Acuerdo YPF – Chevron: Defendiendo mi Gataflorismo

Reza el refrán popular al que hizo alusión la presidente en relación al acuerdo YPF – Chevron:

Parece la gata Flora, que si se la meten grita y si se la sacan llora.

Así criticó Cristina Fernández a quienes, como yo, luego de advertir y protestar por la estatización de YPF, advierten y protestan por el nuevo acuerdo firmado con la compañía de capitales norteamericanos Chevron.

La idea detrás de la frase de CFK y también de las declaraciones de Kicillof, es que no se puede estar disconforme con que YPF sea estatizada, y que cuando recurren a un privado para la explotación de un yacimiento, la misma persona también esté disconforme. Pero es así. Ni una situación ni la otra, bajo las condiciones actuales, es deseable.

La Vaca Muerta por el Estatismo

La Vaca Muerta por el Estatismo

Si pensáramos que cualquier privatización, o que cualquier acción de una empresa privada es deseable, moral y eficiente, entonces estaríamos 100% de acuerdo con lo que hizo el menemismo y sin embargo no nos cansamos de señalar todo lo que diferencian a una situación de libre mercado, con la situación argentina durante los 90s. Aquellos que piensan que porque el gobierno firmó un acuerdo por la explotación de Vaca Muerta con un privado, la Argentina se encuentra ahora en la senda de la cordura económica, del cumplimiento de contratos y de promover la inversión extranjera productiva, están muy pero muy equivocados.

El acuerdo con Chevron, está viciado por donde se lo mire. Está a años luz del libre mercado, del respeto por la propiedad privada y de la igualdad ante la ley defendidos por el liberalismo. El único aspecto positivo que puedo llegar a encontrarle al mismo, es la confesión del gobierno, de que el estado no se pudo hacer cargo de la producción energética y de atraer inversiones que lleven al desarrollo. Punto. Ahí terminó.

Pero paso a explicar por qué este acuerdo está lejos de conformar a un liberal y a cualquier defensor de la propiedad privada, para que se entienda por qué apruebo al «gataflorismo» en esta cuestión:

  1. Chevron consiguió, estado mediante, privilegios por sobre cualquier otro ciudadano: Por lo que se pudo conocer del acuerdo, Chevron tendrá la posibilidad de importar a arancel cero, maquinaria y tecnología para llevar a cabo la explotación del yacimiento. Esto sería genial, si no fuera un privilegio que le da el gobierno. Cuando nosotros pedimos que se eliminen los aranceles aduaneros, lo pedimos para todos, no para los amigos del gobierno. Pero esto no será así para ninguna otra empresa, ni para ningún otro ciudadano. El gobierno, entonces, está imponiendo un interés sobre sus acciones y los de esta explotación, por sobre cualquier otro que puedan tener las personas. Es decir, no deja que los ciudadanos y las empresas dirijan las divisas a las áreas de mayor productividad sino que las redirige según lo que los chamanes del gobierno dicen que debe hacerse, y sobre todo a los bolsillos de los accionistas de Chevron. Además de tener aranceles cero de importación de bienes de capital y tecnológicos, Chevron tendrá también la facultad de girar sus ganancias hacia el país de origen de los accionistas. Es decir, que a diferencia de la mayoría de los argentinos, la petrolera norteamericana tendrá la capacidad de comprar divisas y utilizarlas a su conveniencia. No es que esto último sea algo malo per se, sino que el gobierno decide privilegiar a UNA empresa por sobre al resto de los ciudadanos que permanecen maniatados. Esto, lejos de ofrecer seguridad a los inversores, sean nacionales o extranjeros, es una muestra cabal de que todos estamos a merced de lo que decidan los funcionarios del gobierno. Un marco no muy beneficioso para cualquiera que esté arriesgando su capital. En resumen, Chevron no podría actuar como actúa Chevron y ganar lo que va a ganar Chevron si no fuera por los privilegios otorgados por el estado a ellos y a ningún otro. Cero libertad de mercado.
  2. El acuerdo no consolida, bajo ningún punto de vista, la propiedad privada en el territorio: No sólo vemos que la arbitrariedad y los privilegios son moneda corriente en este acuerdo, sino que nos lo quieren presentar como lo que no es: la consolidación de la actividad y la propiedad de los privados en el país. Para consolidar la propiedad privada en el país, primero deberían privatizarse en forma real los territorios de los yacimientos. Hoy los maneja el estado, nacional o provincial, a su antojo y concede privilegios a quienes ellos decidan. De ser esas tierras propiedad de privados, cualquier empresa que quisiera explotar el yacimiento, debería llegar a un acuerdo con cada uno de los propietarios para poder trabajar, y seguramente bajo muchas mejores condiciones que las que arbitrarimente impone el gobierno, que está situado muy lejos de la zona y que tiene muy poco interés en protegerla. Por otro lado encontramos el problema del daño ambiental del que se sospecha del «Fracking o Hydraulic Fracturing», el método de extracción que se utilizará en Vaca Muerta. En un régimen de protección integral de la propiedad privada y de los derechos individuales de las personas, debería tenerse en cuenta el daño que podría llegar a provocar este método de extracción en la propiedad y en la salud de los habitantes de las comunidades locales, que ante cualquier problema deberían ser resarcidos. Poco y nada se está hablando de cómo esta explotación, más allá de las publicitadas inversiones, afectará a los habitantes de la zona.
  3. El gobierno decide quiénes son más iguales que otros ante la ley: No sólo vemos a diario cómo pareciera que existe un conjunto de leyes que afectan a los ciudadanos argentinos y otro que afectan a los funcionarios y ex-funcionarios cómplices del robo y el latrocinio del gobierno, sino que el acuerdo entre YPF y Chevron no se regirá por las leyes que nos afectan a todos los demás ciudadanos, sino que el contrato se regirá por las leyes de Nueva York y cualquier conflicto se dirimirá en tribunales en París. Muchos ciudadanos querríamos quitarnos los grilletes de la inflada, anquilosada y liberticida legislación argentina, pero este es un privilegio que sólo se da a quienes prometan mantener al gobierno nacional a flote, trayendo divisas al país que el mismo gobierno necesita para continuar con sus negociados, latrocinios y la compra de votos populismo mediante.
  4. El clientelismo no es exclusivo de los pobres: Muchas veces cuando hablamos de cortar con el clientelismo porque mantiene al gobierno en el poder, muchos se imaginan que creemos que los pobres votan mal por un interés monetario y que ellos son los culpables de que el gobierno gane las elecciones. Pero nada está más lejos de la realidad. Esta clase de acuerdos muestran a las claras que el mayor gasto clientelar, populista y prebendario el gobierno lo realiza con las empresas cercanas y amigas al poder y no repartiendo dinero a los que menos tienen. Estos últimos siempre son los más afectados por las acciones del gobierno. Hay que desmitificar eso de que los pobres con su actuar son los que mantienen al gobierno en el poder, sino que hay un grupo de empresarios, sindicalistas y sectores privilegiados a lo largo y ancho del país, que no dejan de hacer negociados con el gobierno a pesar de la situación cada vez más calamitosa y restringida de la ciudadanía en general, jaqueada por la inseguridad, la inflación, la arbitrariedad gubernamental y el desmanejo económico.

