamos la jornada laboral en la fábrica del conurbano. Cayeron las ventas de autos, porque nos vimos obligados a aumentar los precios. La aduana le puso trabas al aluminio que viene de Aluar en Puerto Madryn, Chubut, y lo estamos pagando casi un 100% más caro. ¿Cuánto falta para que abran una planta de producción acá en Buenos Aires? Y menos mal que los de Aluar sacan la energía de la represa de Futaleufú, que está en la misma provincia-país, imaginate lo caro que estaría el aluminio si aparte tuvieran que importar esa cantidad de kiloWatts. El quilombo lo tenemos nosotros; el Parque Industrial no se auto-abastece ni por casualidad, y el comprar energía “de afuera” también contribuye al aumento de precio de nuestros productos.

Un cortecito para el mate. ¡Cómo aumentó la yerba! ¿Tanto les cuesta a los dueños de los campos bonaerenses generar artificialmente un clima subtropical para cultivar yerba mate? Digo, así no hay que importarla de Misiones. Y bueno, también ahora el alfajor Havanna, por más que sea más caro, es “la que va”, porque no les vamos a dar el gusto a los vecinos de consumir alfajores santafecinos.

Menos mal que hoy es viernes, y el plan acá en Córdoba es ir a comer a un restaurant y después ir al cine. Mi menú favorito aumentó también, porque por un lado está difícil criar merluza en agua dulce y hay que importarla (garpando el 50% de impuesto que se le puso, cuya recaudación se destina en subsidios para fomentar la crianza en piletas de agua salada acá), y por el otro ahora hay que pagar el impuesto a los vinos que vienen de San Juan y Mendoza. El plan b era la empanada salteña, pero como no quiero que me tilden de “cipayo vendepatria” por querer extranjerizar nuestras costumbres culinarias, no lo pido. Y el cine, últimamente, una cagada. Antes todas las pelis venían de Buenos Aires o directamente de Hollywood o Europa, pero como pusieron una cuota máxima de películas foráneas en las salas, para ayudar al cine local, tenemos que conformarnos con la pedorrada que se filma acá. ¿Cuántas pelis con la banda sonora hecha por La Mona Giménez nos vamos a tener que bancar?

Nos vamos a dormir en La Pampa, pensando en el laburo que tenemos que hacer mañana en la casa que nos estamos construyendo: hay que terminar de poner el piso nuevo, que desgraciadamente nos salió el doble de caro porque hubo que importar los céramicos de Zanón, en Neuquén. Lo bueno es que cuando terminemos hacemos el asadito para festejar. Vaca va a tener que ser, porque el forro del Guillermo Moreno pampeano no nos deja pasar el cordero patagónico por la aduana.

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[1] Y este arancel afecta a toda la producción agrícola, altamente dependiente del petróleo, encareciendo por partida doble los productos alimenticios, que tienen que volver a cruzar la frontera para volver a la Patagonia.  

Vivir con lo nuestro (I)

La imagen esconde otra metáfora: para el Estado, sos sólo un engranaje.

Cada vez que nos quejamos diciendo que ciertos productos tecnológicos como celulares, cámaras de fotos, electrodomésticos o computadoras no se consiguen en el país (o tienen precios un 100% o 200% más caros respecto de donde son fabricados o de países con aduanas más laxas), ahí está el progre nacionalista diciéndonos que somos unos egoístas “porque no pensamos en la industria nacional”.

Saltando los pasos en donde nos cuestionamos si esas líneas imaginarias llamadas “fronteras” delimitan algo más que hasta dónde saquea un gobierno y dónde empieza a saquear el otro, si los impuestos son morales o si es legítima la autoridad de las aduanas, es interesante detenernos en la idea de “vivir con lo nuestro”.

Nosotros, como individuos, no cultivamos nuestra propia comida, no diseñamos/construimos nuestras casas, no necesariamente hacemos el mantenimiento de plomería o electricidad, no nos cortamos el pelo nosotros mismos, no filmamos nuestras propias películas ni escuchamos nuestra propia música, y un largo etcétera. Tiene mucho más sentido —y otorga mejores resultados— que cada uno se especialice en una cierta cantidad de habilidades, y delegue el resto de las tareas en otros individuos. Así, conectándonos a través del comercio, todos cooperamos para una sociedad mejor, obteniendo el máximo beneficio individual y grupal. Es mucho más rentable trabajar 3 o 4 horas en nuestra especialidad y contratar a un técnico, que pasar varios días haciendo una instalación eléctrica (sin contar los riesgos a nuestra seguridad por falta de experiencia).

Es de esperarse que esto mismo se aplique en un nivel macro.

Así como algunos individuos —por sus capacidades innatas, su crianza, y/o sus pasiones e intereses— tienen mayores capacidades para el arte, los deportes, la ingeniería, las relaciones interpersonales, etc., es de esperarse que los países —por sus recursos naturales, su historia, sus costumbres y/o su ideosincracia— tengan también áreas en las que se desempeñan mejor que en otras.

