Quemar banderas

Texto de José Benegas publicado originalmente el 11 de septiembre de 2011 en No me parece.

Me desperté pensando en un acto en un barco en el medio del océano para quemar todas las banderas de la tierra. Denunciar para quién quiera oírlo los crímenes del oscurantismo nacionalista. Ningún gobierno tiene derecho a restringir la migración de personas pacíficas. Ninguna identidad nacional justifica una guerra ni una diferencia en cuanto a reglas de convivencia, ni una mayor o menor consideración.

La patria es el lugar querido, no la nación. Muchos de los espíritus más libres y más confiables han debido abandonar su lugar de nacimiento para sacarse de encima algún yugo. Nos declaramos cerca de los que comparten nuestros valores, lejos de quienes los amenazan aunque hayan nacido al lado nuestro. La patria son nuestros vínculos morales, no la cédula compartida con cuanto malandra sea nuestro vecino.

Rechazamos el falso concepto de «migración ilegal». No puede haber crímenes sin víctimas. El crimen consiste en realidad en condenar a la gente a vivir en un cadalso no elegido porque al nacer se la señaló como al ganado. Son falsos los argumentos que señalan que los inmigrantes amenazan al trabajo. Los inmigrantes solo amenazan a los delincuentes encaramados en el poder o que lo utilizan para parasitar a las personas pacíficas. Se trabaja para demandar trabajo pacífico.

La migración es un tema privado o no hay libertad. Amenazan al trabajo los que tocan la puerta del cuartel para alentar al gobierno a atacar o privar de su libertad a los que trabajan. Los gobiernos sólo pueden dirigir asuntos públicos o proteger violaciones de derechos. No existe el derecho a que el otro no trabaje para mejorar nuestras oportunidades, además de no existir tal amenaza.

No aceptamos la numeración del campo de concentración, ni los colores de la bandera como señal de una barraca más grande. No le debemos nada al país, ni le pedimos nada. Creemos en los vínculos morales, en colaborar con los que deseen colaborar en paz y respetar. No nos une nada a los salvajes que nos marcan para proclamar que les pertenecemos, ni tenemos que rendirles cuenta a los otros salvajes que miran nuestra marca para hacernos valer su ilegítima frontera. No criamos ni somos criados por otras personas.

Un acto de gente de todos los países, de todos los colores, de todos los idiomas. No pertenecemos a nada ni a nadie, solo elegimos.

¿En defensa de la ocupación del Parque Indoamericano?

En la busqueda de la verdad, el mejor plan podría ser comenzar por la crítica de nuestras más caras creencias. Puede parecer un plan perverso, pero no será considerado así por quienes desean hallar la verdad y no le temen.

– Karl Popper

Aclaración: el objetivo de este post no fue plantear una solución al actual conflicto del Parque Indoamericano, ni siquiera esbozar alguna solución a futuro para conflictos del mismo calibre, sino mas bien aplicar los principios libertarios sobre propiedad y la no-agresión de manera consistente con la realidad en la que vivimos (acá acá podrán encontrar una lectura mas realista sobre el tema incorporando todo el contexto a la ocupación).  La conclusión que nos arroja este análisis es clara en muchos sentidos, y muchas veces puede llegar a chocar con nuestras intuiciones acerca de lo justo e injusto, sin embargo deja bastante claro la debilidad del argumento xenófobo. Pero lo más importante de todo es que muestra como una aplicación práctica de los argumentos esgrimidos por los defensores del estatismo, por ejemplo la creencia de que el «estado somos todos», nos deja en un callejón sin escapatoria, porque no ofrece solución alguna más que una terrible confusión que termina siendo la generadora de la guerra civil que observamos  los últimos dias.

Cuando en Facebook surgió el grupo Yo apoyo a los vecinos de Soldati algo en mi cabeza hizo ruido. Lo primero que me pregunte fue, ¿por qué debería inclinarme por apoyar a los vecinos de Soldati frente a los okupas que reclamaban una vivienda? Lo se, la intuición nos llama a defender a los vecinos, frente a extraños que toman de rehén un parque, pero no me contenté con mi intuición y la intuición general y preferí un análisis lógico.

Seguro que no.

¿La libreta que nos otorga derechos?