¿El problema, entonces es Chevron? No, el problema no es Chevron. Chevron no podría obtener los privilegios que obtiene, sin un poder omnímodo y arbitrario como el que detenta cualquier gobierno argentino, y sin la ayuda de los ciudadanos que permitimos que pasen cosas como esta. ¿Y ustedes, opositores. qué proponen? Proponemos un esquema real de libre mercado y de defensa integral de la propiedad y de los derechos individuales, que lejos está de este acuerdo firmado por una corporación que consigue privilegios estatales. Chevron podría actuar en una sociedad libre, pero seguramente, sin la facilidad con la que lo hace, negociando con un único actor que detenta el poder concentrado. Es vital que en el país rija un verdadero federalismo, y no esta parodia de federalismo donde el gobierno nacional absorbe todos los recursos del país y luego los reparte según cómo las voluntades de las provincias se van arrodillando ante los intereses del poder ejecutivo nacional.

¿Me considero «una gata flora»? Para nada. Trato de ser consistente con mis ideas y de argumentar por qué puedo estar en contra de la estatización / confiscación de una empresa, y a la vez en contra de que se vuelva a cometer el mismo desfalco que en su momento se realizó con Repsol y las privatizaciones del gobierno menemista. Creo que lejos de ser dos posturas antagónicas, la posición del gobierno durante la estatización y con esta virtual «privatización» son dos caras de la misma moneda: la mafia del estatismo. Lamento profundamente que muchos ciudadanos hayan caído en el recurso fácil de exaltar el nacionalismo y justificar así las acciones de este gobierno, que lo único que busca es enriquecer a sus funcionarios mediante el robo organizado, con la impunidad que les asegura la compra y el avasallamiento de la justicia.

Los dueños de la parte fea y de la parte linda de tu vida

Así se refirió la presidente Cristina Fernández de Kirchner al día que se estaba viviendo a raíz del accidente de trenes en Castelar, durante un acto de entrega de planes de vivienda en la Casa de Gobierno :

… es un día hoy de broncas, de impotencia, de dolor; pero también de realizaciones y de logros. La vida es así también. Nada es perfecto, no tenés días perfectos, ni todo es perfecto de la mañana a la noche, ni del primer día al último. Es parte de la vida. El dolor, sí por la parte fea de la vida que le toca hoy a algunos argentinos, y la alegría por la parte linda que le toca hoy sí a otros argentinos.

En condiciones normales podría darle la razón a Cristina Fernández de que la vida tiene cosas «lindas» y cosas «feas». La vida es una continuidad de sucesos que muchas veces nos benefician, nos hacen bien y nos hacen felices, y de muchos otros que nos perjudican, nos hacen mal y nos hacen infelices.

Ustedes, al lado de ella, no saben lo que es el dolor.

Ustedes, al lado de ella, no saben lo que es el dolor.

Pero no estamos en condiciones normales, y esta parte del discurso de la presidente se sintió como lo que fue finalmente, la evasión de la culpa de sus propias acciones. «Así es la vida», nos dice. Y digo que no estamos en condiciones normales porque generalmente un gobierno que deja a sus ciudadanos en libertad, que los deja hacer y los deja responsabilizarse de sus acciones, no podría atribuirse la alegría ni la miseria o el dolor de los ciudadanos. Pero no es el caso de este gobierno. No es el caso de nuestra presidente. La «parte linda» del día del accidente, como ella la llamó, y la «parte fea» del día del accidente, fueron ambas causadas por la gestión del gobierno, no fueron meras casualidades. El gobierno no sólo se encargó de «re-distribuir» la riqueza ajena para que algunos se vieran beneficiados con los planes de vivienda, sino que se encargó de que la infraestructura del transporte ferroviario llegara al punto de deterioro tal, de ocasionar un accidente que dejó como saldo 3 muertos y más de 300 heridos – entre los que se encuentra por lo menos un amputado-.

La parte linda de la vida le tocó, por suerte, a algunos. Y digo por suerte, porque no fue por decisión propia, ni preparación, ni tuvieron influencia en que ello así pasara. Seguramente los beneficiarios de los planes de vivienda merecían obtener algo, finalmente, en su vida. Pero es triste pensar que no pudieron ser artífices de ello. No tenían un camino, no tenían una forma, no tuvieron el margen de maniobra para poder llegar a lo que llegaron. Dependieron de la gracia de una «iluminada». Y no tiene por qué ser así. En una sociedad libre, uno no tiene nada asegurado. Pero sabe que puede ser artífice de sus éxitos y sus logros. Que si trabaja de cierta forma y en forma constante puede llegar al punto de tener su vivienda, o por lo menos si no la tiene, tener una vida digna. Pero no; el gobierno nos saca todos los días. La inflación es un veneno para el salario de los trabajadores. Nos aleja la zanahoria de todo lo que nos puede hacer crecer. Cada trabajador trabaja media vida para el estado y media vida para sí mismo y para los suyos. La falta de inversión, aleja a las empresas de la gente que quiere trabajar. El aumento del gasto público y de los planteles estatales, exige más de cada trabajador y emprendedor privado. Y todo eso nos quita capacidad de lograr cosas por mérito propio y se la transfiere a la clase política, que será la que decide si, finalmente, seremos o no beneficiarios de algo.

Y la parte fea de la vida le tocó, lamentablemente, a muchos más. Que tampoco, al igual que los del párrafo anterior, tuvieron margen de maniobra. Porque lo que les dejan hacer, es lo que hacen todos los días. Se levantan para trabajar y se toman un medio de transporte que pocas veces depende de su eficiencia y la gracia del usuario, aunque sí muchas más veces de la rosca política, los acomodos y los negociados. Son transportados como ganado, para poder ofrecer algo útil con su trabajo, de lo cual luego los van a despojar del 50% de lo que hayan conseguido, para finalmente repetirles una y otra vez, qué sería de ellos sin la gracia de los políticos. Refregándoles en la cara, a los pocos beneficiarios que el gobierno eligió para integrar a aquellos a los que le toca la parte linda de la vida. Para decirles que algún día, quizás algún día – y que de ellos no depende- les pasará algo bueno. En el mientras tanto, deberán soportar las consecuencias de dejar que manejen todo con criterio político. Se tomarán el tren equivocado, un día equivocado, a la hora equivocada, y quedarán para siempre en la estadística, como parte de los 52 muertos de un 22 de febrero, o como parte de los 3 muertos de un 13 de junio.

Es triste pero es así. Ya no nos dejan ser los dueños de nuestra vida. De las partes lindas, ni de las partes feas. El dueño es otro. Es alguien que no nos conoce, al que no le importamos en lo más mínimo, que no sabe lo que gozamos, ni lo que sufrimos. Y que encima, el día que finalmente nos convierte en víctima, nos trata de convencer que la víctima, es ella.

