Posted by Al Verdi on 11 diciembre 2010 in artículos anteriores | 5 comments
El conflicto de Villa Soldati, que al momento de escribir este post persistía, para los que defendemos la filosofía de la libertad, nos deja muchas enseñanzas.
1. Ni progres ni conservadores. Las dos posturas a las que estuvimos expuestos durante los últimos dias tanto de progres como conservadores, son ejemplos de hemiplejía moral, tal cual hubiese dicho Ortega y Gasset. Los progres, generosos con dineros ajenos, plantean que el problema no son los inmigrantes sino su «derecho a la vivienda», es decir la supuesta facultad que tienen de reclamarle a alguien que se les otorgue una vivienda, simplemente porque tienen «derecho» a ello. Los conservas (o fachos, si querés) plantean que el problema son los inmigrantes, y que no puede ser que tomen una plaza, y menos que se les dé una vivienda mientras haya argentinos sin vivienda.
Los que creemos en que una sociedad libre es el única alternativa que es respetuosa del individuo y compatible con su naturaleza, nos alejamos de ambas posturas y las cuestionamos. Ni los inmigrantes son el problema, ni el problema es la exigencia de una vivienda. A continuación me enfocaré en los problemas de ambas posturas.
2. Inmigrantes de ayer, hoy y mañana. Las culturas se transforman, constantemente, algunas tradiciones se pierden y otras nuevas se adoptan, la gente va y viene, y cada vez es más fácil contactarse con todo el mundo, el idioma está en un proceso de elaboración y re-elaboración constante, las identidades nacionales, afortunadamente, van a quedar demodé, pero el siglo pasado será recordado como el siglo de las identidades nacionales y su exaltación, y también el siglo donde murieron 160 millones de personas (Scaruffi) y la mención de ambos hitos no es casualidad.
Tal cual lo dijo hace unos dias el recientemente premiado Vargas Llosa en su Discurso Nobel (recomendadisimo), enaltecer como si fuese un valor supremo y un privilegio moral una circunstancia fortuita como es el lugar de nacimiento es «una ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas»
Antes de seguir, vale aclarar que cuando me refiero a inmigrantes que en vez de optar por trabajar optan por mendigarle al estado que resuelva todos sus problemas, no me refiero a todos los inmigrantes ni a la gran mayoría, porque sería absurdo apuntar contra gente que trabaja y mucho.
Está a la vista de todos que los inmigrantes vienen a este país buscando prosperar y para eso la mayoría opta por trabajar, en talleres textiles, abriendo supermercados, fruterías, entre otros. Otros optan por un camino más fácil que averiguaremos a continuación.
¿Cuál fue el cambio fundamental que se dió en 100 años como para que los inmigrantes de hoy sean considerados diferentes a los de inicios del S. XX? El hombre boliviano que dice «Somos tan inmigrantes como los antepasados de Macri» tiene razón, no fueron los inmigrantes los que cambiaron, si no los incentivos que los inmigrantes reciben al entrar a este país.
Abriendo el diario, cualquiera sea el día y el diario, uno podrá encontrarse con estos incentivos que cambiaron la forma de pensar del recién llegado: inflación que destruye el poder adquisitivo de la moneda, los infinitos tramites, una verdadera aventura kafkiana, para comenzar un emprendimiento, los impuestos que ahogan a cualquier aventurado que desee emprender, las regulaciones que impiden el libre desarrollo, y por último los vaivenes de las reglas de juego que nos hacen creer que uno está entrando a algún lado y en el instante siguiente convierten esa entrada en una salida, ¿quién puede estar incentivado a obtener con su propio esfuerzo una vivienda, un plan de salud o educación, cuando el esfuerzo termina por ser apropiado por los saqueadores que ostentan el poder?
En conclusión, que los actores de este conflicto sean inmigrantes es una cuestión circunstancial, que sin embargo es aprovechada por algunos para exaltar su nacionalismo y xenofobia, el foco del problema se encuentra en otro lugar.