Sin embargo, en muchos países estamos obsesionados con la idea de la autosuficiencia, sobre todo en el sector de las manufacturas. Acá tenemos este programa de los 80’s, en donde Milton Friedman debate con un proteccionista. El artículo que usan de ejemplo es una videocassetera proveniente de Japón, que amenazaba a los productores locales. Ahora, lo que señala Friedman es que realmente no es importante que no haya VCR’s estadounidenses, ya que Hollywood es el productor n°1 de películas, y recauda por lejos muchísimo más dinero que la industria de los aparatos.

Competir con China en productos tecnológicos y baratos es lisa y llanamente imposible. Además, es innecesario.

Industria nacional made in china

Tomemos el caso de Australia, una de las economías más libres del mundo, y también de las más prósperas: cualquier producto que uno encargue de afuera llega sin inconvenientes ni impuestos adicionales. ¿Qué hacen? Se dedican a la agricultura, la ganadería, la minería, una pequeña industria liviana de ensamblado de autos, el turismo, y el área de servicios. Todo lo demás, lo compran de afuera.

Ahora, el caso de la India: durante años era imposible meter una computadora de 500 dólares a través de la aduana. Conseguir el permiso era una odisea. ¿La excusa? Proteger la (en ese rubro puntual, inexistente) industria nacional. Después de una reforma liberal y cierta apertura de los mercados, India no fabrica computadoras pero tiene uno de los polos de desarrollo de software más importantes del mundo, que mueve miles de millones de dólares.

¿Cuáles serían las potenciales áreas de desarrollo de Argentina, si no fuéramos tan necios y abandonáramos la aventura quijotesca de querer fabricar un blackberry nacional y popular?

Todo lo que es campo y su industria (maquinaria, fertilizantes, etc.), e investigación y desarrollo relacionados. Energía. Recursos naturales. Turismo. En el área de los servicios: al estar fundada en base a inmigración, la sociedad argentina es muy rica en idiomas, con lo cual se pueden ofrecer todo tipo de servicios de atención al cliente hacia el extranjero. También es altísima la cantidad de profesionales de diseño, multimedia, programación, etc. Además, al estar en el mismo huso horario que E.E.U.U. y ser similares culturalmente, se hace mucho más sencillo establecer relaciones comerciales. Todo esto sin contar los servicios para la población local. ¿Cómo se puede competir en las manufacturas? Ofreciendo, por ejemplo, altos niveles de customización o soporte técnico.

Éstas, sin embargo, son sólo mis hipótesis ¿Qué pasaría con el cine nacional, si se le quitaran las trabas a las cámaras, luces, computadoras, etc.? ¿O con la producción discográfica, si se permitiera la libre entrada de instrumentos, micrófonos, consolas, etc.? Las posibilidades son infinitas. Cada persona y país puede y debe encontrar su nicho.

La sociedad de consumo

En la cabeza de la mayoría de la gente está la idea de que el capitalismo es el responsable de haber creado una sociedad consumista. Esto no es cierto, por varios motivos. El primero, como ya dijimos en este artículo, es que no vivimos en un sistema capitalista. Estamos en un sistema corporativista. El capitalismo todo lo que dice es que los medios de producción deben estar en manos de individuos o sociedades privadas, que son libres para relacionarse entre sí sin coerción.

¿Qué es lo que hace, entonces, que las personas se vuelquen a la compra compulsiva de bienes materiales (muchas veces intrascendentes y/o innecesarios) como respuesta a la búsqueda de la felicidad?

 

1. La inflación: el sistema monetario actual, con bancos centrales, reserva fraccionaria, y billetes respaldados por aire, tiene a la inflación como componente inherente. El dinero se crea respaldado por deuda, con lo cual para pagar esa deuda + interés se debe imprimir más dinero ad infinitum. A mayor dinero en circulación, cae su poder adquisitivo (más información acá), con lo cual, estamos incentivados a gastar en vez de ahorrar, ya que mes a mes nuestro dinero vale menos. 

2. El monopolio estatal de la recolección de basura: como ya expuso un miembro del PL en este artículo, el sistema actual de recolección y disposición de residuos tiene totalmente desligadas las acciones de los usuarios de sus consecuencias: al estar financiado compulsivamente mediante impuestos parejos para todos,

no hay un incentivo económico para generar menos desechos. El ciudadano que recicla, reutiliza o es más ecológico a la hora de elegir el packaging de los productos que consume, paga el mismo importe que el que produce basura indiscriminadamente.”

Así, no estamos incentivados a comprar bienes que duren o que realmente nos sean de utilidad, ya que no pagamos el real costo de su disposición final si es que se rompe o simplemente ya no nos interesa.

