Portar

Texto de José Benegas publicado originalmente el 19 de mayo de 2011 en No me parece.

Portar de un lado a otro. Trasladar un bien desde la posición A a la posición B. La economía no estudia el cambio de posición de los bienes, a lo sumo se interesa en los medios para realizar el movimiento, en las necesidades que se satisfacen con el transporte. Pero la posición A del bien o B por sí misma no importa. Después viene la frontera, un concepto que está fuera de la economía y pertenece a la política, es consecuencia de guerras de conquista o de acuerdos entre organizaciones políticas. La frontera es un límite al alcance territorial de una determinada autoridad. Si existe libertad a través de ella pasan las personas y también las mercaderías. La posición A de un bien (Uruguay) o B (Argentina) es una cuestión exclusivamente política. Le importa a la autoridad.

Argentina y Uruguay carecen de vida, no nacen, mueren ni se reproducen. Son etiquetas políticas nacionales, convenciones. No son más reales que el sector de la cancha que corresponde al equipo Blanco y el que pertenece al equipo Negro, cuyo sentido se encuentra en el juego, nunca fuera del juego. Se podría portar un bife de chorizo del lado de la cancha que pertenece al equipo Blanco al que corresponde al Negro. Sería una “ex”-portación para los blancos y una “im”-portación para los negros. Ni para el juego ni para la economía ese hecho tendría trascendencia alguna. Salvo que una autoridad decidiera que puede decidir que mercadería pasa de un lado al otro del terreno de juego, entonces la exportación y la exportación pasarían a ser un asunto político. Los bienes no trasponen los límites que la autoridad quiere así nomás sin pagar un rescate al que ostenta el uso de la fuerza, pero ni el equipo Blanco ni el Negro estarían en si interesados en la portación ni tampoco en los deseos monetarios de esa autoridad. Ni unos ni otros jugadores podrían ser convencidos de que su pertenencia a la blanquitud o a la negritud ameritarían que la rivalidad se extendiera a otra cosa que no fuera la competencia deportiva, ni se dejarían engañar por esa autoridad si les dijera que les conviene apoyar la restricción, ni tampoco aceptarían que el paso del bife de chorizo desde el campo de los blancos a los negros tuviera otro valor que el paso del bife de chorizo del campo negro al blanco.

El proceso necesita algo de mitología para ser aceptado. Digamos que la cancha es más grande, suficientemente grande como para convertirse en más trascendente que la satisfacción de las necesidades de las personas, que parezca esa cancha algo tan poderoso que mereciera cierto respeto especial. Le llamaremos ahora un lado de esa cancha gigante Uruguay y a otro Argentina. Pertenecemos entonces a una u otra cosa de peso, desde chicos se nos dirá que un trapo con determinados colores simboliza lo que somos, como la camiseta de los equipos mencionados. En esa dimensión, y después de que pasaron tantos héroes por nuestra memoria y vemos que el mundo entero es una división de campos de juego que pertenecen a determinadas autoridades y que a esos sectores pertenecen todos, pasamos por la experiencia de que sea una cuestión de cada autoridad saber a dónde vamos cuando cruzamos una frontera, aprendemos que esa autoridad, si es necesario o inclusive si no lo es, será quién velará por nuestras necesidades “más importantes”. A partir de ahí es fácil convencer a la gente de que hay una cosa que se llama exportación, que consiste en la salida de un bife de chorizo desde un campo de juego al otro, y otra que se llama importación que sigue el itinerario contrario. Y se puede llegar más lejos, a que el instinto desaparezca y la población crea que gana cuando pierde el bife de chorizo porque se va y que pierde si un repollo entra a su sector. La fórmula es tan exitosa para quienes la venden que no será esto una confusión sólo de la gente en general, sino de los economistas, que a ese fenómeno que de económico en sí no tiene nada (aunque tenga consecuencias económicas la irrupción de la autoridad, como la tendría la caída de un meteorito sobre nuestras vacas) merece ríos de tinta.

En la cancha el equipo Blanco y el Negro miran un tablero y saben cómo va el partido. También los espectadores se entretienen con eso. Es divertido. Agreguémosle entonces al juego un tablero que mida la cantidad de bifes de chorizo que salen contra la cantidad de repollos que entran. Pero sumémosle la economía monetaria porque si no los espectadores se van a dar cuenta de que no suena razonable festejar la salida de los bifes de chorizo, sino la entrada de los repollos. Y no queremos que nadie se dé cuenta de nada. Entonces mediremos en esa tabla, llamémosle “balanza comercial”, cuantas divisas entran y cuántas salen. Para los espectadores será ahora más emocionante ver crecer la cantidad de divisas que entran cada vez que se exportan bifes y las que salen cuando se importan repollos ¡Claro! Estamos mejor cuando tenemos muchas cosas ¿Y qué son las cosas? ¡Plata! Tener mucha plata es mejor que tener muchos bifes.

¿Para qué sirve la plata? ¡Para comprar cosas! ¿Entonces tener mucha plata y que eso no signifique conseguir muchas cosas no será al pedo? No se preocupen, jamás se harán esa pregunta. Convirtieron la realidad en un juego. Así como no importa que la victoria del equipo Negro sobre el Blanco tenga otro sentido que la diversión, tampoco interesará si el tablero de la balanza comercial le sirve a alguien para algo, más allá de los titiriteros.