La absolución de Alcira (El caso de María Ovando)

Supongamos que una mujer chaqueña, Alcira, que vive en un paraje aislado del Chaco, en la Argentina del 2012, con 6 hijos, en un estado de pobreza típico de los que se viven en los asentamientos rurales de esa provincia sufre la muerte de uno de sus hijos. La mujer tiene un trabajo pero no le alcanza para mantener a todos sus hijos. Su hija menor de tres años muere por desnutrición, era alimentada, pero no con la frecuencia adecuada para una chiquita de su edad. Ante esta situación es acusada por abandono de persona y sometida a juicio.

Pobreza Chaqueña

¿Cuál es la postura liberal frente a esto?

Antes que nada vale hacer una aclaración, por más similitudes que tenga este relato con la historia de María Ovando, no puedo hacer referencia directa a ella. No conozco los hechos específicos, por lo que no me quiero aventurar a opinar sobre algo que no conozco. Nuestra historia hipotética es parecida, pero los hechos son tal cual los describimos en el párrafo anterior y eso es una certeza.

Sin embargo es necesario conocer las posturas ante un caso similar como fue el de Ovando. Antes de ella fuese absuelta, en un caso que tomó relevancia luego de una entrevista de Jorge Lanata a la acusada de abandono de persona, hubo sectores de la opinión pública que se oponían a su encarcelación utilizando el siguiente argumento:

María Ovando, ¿ víctima o victimaria?

Con la detención de María y la decisión de librar de culpa y cargo a Demetrio Ayala, el juez Saldaña dio   por terminada su actuación.  No profundizó sobre las responsabilidades en la muerte de Carolina. No se preguntó sobre la asistencia que debió recibir y que el Estado dice haberle dado “medianamente”. No se preguntó sobre causas, tampoco sobre las acciones que pudo haberle  evitado la muerte.

En el expediente se  menciona el testimonio  del Dr. Julio  Cesar Benítez, hoy director del Hospital de Colonia Delicia, quien visitó en varias oportunidades la casa de María. Benítez declara haber constatado el estado de abandono de los niños, con bajo peso, sucios, con granos, piojos, muchos de ellos indocumentados, por lo que ni siquiera podían acceder a los programas de asistencia estatal.

Las visitas de este profesional se registraron desde el mes de diciembre. La defensa se pregunta si otro tipo de intervención hubiera podido evitar la muerte de Carolina.

Siguiendo esta lógica, y volviendo a nuestro caso hipotético, podemos decir que Alcira merece ser absuelta ya que el abandono de persona fue una consecuencia directa de la negación de la ayuda del estado. En otras palabras, Alcira sería inocente ya que ante la imposibilidad de hacerse cargo de sus hijos, es el estado quien debía hacerlo y la muerte por desnutrición no se debe a que la madre no haya alimentado a su hija, sino por la inactividad del estado frente a este caso.

En mi opinión, según los principios del liberalismo, podemos llegar a la misma conclusión — la absolución — pero con los fundamentos opuestos.

Partimos de una realidad: progresivamente en los últimos 70 años, y más también, se ha adoptado la concepción de que el estado asume  un compromiso de garantizarle «gratuitamente» el bienestar a cada uno de los habitantes. Para alcanzar ese fin, se crea un estado de bienestar que interviene en el funcionamiento de todas la áreas con las que el individuo interactúa a lo largo de su vida. Podemos mencionar, entre otras, la legislación laboral, la legislación impositiva, la legislación que regula servicios públicos, la regulación del sistema de salud, la regulación de sistema educativo, la regulación de las jubilaciones, la intervención en políticas de vivienda, entre muchas otras. Estas regulaciones también varían, van desde la provisión del servicio exclusivamente a cargo del estado, hasta un sistema mixto entre el estado y privados (que, por su propia naturaleza, siempre termina prevaleciendo la voluntad estatal), o un control rígido del  estado sobre la actividad (tal vez el caso de las relaciones laborales es el más representativo de esta última categoría).

Evidentemente la implementación de un estado de bienestar ha fracasado con los objetivos planteados originalmente. Al mismo tiempo, desde un punto de vista liberal se defiende una concepción totalmente opuesta a la predominante. Los liberales consideran que nadie tiene derecho al inicio del uso de la fuerza — que también se puede llamar agresión — contra otras personas o su propiedad. Esto es el llamado principio de no agresión. Todos los ejemplos mencionados en el párrafo anterior representan el  inicio del uso de la fuerza para alcanzar el fin que se propone el estado, y en consecuencia, una violación al principio de no agresión.El teórico político Murray Rothbard explica en su libro El Manifiesto Libertario el fundamento de este principio:

Específicamente, mientras que el comportamiento de las plantas y, al menos, el de los animales inferiores está determinado por su naturaleza biológica o quizá por sus “instintos”, la naturaleza humana es tal que cada individuo debe, para poder actuar, hacer una elección de sus fines y utilizar sus propios medios para alcanzarlos. Puesto que carece de instintos automáticos, cada hombre debe  prender acerca de él y del mundo, utilizar su mente para seleccionar valores, aprender sobre causas y efectos, y actuar con todo sentido para mantenerse y prolongar su vida. Los hombres pueden pensar, sentir, evaluar y actuar sólo como individuos, y en consecuencia, resulta vitalmente necesario para la supervivencia y prosperidad de cada uno que sea libre de aprender, elegir, desarrollar sus facultades y actuar según su conocimiento y sus valores. Éste es el camino necesario de la naturaleza humana; interferir o lisiar este proceso usando la violencia va profundamente en contra de lo que es necesario por la naturaleza del hombre para su vida y prosperidad. La interferencia violenta en el aprendizaje y las elecciones de un hombre es, por lo tanto, profundamente “antihumana”; viola la ley natural de las necesidades del hombre.

Considerando esto, podemos concluir fácilmente que no vivimos en un entorno libertario. Nos encontramos de forma constante con obstáculos que no nos permiten desarrollar nuestras vidas en libertad, no podemos optar libremente los medios que deseamos utilizar para alcanzar nuestros fines. Estamos, todo el tiempo, ante la interferencia «antihumana» sobre la que escribe Rothbard, y por eso es absurdo aplicar los principios de justicia según un libertario en un contexto intervencionista.