3. El sistema educativo: la educación estatal (tanto de gestión pública como privada) que rige en la mayoría de los países tiene su origen en el sistema prusiano de mediados del siglo XIX, que tenía como objetivo producir trabajadores industriales y soldados. No es de sorprender, entonces, que seamos tan susceptibles a la publicidad: se nos enseña a no cuestionar a la autoridad, a aprender de memoria y por repetición, y a que el conocimiento se transmite desde arriba en vez de construirse desde el alumno. Bombardeo constante + falta de pensamiento crítico = vámonos de shopping. También se nos enseña que hay una sola respuesta correcta y nos acostumbran a usar uniforme, con lo cual queremos hacer lo que hace todo el mundo: los demás tienen cosas, nosotros tenemos que tenerlas.

4. Los impuestos: los impuestos a la vivienda, a las tierras o al patrimonio nos obligan a mantenernos en el loop trabajo-gasto, para que evitar que en el correr de unos pocos años el Estado nos secuestre y remate la propiedad para saldar nuestras deudas con el fisco. Una vida autosuficiente es imposible, ya que tenemos que producir un extra para alimentar al Leviatán.

(Para los interesados en la autosuficiencia, recomiendo esta película, que explora viviendas muy cómodas, tecnológicas y autosuficientes a nivel calefacción, agua, electricidad, y prácticamente comida).

 

Es de esperarse que, sin la coerción estatal, una sociedad libre tenga entre sus filas a consumidores más críticos, responsables, prudentes, y —sobre todo— felices.

 

(en boca de góndola)

Cabezas en oferta

Regulaciones al Gas

Llego a casa y me entero que no hay gas.

Bajo a preguntar al encargado y me informa que «alguien» hizo una denuncia por olor a gas, y el servicio fue cortado inmediatamente hasta que una cuadrilla de la compañia venga a revisar la instalación. Hasta ahí acciones y argumentos razonables.

Día siguiente. No solo vino la cuadrilla, sino una tropa de inspectores, que recorrieron todos los departamentos para revisar cada instalación domiciliaria hasta su ultimo mechero. Ahí ya me calenté. Si alguien en planta baja olió gas, es porque es probable que la perdida se encuentre en las cañerías de distribución hacia cada departamento (que era lo único que justificaba el corte general). Si ellos verificaron que en la distribuidora no había perdidas, no hay motivo por el cual se deba revisar cada instalación. Si mi instalación pierde un gas que no se refleja ahí, me jodo porque pagaré más que el gas que consumo en la factura de la tarifa.

Ante mi reclamo, vinieron con una seguidilla bastante pintoresca de explicaciones mas o menos torpes. Me dijeron que era para «cumplir con las nuevas normativas del ente regulador» y que no ocurran accidentes hogareños por el gas, que se cobran tantas victimas por año, todo dicho haciendo ojos de pescadito, como a quien le importa mucho la humanidad.

Una solución no regulada al problema de abastecimiento de gas.

A ver, si mi casa vuela a la mierda porque no tome las medidas de seguridad mas acertadas, me jodo yo y quienes viven en ella, que en este caso es mi familia. Si daño a alguien mas, como por ejemplo, la integridad y la propiedad de un vecino, me vuelvo a joder yo, porque soy el causante del daño, por lo que corro con todas las de perder. Como vemos, todo esto lo resuelve perfectamente los derechos de propiedad, y mucho mejor que una manada de inspectores con caras de moluscos preocupados.

Debo agradecer a las fuerzas ocultas del cosmos el tener agua caliente centralizada, lo que me permitió sobrellevar la crisis con bastante elegancia. Pero como hay que hacerle la sopa y la meme a mi hija, sobrevivimos a las patadas con el microondas en el corto plazo, y después de escuchar las modificaciones irrisorias que me exigieron poner en mi cocina (y el desembolso de dinero que significaba realizarla), salimos volando a buscar una garrafa.

La garrafa apareció. Una garrafita de camping del año 54 que acompañó a mi viejo en sus innumerables viajes en casa rodante a cada rincón del país… perfectamente… ILEGAL! Estaba oxidada y con todas las juntas resecas, por lo que la tuve que reacondicionar bastante para poder volverla a ponerla en marcha con cierta tranquilidad. Comenté con mis vecinos desgasificados como había resuelto el problema, y me encontré con que CHAN! todos lo habían resuelto de la misma manera, o parecida. Con lo cual, el haber olido gas en planta baja trajo como consecuencia un edificio de 18 pisos repleto de garrafas recauchutadas. Pero eso NO ES TAN PELIGROSO como volver a dar gas… como explican los señores inspectores.

Salgo a buscar soluciones al problema, y me encuentro con que el Mercado (sisi, malo, malo, feo, buh!) ya tiene todo un abanico de ofertas para solucionar tamaño sinsentido. Me pongo en contacto con uno, que me hace una jaulita de aluminio y me pone unas toberas pegadas con una espuma pedorra. Una porquería total, desde el punto de vista de la estética y la seguridad. Pero al inspector preocupado le parece que «cumple con la normativa» y aprueba que me abran la fucking llavecita del orto.