3. El derecho a la vivienda. La contracara de todos esos impuestos, regulaciones y burocracia que imperan en la actualidad, es la creencia que prevalece en la sociedad argentina, y que es apoyada por todo el arco político desde hace 80 años, la llamada doctrina que una «necesidad genera un derecho» y aceptar esto acarrea graves consecuencias. Por un lado, las que mencionaba en el apartado anterior, el desincentivo a la productividad y a la generación de riqueza, por el otro dividir a la sociedad en dos y crear dos categorías de indivudos: los que producen y viven gracias a su propio esfuerzo, que son los que para obtener lo que desean tienen que ofrecer algo otra cosa a cambio, y en el otro lado los que reciben parte de lo producido por otros, los que obtienen lo que desean a costa de otros, forzando a otros a convertirse en sus esclavos personales, a través de la coerción estatal. Justamente, en el medio, están los saqueadores que son los políticos que deciden quien debe vivir a costa de quien, los que según su criterio ordenan que un grupo de personas tiene derecho a exigirle a otro que les de determinadas cosas, en otras palabras convierten en algo parecidos a esclavos a aquellos que para poder trabajar, y mantener sus posesiones, deben someterse a una extorsión por parte del estado.
En definitiva, este sistema de valores por el que optó vivir gran parte de la sociedad argentina lo que genera es convertir una sociedad que alguna vez se rigió por lo principios de la libertad, donde nadie tenía el derecho a exigirle a otro absolutamente nada salvo el respeto mutuo por su plan de vida, y donde las cosas se obtenían a través del sistema de cooperación voluntaria mas grande e importante del mundo: el mercado, que no reconoce fronteras, nacionalidades, culturas, o planetas, en una sociedad de salvajes, dónde algunos pretenden obtener un beneficio extorsionando a los vecinos de un barrio, o al resto de la sociedad, exigiendo que el gobierno le robé a una parte para darsela a la otra.
Ahora bien, este salvajismo al que me refiero no debe ser solo identificado en actos como la toma del Parque Indoamericano, la extorsión a supermercados para que entreguen bolsas de comida, la exigencia de que el gobierno tiene que solucionar sus problemas a costa del resto de la sociedad, etc. Esos métodos sin duda son los mas toscos, los mas groseros, sin embargo esta crisis moral se encuentra en todo metastizada en toda la sociedad, sea a través de las extorsiones sindicales, de los grupos de presión de los industriales que buscan protecciones y privilegios a costa del resto, cuyos fines son idénticos a los okupas del Parque Indoamericano: pretender que el resto de la sociedad viva para uno.
4. Aclaración final. Para terminar, negar el derecho a un grupo de personas a exigirle a otras que le otorguen un lugar donde vivir no tiene nada que ver con mi deseo de que esas personas encuentren un lugar donde vivir de acuerdo a sus expectativas. El problema sobre el que gravita todo el conflicto es sobre la legitimidad en el uso de la violencia, en otras palabras, la pregunta central es ¿está bien que se recurra a la fuerza para solucionar el problema de la vivienda? La respuesta es, obviamente, no. No paramos de insistir en que nadie tiene derecho a iniciar la fuerza contra otra persona ni contra lo que es suyo, ¿con qué derecho un tercero puede arrogarse a decidir de que manera tenés que gastar tu dinero? A la vez, como fue explicado anteriormente, las políticas que generan «derechos» a partir de las necesidades (también denominadas políticas redistributivas), terminan siendo contraproducentes con la única opción para reducir la pobreza y elevar la calidad de vida que es la generación de riqueza.
En conclusión, no tener una casa es una situación que nadie quisiera vivir, sin embargo, esto no habilita a reclamarle a otros que te den una casa. En primer lugar, si todos tenemos los mismos derechos nadie tiene derecho a violar el de los demás, por otro lado los mecanismos de transferencia de riqueza forzosos terminan generando consecuencias más perjudiciales tanto para las víctimas como para los beneficiarios.
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