El argumento esgrimido por los Villasoldatistas es que ellos pagan impuestos, a diferencia de los inmigrantes, y por ese motivo tendrían un mejor derecho para usar el parque. El  primero es un argumento bastante débil porque los inmigrantes también pagan impuestos sea IVA, ingresos brutos, derechos de importación o impuestos internos, entre otros. Probablemente no paguen ABL, Impuesto a las Ganancias, Impuesto a los Bienes Personales y demás pero la realidad yo tampoco los pago y soy argentino y tengo los mismos derechos que los que si los pagan esos gravámenes. Por otro lado, este argumento también es flojo desde un punto de vista filosófico: ¿tenemos derechos porque pagamos impuestos? Una respuesta afirmativa a esta pregunta no resistiría el menor análisis, ni una libreta que índica el país de origen ni una declaración jurada de la AFIP son las fuentes de donde emanan nuestros derechos.

Descartado el argumento de la nacionalidad para favorecer a los vecinos de Soldati por sobre los okupas debemos buscar otro motivo. Podemos avanzar por otro lado para intentar identificar alguna causal de justificación para expulsar a los ocupantes del parque. Un criterio mas justo que la nacionalidad podría ser el de la propiedad, asunto que se dilucida con la siguiente pregunta, ¿De quién es el Parque Indoamericano? La respuesta es sin dudas, el Estado, sin embargo, el Estado es una ficción, un ente abstracto, no podemos determinar si se lesionó algún derecho si no identificamos primero el sujeto lesionado. Ante la pregunta de ¿quién es el estado? la respuesta mas habitual, y aceptada, es  «el Estado somos todos» (donde acá la criticamos), esa personificación del Estado en «todos»  es también la justificación moral que usan los estatistas para justificar el derecho de un tercero al fruto del trabajo de la gente, los  impuestos. En conclusión, si ser parte del estado es lo que justifica que paguemos impuestos, y  como decíamos ante los inmigrantes pagan impuestos, sería injusto asociarlos al Estado en sus costos y excluirlos en sus «beneficios», y por ende la posibilidad de ejercer su derecho a usar la propiedad estatal y pública, que al fin y al cabo también es de ellos.

Un tercer argumento que se podría esgrimir es el argumento legalista. En efecto, los okupas están violando una ley, o supongo que están por lo menos cometiendo una contravención que habilitaría a la autoridad competente a expulsarlos del parque, ahora bien si analizamos esa ley están cometiendo un daño a alguien, por lo pronto vimos que a los propietarios no le causan daño porque el parque es de propiedad estatal y ellos se ven comprendidos dentro de ese consorcio de propietarios, entonces nos lleva a preguntarnos ¿Qué delito están cometiendo los okupas? Si defendemos la visión liberal de que «sin víctima no hay delito» cómo sucede en la prostitución, el juego, o la compraventa de drogas, entonces la ocupación un terreno estatal que no le pertenece a nadie (o a todos, nuevamente se presenta el problema) no caería en la concepción liberal (o libertaria)  de «delito». Analizado esto el argumento legalista no nos ofrece causales como para justificar la expulsión.

«El Indoamericano» en tiempos de paz.

La única solución consistente con los principios de una sociedad libre que reconoce el derecho de propiedad en base de la apropiación original, es decir que el primer usuario, con intención de poseer, una tierra sin dueño adquiere la legítima propiedad, es concederle la propiedad a los okupas que han decidido poseer un Parque sin dueño tal como (o que somos todos, y ellos también). Claro está  solución  parece ser  injusta y al final tal vez lo termina siendo porque los vecinos del barrio de Villa Soldati, obedientes de la ley (sea o no injusta bajo una mirada liberal), no tuvieron la oportunidad de haber obtenido la propiedad del Parque mediante la apropiación original, en todo caso sería justo ofrecerle a los vecinos de  Soldati (a la asociación vecinal o barrial, asamblea, o la forma que deseen adoptar)  la  posibilidad de que mediante la conservación y el mantenimiento del Parque, puedan adquirir de la propiedad del mismo, y con ella la facultad de prevenir y expulsar una ocupación que viole su derecho.