Entonces, comencé a preguntarme con mas detenimiento: cual era el origen del problema? La vuelta es larga, pero empieza por algo fundamental: que le importa a Metrogas? claramente, vender gas ocupa el lugar numero N en su lista de prioridades, y al tope de ella se encuentra cobrar el subsidio, seguido por mantener la concesión. El segundo punto es el único que les impide clausurar el suministro de gas a toda la ciudad, y sentarse a esperar el sobrecito, así que alabado sea. Entonces, algo tan natural como que una empresa proveedora de gas QUIERA vender gas queda totalmente distorsionado por intervenciones estúpidas. Por otro lado, si hubiera libre competencia en lugar de concesiones monopólicas, y varias empresas proveedoras estuviesen pujando por tenerme como cliente, ante el anuncio de un cambio de regulación (suponiendo que aun exista un organismo estatal con el poder de imponer ciertas condiciones normativas a los demás, lo que es totalmente al pedo, porque, como vimos, los derechos de propiedad determinan responsabilidades sobre las personas y las cosas de un modo mucho mas eficiente que cualquier arbitrariedad) las empresas se estarían cagando a piñas en la puerta de mi casa para hacerme la modificación ellos mismos, no solo para para poder seguir facturando gas, sino para aprovechar la volteada y que reconsidere quien sera mi proveedor según como responda cada uno a esta nueva reglamentación.

Hace poco me cruce con una amiga que estaba atravesando por exactamente el mismo problema… en la ferretería, comprando un calentadorcito a gas! Temo por ella, pero así, hay que bailar al ritmo de esta murga… Estas son las regulaciones al gas, mis amigos… y están tan al gas como la gente que las escribe.

El Problema no es La Salada

Leo en infobae que la Cámara Argentina de Indumentaria para Bebés y Niños (Caibyn) denuncia a las ferias tipo «La Salada» de competencia desleal. Aducen que la existencia de las mismas y sus precios extremadamente módicos atentan contra la industria Textil ya que los comercios y los shoppings no pueden competir con las mismas. Ahora, yo me pregunto: ¿el problema es que La Salada no tenga regulación o que todos los demás no puedan (o no quieran) escapar a la misma?

Por lo pronto, hay que desmenuzar los argumentos que utiliza Caibyn:

Precios Extremadamente Bajos harán que todos compren en las ferias: Según la cámara empresaria, los precios extremadamente bajos en La Salada atentan contra la venta de indumentaria en comercios. Para empezar, no todas las personas compran en ferias al estilo de La Salada. Estas ferias se concentran en un sólo lugar, la atención al público es muy deficiente y probarse la ropa es muy difícil. Eso sin contar con que la calidad, como lo dice el mismo gerenciador de la feria, no es la misma que la de las marcas. Por otro lado están ubicadas en zonas complicadas y los horarios en los que atienden tampoco suelen ser los convencionales. La gente que compra ropa en estos lugares lo hace justamente porque el beneficio principal lo dan sus precios extremadamente bajos. Los clientes de estas ferias posiblemente no sean capaces de comprar indumentaria en un comercio a la calle porque le resulta demasiado costoso. Ni hablar de comprar en un Shopping. ¿Entonces por qué molestarse en atacar a un competidor que no estamos seguros que sea tal?

Que la gente pueda comprar ropa a precios extraordinariamente bajos hace que tengan más dinero disponible para satisfacer otras necesidades como comida, techo, esparcimiento, educación, etc. Obligar entonces a que todos tengan que comprar a precios con los cuales puedan competir los Shopping, para mantener el negocio de algunos, es cuanto menos, sumamente cuestionable. Es tomar al consumidor de rehén en favor de un sector de algunos actores de la industria (porque convengamos que los que confeccionan para las ferias, también forman parte de la industria del rubro).

Por otro lado, hay un segmento importante del mercado que valora poder comprar en un Shopping, con probadores grandes, bien iluminados, con música tranquila y diseños a la última moda. Suponer que La Salada cumpliría la demanda de este público es completamente descabellado.

La Salada constituye competencia desleal: Competencia desleal es utilizar el poder de policía del estado para que todos los vendedores de indumentaria tengan que equiparar sus precios con aquellos que tienen la suerte de poder pagar el alquiler exorbitante de un local dentro de un Shopping. Hay gente que privilegia precio por sobre terminación y un ambiente perfumado donde comprar su ropa, y ello queda demostrado en el éxito arrollador de los mercados a cielo abierto. La Salada, Saladitas y demás mercados, lo único que hacen es competencia sumamente leal para ofrecer al consumidor un producto acorde al alcance de su bolsillo. ¿Cómo podría un cuentapropista introducirse en el mercado, si lo primero que debe hacer es pagar impuestos y cumplir reglamentaciones torpes, sin importar si tiene la tela, la máquina de coser o la habilidad para confeccionar? Competencia desleal es esconderse detrás de la burocracia construida para privilegiar a algunos e impedir la entrada al mercado de otros.

La perjudicada es la industria: La industria se beneficia de la proliferación de puntos de expendio donde ofrecer la mercadería. Los menos privilegiados son aquellos que ya estaban establecidos en el mercado. Pero esto no quiere decir que los nuevos actores estén sacando algo a estos últimos, sino que sólo están compitiendo con las herramientas que tienen a mano. Están consiguiendo el favor del consumidor cada vez que adquiere uno sus productos.