Alcira no tuvo todas las oportunidades que podría haber llegado a tener en una sociedad libre, ni de sustentarse por sus propios medios, ni de ser ayudada de forma voluntaria. La primera puede ser explicada por la cita de Rothbard. Las oportunidades que podría llegar a tener Alcira se ven distorsionadas por los obstáculos que pone el estado en su constante interferencia con la elección libre de medios y fines. La segunda, la imposibilidad de ser ayudada voluntariamente para superar su situación de necesidad, es consecuencia de la primera. O desde otro punto de vista, se ve distorsionada por el objetivo último del estado de bienestar (que es, recordemos, proveer bienestar). La consecuencia de cuando el estado asume la responsabilidad de garantizar el bienestar de la población, es convertir el poder social en poder político, algo que explicó de forma precisa el autor estadounidense Albert Jay Nock:

Podemos tener una medida aproximada de esta atrofia general por nuestra propia disposición cuando se nos acerca un mendigo. Hace dos años podríamos inclinarnos por darle algo; hoy nos inclinamos por mandarle a la oficina de atención del Estado. El Estado ha dicho a la sociedad: “O no estáis ejerciendo poder suficiente para atender a la emergencia o lo ejercéis en una forma que pienso que es incompetente, así que confiscaré vuestro poder y los ejerceré a mi gusto”. Así que cuando el mendigo nos pide un cuarto, nuestro impulso es decir que el Estado ya nos ha confiscado nuestro cuarto en su beneficio y que debería ir al Estado a por él.

Una vez generada esta dependencia por parte del estado, ¿es justo creer que ella debía asumir responsabilidad por sus hijos cuando durante toda la vida le dijeron que el estado debía hacerlo por ella? ¿Puede el estado alegar el abandono de persona, cuando el mismo estado se había comprometido a asistirla (como se comprometen con todos)?, o en su defecto, ¿se puede concebir algún tipo de responsabilidad de la mujer por la muerte de su hija cuando el estado obstaculiza el desarrollo de la protagonista de nuestra historia hipotética interfiriendo en su libertad?

Este ejercicio de pensamiento nos deja una conclusión clara, y que muchas veces es pasada por alto por todos aquellos que desean avanzar y difundir la idea de una sociedad libre. La aplicación de conceptos liberales o libertarios, en un contexto donde han habido víctimas claras de la intervención estatal debe ser prudente. Es necesario primero identificar si la situación que estamos presenciando es una situación que se podría haber dado en un entorno de libertad, ante un mercado liberado, o si estamos ante una situación que fue generada artificialmente por el estado. Antes de exigir conductas responsables a la gente, es necesario primero eliminar las políticas que incentivan la irresponsabilidad. Nunca una situación injusta puede generar una injusticia adicional, pero tampoco podemos esperar resultados propios de una sociedad libre mientras vivamos bajo la atenta mirada del Leviatán.

Lenguaje

Dicen los expertos que las palabras que tenemos en nuestro vocabulario condicionan cómo pensamos. Así, una persona más culta será capaz de pensamientos más profundos que una persona que no lee, y mucho más capaz que, por ejemplo, un cartonero, que supuestamente maneja un vocabulario de 200 palabras.

Los distintos idomas, entonces, pueden hacer que pensemos distinto respecto de ciertos temas:

Otros dicen que el lenguaje es sabio, y las palabras ocultan su real significado. Por ejemplo, «casamiento = en casa, miento» o «el verano sirve para eso: para ver anos».

La palabra impuesto es mucho más acertada que su equivalente inglés tax, porque es justamente algo que está impuesto.

En cambio, taxpayer («pagador de impuestos») funciona mejor que contribuyente, porque esta última nos puede dar la impresión de que la gente los paga voluntariamente.

Ahora, si bien desde este blog promovemos la libertad y no nos gusta obligar a la gente a hacer cosas, hay una palabra que debería ser cambiada: gobierno. Hablar de «gobernante» nos pone inmediatamente en la posición de súbditos. El presidente no es el soberano; no tiene ningún derecho sobre los ciudadanos. No puede suprimir sus libertades ni violar sus derechos individuales. Es mucho mejor que empecemos a utilizar la palabra administración, porque al fin y al cabo el presidente y su gabinete son empleados de la gente, designados para administrar temporalmente lo público.

Si el administrador de nuestro edificio nos dice que a partir de ahora no se pueden tomar bebidas alcohólicas en nuestros respectivos departamentos, le vamos a decir que claramente el que no debería tomar alcohol es él, porque está borracho al intentar decirnos qué podemos hacer con nuestro propio cuerpo en nuestra propiedad (si no estamos violando derechos de terceros, claro). O, si nos dice que las expensas van a aumentar 100% durante un año, pero que a cambio a todos nos van a instalar un equipo de aire acondicionado (y, probablemente, un amigo del administrador obtendrá la licitación, o él o ella se quedarán una «comisión» por haber conseguido el laburito), le vamos a decir muy cordialmente que NOSOTROS decidimos si queremos o no un split, y pondremos el modelo que se nos antoje, cuando se nos antoje.

Por eso es tan importante lograr que el poder de la administración pública esté como máximo en el tamaño de un municipio: si el administrador se excede, allí estará la turba iracunda para hacerle entender que está equivocado, y propondrá un nuevo intendente.

Sin respeto.

Una de las (incoherentes) críticas que recibió la marcha del 13S es la de qué eramos un grupo de bien acomodados de clase media – bien vestidos – llenos de odio, agresión, insultos y hasta deseos de cárcel y muerte hacia ciertos funcionarios públicos.

No me sorprende, ni me molesta que desde el kirchnerismo salgan con estas vacías acusaciones a pretender acallar las voces de la libertad que se están erigiendo por fin en este país. Pero me duele y me deja perpleja que desde los propios «caceroleros» pretendan desmentir esto, validando esas críticas a la vez que se muestra una continuidad de la sumisión, al menos en el aspecto discursivo.

Quiero ser muy clara. Por supuesto que estamos enojados, calientes, saturados, HARTOS de que nos pisoteen y nos tomen de pelotudos. Por supuesto que vamos a insultarlos, exigirles que atiendan nuestras demandas, y que nos respeten. No se pude pelotudear a un pueblo durante tantos años y pretender no generar odios, rechazo y un sinfín de sentimientos negativos.

 

La presidente es una enferma, cínica, hija de puta que habla de democracia cuando sus acciones son absolutamente autoritarias. Que se llena la boca con mentiras, estadísticas inventadas, índices de pobreza inexistentes. Ignora la constitución nacional, ley sagrada si las hay, y hasta pretende reformarla para quitarle su espíritu de libertad. Nos amenaza por cadena nacional al mismo tiempo que nos ignora. Se cree ama y señora del país, dueña de nuestras vidas y de nuestros destinos. Nos impide progresar, trabajar, crecer, vivir, aprender…

Nos tienen arrinconados, Moreno, Boudou, Echegaray, y todos sus secuaces. Nos impiden transitar libremente por el mundo, comerciar, comprar y vender como nos plazca, nos condenan a la miseria, a vivir angustiados, a no saber si volvemos vivos a casa, a tener que agradecer que «solo nos robaron y no nos hicieron algo más», a pagar más del 50% de nuestros bien merecidos sueldos para mantenerlos a ellos y a todo su aparato de propaganda nazi (sí! nazi!! si usan las técnicas de Goebbles a una perfección inimaginada por él mismo), y a mantener el asistencialismo que está destruyendo las bases que construyeron este país con trabajo, esfuerzo y mérito.