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En definitiva, no pudimos encontrar ninguna causa legítima para expulsar a los okupas, pero a la vez encontramos que era injusto priorizar a los nuevos ocupantes del predio que a los usuarios del barrio. Sin embargo, muchas veces a la hora de adoptar y aplicar los principios de una sociedad libre vamos a terminar llegando a  resultados que no nos terminen de convencer, o que no consideramos óptimos según nuestras preferencias, por ejemplo que los vecinos decidan que en vez del parque debería haber un circuito de prostitución*,  pero sin embargo estos riesgos y resultados que no se ajustan a las que hubiesen sido nuestras elecciones individuales vienen incluidos con la libertad, y debemos aceptarlo porque esa es su característica esencial, la noción de  que nuestro futuro no esta predeterminado por otros sino que vamos a tener la posibilidad de que cada uno de nosotros, por su cuenta y asociándose con otros, vaya construyendo su propia historia minuto a minuto.

La izquierda, la derecha y el Parque Indoamericano

El conflicto de Villa Soldati, que al momento de escribir este post persistía,  para los que defendemos la filosofía de la libertad, nos deja muchas enseñanzas.

1. Ni progres ni conservadores. Las dos posturas a las que estuvimos expuestos durante los últimos dias tanto de progres como conservadores, son ejemplos de hemiplejía moral, tal cual hubiese dicho Ortega y Gasset. Los progres, generosos con dineros ajenos, plantean que el problema no son los inmigrantes sino su «derecho a la vivienda», es decir la supuesta facultad que tienen de reclamarle a alguien que se les otorgue una vivienda, simplemente porque tienen  «derecho» a ello.  Los conservas (o fachos, si querés) plantean que el problema son los inmigrantes, y que no puede ser que tomen una plaza, y menos que se les dé una vivienda mientras haya argentinos sin vivienda.

Los que creemos en que una sociedad libre  es el única alternativa que es respetuosa del individuo y compatible con su naturaleza, nos alejamos de ambas posturas y las cuestionamos. Ni los inmigrantes son el problema, ni el problema es la exigencia de una vivienda. A continuación me enfocaré en los problemas de ambas posturas.

2. Inmigrantes de ayer, hoy y mañana. Las culturas se transforman, constantemente, algunas tradiciones se pierden y otras nuevas se adoptan, la gente va y viene, y cada vez es más fácil contactarse con todo el mundo, el idioma está en un proceso de elaboración y re-elaboración constante,  las identidades nacionales, afortunadamente, van a quedar demodé, pero el siglo pasado será recordado como el siglo de las identidades nacionales y su exaltación, y también el siglo donde murieron 160 millones de personas (Scaruffi) y la mención de ambos hitos no es casualidad.

Tal cual lo dijo hace unos dias el recientemente premiado Vargas Llosa en su Discurso Nobel (recomendadisimo), enaltecer como si fuese un valor supremo y un privilegio moral una circunstancia fortuita como es el lugar de nacimiento es «una ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas»

Antes de seguir, vale aclarar que cuando me refiero a inmigrantes que en vez de optar por trabajar optan por mendigarle al estado que resuelva todos sus problemas, no me refiero a todos los inmigrantes ni a la gran mayoría, porque sería absurdo apuntar contra gente que trabaja y mucho.

Está a la vista de todos que los inmigrantes vienen a este país buscando prosperar y para eso la mayoría opta por trabajar, en talleres textiles, abriendo supermercados, fruterías, entre otros. Otros optan por un camino más fácil que averiguaremos a continuación.

¿Cuál fue el cambio fundamental que se dió en 100 años como para que los inmigrantes de hoy sean considerados diferentes a los de inicios del S. XX? El hombre boliviano que dice «Somos tan inmigrantes como los antepasados de Macri» tiene razón, no fueron los inmigrantes los que cambiaron, si no los incentivos que los inmigrantes reciben al entrar a este país.

Abriendo el diario, cualquiera sea el día y el diario, uno podrá encontrarse con estos incentivos que cambiaron la forma de pensar del recién llegado: inflación que destruye el poder adquisitivo de la moneda, los infinitos tramites, una verdadera aventura kafkiana, para comenzar un emprendimiento, los impuestos que ahogan a cualquier aventurado que desee emprender, las regulaciones que impiden el libre desarrollo, y por último los vaivenes de las reglas de juego que nos hacen creer que uno está entrando a algún  lado y en el instante siguiente convierten esa entrada en una salida, ¿quién puede estar incentivado a obtener con su propio esfuerzo una vivienda, un plan de salud o educación, cuando el esfuerzo termina por ser apropiado por los saqueadores que ostentan el poder?

