El Problema no es La Salada

Leo en infobae que la Cámara Argentina de Indumentaria para Bebés y Niños (Caibyn) denuncia a las ferias tipo «La Salada» de competencia desleal. Aducen que la existencia de las mismas y sus precios extremadamente módicos atentan contra la industria Textil ya que los comercios y los shoppings no pueden competir con las mismas. Ahora, yo me pregunto: ¿el problema es que La Salada no tenga regulación o que todos los demás no puedan (o no quieran) escapar a la misma?

Por lo pronto, hay que desmenuzar los argumentos que utiliza Caibyn:

Precios Extremadamente Bajos harán que todos compren en las ferias: Según la cámara empresaria, los precios extremadamente bajos en La Salada atentan contra la venta de indumentaria en comercios. Para empezar, no todas las personas compran en ferias al estilo de La Salada. Estas ferias se concentran en un sólo lugar, la atención al público es muy deficiente y probarse la ropa es muy difícil. Eso sin contar con que la calidad, como lo dice el mismo gerenciador de la feria, no es la misma que la de las marcas. Por otro lado están ubicadas en zonas complicadas y los horarios en los que atienden tampoco suelen ser los convencionales. La gente que compra ropa en estos lugares lo hace justamente porque el beneficio principal lo dan sus precios extremadamente bajos. Los clientes de estas ferias posiblemente no sean capaces de comprar indumentaria en un comercio a la calle porque le resulta demasiado costoso. Ni hablar de comprar en un Shopping. ¿Entonces por qué molestarse en atacar a un competidor que no estamos seguros que sea tal?

Que la gente pueda comprar ropa a precios extraordinariamente bajos hace que tengan más dinero disponible para satisfacer otras necesidades como comida, techo, esparcimiento, educación, etc. Obligar entonces a que todos tengan que comprar a precios con los cuales puedan competir los Shopping, para mantener el negocio de algunos, es cuanto menos, sumamente cuestionable. Es tomar al consumidor de rehén en favor de un sector de algunos actores de la industria (porque convengamos que los que confeccionan para las ferias, también forman parte de la industria del rubro).

Por otro lado, hay un segmento importante del mercado que valora poder comprar en un Shopping, con probadores grandes, bien iluminados, con música tranquila y diseños a la última moda. Suponer que La Salada cumpliría la demanda de este público es completamente descabellado.

La Salada constituye competencia desleal: Competencia desleal es utilizar el poder de policía del estado para que todos los vendedores de indumentaria tengan que equiparar sus precios con aquellos que tienen la suerte de poder pagar el alquiler exorbitante de un local dentro de un Shopping. Hay gente que privilegia precio por sobre terminación y un ambiente perfumado donde comprar su ropa, y ello queda demostrado en el éxito arrollador de los mercados a cielo abierto. La Salada, Saladitas y demás mercados, lo único que hacen es competencia sumamente leal para ofrecer al consumidor un producto acorde al alcance de su bolsillo. ¿Cómo podría un cuentapropista introducirse en el mercado, si lo primero que debe hacer es pagar impuestos y cumplir reglamentaciones torpes, sin importar si tiene la tela, la máquina de coser o la habilidad para confeccionar? Competencia desleal es esconderse detrás de la burocracia construida para privilegiar a algunos e impedir la entrada al mercado de otros.

La perjudicada es la industria: La industria se beneficia de la proliferación de puntos de expendio donde ofrecer la mercadería. Los menos privilegiados son aquellos que ya estaban establecidos en el mercado. Pero esto no quiere decir que los nuevos actores estén sacando algo a estos últimos, sino que sólo están compitiendo con las herramientas que tienen a mano. Están consiguiendo el favor del consumidor cada vez que adquiere uno sus productos.

Mercado La Salada

El Problema no es La Salada

Lo que no ven los industriales de Caibyn es que el problema no es La Salada. El problema es la regulación. El problema son las altas cargas impositivas que los puesteros de La Salada no pagan para hacer rentable su negocio. El problema son las cargas sociales que hacen que el industrial tenga menos trabajadores de los que tendría en otras condiciones, porque el costo de tener un empleado más supera la utilidad marginal que el mismo le proporciona. El problema son las habilitaciones que hacen que los locales tengan que incurrir en costos adicionales completamente inútiles para no ser clausurados por el burócrata de turno.

El problema es que el «modelo» en el que estamos inmersos es una traba mental, que no nos permite ver cuáles son los verdaderos problemas y sus soluciones. La satisfacción al consumidor y la competencia «leal» están mucho más cerca de lo que piensan los industriales, sólo que pedir la desregulación es políticamente incorrecto. Este «modelo» corporativista, prebendario, anti consumidor, anti trabajador, anti emprendedor, hace que no veamos que las trabas que se fueron construyendo durante décadas de estatismo sólo beneficiaron a unos pocos en detrimento del consumidor y del cuentapropista que quiere comenzar un nuevo negocio, arriesgando su propio capital y poniendo su talento a disposición.

Señores de Caibyn la solución no está en pedir que se erijan trabas a la Salada. La solución es que les saquen a ustedes los grilletes de los cuales La Salada logró liberarse.