Pero exportar implica importar. Salen bifes de chorizo y entran divisas. Es decir se importan divisas exportando bifes de chorizo. Y las divisas no nos dan de comer por si solas. Si con ellas no se pudiera importar algo, no tendrían ningún valor. Es necesario exportarlas para obtener el valor que justifica y convierte en negocio a la exportación. Aunque el que exporta no use sus divisas las acepta porque tienen valor (y se las puede vender) para otro que importa. Sin el importador, el exportador no tendría beneficio alguno exportando, por más que el tablero del jueguito de la estupidez nacionalista fuera un primor y sonara una chicharra con el “equilibrio de la balanza comercial” y dos con el “superávit”. Si esas divisas son emitidas por otro gobierno encima, el superávit sería de una gran ayuda para financiar el gasto público de ese país, al que en general odian los que aman al tablerito.

Algo tan simple como que lo que se importa importa. O que la característica de importarle algo alguien es la misma cosa que valorizar lo que se importa, solo puede desaparecer si se plantan ilusiones de competencias que no existen, si se hace a la gente jugar, se la encasilla, se la convierte en miembros de una nación luchando contra otra.

Cerrar el FMI

El Partido Liberal Libertario (PL) contactó a Sheldon Richman y publicó traducción de su artículo sobre el FMI de hace pocos días (agregué los links del original y alguno más).

Es un mundo patas para arriba. «Anarquistas» protestan por recortes al gasto de gobiernos, mientras «socialistas» viven en el lujo, incluyendo habitaciones de hotel en Manhattan de U$S 3.000 la noche, trabajando, en al menos un célebre caso, para imponer «neoliberalismo» con sabor a corporativismo en países con problemas.

International Monetary Fund
FMI: Fondo/Fraude Monetario Internacional.

El escandalo sexual que afecta al recién salido director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, desde ya no es motivo para eliminar el organismo (tampoco que necesitabamos uno nuevo). El organismo, hijo intelectual y pieza central del inflacionario Bretton Woods de posguerra ideado por J. M. Keynes, en primer lugar nunca debió ser creado, dado fue otro calculado paso hacia el dinero mundial controlado por los gobiernos. Su reinvención luego de su mandato original, mantener el sistema del dolar basado en tasas fijas (obsoleto 40 años atrás y ejemplo clásico de expansión de una misión burocrática), no es más justificada por su nueva misión, ser un 911 para gobiernos descuidados y agobiados por deudas, de lo que era por la anterior.

El FMI tiene 187 gobiernos miembros, quienes en conjunto este año aportaron U$S 340 miles de millones al organismo. Cada país tiene asignada una cuota de contribución y una cantidad de votos ponderada acorde a su cuota. La cuota financiera del gobierno de EE.UU. es de un 17% del total, casi 3 veces mayor que la del segundo mayor aportante, Japón. Controla el 16,74% de los votos, con Japón a continuación con el 6,01%. El Secretario del Tesoro Timothy Geithner es el miembro de EE.UU. de la junta de gobernadores, junto al presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, como gobernador suplente. Esto debería de ser suficiente para establecer que la agenda del FMI no son los mercados libres.

Financiado por la fuerza

Todo el dinero del FMI proviene de los contribuyentes y de las imprentas de los bancos centrales. Allí tenemos el primer caso en su contra: está financiado por la fuerza. Eso debe moldear nuestras expectativas acerca del organismo.

¿Qué es lo que hace el FMI? Digno de La Carga del Hombre Blanco (poema de Rudyard Kipling), William Easterly, ex economista del Banco Mundial, llama al FMI «el organismo de occidente más poderoso para lidiar con países pobres». No hay motivos para el optimismo. Así es como describe su misión:

  • Vigilancia: «supervisa el sistema monetario internacional y monitorea las políticas financieras y económicas de sus miembros»;
  • Asistencia técnica: «ayuda principalmente a países de bajos y medios ingresos en la gestión eficaz de sus economías», y
  • Préstamos: «proporciona préstamos a los países que tienen problemas para cumplir con sus pagos internacionales y no pueden encontrar otra forma de financiación en condiciones accesibles».

En cuanto al primero, el FMI ha sido notoriamente malo para prever las crisis. Pero eso no debe sorprender. ¿Por qué los burócratas que viven bastante bien de los contribuyentes, sin capital personal en riesgo, se espera que sean competentes en la detección de problemas económicos? ¿Algún organismo oficial del gobierno de EEUU previó la burbuja inmobiliaria y su explosión? Los burócratas no pueden saber lo que necesitan saber porque el conocimiento crucial es particular en tiempo y lugar, y disperso la mayor parte del tiempo.

¿Quién asesora a quién?

La promesa de «asistencia técnica» es dudosa e incluso risible dado los países dominantes difícilmente puedan decir que eficazmente gestionan sus propias economías. ¿Quién va a dar este consejo? El problema del conocimiento ataca de nuevo. El FMI a menudo aconseja a los países en dificultades a incrementar sus impuestos, excepto los impuestos corporativos, y a reducir el gasto público para reducir los déficit presupuestarios, perturbando tanto a keynesianos como a supply-siders. Esto es considerado como asesoramiento orientado al mercado, o neoliberal, pero en la medida en que las medidas impuestas desde el exterior generan malestar público, dan a la real reforma de mercado un mal nombre y un retroceso a la causa del liberalismo genuino.