Mercado La Salada

El Problema no es La Salada

Lo que no ven los industriales de Caibyn es que el problema no es La Salada. El problema es la regulación. El problema son las altas cargas impositivas que los puesteros de La Salada no pagan para hacer rentable su negocio. El problema son las cargas sociales que hacen que el industrial tenga menos trabajadores de los que tendría en otras condiciones, porque el costo de tener un empleado más supera la utilidad marginal que el mismo le proporciona. El problema son las habilitaciones que hacen que los locales tengan que incurrir en costos adicionales completamente inútiles para no ser clausurados por el burócrata de turno.

El problema es que el «modelo» en el que estamos inmersos es una traba mental, que no nos permite ver cuáles son los verdaderos problemas y sus soluciones. La satisfacción al consumidor y la competencia «leal» están mucho más cerca de lo que piensan los industriales, sólo que pedir la desregulación es políticamente incorrecto. Este «modelo» corporativista, prebendario, anti consumidor, anti trabajador, anti emprendedor, hace que no veamos que las trabas que se fueron construyendo durante décadas de estatismo sólo beneficiaron a unos pocos en detrimento del consumidor y del cuentapropista que quiere comenzar un nuevo negocio, arriesgando su propio capital y poniendo su talento a disposición.

Señores de Caibyn la solución no está en pedir que se erijan trabas a la Salada. La solución es que les saquen a ustedes los grilletes de los cuales La Salada logró liberarse.

El mito de la obsolescencia programada

Mitos y confusiones respecto de una economía libre, es decir ausente de intervención gubernamental, hay para todos los gustos. Algunos son resultado de la ignorancia que existe en materia económica, por más que muchos crean tenerla muy clara, y otros son simplemente mentiras difundidas por aquellos que se verían perjudicados en una economía liberada.

El "Movimiento Zeitgeist" uno de los que proponen la idea conspirativa de la "obsolescencia programada"

El caso de la obsolescencia programada se queda a mitad de camino, en muchos casos es una realidad que los productos están previstos que duren una X cantidad de tiempo, los materiales utilizados, los costos en general, la expectativa de la aparición de una nueva tecnología, son todos factores que influyen en el tiempo en que un producto, que tiene incorporada tecnología se convierta en obsoleto. Sin embargo, ciertos grupos (el Movimiento Zeitgeist es uno de ellos) generan cierto tufillo conspirativo alrededor de la obsolescencia programada, y la consideran una razón más como para oponerse al libre mercado.

El argumento utilizado, por ejemplo, por miembros del Movimiento Zeitgeist es algo así:

«Se denomina obsolescencia programada a la determinación, planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio. La obsolescencia programada tiene un potencial considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante dado que el producto va a fallar en algún momento, obligando al consumidor a que adquiera otro producto nuevamente. El objetivo de la obsolescencia programada es el lucro económico inmediato, por lo que el cuidado y respeto del aire, agua, medio ambiente y por ende el ser humano, pasa a un segundo plano de prioridades. Cada producto que se vuelve obsoleto, supone contaminación. Es un evidente problema del actual sistema de producción y económico: no se ajusta en absoluto a la armonía y equilibrio de la naturaleza en la que vivimos.

Evolución de los celulares: la obsolescencia como signo de prosperidad

En sintesís, las empresas ganan millones de dolares al fabricar productos que luego de determinado tiempo indefectiblemente fallan, y nos obligan a comprar nuevos productos, que muchas veces son iguales que los anteriores pero con un nuevo aspecto. Por supuesto que no son los únicos, desde una visión algo más académica el economista John Kenneth Galbraith sostenía las mismas ideas.

Es necesario terminar con este mito, y explicar porque están equivocados los que sostienen estás teorías, muchas veces en tono conspiranoíco. Aprovechamos que sobre este tema se ocupó Lew Rockwell hace algunos años en este artículo, para aclarar un poco el asunto.

Comienza Rockwell señalando que el razonamiento descripto anteriormente parte de supuestos falsos:

En primer lugar, el modelo supone que los fabricantes son mucho más inteligentes que los consumidores, que son tratados como una especie de víctimas pasivas de los poderosos intereses capitalistas. De hecho, en el mundo real, son los fabricantes los que se quejan de que tienen que mantenerse al día con los molestos consumidores, que cambian constantemente, que buscan lo barato, y que descartan los productos y los cambian por otros por razones tanto racionales como misteriosas.

Es decir, como bien explica Mises en «La Acción Humana», el consumidor es el «rey del mercado» y son los fabricantes los que deben adaptarse a ellos para sobrevivir, no ellos a los consumidores.

En segundo lugar, dice Rockwell:

El modelo parte de la curiosa presunción que los productos deberían durar el mayor tiempo posible. La realidad es que en el mercado no existe una preferencia predefinida sobre cuanto deberían durar los productos. Esa es una característica del proceso de producción que lo maneja por completo la demanda de los consumidores.