Nos obligan a corrompernos o a ser sometidos, nos toman el pelo, nos asfixian con medidas cada día más restrictivas, nos tienen vigilados como si fuésemos criminales, criminalizan las acciones más normales cómo comprar monedas extranjeras o disentir con el gobierno.

Destruyeron por completo la República, con una ausencia de poderes independientes que no tiene precedentes. No hay justicia, no hay jueces capaces de hacerle frente al avasallamimento de los derechos individuales. No hay legisladores que se precien de representar al pueblo. Hacen las leyes a su antojo, la mayoría bien inconstitucionales por cierto. Gobiernan para ellos mismos, ni siquiera para la mitad del país que los votó. Y lo hacen todo bajo la bandera de una democracia que ni siquiera es nuestro sistema de gobierno vigente. Argentina es una REPÚBLICA, en la que el estado de derecho, es decir, el gobierno de la LEY, debería primar por sobre cualquier persona que ocupe un cargo público.

Nos han quebrado en dos bandos, en los que la ausencia de diálogo es ensordecedora, genera impotencia absoluta no poder disentir sin discutir, no poder presentar alternativas, no ser escuchado, no ser representado, no ser respetado.
Las minorías esta doblegadas a obedecer los caprichos de las supuestas mayorías, que no son más que clientes de este gobierno corporativista. Nos llenan la cabeza de boludeo nacionalista, apelando a un orgullo xenófobo de qué algo producido en territorio argentino tiene más mérito vaya uno a saber porqué… Pero la realidad es que la industria nacional no crece, porque como todo en el relato, es un verso más.

Gobiernan de palabra en todo lo relativo a la libertad, la prosperidad y la igualdad ante la ley, deshaciendo con sus controles y regulaciones todo lo que dicen defender.

Y esta lista podría seguir eternamente. No tiene nombre lo que nos están haciendo. Nos están quitando la dignidad, nos están esclavizando, nos están exprimiendo y oprimiendo.

¿Y pretenden que salgamos a la calle a protestar educadamente? Después de años de sufrir su cinismo y su sadismo, sus faltas de respeto, sus abusos, sus caprichos. No. Por supuesto que no. No les debemos ningún respeto, y no nos debemos ninguna represión en las formas en que reclamamos lo que nos corresponde y estos vándalos nos robaron.

Son unos hijos de puta, y queremos que nos dejen de pelotudear. No hay otra manera de decirlo. Somos pacíficos en las protestas. Somos republicanos en los métodos. Pero no nos exijan (no nos exijamos!) ser «educados» en las palabras. Nuestros carceleros, represores, opresores, no merecen respeto, no merecen nuestra educación. Merecen todos y cada uno de los insultos que se pronuncian hacia ellos. Y nosotros merecemos poder putearlos en paz. Este es el resultado de años de sometimiento. Ahora: orgullosos, dignos, con la cabeza levantada, putiémoslos sin dudarlo! Hasta que entiendan que hasta acá llegaron, que ahora les decimos BASTA.

El estado de la basura

Publicada originalmente por Juan Manuel Drangosch en la web del Partido Liberal Libertario

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La discusión respecto de la basura ha sido sobre si la maneja el Estado nacional o el Gobierno de la Ciudad. ¿Y sí no la maneja el Estado?

Basura. Es. Basura.

Uno de los temas candentes en la agenda del gobierno porteño es el problema de la basura. Históricamente ha sido el Estado el encargado de la recolección de residuos en las grandes ciudades, con lo cual nos pondremos a pensar un poco por fuera de la caja estatista, para encontrar soluciones de mercado a este problema.

Primero examinemos cómo funciona el sistema actual: el municipio hace una licitación, en donde una empresa (o varias, si dividimos la ciudad por zonas) es elegida y se hace cargo de la concesión del servicio. El dinero para pagarle a la empresa proviene del impuesto ABL, que está relacionado con el valor de la propiedad y no con la cantidad de basura producida por el inquilino.

 

  • Problema número 1: si existiese un ciudadano que no produce un sólo gramo de basura, también está pagando por el servicio.
  • Problema número 2: no hay un incentivo económico para generar menos desechos. El ciudadano que recicla, reutiliza o es más ecológico a la hora de elegir el packaging de los productos que consume, paga el mismo importe que el que produce basura indiscriminadamente.

Prosigamos. La basura acumulada por la empresa se dirige a una planta de procesamiento, donde es comprimida para ocupar menos espacio. A continuación se la envía a un basurero o relleno sanitario. Este terreno es propiedad del Estado, y su ubicación fue asignada arbitrariamente por los funcionarios de turno. El subsuelo bajo ese basurero también es de propiedad pública.

  • Problema número 3: los asentamientos cercanos a los basurales sufren las externalidades negativas[1] de los sectores de la sociedad que produjeron la basura.
  • Problema número 4: los ríos subterráneos o napas freáticas arrastran la contaminación, afectando el agua de los pozos cercanos e incluso los mares y ríos a mayores distancias.

Ahora analicemos cómo podría lidiar una sociedad libre con estas mismas situaciones. Para ello es necesario definir los derechos y responsabilidades de los ciudadanos. Por suerte esto es muy sencillo: alcanza con reconocer que somos dueños de nosotros mismos, del fruto de nuestro trabajo, y de los bienes y propiedades adquiridos con éste.

Uno puede comprar y acumular cosas que entren en su propiedad. Nadie le impide juntar basura en el patio (aunque ¿quién querría vivir así?). Sin embargo, el límite también lo pone el mismo derecho: no puedo tirar basura en el patio del vecino, porque eso sería una invasión a su propiedad, y por lo tanto una violación a sus derechos individuales.

Entonces, ¿qué hacemos con la basura? Por un lado, mucha gente quiere reciclar, y casi la totalidad de la población es consciente de que a mediano y largo plazo es el único camino posible, pero no empieza a hacerlo porque faltan incentivos y no están dadas las condiciones para que sea algo sencillo. Por el otro, existe una demanda de desechos recuperables (se manifiesta en la existencia del “oficio” de los cartoneros). La pregunta que hay que hacerse es: ¿qué pasaría si no fuese el Estado el que se hace cargo de la basura, y tuviesemos que pagar el costo real de disponer de nuestros residuos?

Una empresa privada con el mismo funcionamiento que el sistema estatal sería imposible, porque:

  • a – el precio sería mucho más elevado que el actual, ya que el terreno utilizado para verter los residuos perdería su valor económico en un tiempo muy corto, y sería mucho más rentable destinarlo a otras actividades.
  • b – la cantidad de juicios por contaminación/invasión de las propiedades aledañas haría quebrar a las empresas (recordemos que también el subsuelo y el agua que corre por debajo serían privados. Si el basural quema la basura en lugar de enterrarla, la invasión sería aérea y enfrenta los mismos problemas).

