Vivir con lo nuestro (II)

En este artículo explorábamos la ridícula idea de la autosuficiencia dentro de un país. Vamos a seguir trabajando sobre la idea del proteccionismo, tomando ahora otro enfoque.

El argumento proteccionista dice que cerrar las fronteras —a través de barreras arancelarias, cuotas de importación, o directamente prohibiciones—es beneficioso, porque fomenta el desarrollo de la industria local.

Divide y vencerás

Sin embargo, si hacemos un análisis histórico, podemos ver que las fronteras son totalmente accidentales. Si una batalla hubiese tenido un desenlace distinto, quizás Uruguay formaría parte del territorio argentino, o Formosa y ciertas zonas de Brasil seguirían perteneciendo a Paraguay (si resultaba victorioso en la Guerra de la Triple Alianza), o el gobierno argentino tendría soberanía sobre las Islas Malvinas.

El argumento proteccionista, si pretende resistir un análisis, debería funcionar sin importar la distribución geopolítica del momento. ¿Qué pasaría entonces si hubiese habido una guerra civil, y el país estuviera atomizado en lo que ahora son las provincias?

Nos despertamos en una provincia —ahora país— cualquiera de la Patagonia, con la intención de ir a desayunar y leer el diario. Nos encontramos con que el diario es más caro, porque el papel está hecho con caña de azúcar, que se cultiva y procesa en Jujuy. Como, por las condiciones climáticas, es imposible producirlo en la Patagonia, no queda otra que importarlo, pagando los impuestos correspondientes. También “nos desayunamos” el hecho de que el desayuno subió de precio. La opción a, café con leche y medialunas, requiere de café importado (de Brasil, México, Colombia, etc., porque la pequeña producción de Chaco, Corrientes, Misiones y Salta apenas alcanza para autoabastecerse), ahora también leche importada de la zona pampeana, y harina y manteca importadas de la misma zona para hacer las medialunas. Para endulzar el café, también tenemos que importar azúcar. La opción b, tostado de jamón y queso con exprimido de naranja, subió de precio también. El pan se hace con harina proveniente de la pampa, al igual que el queso. El jamón podría ser local, pero sería más caro igualmente, porque los cerdos son alimentados con maíz y soja principalmente, que ya sabemos de dónde vienen. Las naranjas se producen en su mayoría en Tucumán, así que el jugo está más caro también.

Enfilamos para la facu o la oficina en Capital Federal (que es parte del país Buenos Aires), puteando porque el bondi aumentó, ya que para fomentar la producción de petróleo local se le agregaron impuestos a la nafta que viene de la patagonia[1]. Nuestros insumos tipo cuaderno están también más caros, porque ahora el ciclo productivo cruza dos fronteras hasta llegar a la librería: el papel se produce en Jujuy, y se transforma en cuadernos en la planta Ledesma de San Luis.

Abrimos el local en Entre Ríos, y ponemos la radio de fondo. ¡Cómo extraño escuchar Los Redondos! Con las nuevas regulaciones, tiene que sonar un 70% de música nacional en todas las emisoras. Te tiene que gustar el chamamé, sino vas muerto.

Hacemos el break para almorzar en Mendoza. La milanesa con papas fritas aumentó jodido, porque solo el 10% de los animales que se consumen son criados en la provincia-país (¿¿por qué carajo no hay vacas en Punta de Vacas??). Pero bueno, ¡estamos ayudando a la ganadería local! Todo sea por la patria. Y las papas vienen casi todas de Balcarce. Si para el postre queríamos, como antes, una fruta que venga del Valle de Río Negro, cagamos, porque en cada bendita hectárea de la provincia estamos cultivando uvas, y no hay espacio para otras frutas. ¡Uvas serán, pues!

Reanudamos la jornada laboral en la fábrica del conurbano. Cayeron las ventas de autos, porque nos vimos obligados a aumentar los precios. La aduana le puso trabas al aluminio que viene de Aluar en Puerto Madryn, Chubut, y lo estamos pagando casi un 100% más caro. ¿Cuánto falta para que abran una planta de producción acá en Buenos Aires? Y menos mal que los de Aluar sacan la energía de la represa de Futaleufú, que está en la misma provincia-país, imaginate lo caro que estaría el aluminio si aparte tuvieran que importar esa cantidad de kiloWatts. El quilombo lo tenemos nosotros; el Parque Industrial no se auto-abastece ni por casualidad, y el comprar energía “de afuera” también contribuye al aumento de precio de nuestros productos.

Un cortecito para el mate. ¡Cómo aumentó la yerba! ¿Tanto les cuesta a los dueños de los campos bonaerenses generar artificialmente un clima subtropical para cultivar yerba mate? Digo, así no hay que importarla de Misiones. Y bueno, también ahora el alfajor Havanna, por más que sea más caro, es “la que va”, porque no les vamos a dar el gusto a los vecinos de consumir alfajores santafecinos.

Menos mal que hoy es viernes, y el plan acá en Córdoba es ir a comer a un restaurant y después ir al cine. Mi menú favorito aumentó también, porque por un lado está difícil criar merluza en agua dulce y hay que importarla (garpando el 50% de impuesto que se le puso, cuya recaudación se destina en subsidios para fomentar la crianza en piletas de agua salada acá), y por el otro ahora hay que pagar el impuesto a los vinos que vienen de San Juan y Mendoza. El plan b era la empanada salteña, pero como no quiero que me tilden de “cipayo vendepatria” por querer extranjerizar nuestras costumbres culinarias, no lo pido. Y el cine, últimamente, una cagada. Antes todas las pelis venían de Buenos Aires o directamente de Hollywood o Europa, pero como pusieron una cuota máxima de películas foráneas en las salas, para ayudar al cine local, tenemos que conformarnos con la pedorrada que se filma acá. ¿Cuántas pelis con la banda sonora hecha por La Mona Giménez nos vamos a tener que bancar?

Nos vamos a dormir en La Pampa, pensando en el laburo que tenemos que hacer mañana en la casa que nos estamos construyendo: hay que terminar de poner el piso nuevo, que desgraciadamente nos salió el doble de caro porque hubo que importar los céramicos de Zanón, en Neuquén. Lo bueno es que cuando terminemos hacemos el asadito para festejar. Vaca va a tener que ser, porque el forro del Guillermo Moreno pampeano no nos deja pasar el cordero patagónico por la aduana.

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[1] Y este arancel afecta a toda la producción agrícola, altamente dependiente del petróleo, encareciendo por partida doble los productos alimenticios, que tienen que volver a cruzar la frontera para volver a la Patagonia.