En defensa de las mercancías

No puedo decir a ciencia cierta la declaración de quién o qué hecho en particular disparó este post. Pero muchas veces, y me pasó muchísimo a lo largo de mi vida, escucho a gente de determinadas profesiones decir algo así como «lo que hago no es una mercancía». Se puede escuchar esta frase tanto de maestros, como de músicos, pintores, escultores, directores de cine, médicos, actores y en general muchas actividades que no están caracterizadas por la producción de algo que se vaya a comprar tomándolo de la estantería de un negocio. Realmente yo no veo nada de malo en cualquier producto de la góndola de un negocio y no puedo diferenciarlo trascendentalmente de una canción, o una película, un libro o una enseñanza. Es como si las personas que producen estas últimas quisieran elevarse en la escala moral de las profesiones por algún motivo, despegándose del «sucio» y «materialista» industrial o empresario. Ni que hablar cuando se mezcla encima el nacionalismo con estas actividades, pero esto es materia para todo un artículo completo y en lo que no voy a ahondar en éste.

¿Qué es lo que hace que una persona considere a su obra, moral y materialmente superior a una «vulgar» mercancía? ¿Será la experiencia personal que llevó a desarrollar la misma? ¿Será lo que espera que ésta produzca en la persona que la «consume»? ¿Serán los años de esfuerzo, dedicación y educación que muchas veces no se traducen en una ganancia monetaria al exponer su fruto? No se a ciencia cierta cuál será el motivo que lo hagan querer diferenciarse de cualquier otro productor de bienes materiales, lo que se, es que compararse con una mercancía, al fin y al cabo no está nada mal si se lo piensa fríamente.

Yo, el lápiz de Leonard Read. No dejen de leerlo.

Yo, el lápiz de Leonard Read. No dejen de leerlo.

Un día, inspirado en el escrito «Yo, el lápiz» de Leonard Read, realicé el ejercicio de tratar de visualizar el camino realizado por muchas de las cosas que tengo en mi casa, para llegar de ser un conjunto de materias desperdigadas en la naturaleza, hasta ser el producto que utilizo todos los días y que tan vilipendiado resulta al ser comparado con el resultado de otras profesiones. No se por qué -probablemente por mi carrera- empecé por un Disco Rígido. Fabricar un disco rígido llevó el trabajo, la investigación y la coordinación de muchísimas profesiones. Sólo pensando unos segundos los más básicos, se necesitan: ingenieros, mecánicos, físicos, químicos, matemáticos, diseñadores industriales, programadores, técnicos de ensamblaje, seguramente torneros, técnicos en calidad. De un primer vistazo conté sólo 10 profesiones, y eso sin tener en cuenta todas las actividades de soporte, como los contadores, gente de marketing, vendedores, personal de maestranza, secretarios, diseñadores gráficos, personal administrativo, gerentes, transportistas, mineros, geólogos, metalúrgicos, y un largo etcétera. Y todo eso, sin tener en cuenta el trabajo previo de investigación de siglos de historia humana acumulados en un artefacto, que cada vez que lo vemos en una vidriera, no decimos más que «meh, un disco rígido».

Y eso sólo pensando en el disco rígido que había sobre la mesa. Creo que haciendo este ejercicio con algunos productos más que se encuentran en la casa se pueden dar cuenta de que todas las profesiones del mundo, toda la humanidad y la historia ayudaron a que ustedes puedan satisfacer sus necesidades más básicas. Y cada vez que pienso en ello, se me hace más extraña esa manía de no querer comparar el trabajo de uno con una «simple» mercancía. Al fin y al cabo, personalmente pocas veces ví tanta grandeza como cuando analizo cómo llegó cada «mercancía» a mi casa.

El asunto se pone más espeso, cuando se mezcla el asuntillo ese de «esto no es una mercancía, el estado debería proveerlo». Y no, ni siquiera quiero referirme a la salud y a la educación. Pero cuando un músico justifica moralmente superior su obra a cualquier mercancía, comienza la presión para que todos los demás debamos hacernos cargo de que le paguen por «hacer lo que le gusta», aun cuando ello no sea compartido por la gente que no consume su producción. Y lo mismo pasa con obras de teatro, literatura, películas, documentales y un montón de actividades que algunos seres que se creen moralmente superiores, creen que todos los demás productores y consumidores de «simples» mercancías deberían solventar. Entonces dividen al mundo en «comercial» y «artístico», degradando a los primeros y elevando a los segundos.

Pero este no es un artículo contra ellos, sino en favor de las mercancías. La idea del artículo es que puedas sorprenderte cada vez que veas algo en tu casa provisto por alguien más, y puedas ver en eso el esfuerzo, el ingenio, los años de estudio, la dedicación, la pasión y la historia personal detrás del artículo o servicio. Sea de la naturaleza que sea. Y así, algún día, vas a sentirte orgulloso y admirado, de poder ofrecerles a los demás, tu propia mercancía.