En conclusión, que los actores de este conflicto sean inmigrantes es una cuestión circunstancial, que sin embargo es aprovechada por algunos para exaltar su nacionalismo y xenofobia, el foco del problema se encuentra en otro lugar.

3. El derecho a la vivienda. La contracara de todos esos impuestos, regulaciones y burocracia que imperan en la actualidad, es la creencia que prevalece en la sociedad argentina, y que es apoyada por todo el arco político desde hace 80 años, la llamada doctrina que una «necesidad genera un derecho»  y aceptar esto acarrea graves consecuencias. Por un lado, las que mencionaba en el apartado anterior, el desincentivo a la productividad y a la generación de riqueza, por el otro dividir a la sociedad en dos y crear dos categorías de indivudos: los que producen y viven gracias a su propio esfuerzo, que son los que para obtener lo que desean tienen que ofrecer algo  otra cosa a cambio, y en el otro lado los que reciben parte de lo producido por otros, los que obtienen lo que desean a costa de otros, forzando a otros a convertirse en sus esclavos personales, a través de la coerción estatal. Justamente, en el medio, están los saqueadores que son los políticos que deciden quien debe vivir a costa de quien, los que según su criterio ordenan que un grupo de personas tiene derecho a exigirle a otro que les de determinadas cosas, en otras palabras convierten en algo parecidos a esclavos a aquellos que para poder trabajar, y mantener sus posesiones, deben someterse a una extorsión por parte del estado.

En definitiva, este sistema de valores por el que optó vivir gran parte de la sociedad argentina lo que genera es convertir una sociedad que alguna vez se rigió por lo principios de la libertad, donde nadie tenía el derecho a exigirle a otro absolutamente nada salvo el respeto mutuo por su plan de vida, y donde las cosas se obtenían a través del sistema de cooperación voluntaria mas grande e importante del mundo: el mercado, que no reconoce fronteras, nacionalidades, culturas, o planetas, en una sociedad de salvajes, dónde algunos pretenden obtener un beneficio extorsionando a los vecinos de un barrio, o al resto de la sociedad, exigiendo que el gobierno le robé a una parte para darsela a la otra.

Ahora bien, este salvajismo al que me refiero no debe ser solo identificado en actos como la toma del Parque Indoamericano, la extorsión a supermercados para que entreguen bolsas de comida, la exigencia de que el gobierno tiene que solucionar sus problemas a costa del resto de la sociedad, etc. Esos métodos sin duda son los mas toscos, los mas groseros, sin embargo esta crisis moral se encuentra en todo metastizada en toda la sociedad, sea a través de las extorsiones sindicales, de los grupos de presión de los industriales que buscan protecciones y privilegios a costa del resto, cuyos fines son idénticos a los okupas del Parque Indoamericano: pretender que el resto de la sociedad viva para uno.

4. Aclaración final. Para terminar, negar el derecho a un grupo de personas a exigirle a otras que le otorguen un lugar donde vivir no tiene nada que ver con mi deseo de que esas personas encuentren un lugar donde vivir de acuerdo a sus expectativas. El problema sobre el que gravita todo el conflicto es sobre la legitimidad en el uso de la violencia, en otras palabras, la pregunta central es ¿está bien que se recurra a la fuerza para  solucionar el problema de la vivienda? La respuesta es, obviamente, no. No paramos de insistir en que nadie tiene derecho a iniciar la fuerza contra otra persona ni contra lo que es suyo, ¿con qué derecho un tercero puede arrogarse a decidir de que manera tenés que gastar tu dinero? A la vez, como fue explicado anteriormente, las políticas que generan «derechos» a partir de las  necesidades (también denominadas políticas redistributivas), terminan siendo contraproducentes con la única opción para reducir la pobreza y elevar la calidad de vida que es la generación de riqueza.

En conclusión, no tener una casa es una situación que nadie quisiera vivir, sin embargo, esto no habilita a reclamarle a otros que te den una casa. En primer lugar, si todos tenemos los mismos derechos nadie tiene derecho a violar el de los demás, por otro lado los mecanismos de transferencia de riqueza forzosos terminan generando consecuencias más perjudiciales tanto para las víctimas como para los beneficiarios.

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