Por ejemplo, el FMI puede asesorar a un gobierno a eliminar los controles de precios sobre los alimentos, que en sí mismo sería una medida pro-mercado si va acompañada de otras reformas. Sin embargo, si dicho gobierno creó la escasez y el resto de sus medidas se mantienen (concesión de licencias, franquicias, patentes, y así sucesivamente), la escasez permanece, la gente sufre y culpa al «libre mercado». Disturbios por alimentos ocurrieron hace unos años en Egipto bajo estas circunstancias, y como resultado son muy desconfiados de las reformas de mercado. Oriente llama a ese tipo de violencia «revueltas del FMI». El FMI dice que obliga a sus clientes a suavizar el golpe «fortaleciendo el uso de recursos para las redes de seguridad social».

Los préstamos del FMI constituyen un salvataje doble. En primer lugar, salvaguardan a políticos cleptocráticos de las consecuencias de sus sistemas de explotación, evitándoles la necesidad de la reforma radical que estos países necesitan desesperadamente, incluyendo la reforma agraria y la banca libre (¿podemos ver a Geithner o Bernanke promocionando tales cosas?).

En segundo lugar, los préstamos del FMI rescatan a los acreedores del país en problemas, usualmente bancos de Wall Street, de un default del gobierno en sus deudas.

Esto es sin dudas hacer buenos negocios haciendo el bien; con el dinero de los contribuyentes.

¿Quién paga? Aparte de los contribuyentes utilizados como fuente de dinero para el FMI, la cuenta es finalmente pagada por los trabajadores de los países deudores a través de impuestos más altos recetados por el FMI.

Mentalidad del planificador

Easterly escribe:

«La función básica (del FMI) de hacer cumplir la disciplina financiera es deficiente por una entrometida mentalidad del planificador que establece objetivos numéricos arbitrarios para los indicadores clave del comportamiento del gobierno. Al igual que todos los planificadores, el FMI se ajusta a la realidad compleja de los sistemas económicos en un lecho de Procusto de objetivos numéricos que tienen poco que ver con esa complejidad. Las condiciones de sus préstamos a menudo enturbian la política interna de una manera que es demasiado invasiva. Y al final, ni siquiera es claro que las condiciones contribuyan a la devolución de los préstamos.»

El problema del conocimiento es un fenómeno generalizado.

El FMI hace hincapié en que los préstamos vienen siempre con la «condicionalidad», pero por las razones ya aludidas, que deben ser de poco consuelo para los defensores del libre mercado. El organismo señala que utiliza el principio de «parsimonia» al escribir las condiciones: «las condiciones relacionadas con los programas deben limitarse al mínimo necesario para alcanzar los objetivos del programa respaldado por el FMI». Por lo tanto, las más profundas violaciónes a la libertad individual y a los principios del mercado, la distribución de tierras feudales por ejemplo, se dejan intactas. Los mercados reales no existen cuando grandes extensiones de tierra son controlados por una elite privilegiada, dejando a la mayoría con poca opción más que tomar lo que le es dado. Su aceptación puede representar la «mejor opción disponible» pero si sus opciones han sido artificialmente restringidas, eso no es mucho decir (afortunadamente la economía informal ofrece algo de esperanza).

Los préstamos del FMI canalizan los recursos a los gobiernos centrales, lo que refuerza su poder y politiza aún más a los países «auxiliados». Como P. T. Bauer escribió,

«La ayuda extranjera ha politizado mucho la vida en el tercer mundo. Y cuando la vida social y económica es ampliamente politizada, quien tiene el poder se convierte en sumamente importante, a veces en una cuestión de vida o muerte. En tales condiciones, la gente en general se preocupa mucho con lo que sucede en la política y en la administración pública, dado las decisiones tomadas llegan a afectar mayormente su modo de vida. La gente desvía sus recursos y atención de actividades productivas a otras áreas, como tratar de predecir los acontecimientos políticos, sobornar a políticos y funcionarios públicos o evadir controles.»

Al final, el FMI ha fomentado la dependencia a largo plazo, el endeudamiento perpetuo, el riesgo moral, y la politización, mientras desacredita la reforma del mercado e impide un cambio revolucionario liberal. La solución no es que el FMI imponga los mercados libres, incluso si se pudiera. Eso se asemeja a imperialismo y, escribe William Easterly, habría «ecos paternalistas de La Carga del Hombre Blanco«.

El FMI debe ser desechado y se debe permitir que las personas que sufren bajo cleptocracias puedan descubrir las necesidades de mejora de sus propias condiciones. ¿Cuánta más «ayuda» pueden soportar?

Repudiando la deuda externa (I)

Edificio del Fondo Monerario Internacional

Pintoresco edificio para un lamentable organismo (Fondo Monetario Internacional).

La deuda externa nace del gasto público, pero cuando los acreedores del establishment y los organismos internacionales de crédito promovidos por Keynes (FMI, Banco Mundial) reclaman sus cobros más intereses, llega el ajuste. El mismo en Argentina pocas veces consiste en una baja del gasto, de manera que no afecte a los ciudadanos, sino que las típicas recetas aplicadas de estos organismos estatales implican aumentos impositivos y la emisión monetaria causante de la inflación de hoy. En concreto, la «solución» genera nuevas confiscaciones para todos.

Los defensores del statu quo y del capitalismo de amigos reinante despliegan rutinariamente su doble discurso contrario a la deuda externa, mientras en simultáneo no dejan de tomar más de ella. Milicos, Menem, la Alianza, Kirchner, en mayor o menor medida todos han utilizado este inmoral instrumento. Algunos intentando disimularlo saldando deudas con algún organismo por cuestiones de marketing político, pero tomándolas con otros.

