Miedo a la libertad

En la República de Ruritania uno nace con ciertos contratos pre-establecidos: una cuenta bancaria; una tarjeta de crédito; un plan de ahorro automotor; una membresía a alguna publicación mensual, y un servicio de televisión por cable. Estos contratos son obligatorios para todos las personas nacidas en el territorio de Ruritania y, dependiendo del caso, el derecho a retirarse de dicho contrato es inexistente.

Sin dudas una situación así generaría un fuerte malestar de todos los sectores políticos de Ruritania , los auto-denominados progresistas pondrían el grito en el cielo: «¿Cómo puede ser que una persona deba nacer atada a una empresa determinada o con algunos servicios contratados que ni siquiera sabe si le interesa usar o en un futuro querrá optar por otros?», dirían ellos. Por supuesto, los libertarios nos sumaríamos a una crítica de este estilo, defender los derechos de propiedad, la iniciativa privada, y los mercados libres, no nos hace cómplices de las empresas que se aprovechan del poder estatal para obtener un beneficio a costa del resto de la sociedad.

A diferencia de lo que sucede en un acuerdo voluntario, donde todos a priori esperan beneficiarse de ese acuerdo, cuando el estado se involucra en las relaciones individuales la ecuación cambia y se convierte en un juego de suma cero, mientras los cercanos al poder estatal ganan aquellos desprovistos de contactos políticos salen perdiendo.

A pesar de esto, grandes sectores de la sociedad avalan este tipo de mecanismos como forma natural de relacionarse, las razones por la que lo hacen varían en cada caso. Podríamos identificar varios grupos diferentes, estos son algunos ejemplos:

(1) Los inocentes. Son aquellos bien intencionados que sienten que tienen un compromiso para hacer algo por el otro, y creen que el accionar estatal puede ser beneficioso para aquellos grupos que pretenden mejorar su situación.

(2) Los ideólogos. Este grupo se ve movilizado por la ideología. Por más que la experiencia de siglos les haya demostrado que estaban equivocados insistirán con las mismas soluciones. Para este grupo, el fracaso del estado no es estructural sino que se debe a la falta de idoneidad de los que llevaron adelante.

(3) Los beneficiados. Son los políticos en situación de poder que se ven beneficiados por iniciativas estatales que en apariencia tienen fines nobles, pero que en la práctica resultan únicamente beneficiosas para ellos mismos.

Tal vez, la idea  de nacer adherido a un contrato de TV por cable, a un plan de ahorro automotor, o a una empresa de telefonía celular, resulte demasiado grotesco para encontrar personas que defiendan estos proyectos, sin embargo está lleno de personas que no encuentran ningún problema en nacer adherido a un sistema de planificación para el retiro, a un sistema de salud pública, o a un sistema educativo.

Una de las justificaciones más habituales, es que estos servicios en genera las gente tiende a contratarlos individualmente y se tratan además de servicios esenciales. La educación, sienta las bases del conocimiento que nos permitirá desarrollarnos en un futuro, los sistemas de planificación de retiro nos ofrecen tranquilidad en los últimos años de vida, mientras que un sistema de salud permite tratar enfermedades. Sin embargo, de esta justificación no se desprende la necesidad de que: a) estos servicios deban ser brindados por el estado  y b) estos servicios deban ser financiados coercitivamente mediante impuestos.

Entonces, el factor de decisión de imponer estos servicios por la fuerza no tiene nada que ver acerca de la «esencialidad» de los mismos para la vida humana, sino otro argumento: la imposibilidad de acceder a ellos. Esa es la motivación de los estatistas (inocentes e ideólogos, según nuestras categorías) de asegurar que todos tengan acceso a estos servicios. De esta manera, la coerción está justificada en la solidaridad con los que menos tienen, pero estos dos conceptos no pueden ser más antagónicos.

La solidaridad es un acto voluntario, basado en los deseos de ayudar al prójimo. La coerción es violencia, y está basado en una noción de superioridad frente a los demás. Los estatistas se conciben a sí mismos como los únicos con preocupaciones legítimas para ayudar a los demás, el resto de la población está conformada por cerdos egoístas que le desean el mal a los demás. Esto, por supuesto, no es así.

Los estatistas, a diferencia de los que no lo somos, conciben la violencia como la única forma de alcanzar sus objetivos. La idea de ayudar a los más necesitados en una sociedad, sostienen ellos, nunca puede nacer de la voluntad de alguien que no quiere imponer violencia. La refutación es muy sencilla, basta solamente con hablar con un puñado de personas y preguntarle sus principales preocupaciones, o a que les gustaría que puedan acceder los que hoy tienen pocos recursos para hacerlo. Los estatistas se basan en la presunción de que el resto son malos, y ellos que quieren imponer por la fuerza sus ideas y la bondad son los buenos.

Los que no somos partidarios del uso de la fuerza para la consecución de nuestros objetivos, tenemos una visión radicalmente diferente. No es necesaria la violencia para ofrecer soluciones solidarias a los que menos tienen, los casos abundan. Las iniciativas privadas solidarias se encuentran expandidas a lo largo y ancho de la sociedad, cada vez que se lanza una campaña solidaria las personas no dudan en ayudar. Pero esto no es suficiente para los estatistas.

El mayor miedo de los estatistas, es su miedo a la libertad, miedo a que la gente ayude a otra gente sin la necesidad de un garrote amenazador, y peor aún, tienen miedo que esa posibilidad funcione mejor que la suya. Junto a ello, tienen miedo de perder el control, la idea de no poder mantener bajo su control las variables que hacen a una sociedad los aterra, y por eso siempre derivan en mayor o menor medida en mecanismos autoritarios de control sobre la vida de los demás.

Por eso me gustaría terminar con una propuesta para los estatistas, para poder evacuar sus dudas y sus miedos ante la incertidumbre que genera la libertad, ¿y si probamos dejar de lado los mecanismos autoritarios, el uso de la fuerza y las imposiciones de un puñado de personas sobre todo el resto de la sociedad? ¿y si probamos libertad?