¡Que la crisis la paguen los corporativistas!

Todos vimos los carteles de los partidos de izquierda con la consigna “que la crisis la paguen los capitalistas” posteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos en 2008. Y constantemente está en las conversaciones, blogs y documentales la idea de que “el sistema capitalista está en crisis”.

Algo de cierto hay en esa afirmación: el sistema está en crisis. Pero… ¿ese sistema es el Capitalismo? La situación actual apesta más a corporativismo, fascismo y socialismo que a capitalismo laissez-faire.

Alberto Benegas Lynch indaga en el asunto:

Izquierda Desunida

Te pongo la foto de la Izquierda, a la derecha del post.

“[…] Veamos las diez recomendaciones que constituyen los pilares políticos del marxismo. Sin ánimo de analizarlos y criticarlos aquí, solamente señalemos los correspondientes capítulos:

Primero: reforma agraria, la cual apunta a la expropiación directa pero admite pasos sucesivos, principalmente a través de la política fiscal e incluso la cambiaria. La política cambiaria puede aparecer como de relación remota con la reforma agraria pero, igual que que las llamadas retenciones e impuestos a la exportación, al reducir el valor del producto exportado se perjudica principalmente a los productores marginales, con lo que se achica la frontera agropecuaria.
Segundo: el establecimiento de impuestos progresivos.
Tercero: impuesto a la herencia, apuntando finalmente a la abolición de la misma.
Cuarto: ejercer opresión sobre los disidentes del régimen a traves de los más diversos canales y procedimientos.
Quinto: centralización de la moneda y el credito en manos de un banco nacional.
Sexto: estatización de empresas, con prioridad en las áreas de comunicación y transporte. El séptimo y el noveno puntos se refieren a la planificación de las áreas agricola y manufacturera (industrial).
Octavo: establecimiento de ejércitos industriales (sindicatos), sobre la base de la adhesión obligatoria.
Décimo: educación pública, obligatoria y gratuita.

Si analizamos estos diez puntos del Manifiesto Comunista observamos que, en mayor o menor grado, todos los países del mundo libre los han llevado a la práctica. He ensayado ante diferentes auditorios la lectura de ese decálogo —sin decir que se trata del Manifiesto Comunista— e indagado acerca del origen del documento. En muchos casos, tanta es la infiltración marxista y tal es la dosis de socialismo adoptado, que aquellos puntos aparecen como la plataforma de un partido político “moderado”. Sin embargo, se trata —nada más y nada menos— de los consejos del marxismo para producir el colapso de la sociedad libre. Éste es el corazón del marxismo. Es la receta en cápsula, y no podemos decir que Marx y Engels no eran marxistas.”

– Alberto Benegas Lynch, Liberalismo para liberales, Editorial Emecé, 1986.

Que la crisis la paguen los que la generaron; es decir: políticos, banqueros, lobbystas y empresarios amigos del poder.

Repudiando la deuda externa (I)

Edificio del Fondo Monerario Internacional

Pintoresco edificio para un lamentable organismo (Fondo Monetario Internacional).

La deuda externa nace del gasto público, pero cuando los acreedores del establishment y los organismos internacionales de crédito promovidos por Keynes (FMI, Banco Mundial) reclaman sus cobros más intereses, llega el ajuste. El mismo en Argentina pocas veces consiste en una baja del gasto, de manera que no afecte a los ciudadanos, sino que las típicas recetas aplicadas de estos organismos estatales implican aumentos impositivos y la emisión monetaria causante de la inflación de hoy. En concreto, la «solución» genera nuevas confiscaciones para todos.

Los defensores del statu quo y del capitalismo de amigos reinante despliegan rutinariamente su doble discurso contrario a la deuda externa, mientras en simultáneo no dejan de tomar más de ella. Milicos, Menem, la Alianza, Kirchner, en mayor o menor medida todos han utilizado este inmoral instrumento. Algunos intentando disimularlo saldando deudas con algún organismo por cuestiones de marketing político, pero tomándolas con otros.