En oposición a lo realizado por la clase política argentina, ¿qué dice un libertario? Veamos la opinión de Murray Rothbard:

Desgraciadamente la mayoría de la gente aplica el mismo análisis a la deuda pública que a la privada. Si la sacralidad de los contratos debe prevalecer en el mundo de la deuda privada, ¿no debería ser igual de sagrada en la deuda pública? ¿No debería la deuda pública regirse por los mismos principios que la privada? La respuesta es que no. Cuando el gobierno pide prestado dinero, no compromete su propio dinero: sus recursos no son responsables. El gobierno no compromete su propia vida, fortuna y sagrado honor en devolver la deuda, sino el nuestro.

Por tanto, la transacción de la deuda pública es muy distinta de la de la deuda privada. Ambas partes saben que el dinero que se devuelva no vendrá de los bolsillos de políticos y burócratas, sino de las carteras saqueadas de los contribuyentes indefensos, los súbditos del Estado. El gobierno obtiene el dinero por coacción fiscal y los acreedores públicos, lejos de ser inocentes, saben muy bien que sus ingresos vendrán de esta lamentable coacción. En resumen, los acreedores públicos están dispuestos a entregar dinero al gobierno ahora a cambio de recibir una parte del saqueo fiscal en el futuro. Es lo contrario del libre mercado o de una genuina transacción voluntaria. Ambas partes están contratando inmoralmente participar en la violación futura de los derechos de propiedad de los ciudadanos. Por tanto ambas partes están llegando a acuerdos sobre la propiedad de otros y ambos merecen nuestro desprecio. La transacción de crédito público no es un contrato genuino que tenga que considerarse sacrosanto, no más que cuando los ladrones se reparten el botín por adelantado.

En el texto completo de donde se extrae la cita hace la obvia excepción en la que una ínfima parte de la deuda es también pagada por los «emprendimientos» del Estado, pero esto no solo no aplica por tratarse en su mayoría de mercados cautivos o monopolios, sino que en Argentina estos emprendimientos (Aerolíneas Argentinas, Fútbol para Todos, etc.) tienen un saldo negativo y en realidad logran lo opuesto, contribuyendo al aumento de la deuda.

Alberto Benegas Lynch agrega al tema:

La deuda pública es absolutamente incompatible con la democracia, puesto que compromete patrimonio de futuras generaciones que ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir a los gobernantes que contrajeron la deuda.

El repudio es entonces por un lado al político, que toma deuda a costa de los ciudadanos no solo presentes sino también futuros, dado cada niño que nace ya carga con la obligación de trabajar para saldar una deuda que le fue asignada por los gobernantes que supo tener su padre (esto me recuerda al misticismo del «pecado original»).

Y por otro lado el repudio es a los acreedores, sean privados (instituciones financieras, bancos, etc.), otros Estados u organismos internacionales de crédito, que siempre supieron la deuda no era voluntad de un individuo o grupo, sino que estaba siendo impuesta y contra la libre elección de muchos de quienes la terminarán pagando.

La situación es aún peor si consideramos que la deuda es respetada incluso cuando tiene origen en regímenes dictatoriales, donde ni siquiera existe parte de la sociedad que la haya aceptado por medio de la delegación que en la teoría representa el voto.

Para simplificar, como suele decir el filósofo Stefan Molyneux, cuando la corporación política incrementa la deuda, por ejemplo sacando a la venta bonos del Estado, lo que indirectamente hace es comercializar o vender nuestra fuerza laboral, nuestro trabajo (pasado, presente y futuro), dado es del mismo de donde se obtendrán los fondos para pagar los títulos de deuda pública cuando lleguen sus vencimientos.

Queda clara la inmoralidad de tomar deuda, pero la controversia, sobre todo entre los más moderados, llega cuando analizamos que hacer con la deuda ya existente gracias a nuestros políticos estatistas. Será tema de próxima nota.

Osama Bin Laden, degeneración y salvajismo

El PL tradujo aquí una nota del libertario británico Sean Gabb (http://www.seangabb.co.uk) sobre la muerte de Osama Bin Laden. Versión original en inglés en el blog de la Libertarian Alliance.

Osama Bin Laden camuflado de Tío Sam (South Park)
Osama Bin Laden camuflado de Tío Sam (South Park).

Acabo de enterarme del reporte de la muerte de Osama Bin Laden. Creo que los norteamericanos lo han estado vigilando por varios meses en Pakistán. Se que palabras como arresto y juicio parecen terriblemente desactualizadas por estos días. De todas maneras, el haber arrestado al sujeto le hubiera al menos permitido al mundo saber si realmente fue Osama Bin Laden quien fue encontrado. El haberlo sometido a juicio nos hubiera permitido saber si el era culpable de los cargos alegados en su contra, y de que no hubiese nada avergonzante respecto de la naturaleza de sus manejos con gobiernos occidentales. Como se reporto, parece que se allano una casa, y al ocupante principal le dispararon dos veces en la cabeza. Su cuerpo luego fue arrojado al mar. Nunca sabremos si ese cuerpo era realmente el de Osama Bin Laden, o acerca de los detalles de su culpabilidad.