Por lo tanto, las empresas de recolección que surjan estarían obligadas, por el marco jurídico, a darle otro destino a los residuos. Podría haber empresas que:

  • a – cobren el precio real de disponer la basura mezclada, y cobren un precio con descuento si desde la casa o el consorcio se entrega la basura separada (supongamos en papel/cartón, vidrio, plástico, metal, residuos orgánicos, basura electrónica).
  • b – se lleven la basura gratis en caso de estar separada, porque el negocio lo harían vendiéndole esos residuos a las plantas de reutilización.
  • c – le compren la basura separada a los clientes, para reciclarla ellos mismos.

Estas son sólo algunas de las soluciones que podría dar el mercado. Las posibilidades son infinitas. El método de prueba y error es el que nos dirá qué sistema es el mejor, y la Ley de oferta y demanda es la que va a decir qué tan rentable es la basura, y si preferimos perder 10 minutos diarios en separarla o gastar una fortuna al mes para que otro se haga cargo. Y la sociedad misma, conociendo estos costos, sería la que premie y castigue a las empresas que tomen las decisiones correctas a nivel packaging y distribución.

Ejemplos exitosos de negocios de este tipo hay muchos. Uno de ellos es el caso de TerraCycle, donde el joven empresario Tom Szaky se hizo millonario fabricando un fertilizante 100% ecológico, hecho mediante lombrices que se alimentan de restos de comida (en un principio provenientes de las cafeterías y restaurantes cercanos a la Universidad de Princeton, ahora a nivel global).

Como liberales libertarios creemos que el rol del Estado es abrir el juego a la creatividad y la capacidad emprendedora de los ciudadanos. Un plan de acción que podría tomarse es:

Suspensión del funcionamiento de los basureros en un plazo de, por ejemplo, 5 años.
Exención impositiva total a las pequeñas, medianas y grandes empresas del rubro recolección/procesamiento de residuos.
No podremos saber el resultado, pero tendremos la certeza de que no vamos, como ahora, a estar obligados al fracaso.

—–

[1]     Las externalidades son efectos indirectos de las actividades de consumo o producción, es decir, los efectos sobre agentes otros que el originador de tal actividad, y que no funcionan a través del sistema de precios.

La sociedad de consumo

En la cabeza de la mayoría de la gente está la idea de que el capitalismo es el responsable de haber creado una sociedad consumista. Esto no es cierto, por varios motivos. El primero, como ya dijimos en este artículo, es que no vivimos en un sistema capitalista. Estamos en un sistema corporativista. El capitalismo todo lo que dice es que los medios de producción deben estar en manos de individuos o sociedades privadas, que son libres para relacionarse entre sí sin coerción.

¿Qué es lo que hace, entonces, que las personas se vuelquen a la compra compulsiva de bienes materiales (muchas veces intrascendentes y/o innecesarios) como respuesta a la búsqueda de la felicidad?

 

1. La inflación: el sistema monetario actual, con bancos centrales, reserva fraccionaria, y billetes respaldados por aire, tiene a la inflación como componente inherente. El dinero se crea respaldado por deuda, con lo cual para pagar esa deuda + interés se debe imprimir más dinero ad infinitum. A mayor dinero en circulación, cae su poder adquisitivo (más información acá), con lo cual, estamos incentivados a gastar en vez de ahorrar, ya que mes a mes nuestro dinero vale menos. 

2. El monopolio estatal de la recolección de basura: como ya expuso un miembro del PL en este artículo, el sistema actual de recolección y disposición de residuos tiene totalmente desligadas las acciones de los usuarios de sus consecuencias: al estar financiado compulsivamente mediante impuestos parejos para todos,

no hay un incentivo económico para generar menos desechos. El ciudadano que recicla, reutiliza o es más ecológico a la hora de elegir el packaging de los productos que consume, paga el mismo importe que el que produce basura indiscriminadamente.”

Así, no estamos incentivados a comprar bienes que duren o que realmente nos sean de utilidad, ya que no pagamos el real costo de su disposición final si es que se rompe o simplemente ya no nos interesa.

3. El sistema educativo: la educación estatal (tanto de gestión pública como privada) que rige en la mayoría de los países tiene su origen en el sistema prusiano de mediados del siglo XIX, que tenía como objetivo producir trabajadores industriales y soldados. No es de sorprender, entonces, que seamos tan susceptibles a la publicidad: se nos enseña a no cuestionar a la autoridad, a aprender de memoria y por repetición, y a que el conocimiento se transmite desde arriba en vez de construirse desde el alumno. Bombardeo constante + falta de pensamiento crítico = vámonos de shopping. También se nos enseña que hay una sola respuesta correcta y nos acostumbran a usar uniforme, con lo cual queremos hacer lo que hace todo el mundo: los demás tienen cosas, nosotros tenemos que tenerlas.

4. Los impuestos: los impuestos a la vivienda, a las tierras o al patrimonio nos obligan a mantenernos en el loop trabajo-gasto, para que evitar que en el correr de unos pocos años el Estado nos secuestre y remate la propiedad para saldar nuestras deudas con el fisco. Una vida autosuficiente es imposible, ya que tenemos que producir un extra para alimentar al Leviatán.

(Para los interesados en la autosuficiencia, recomiendo esta película, que explora viviendas muy cómodas, tecnológicas y autosuficientes a nivel calefacción, agua, electricidad, y prácticamente comida).

 

Es de esperarse que, sin la coerción estatal, una sociedad libre tenga entre sus filas a consumidores más críticos, responsables, prudentes, y —sobre todo— felices.

 

(en boca de góndola)

Cabezas en oferta

Tevez, Cabak, la FIFA y una sociedad libre

Carlos Tevez, (ex?)jugador del Manchester City, protagonizó la última semana un episodio lamentable que demuestra su falta de profesionalismo:

El entrenador decidió hacerlo ingresar cuando su equipo perdía por 2-0 ante Bayern Múnich, pero «El Apache» lo desafió negándole su presencia en el segundo tiempo

«Estoy muy desilusionado. Se negó a jugar. Para mí, está afuera», dijo enojado el italiano Roberto Mancini en la conferencia de prensa ofrecida al término del partido en Múnich. El técnico aseguró que quiso que Carlos Tevez ingresara en la mitad del segundo tiempo, pero él no quiso hacer el calentamiento.

Tiempos felices para Tevez, en el City

A todo esto, la FIFA tomó conocimiento de la actitud del delantero de los citizens y a través de su vicepresidente quiso intervenir en el tema:

La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) tomó partida en el escándalo que desataron el delantero Carlos Tevez y el entrenador Roberto Mancini, al reclamar hoy que se le aplique al jugador argentino una suspensión internacional cuyo propósito final es evitar que este tipo de actitudes se repitan.

En declaraciones a la agencia alemana de noticias DPA, el vicepresidente de la FIFA el norirlandés Jim Boyce comentó que lo ocurrido durante el segundo tiempo del partido que el Bayern Munich le ganó a Manchester City 2 a 0 «fue despreciable».

«La FIFA debería tener el poder de prohibir al jugador tomar parte de forma activa en el fútbol», según consigna la agencia alemana en uno de sus cables.