En oposición a lo realizado por la clase política argentina, ¿qué dice un libertario? Veamos la opinión de Murray Rothbard:

Desgraciadamente la mayoría de la gente aplica el mismo análisis a la deuda pública que a la privada. Si la sacralidad de los contratos debe prevalecer en el mundo de la deuda privada, ¿no debería ser igual de sagrada en la deuda pública? ¿No debería la deuda pública regirse por los mismos principios que la privada? La respuesta es que no. Cuando el gobierno pide prestado dinero, no compromete su propio dinero: sus recursos no son responsables. El gobierno no compromete su propia vida, fortuna y sagrado honor en devolver la deuda, sino el nuestro.

Por tanto, la transacción de la deuda pública es muy distinta de la de la deuda privada. Ambas partes saben que el dinero que se devuelva no vendrá de los bolsillos de políticos y burócratas, sino de las carteras saqueadas de los contribuyentes indefensos, los súbditos del Estado. El gobierno obtiene el dinero por coacción fiscal y los acreedores públicos, lejos de ser inocentes, saben muy bien que sus ingresos vendrán de esta lamentable coacción. En resumen, los acreedores públicos están dispuestos a entregar dinero al gobierno ahora a cambio de recibir una parte del saqueo fiscal en el futuro. Es lo contrario del libre mercado o de una genuina transacción voluntaria. Ambas partes están contratando inmoralmente participar en la violación futura de los derechos de propiedad de los ciudadanos. Por tanto ambas partes están llegando a acuerdos sobre la propiedad de otros y ambos merecen nuestro desprecio. La transacción de crédito público no es un contrato genuino que tenga que considerarse sacrosanto, no más que cuando los ladrones se reparten el botín por adelantado.

En el texto completo de donde se extrae la cita hace la obvia excepción en la que una ínfima parte de la deuda es también pagada por los «emprendimientos» del Estado, pero esto no solo no aplica por tratarse en su mayoría de mercados cautivos o monopolios, sino que en Argentina estos emprendimientos (Aerolíneas Argentinas, Fútbol para Todos, etc.) tienen un saldo negativo y en realidad logran lo opuesto, contribuyendo al aumento de la deuda.

Alberto Benegas Lynch agrega al tema:

La deuda pública es absolutamente incompatible con la democracia, puesto que compromete patrimonio de futuras generaciones que ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir a los gobernantes que contrajeron la deuda.

El repudio es entonces por un lado al político, que toma deuda a costa de los ciudadanos no solo presentes sino también futuros, dado cada niño que nace ya carga con la obligación de trabajar para saldar una deuda que le fue asignada por los gobernantes que supo tener su padre (esto me recuerda al misticismo del «pecado original»).

Y por otro lado el repudio es a los acreedores, sean privados (instituciones financieras, bancos, etc.), otros Estados u organismos internacionales de crédito, que siempre supieron la deuda no era voluntad de un individuo o grupo, sino que estaba siendo impuesta y contra la libre elección de muchos de quienes la terminarán pagando.

La situación es aún peor si consideramos que la deuda es respetada incluso cuando tiene origen en regímenes dictatoriales, donde ni siquiera existe parte de la sociedad que la haya aceptado por medio de la delegación que en la teoría representa el voto.

Para simplificar, como suele decir el filósofo Stefan Molyneux, cuando la corporación política incrementa la deuda, por ejemplo sacando a la venta bonos del Estado, lo que indirectamente hace es comercializar o vender nuestra fuerza laboral, nuestro trabajo (pasado, presente y futuro), dado es del mismo de donde se obtendrán los fondos para pagar los títulos de deuda pública cuando lleguen sus vencimientos.

Queda clara la inmoralidad de tomar deuda, pero la controversia, sobre todo entre los más moderados, llega cuando analizamos que hacer con la deuda ya existente gracias a nuestros políticos estatistas. Será tema de próxima nota.

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