Me permito sugerir que el gobierno norteamericano tiene un más que deficiente historial en contar la verdad. Cuando no mata a las personas equivocadas directamente, muchas veces miente respecto de lo que supuestamente han hecho. De todas maneras diré, que esta operación apesta. Incluso si no hubiera ninguna duda respecto de la identidad y de la culpabilidad, esta no es la forma en que los gobiernos civilizados proceden. Si millones de norteamericanos realmente están satisfechos con su gobierno, eso simplemente muestra que se merecen los medios de comunicación y la clase política que tienen.

Sin embargo no veo ninguna razón para la complacencia como británico. Nuestro Primer Ministro ha celebrado este asesinato. Y el y esa bizarra cosa que actualmente tiene por Secretario de Asuntos Exteriores se están dando palmaditas en la espalda por el asesinato de un hijo y tres nietos del Coronel Gaddafi.

Lo digo nuevamente, esta no es la forma de comportarse de los gobiernos civilizados. Ya es obvio desde la primera guerra mundial que el peor «daño colateral» consiste en atacar deliberadamente civiles con el propósito de desmoralizar al enemigo. Sugiero, sin embargo, que mientras los bombardeos terroristas significan asesinatos en mayor escala, el asesinato de supuestos enemigos -o el asesinato de sus parientes cuando no pueden ser alcanzados- marcan un paso adicional en la declinación moral de nuestra civilización. ¿Cómo podremos quejarnos del terrorismo en nuestros propios países cuando la única diferencia entre eso y lo que nuestros propios gobiernos hacen en el exterior son las palabras usadas para describir la acción?

Historia de una fallida invasión a España

Relato de José Benegas publicado originalmente el 19 de marzo de 2007 en No me parece.

Es difícil ubicar esta historia en el marco teórico de algún tipo de pensamiento político o económico. Supongo que lo más sencillo es situarla como una derivación de las ideas proteccionistas que hay detrás de todo entusiasmo aduanero por llamarlo de alguna forma. De ahí el título que en breve se entenderá del todo.

Desde chico me enseñaron en el colegio (nunca lo aprendí) que la cultura del país debía ser sostenida por el Estado para su supervivencia respecto de la «invasión» de productos culturales foráneos (la palabra deja claro que se trata de algo feo). Había en esa época mucha preocupación por el ingreso de música norteamericana e inglesa. Tanto que una de las inteligentes acciones que tomó Galtieri como represalia contra Gran Bretaña en 1982 fue imponer el rock nacional en las radios y suspender el cine de ese origen en la televisión. A propósito, nunca me enteré quién era el asesino en una película de suspenso (la típica en la que la mujer de un señor desaparece en un pueblito perdido en la ruta y cuando pregunta por ella le dicen que nadie la vio nunca y que él llegó solo al lugar) porque por la mitad la cortaron en ATC por los reclamos del público ante semejante cabecera de playa.

Lo cierto es que, como dije entre paréntesis, nunca aprendí esas lecciones y entre otras consecuencias fui expulsado cual infiel entre los talibanes cuando dije que la existencia misma de una secretaría de cultura tenía raigambre totalitaria en una mesa de evaluación de una de las etapas de la beca de la Fundación Río de la Plata. No se si sigue existiendo, en esa época te llevaban a Estados Unidos a reunirte con gente del gobierno. Tenía unos veinte años y pensaba entonces que la verdad nos hacía libres y sin duda sería premiado por mi honestidad. Después tuve oportunidad de ir perdiendo otras becas y enterarme mejor de cómo venía la mano.

Así es que mi dificultosa carrera para aprender estas cosas de la militancia político-cultural me sorprenden en los años 2000 con la tentación de dedicarme a pintar. Y después de pintar bastante para mi mismo, se me ocurrió que podía vender. Con los avances de las comunicaciones e Internet se me ocurrió inclusive vender hacia el exterior (eso que en los manuales de economía se llama “exportar” como si tuviera una naturaleza económica distinta, y no solo una categoría política distinta, que la de vender adentro de las fronteras). Si me vieran mis antiguos profesores estarían más que felices de ver mi intento de colonizar culturalmente otras tierras. Supuse que podrían ver que en caso de mandar muchos cuadros a Estados Unidos podríamos sustituir al propio Bush por algún peronista. Ya ni haría falta la beca de la Fundación Río de la Plata para hacer mi periplo político por ahí.

Me decidí y abrí mi galería virtual en un sitio español muy exitoso en el que los artistas colocan sus creaciones para venderlas. El sitio se llama Artelista.com y mi galería virtual josebenegas.artelista.com.

Para mi sorpresa me empezaron a llegar buenos comentarios. A las dos semanas ya tenía un español interesado en una de mis obras que se llama Año Nuevo. Me preguntó sobre los costos de envío a España y le prometí averiguarlos pensando otra vez ser el protagonista de un movimiento de conquista cultural, en este caso de la madre patria.

En una conocida agencia de correos norteamericana me cotizaron el envío en ochenta y tantos dólares. Flor de cifra teniendo en cuenta que es casi el diez por ciento de lo que costaría enviar al propio pintor ida y vuelta. Pero en fin, todo sea por los sueños expansionistas de la Argentina. No era el único costo por desgracia. Me dijo el señor que me atendía que se trataba de una exportación (claro, no lo había pensado, eso dicen los manuales de economía) en consecuencia debía contratar a un despachante de aduana. No entendí del todo esta correlación lógica y le dije que si bien se trataba de una exportación me parecía extraño que tuviera que contratar a un señor para mandar un cuadro mío a un particular en España. Alguien debía decirme cuanto quería el Estado sacarme para permitirme comerciar como dice la Constitución que tenía derecho de hacer sin pagar nada (me arrepentí un poco de usar la palabra comerciar tratándose de arte porque también me enseñaron que eso no es de buen gusto). Además cité a mi profesor de economía de primer año de la facultad y le dije que exportar era bueno, lo malo era importar, por lo tanto debían darme beneficios por hacerlo en lugar de ponerme trabas. Al señor que me atendió no le importaron mis razones. Se ve que no sabía nada de economía y como trabajaba en una empresa norteamericana no simpatizaba con mi tentativa de conquistar culturalmente a España. Un argentino lo entenderá mejor, me dispuse a contactar a un verdadero despachante de aduana nacional (y popular hubiera sido ideal, pero no conocía a ninguno).