Las viejas batidoras, planchas, y otros elementos que solían durar décadas, eso añoran aquellos que ven detrás de la obsolescencia programada  una conspiración de los grandes intereses corporativos, algún enemigo grandilocuente similar.

Rockwell responde:

Pero ¿es este [el de la obsolescencia programada] un argumento contra el mercado o es sólo un reflejo de las preferencias del consumidor que prefieren otras características (precio más bajo, tecnología más nueva, o diferentes prestaciones) más que la longevidad del producto? Yo digo que es lo último. Al haber bajado el precio de los materiales, tiene más sentido reemplazar un producto que crear uno que dure para siempre. ¿Querés una batidora de $500 que dure 30 años o una de $80 que dura 5 años? Lo que sea que prefieran los consumidores es lo que a la larga domina el mercado.

Un procesador de textos que, a diferencia del Word, pasa de generación a generación, no requiere actualizaciones, no tiene virus, y tiene compatibilidad con todos los formatos. ¿Lo quieren?

Claro que porque Lew Rockwell escriba esto no quiere decir que sea verdad. Sin embargo tenemos un argumento más convincente que nos asegura que son los consumidores los que deciden la duración de los productos: la competencia. Si realmente los consumidores valoraran más la longevidad de un producto a otra característica, y estuviesen dispuestos a pagar el precio, un fabricante podría ofrecer un producto que resista décadas y décadas. La realidad contradice esa tendencia, en un mercado libre podemos conocer cuál es la preferencia predominante simplemente mirando que tipo de producto se ofrece habitualmente.

Además, este tipo de argumentación contra la obsolecencia programada tiene cierto tinte elitista, según lo analiza Rockwell:

Es común que la gente hoy en día se fije en una pared hueca o en algún artículo hecho de plástico y diga: ¡Que productos baratos y de mala calidad! En los viejos tiempos, los fabricantes se preocupaban de la calidad de lo que hacían, ahora a nadie le importa y estamos rodeados de basura!  Bueno, la verdad es que lo que llamábamos de alta calidad en el pasado no estaba disponible para las masas en la misma medida que lo está hoy. Las autos durarían más en el pasado pero menos gente podía ser dueña de uno de la que lo puede ser en el mundo actual, y eran mucho mas caros (en términos reales).

Por último, concluye Rockwell:

Podes llamar a esto obsolescencia programada si querés. Está programada por los productores porque los consumidores prefieren mejoras a permanencia, disponibilidad a longevidad, que pueda ser reemplazado a que pueda ser reparado, movimiento y cambio a durabilidad. No es un desecho porque no existe una norma eterna por el cual podemos medir y evaluar la racionalidad económica detrás de lautilización de los recursos en la sociedad. Esto es algo que sólo puede ser determinado y juzgado por las personas que utilizan los recursos en un entorno de mercado.

Muchas veces las características del mercado libre que  algunos pueden percibir como negativas, en realidad, son características  a las que se adecuan los productores por la necesidad de satisfacer a la demanda de consumidores. El sentimiento de que «todo tiempo pasado fue mejor» es solamente una idealización de esos tiempos pasados, hoy vivimos en una sociedad más prospera, y con un acceso más amplio a una gama de productos que ni siquiera los reyes de siglos anteriores se imaginaron poseer, aún cuando la durabilidad de los mismos es menor que hace 50 años.

Los héroes de Galería Jardín

Los individuos tienden, en general, a relacionarse de manera pacífica. El comercio es, por excelencia, una de esas maneras. Las características  de un intercambio voluntario de bienes o servicios por otros bienes o servicios (o el dinero que obtuvimos por ellos) son únicas, dos personas cooperan mutuamente sin saberlo y ambas valoran más lo que reciben que lo que ofrecen, según sus propias percepciones.

Si éstas transacciones fuesen libres de cualquier intervención de un tercero, entonces podríamos afirmar que estamos ante una sociedad libre y pacífica, aunque en estos tiempos aparece en escena un tercero en discordia que juega con su propio reglamento.

Me refiero, por supuesto, al Estado. El Estado es un tercero que se entromete en esta interacción voluntaria y que exige su parte, como si tuviese derecho alguno sobre la propiedad ajena.¿Cuál es la contraprestación que ofrece el estado para tomar esa parte? Ninguna, o peor, violencia, imposiciones, encierro.