Y acá entra el conductor de TV y radio, Horacio Cabak, que  en su programa de radio en la tarde de Delta FM (90.3), comentaba la noticia dando su opinión. Él sostenía que la única autoridad que podía sancionar a Tevez era su club, quién lo había contratado. Si Tevez había firmado un acuerdo con el Manchester City, la situación la debía resolverse entre ellos, sin intromisión de tercero ajeno al contrato. «¿Quién era la FIFA para meterse en un contrato que no tenía nada que ver?»

Khaldoon Al Mubarak, Presidente del Manchester City, al que quiere puentear la FIFA

Suponiendo que contractualmente la FIFA no tenga nada que ver, la opinión de Cabak me pareció muy coherente. Su razonamiento no fue complejo, ni basado en teorías llenas de números, citas académicas ni nada por el estilo. Una idea simple y fácil de ser implementada, su queja contra la FIFA era la siguiente: permitan que Tevez y el Manchester City resuelvan sus diferencias sin que nadie se impongan por sobre sus voluntades.

Esta idea tan sencilla, extrapolada a todas las relaciones sociales, es la esencia de la sociedad libre que desde acá constantemente proponemos. Sea la FIFA como es en este caso, o sea el estado como es en la , la respuesta es la misma: dejen a las personas decidir sobre su propia vida.

El estado se mete en las relaciones sociales, y como dijimos hace poco, las desvirtúa. Cuanto más poder estatal, menos poder social.

Es el estado el que convierte la relación empleado-empleador que por definición se trata de una relación de cooperación, en una relación de enemigos o adversarios al incorporar en esa relación todas las leyes laborales.

Es el estado el que convierte a un empresario que para sobrevivir en el mercado debe prestar atención a lo que los consumidores demandan, cumpliendo así una función social, en un grupo de parásitos que buscan de complacer al funcionario de turno, en vez de los consumidores, para obtener una ganancia a costa de estos.

Es el estado, interfiriendo, el que convierte  a una persona que vende determinadas sustancias, y al que las compra, en delincuentes que pueden terminar en prisión, con sus vidas arruinadas, a pesar de tratarse de acciones voluntarias que no agreden el derecho de ninguna otra.

Y los ejemplos son interminables, este blog es un compendio de esos ejemplos  de como una noción tan básica de permitir el desarrollo de una sociedad libre y pacifica tenga tantos enemigos, con tantos intereses creados y tantas confusiones acerca de lo que realmente constituyen los mercados libres y una sociedad voluntaria.

La FIFA no debiera meterse en la sanción que le pueda corresponder a Tevez, según lo decidan sus empleadores el Manchester City. El estado tampoco se debería meter en aquellas relaciones libres y voluntarias, donde dos personas realizan intercambios que, por definición, se benefician mutuamente.

¿Soluciones de mercado a la inseguridad?

A raíz de los hechos acontecidos durante la semana pasada que culminaron con el asesinato de una niña de  11 años de edad, alguien propuso en el muro de Facebook del Partido Liberal Libertario recurrir al mercado para ver qué ideas podrían surgir en el ámbito de intercambios libres para mejorar la situación de la inseguridad.

La propuesta generó comentarios jocosos por un lado, y la profundización de la idea por otro. Y creo preciso responder a los comentarios jocosos, de modo de presentar una solución de mercado que se dio en mi barrio con respecto a la inseguridad, sólo a modo de ejemplo de cómo la descentralización del asunto y el permitir acuerdos voluntarios, hace que la gente encuentre otras personas que están dispuestas a atacar su problema.

El comentario jocoso surgió a raíz del pedido en el sentido de «ustedes los liberales no lo admiten, pero adoran el forma religiosa al mercado, y tienen una fe irracional en él, como si fuera su dios». Vamos por partes. Primero, hay que entender a qué nos referimos con mercado los liberales. Porque generalmente los que hacen esta clase de críticas lo corporizan e incluso confunden aquella metáfora de Adam Smith de «la mano invisible» como si estuviésemos hablando de alguna clase de deidad. Nada más lejos de la realidad. Mercado no es un ente intangible, puro e inalcanzable. Mercado es sólo la palabra que usamos para referirnos a los contratos e intercambios voluntarios entre individuos libres, sin la intervención del estado en cuánto a cómo se lleva a cabo el servicio. Traduciéndolo un poco más al lenguaje del día a día, sos vos y soy yo cuando contratamos a alguien para que limpie la vidriera del negocio, o cuando contratás un empleado para manejar la caja, o cuando alguien te paga para instalarle un televisor, o para cortar el pasto del jardín. Mercado no es un ente abstracto de empresas multinacionales y capitalistas inescrupulosos que se esconden tras bambalinas manejando las guerras en el mundo. Sólo es la infinidad de contratos y acuerdos que se dan todos los días entre alguien que tiene un problema y otro que puede ofrecerle una solución a cambio. Buscar o querer una solución de mercado es nada más y nada menos que anunciar que uno está dispuesto a pagar a alguien por cierto trabajo y que alguien responda brindando dicho servicio. Si te ponés a pensar bien, casi todos los días hacés esto. Te diría todo el tiempo, cuando vas a la ferretería, a la panadería. Vivís realizando transacciones voluntarias.

Cuando alguien dice entonces que tenemos fe en el mercado, es finalmente como decir: «ustedes tienen fe en que alguien por cierta cantidad de dinero está dispuesto a brindarte una solución para tu problema». Y poniéndolo en esos términos, sí, tiene razón. No es una fe religiosa, es saber cómo funciona el mecanismo pacificador por el cual colaboramos entre sí los seres humanos sin necesidad de conocernos o sentir un aprecio especial por el otro más que saber que esa persona puede ayudarme con mi problema.

"Señora, con esos zapatos no se permite ingresar a esta panadería!"

Toda esta explicación la hice para ver que las soluciones de mercado, no siempre son soluciones como las que mucha gente sí espera del estado. Que con una medida o una serie de medidas coordinadas, se terminen los problemas de todos (y eso sí es un acto de fe). El mercado, te ofrece soluciones para problemas concretos aquí y ahora, y cuando dicho servicio no sea más un servicio util tenderá a desaparecer para que dichos recursos se utilicen en soluciones útiles. En dicho contexto es que pongo el ejemplo de mi barrio. A principios de este año, ocurrió que en un radio de 10 cuadras en menos de 2 semanas se produjeron 10 robos a mano armada en los comercios. Algunos comercios sufrieron en esas 2 semanas más de un robo, habiendo trabajado esas dos semanas para otro que venía a sacarle lo ganado por la fuerza (y no era la AFIP). La policía siempre llegaba a tomar la denuncia con el hecho consumado, el dinero perdido y el miedo instalado en el dueño y los empleados de los comercios. Con una serie de robos consecutivos, la policía que no podía ofrecer ninguna solución y sabiendo que la situación debía cambiar, los negocios tomaron el toro por las astas y buscaron una solución de mercado. Y mal no les salió porque no hubo robos a estos comercios a partir de entonces. Lo que comenzó haciendo un local de ropa de mujer atendido por señoritas, fue poner un «patovica» en la puerta del negocio. No era un patovica a la usanza de los boliches que restringen el ingreso según cómo estuvieras vestido, sino que es un tipo que está parado en la vereda durante el horario de atención, cuidando que dentro del local no esté sucediendo nada sospechoso. Casi como si fuera un portero. Los robos se terminaron para este comercio. Y entonces comenzaron a copiarlos los de la panadería, que estaban bastante aislados y lejos de las luces de las avenidas. Se acabaron los robos en la panadería.Y así fueron surgiendo los guardianes de comercio, cuidando las puertas de los locales del barrio. No era una costosa compañía de seguridad privada, no era un servicio especial de la policía, era tan solo un tipo de cara conocida, que fuera el mismo todos los días, y que diera seguridad al propietario y a los clientes habituales del lugar.