Lo primero que me preguntó el despachante fue si era exportador. Le respondí que intentaba serlo y creía que el hecho de exportar me convertiría en exportador. Muy ingenuo lo mío creer que uno es algo de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española. En la Argentina ser exportador no depende de exportar sino de figurar en el registro de exportadores. Ese mismo que se inauguró el año pasado para que no se nos escapen los novillos argentinos. ¿Pero eso no fue hecho para estorbar a los productores de carne para que se vean obligados a vender en el mercado interno? Si, me dijo, pero usted para mandar su cuadro también tiene que ser exportador y acá el que dice quién es exportador es el Estado. Está bien le dije, voy a hacerle caso a mis enseñanzas que decían que el Estado tenía que estar presente y no ausente (el que yo conozco en realidad llega siempre tarde), dígame cuanto cuesta inscribirme en el registro. Me preguntó mi categoría impositiva y cuando le dije que era monotributista me respondió con un rotundo «no». ¿No qué?: «No puede señor, los monotributistas no pueden ser exportadores». Pero señor, voy a exportar sólo un cuadro que pinté en el verano, no voy a cambiar de categoría impositiva para hacerlo como se imaginará. Lo lamento, entonces no puedo ayudarlo. ¿Y si en lugar de «exportarlo» que supone un ánimo de lucro, lo quiero regalar? Lo mismo da.

Ya a esa altura mis sueños de conquista estaban bastante debilitados. Nada más que los honorarios del señor que me obligan a contratar sumaba otros cien dólares al costo de la campaña. Pero no era todo. Me informó que para ser parte del registro de exportadores, de acuerdo a una nueva «normativa» (palabra mortal para los oídos de un artista) tenía que presentar un aval y que si el aval no era suficiente no me anotaban. ¿Aval de qué obligación? (el abogado que uno tiene adentro salta en los momentos menos oportunos). De su obligación fiscal me dijo. De nuevo me tomé un rato para explicarle lo que decía mi profe de economía de primer año de la facultad y lo que me había costado aprobar la materia por no entenderlo. Le dije que teníamos un gobierno productivista que mantenía un dolar super alto para que exportáramos y que debía haber un error. ¿No sabía acaso lo que había pasado con el Pato Donald en la década del 60 (ahora resignificado) cuando nos trataron de convertir en yankies mandandonos ese caballo de Troya cultural? No le importó nada al despachante. Menos por supuesto cuando le hablé de la libertad de comercio (dejando saltar al indio) y de que nos habíamos liberado de España por mucho menos que estos impedimentos. Imperturbable siguió hablando de requisitos. Antes tendrá que hacer tasar su obra por el Banco Nación (apuesto a que no lo hace gratis). Si el Banco Nación llegara a decir que su pintura cuesta veinte mil dólares, usted deberá pagar un impuesto por esa cifra. ¡Señor usted trabaja para la secretaría de cultura española y está tratando de detener mi conquista! Para mi asombro faltaba algo más: Tenía que intervenir la secretaría de cultura (oh las vueltas de la vida, mi desprecio se me había vuelto en contra después de tantos años) quien podía determinar que mi obra era parte del patrimonio cultural argentino (es decir, no era de mi patrimonio) y en consecuencia debía quedarse acá, junto con los bifes de chorizo.

Así fue que «Año Nuevo» se quedó en casa y lo que pudo ser el inicio de un largo pero seguro camino hacia la conquista de España quedó perdido entre las políticas proteccionistas (o anti proteccionstas no entiendo muy bien) de nuestro lindo y justo país. Y yo sin saber si tengo que ser proteccionista, mercantilista, librecambista, capitalista. ¿Dónde cornos van a considerarme un buen ciudadano bendecido por el Estado?

Los impuestos detienen al país

El Partido Liberal Libertario parodió la publicidad de la AFIP donde los impuestos, pese a su naturaleza coercitiva, son simpáticamente mostrados como virtuosos y necesarios para nuestro desarrollo. Aquí la nueva versión, algo más realista con los privilegios de la clase política a la que en su mayoría sustentan:

El oxímoron liberal menemista

Afiche de Carlos Menem¿Puede el menemismo haber sido liberal? ¿No es una contradicción en términos acaso? Como indicara Alberto Benegas Lynch en una vieja entrevista para el diario La Nación, el gobierno de Menem fue en muchos aspectos la antítesis del liberalismo y quizás el que más daño haya causado a la causa libertaria dada la confusión que generó.