Esta situación se puede ver todos los días en el sitio de la AFIP, cuya función principal es jactarse de haber irrumpido en la paz del comercio, de haber agredido a aquellos que interactuaban de manera libre, de haber incorporado a ese acuerdo una dosis de violencia. En el dia a dia, este uso de la fuerza por parte del estado se ve reflejado en números, operaciones mátematicas y siglas (IVA, IIBB, AFIP, DGI, etc.), sin embargo muchas veces esa violencia emerge con toda su furia y se la puede ver en su estado más puro. Es el caso del allanamiento llevado adelante por  la AFIP en Galerías Jardín: 

La AFIP realizó ayer 35 allanamientos y detuvo a nueve personas en una investigación sobre maniobras que involucrarían un fraude impositivo por cien millones de dólares

El operativo se inició a primera hora de la mañana y alcanzó a 35 comercios y domicilios particulares en Ciudad Autónoma, Córdoba y Rosario. Quedaron detenidas seis personas en Buenos Aires y tres más en Córdoba. Dentro de este último grupo se encontraría el cabecilla de la banda. En los procedimientos se secuestraron también varios vehículos. Los directivos de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) expresaron ayer su satisfacción por las inspecciones.

Qué mas claro que hombres de uniforme, armados, secuestrando gente y mercadería como contraposición a los acuerdos voluntarios que estaban celebrando segundos atras.

En este caso iban por unos hombres que entorpecían la expoliación estatal y facilitaban bienes evitando las costosas barreras que pone el estado entre la prosperidad y la gente: los contrabandistas.


El contrabandista es aquél que intenta minimizar el ingrediente estatal de las relaciones voluntarias, es aquél que mediante conductas pacíficas, aunque tipificadas ilegales por el ordenamiento jurídico, intenta eludir los controles estatales, ofreciendo de forma voluntaria los bienes que el estado se empecina en obstaculizar por diversos motivos. Los beneficios de sus actividades se ven reflejados en precios más bajos de los que se ofrecen mediante las vías legales. Los funcionarios nunca van a ver estos beneficios, son los pobres, los que no pueden contrabandear ellos mismos por falta de capital, los que aprovechan de los servicios brindandos en el mercado negro.

Walter Williams lo resume de manera brillante:

Los contrabandistas son unos héroes. La esencia de su mensaje es ésta: «Los tiranos que manejan el Estado quieren impedir o dificultar los intercambios libres y pacíficos entre individuos. Yo sé paliar el impacto de esa injerencia».

O como dice el Destructor de Mitos, en su elogio al contrabandista:

Cuando un estado cierra la economía o restringe de cualquier otra forma el comercio, lo que hace es desigualar. El estado regulador quita derechos a unos para hacerle la vida más fácil a otros (es decir, a las empresas protegidas). Y aquí aparece el contrabandista para equilibrar la situación, devolviéndole parte de sus derechos a los desposeídos y compitiendo contra los privilegiados. Ciertamente, el contrabando es ilegal, pero al mismo tiempo rebosa de justicia social.

Pero a pesar de todos los beneficios sociales que prodiga, ser contrabandista no es fácil… porque estar en contra del estado (y de su maquinaria de violencia) no lo es. El contrabandista debe estar dispuesto a asegurarse la lealtad de sus asociados y contrapartes y también a vivir en las sombras. Si el Estado lo descubre, sus días como contrabandista acaban súbitamente (y, quizás, también sus días como individuo libre).

Aunque normalmente no se encuentra valorada, su función social es inestimable: es un límite real y permanente al poder dominante.

Todo aquel que quiera una sociedad diferente (sea liberal, socialista, anarquista o comunista) debería considerar a los contrabandistas como verdaderos héroes. Ellos son la avanzada del cambio, los peones que hoy se sacrifican para ganar el juego en el futuro.

Después de todo, ignorando leyes se hicieron y se harán mejores sociedades.

Ya comentamos acerca de la inmoralidad del proteccionismo y en diversas oportunidades  [12345,] mencionamos lo estúpido que es emprender en estas prácticas. Hoy fue el turno de esos personajes, denostados por el estado, denostados por los amigos del poder, que se benefician de la violencia estatal en su favor estafando a todos, especialmente a los mas pobres,  hoy fue el turno de eso héroes anónimos: los contrabandistas. Salud!

Empleo en negro y pobreza

En el diario La Nación, publican hoy una nota sobre el mercado laboral y la abrumadora cantidad de empleo en negro que hay en el país:

Tres de cada cuatro personas que tienen un empleo y están ubicadas en el estrato social más bajo desarrollan sus tareas en la economía informal. Ese elevado índice de trabajo en negro entre los más desfavorecidos -que persiste en el tiempo- es una de las causas por las que no se logra una caída significativa del índice de pobreza. La otra razón ineludible que traba una posible mejora de la situación social como fruto del crecimiento económico es la inflación, y, principalmente, la vinculada a los productos para cubrir necesidades más básicas de las familias.

La autora de la nota, Silvia Stang, relaciona de manera inversa el empleo informal con la pobreza, para ella, el primero es causa de lo segundo, y aplicando más estrictamente la legislación laboral actual se podrá alcanzar una disminución significativa de la pobreza. Silvia Stang no lee quenotepisen, acá ya analizamos como las regulaciones laborales, y el salario mínimo afectan los niveles de empleo, principalmente entre los mas pobres y los más jóvenes. El empleo informal no es otra cosa más que el mercado negro de trabajo, y éste es posible que exista gracias a que las leyes laborales no se aplican de manera muy estricta, de hacerlo, no aumentaría los salarios y la calidad de vida de los afectados, más bien se quedarían sin trabajo.