Seguramente, en el momento en que la inseguridad deje de ser un problema generalizado en la ciudad, estos guardianes deberán cambiar los servicios que brindan. Pero hoy, aquí y ahora, ofrecen en el ámbito del mercado, un servicio útil a los comerciantes, a los consumidores y en general a los vecinos de esas cuadras del barrio.

Y este es sólo un ejemplo de cómo sin mediar un ente regulador, sin una matrícula, un servicio o una educación especializada en particular, las personas encontraron una forma de colaborar para solucionar en el barrio el problema de la inseguridad. No es una solución integral, ni definitiva, y probablemente no sea la mejor. Pero es una solución que satisface las necesidades del barrio a un precio que están dispuestos a pagar. Si hurgamos un poco más, vamos a encontrar que esto pasa en absolutamente todos los servicios que podamos buscar. Así colabora la gente. Porque el mercado, somos nosotros.

Los héroes de Galería Jardín

Los individuos tienden, en general, a relacionarse de manera pacífica. El comercio es, por excelencia, una de esas maneras. Las características  de un intercambio voluntario de bienes o servicios por otros bienes o servicios (o el dinero que obtuvimos por ellos) son únicas, dos personas cooperan mutuamente sin saberlo y ambas valoran más lo que reciben que lo que ofrecen, según sus propias percepciones.

Si éstas transacciones fuesen libres de cualquier intervención de un tercero, entonces podríamos afirmar que estamos ante una sociedad libre y pacífica, aunque en estos tiempos aparece en escena un tercero en discordia que juega con su propio reglamento.

Me refiero, por supuesto, al Estado. El Estado es un tercero que se entromete en esta interacción voluntaria y que exige su parte, como si tuviese derecho alguno sobre la propiedad ajena.¿Cuál es la contraprestación que ofrece el estado para tomar esa parte? Ninguna, o peor, violencia, imposiciones, encierro.

Esta situación se puede ver todos los días en el sitio de la AFIP, cuya función principal es jactarse de haber irrumpido en la paz del comercio, de haber agredido a aquellos que interactuaban de manera libre, de haber incorporado a ese acuerdo una dosis de violencia. En el dia a dia, este uso de la fuerza por parte del estado se ve reflejado en números, operaciones mátematicas y siglas (IVA, IIBB, AFIP, DGI, etc.), sin embargo muchas veces esa violencia emerge con toda su furia y se la puede ver en su estado más puro. Es el caso del allanamiento llevado adelante por  la AFIP en Galerías Jardín: 

La AFIP realizó ayer 35 allanamientos y detuvo a nueve personas en una investigación sobre maniobras que involucrarían un fraude impositivo por cien millones de dólares

El operativo se inició a primera hora de la mañana y alcanzó a 35 comercios y domicilios particulares en Ciudad Autónoma, Córdoba y Rosario. Quedaron detenidas seis personas en Buenos Aires y tres más en Córdoba. Dentro de este último grupo se encontraría el cabecilla de la banda. En los procedimientos se secuestraron también varios vehículos. Los directivos de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) expresaron ayer su satisfacción por las inspecciones.

Qué mas claro que hombres de uniforme, armados, secuestrando gente y mercadería como contraposición a los acuerdos voluntarios que estaban celebrando segundos atras.

En este caso iban por unos hombres que entorpecían la expoliación estatal y facilitaban bienes evitando las costosas barreras que pone el estado entre la prosperidad y la gente: los contrabandistas.


El contrabandista es aquél que intenta minimizar el ingrediente estatal de las relaciones voluntarias, es aquél que mediante conductas pacíficas, aunque tipificadas ilegales por el ordenamiento jurídico, intenta eludir los controles estatales, ofreciendo de forma voluntaria los bienes que el estado se empecina en obstaculizar por diversos motivos. Los beneficios de sus actividades se ven reflejados en precios más bajos de los que se ofrecen mediante las vías legales. Los funcionarios nunca van a ver estos beneficios, son los pobres, los que no pueden contrabandear ellos mismos por falta de capital, los que aprovechan de los servicios brindandos en el mercado negro.

Walter Williams lo resume de manera brillante:

Los contrabandistas son unos héroes. La esencia de su mensaje es ésta: «Los tiranos que manejan el Estado quieren impedir o dificultar los intercambios libres y pacíficos entre individuos. Yo sé paliar el impacto de esa injerencia».

O como dice el Destructor de Mitos, en su elogio al contrabandista:

Cuando un estado cierra la economía o restringe de cualquier otra forma el comercio, lo que hace es desigualar. El estado regulador quita derechos a unos para hacerle la vida más fácil a otros (es decir, a las empresas protegidas). Y aquí aparece el contrabandista para equilibrar la situación, devolviéndole parte de sus derechos a los desposeídos y compitiendo contra los privilegiados. Ciertamente, el contrabando es ilegal, pero al mismo tiempo rebosa de justicia social.

Pero a pesar de todos los beneficios sociales que prodiga, ser contrabandista no es fácil… porque estar en contra del estado (y de su maquinaria de violencia) no lo es. El contrabandista debe estar dispuesto a asegurarse la lealtad de sus asociados y contrapartes y también a vivir en las sombras. Si el Estado lo descubre, sus días como contrabandista acaban súbitamente (y, quizás, también sus días como individuo libre).

Aunque normalmente no se encuentra valorada, su función social es inestimable: es un límite real y permanente al poder dominante.

Todo aquel que quiera una sociedad diferente (sea liberal, socialista, anarquista o comunista) debería considerar a los contrabandistas como verdaderos héroes. Ellos son la avanzada del cambio, los peones que hoy se sacrifican para ganar el juego en el futuro.

Después de todo, ignorando leyes se hicieron y se harán mejores sociedades.

Ya comentamos acerca de la inmoralidad del proteccionismo y en diversas oportunidades  [12345,] mencionamos lo estúpido que es emprender en estas prácticas. Hoy fue el turno de esos personajes, denostados por el estado, denostados por los amigos del poder, que se benefician de la violencia estatal en su favor estafando a todos, especialmente a los mas pobres,  hoy fue el turno de eso héroes anónimos: los contrabandistas. Salud!

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