Ciertamente hay excepciones a la antítesis. Hubo desregulaciones, abolición del servicio militar obligatorio (luego de la muerte del soldado Carrasco), reconocimiento legal a asociaciones de defensa del consumidor y a la Comunidad Homosexual Argentina (ante presión internacional por la negación de la Corte Suprema), eliminación de la figura de desacato (aunque él mismo la había utilizado), y pese al Mercosur la apertura comercial era incomparable a la del kirchnerismo proteccionista de hoy. Incluso a nivel local, en la jefatura de gobierno de la Ciudad de Bs. As. designada por el Ejecutivo, recuerdo como podíamos comprar cerveza a las 2 de la madrugada en una estación de servicio, libertad de la que el paternalismo de Ibarra y Macri nos privó.

Pero el carácter de excepcional de lo mencionado resalta cuando enumeramos más de lo ocurrido en aquel gobierno peronista:

  • Aumento del gasto público (aumentó un 90.7% entre 1991 y 2001).
  • Aumento de la deuda pública. Al estar impedido de utilizar la emisión monetaria, el aumento de la deuda interna y externa era uno de los mecanismos para paliar el creciente gasto público (el stock de deuda externa sobre el ingreso nacional aumentó de 35.6% en 1991 a 56.9% en 2001).
  • Aumentos impositivos (por similares motivos al ítem anterior y siendo el IVA del 18 al 21% uno de los más recordados).
  • Plan BONEX (confiscación de ahorros en plazo fijo).
  • Ausencia de justicia independiente (una Corte «adicta» que era una oficina más del Poder Ejecutivo gracias al aumento del número de sus integrantes).
  • A colación de lo anterior, destrucción de la división de poderes.
  • Uso de fondos públicos con fines privados, mezclando persona con gobierno.
  • Clientelismo político y asistencialismo (haber sido superado por Duhalde y Kirchner no quita su amplia existencia).
  • Generación de mercados cautivos y monopolios privados fruto de privatizaciones sin apertura de mercados (corporativismo).
  • Reforma constitucional con el solo fin de obtener una reelección presidencial y aumentar el tiempo en el poder.
  • Participación en la Guerra del Golfo (1991), violando todo principio no intervencionista, incluso en situaciones que no implican una defensa ante violaciones a los derechos individuales.
  • Creación de la CoNEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria) para controlar y «acreditar» carreras universitarias. Organismo público que además de su naturaleza contraria a la libertad y diversidad de contenidos educativos, fue creado bajo los mandatos del Banco Mundial.
  • Sistema jubilatorio basado en las denominadas AFJP, donde el poder de elección se acotaba a distintas «marcas» bajo iguales condiciones y altas comisiones. Uno era obligado a ser cliente no solo donde estaba impedida una competencia de sistemas, sino donde además el Estado forzaba a la inversión en títulos públicos (al 2001 el 70% de los fondos en las AFJPs estaban destinados a títulos asociados al gobierno).
  • Plan BB (Bunge & Born). Algo así como un nacionalismo lobbista con control de precios y cierre de importaciones. El resultado fue una baja de salarios debido a la devaluación e hiperinflación.

Seguramente me olvido de mucho, pero los 4 primeros ítem por sí solos son de suficiente relevancia como para refutar cualquier etiqueta libertaria asignada al hoy kirchnerista personaje.

Quienes tienen la edad suficiente puede recuerden como desde noticieros como Nuevediario el Ministerio de Economía adelantaba su intervención en el mercado cambiario comprando o vendiendo moneda extranjera para dictaminar el valor del austral, y por ende, de nuestros salarios. El ministro Domingo Cavallo, en la práctica también en control de un poco independiente Banco Central, describía a esta intervención como «eliminar la incertidumbre cambiaria». En el futuro, ya en otro gobierno, limitaría nuestras libertades y lo denominaría «bancarización», pero esta vez su disfraz al lenguaje no surtiría efecto, la sociedad sabría llamarlo «corralito«.

Cierren el Banco Central

BCRA con leyenda "BCRA = Creador de inflación"Un Banco Central cuando cae en las garras del gobierno de turno lo financia, robándole su valor adquisitivo a los tenedores de los billetes que emite, licuando salarios, ingresos y ahorros.

Es hora de que los argentinos comprendamos que la maldita inflación no pasa solamente por el aumento de los precios de bienes o servicios, sino que el verdadero problema es la pérdida del valor de la moneda que los mide y compra.

Cada billete que sale de la maquinita sin ser requerido por el mercado, emitido para saciar la demagogia gobernante, nos hace más pobres.

Entonces, ¿cómo evitamos los burócratas de la clase política puedan manejar a su antojo nuestros salarios, ingresos y ahorros? Para eso el título, cierren el Banco Central.

Si necesitas más información para comprender como funciona el robo del BCRA estos son algunos de nuestros posts con mayor detalle:

BCRA con leyenda "quenotepisen.net"
quenotepisen.net
BCRA con leyenda "BCRA = Creador de inflación"
BCRA = Creador de inflación

NUNCA MÁS tanto poder a un Estado

El siguiente texto fue publicado hoy 24 de marzo de 2011 por los amigos de Libres o Esclavos. Gracias a Sabrina por la idea de la imagen.

Un día tan importante como el 24 de marzo me obliga a retomar la actividad en este blog. Son muchas las reflexiones, los recuerdos y las críticas que se escuchan en este día. Sin embargo, creo necesario remarcar un hecho que para muchos ha pasado desapercibido.

Nunca más tanto poder a un Estado

Distintos colores que sin un Estado todopoderoso nunca podrían cometer las violaciones a derechos individuales de las que fueron parte siendo gobierno.