Si el empleo informal existe es debido a que los precios artificiales fijados al trabajo por las regulaciones gubernamentales están muy por sobre las posibilidades de la economía argentina actual, en cuanto al capital real disponible. La solución para disminuir la pobreza entonces debe ser vista desde otro punto de vista: por un lado se deben eliminar todas las regulaciones laborales que desincentivan la contratación de empleados y hace mas dificl el surgimiento de nuevos emprendimientos, por otro permitir la generación de riqueza  respetando los derechos de propiedad (y esto incluye dejando de robar mediante inflación). En otras palabras, el gobierno tiene que deshacer lo que hizo y después no hacer mas nada.

Promo Libre

Hoy mientras caminaba por el subte yendo al trabajo, agarré un Diario La Razón y me puse a ver la nota de tapa. Leí la volanta… y paré de caminar: «Me siento libre cuando puedo elegir de todo». La nota (o publicidad, da igual) hacía alarde de cómo «respondiendo a la necesidad y al pedido de los consumidores, todos los medios de pago están disponibles», y la promo amplía «sos libre para elegir cómo pagar», «sos libre porque tenés más de un día para venir», «sos libre para elegir los productos en promoción». En síntesis, la libertad «vende». Y, paradójicamente, es comprada porque nunca le fue tan bien a Carrefour como con esta promo.

Pero qué pasó con el mito de los formadores de precios? Con esos monstruos viles y egoístas que quieren perjudicar al pobre trabajador? Y la inflación? Y Candela?

En competencia, las empresas pueden sacar este tipo de promos que no hacen más que incentivar la baja de precios y satisfacer mejor a los consumidores. En competencia el trabajador, el consumidor, es libre y se beneficia por un grupo de empresarios que luchan entre sí para satisfacerlos mejor. En libertad, el consumidor es el rey.

Hoy, Carrefour, con su Promo Libre, me robó una sonrisa. Obvio que no les voy a comprar, porque tengo un chino a 2 cuadras y gracias a las exenciones fiscales que tienen y que venden marginalmente, probablemente siempre sean una mejor opción, pero no puedo menos que aplaudir de pie el hecho de que basen una campaña en la libertad, en darle el poder al consumidor y que, en consecuencia, les vaya bien.

No hay medida del gobierno que pueda siquiera acercarse a los beneficios que genera la inventiva comercial. No seas ganso, cuando compres, si querés cuidar tu bolsillo, Elegí Ser Libre.

¿Soy un oligarca más del aparato estatal?

En ocasiones supuestos defensores de la libertad han participado en trabajos, que viéndolo desde nuestra comodidad, aparentan inconsistentes con su pensar. Alan Greenspan como presidente de la Reserva Federal en los Estados Unidos podría ser uno de tantos ejemplos.

Bajando de nivel y llevandolo a mi caso, más allá de alguna que otra empresa a la que cobro trabajos de consultoría de sistemas (IT), mi fuente de ingreso principal es como empleado en relación de dependencia en un grupo empresario dedicado al comercio exterior; fletes, deposito y logística, pero sobre todo, aduanas (derechos de importación, retenciones, licencias no automáticas) y papeleo ante el Estado, también desde el lado IT.

A medida que me empapaba en esto de la filosofía de la libertad en simultáneo crecía en mí cierta culpa por mi actividad laboral:

  • Agrego costos al producto que se esta importando o exportando pero tanto comprador como vendedor se desprenderían de dicho costo si no fuese que están amenazados coercitivamente por agentes del gobierno.
  • Mi empleo no es productivo, no produzco bien o servicio deseado alguno, al menos no voluntariamente.
  • Mi servicio indeseado en condiciones de libertad no sería necesario, solo existe para satisfacer las regulaciones y burocracia de nuestra clase política.
  • Si bien mi sueldo no es fruto de impuestos extraídos por la fuerza, es un servicio realizado por una empresa privada pero requerido por la fuerza por el gobierno. ¿No tiene eso algo de corporativismo?

Entonces:

  • ¿Soy uno de los beneficiados por el sistema que repudio?
  • ¿Soy un oligarca más del aparato estatal?

Luego, tal vez para estar en paz conmigo mismo, intente mirarlo desde otra óptica:

  • Muestro al cliente como ser saqueado lo menos posible, pagando menos derechos de importación eligiendo minuciosamente la posición arancelaria con la cual identificar al producto, utilizando zonas francas, realizando amparos para evitar los abusos de Guillermo Moreno, etc.
  • Sin mi trabajo el producto no llegaría al mercado local o no podría llegar a otros mercados. Esas fronteras o líneas imaginarias que nos imponen los Estados serían muros mucho más sólidos.
  • Mi trabajo de una u otra forma sortea las complejidades de la legislación y permite que la voluntad de las partes, si bien con un costo adicional, pueda llevarse a cabo.

Si son o no buenos argumentos se lo dejo a ustedes, yo logré dormir tranquilo…

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