Las torturas, las desapariciones y los vuelos de la muerte fueron crímenes perpetrados por las Fuerzas Armadas de nuestro país. Pero entre 1976 y 1983 esas fuerzas militares estuvieron al mando del Estado Nacional, un estado que ha venido creciendo con pocas interrupciones desde las primeras décadas del siglo veinte. Es difícil imaginar de qué forma podrían haberse cometido crímenes semejantes y a tal escala de haber existido un estado pequeño sin tamaña injerencia en la vida y los recursos de los argentinos.
El anarquista Murray Rothbard solía hacer una interesante reflexión. A lo largo de la historia, ningún individuo ni organización armada ha sido responsable de tantos homicidios y matanzas como ha sido el Estado. No son las fuerzas de Al Qaeda ni la organización guerrillera de las FARC los mayores asesinos del siglo XX. No fue Hezbolla ni el ERP el responsable de los grandes genocidios de la historia moderna. De hecho, todos ellos combinados no se acercan siquiera al incalculable número de nombres que figuran en la lista de víctimas del Estado. El estado es indudablemente quien ha estado detrás de los mayores crímenes y genocidos de la historia. Fue el estado Nazi, haciendo uso coercitivo de los recursos de toda Alemania y luego gran parte de Europa quien inició una guerra de más de 50 millones de muertos. Fue ese mismo estado quien llevó adelante un genocidio organizado de más de 11 millones de víctimas. Fue el estado Soviétivo quien de la mano de Stalin y el comunismo comandó una matanza sólo comparable a la de Hitler en Alemania. En América Latina, el estado fue protagonista durante toda la década del 70 de las persecusiones y matanzas más sangrientas del siglo. Si nos remontaramos años atrás, incluso fueron los estados europeos quienes en muchos casos financiaron las conquistas y matanzas en América desde la llegada de Colón.

El 24 de marzo es un día para la memoria. Y como todo recordatorio de la historia, debería servir para no repetir errores pasados. Thomas Hobbes estaba equivocado. Un Estado fuerte, grande y omnipresente es un estado peligroso. Aquel animal que durante años es alimentado y criado para protegernos puede algún día convertirse en una fiera indomable. Un repaso por las matanzas y los genocidios más grandes de la historia es una prueba demasiado fuerte de los peligros que implica engrandecer desproporcionadamente al Estado. NUNCA MÁS tanto poder a un Estado.

Los trabajadores sexuales ante la policía de la inmoralidad

Extracto de Las aventuras de Jonathan Gullible, libro infantil de Ken Schoolland que en versión digital puede ser descargado de la página del PL aquí (hoy solo en inglés, pero la versión en español merece escaneado y OCR).

– Disculpeme señor, me gustaría denunciar un robo.
– Ésa no es mi división – respondió el policía sin sacar la vista de su cuaderno.
– Jonathan estaba enojado: – ¿Cuál es su división?
– Inmoralidad – dijo el hombre.
– ¿Perdón?
– División de Inmoralidad. En nuestra división nos encargamos del comportamiento inmoral.
– Pero robar es inmoral. – Al no obtener respuesta, Jonathan preguntó: – ¿Por qué arrestaron a esas mujeres?
Finalmente el hombre sacó la mirada de sus notas y vio la cara perpleja de Jonathan:
– ¿No te diste cuenta por su ropa? Esas mujeres son culpables de dar favores sexuales a hombres a cambio de dinero. Hubiera sido mejor para ellas si hubiesen hecho un trueque por esos favores.
– ¿Trueque? ¿A que se refiere con trueque? – preguntó Jonathan, que ahora estaba menos preocupado por sus propios problemas y cada vez más curioso acerca de aquellas mujeres.
– Es decir, – dijo el policía enfatizando cada palabra – esas mujeres deberían haber entretenido a sus socios luego de recibir una cena, beber, bailar, e ir al teatro en lugar de recibir efectivo. Es mejor para los negocios de la comunidad y perfectamente legal.
Jonathan estaba más confundido que nunca: – ¿Entonces no se debe utilizar efectivo a cambio de favores sexuales?
– Por supuesto que hay excepciones. Por ejemplo, se puede utilizar efectivo si se filma el acto y se lo proyecta a todos en el pueblo. En ese caso es un evento público, no privado, y permitido. En lugar de ser arrestados, los participantes pueden hasta convertirse en celebridades y ganar una fortuna en contratos.
– ¿Entonces es el intercambio de dinero para la actividad sexual absolutamente privada lo que resulta inmoral? – preguntó Jonathan.
– También hay excepciones para las transacciones privadas de efectivo, especialmente cuando las mujeres visten ropa más linda que la de estas prostitutas callejeras – dijo el hombre con desdén -. Las operaciones de corto plazo, por hora o una noche, son ilegales. Pero si una pareja hace un contrato permanente, de por vida, entonces se puede utilizar efectivo. De hecho, los padres muchas veces incentivan a que sus hijos hagan esos acuerdos. Los aspirantes a la nobleza muchas veces han sido reverenciados por esta clase de comportamiento. Si se hace correctamente, es un medio legítimo de mejorar el nivel social y la seguridad.

Más allá de la defensa de los trabajadores sexuales y de una profesión tan legítima como cualquier otra, lo que me llamo la atención es la demostración de la inconsistencia donde el acto público (película) es aceptado o incluso premiado socialmente y el acto privado, en cambio, recibe el rechazo y el intento prohibicionista promovido tanto por la derecha reaccionaria como por varios sectores de la izquierda.

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