Peripecias de un comerciante para trabajar en Buenos Aires

Un lector del blog nos contactó, contándonos sus peripecias con la burocracia del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que hizo que perdiera las ventas de los mejores días del año por una clausura errónea. Por motivos de decoro, quitamos todas las referencias a nombres propios, ya que nuestro amigo hizo la denuncia correspondiente del hecho y no nos gustaría interferir con la misma. Aquí su relato del hecho:

El 20 diciembre alrededor de las 11 hs. aparecieron en mi local 2 inspectores del Gobierno de la Ciudad. Les pedí sus credenciales y me las negaron. Durante la semana que estuve luchando para que me levantaran la clausura me enteré que eran los inspectores Sr. A y Sra. B

Cuando se presentaron el 20/12 me dijeron que tenía la habilitación suspendida. Les pregunté por qué y no me contestaron. Les supliqué que no me clausuraran el local porque era la semana MAS importante del año para las ventas, ya que era justo 5 días antes de la navidad. La inspectora me hizo una serie de preguntas leyendo de una lista: me pidió inspeccionar el baño, el matafuegos, el seguro de responsabilidad civil y del cartel, y unas cosas más. Me dijo «bueno tenés todo en orden». Se fueron del local.

En aproximadamente 15 minutos volvieron y me dijeron que iban a clausurar el local, por lo cual empecé a llorar y a rogarles que llamaran a alguien ya que debía ser un error porque no tenía nada fuera de regla y si me clausuraban el local iba a tener una pérdida más que importante en las ventas, dada la época del año.

Llamé a una persona conocida que sabe del tema y le dijeron que Villa Urquiza es una zona histórica y que no están permitidas las casas de golosinas (que es el negocio que tengo). Esta persona les dijo que se fijaran en una página de internet del propio gobierno que claramente dice que la zonificación de mi local es C3 y no PH como sostenían. Se negaron hacerlo. Llamaron a la policía, le dijeron a una cliente que estaba en el local comprando que el local estaba cerrado y me obligaron a bajar la persiana. En ningún momento me pidieron el libro de actas. Fue una de las peores experiencias de mi vida.

Esa misma tarde me presenté en las oficinas de Perón 2933, y me atendieron en faltas especiales unidad ##. Al muchacho que me atendió le expliqué lo que estaba pasando. Ni siquiera me miró; siguió escribiendo. Me dijo que tenía que volver al día siguiente a habilitaciones a las 8:30 hs. Volví a la mañana y me informaron que no tenía ninguna información en el sistema y que iba a tardar una semana en llegar. Le expliqué a la persona que me atendió que tengo un local lleno de mercadería perecedera y necesitaba trabajar. Me miró y no dijo nada.

Volví toda esa semana hasta el jueves 23, ya que el 24 no trabajaron los empleados de la ciudad. A la semana siguiente volví y todavía no tenían mi legajo. Finalmente el lunes 10, en informes, me dijeron que tenía que ir a faltas especiales y que volviera a las 14 hs. A esa hora fui a faltas especiales. Me dijeron que mi local estaba clausurado y que tenía que hablar con habilitaciones ya que ellos no tenían nada que ver.

Volví el martes 11 a las 8:30; me dieron un número para atenderme en habilitaciones pero me dijeron que atendían a partir de las 10 hs. A las 10hs me atendió un Sr. R. Me explicó todo y fue a buscar mi legajo. En el mismo había una nota firmada por Dra. A que decía «Visto los términos de la Disposición No. 5613/DGHP/2009 y la presentación realizada por el interesado donde manifiesta que el «distrito de zonificación es C3″, se remite para su conocimiento y prosecución de su correspondiente trámite». Firmada y sellada por Dra. A.

Me informó el Sr. R en habilitaciones que hubo un error y a las 14 hs. cuando abriera faltas especiales debería presentarles esta nota y allí me levantarían la clausura. A las 14 hs. volví a faltas especiales y me atendieron unas asistentes de la Dra. C, que el dia anterior me habían indicado que tenia que ir a habilitaciones. Le llevaron la nota a la Dra. que estuvo sentada en una oficina con al puerta cerrada. Vi por la pared de vidrio de la oficina de la Dra. que hizo unos movimientos con la cabeza y de repente la asistente salió y me dijo que no aceptaban esta nota. Pregunté por qué y me dijo que tenía que hablar con habilitaciones. Le pregunté a la asistente si podía hablar con la Dra. C, quien me dijo que no me podía atender porque estaba levantando una clausura. Le informé que no me iría de allí hasta que saliera la Dra. para atenderme y me dijo «OK hacé lo que quieras» y empezó a llamar otras personas para atenderlas. Finalmente la Dra. salió y le dije que necesitaba hablar con ella para que me dijera cómo resolver mi situación. Me dijo que la nota firmada por la Dra. A no le significaba nada y le pregunté qué tenía que decir una nota de ese estilo. Su respuesta fue «Eso me tenés que decir vos». Le pregunté si podía comunicarse directamente con habilitaciones para poder resolver esto y su respuesta fue «Yo no les voy a hablar, hablálo vos». Insistí ya que el escritorio de él está a menos de 50 metros de su oficina. Ni me miro; se metió en su oficina de vuelta, bajó la cabeza y me ignoró.

Empecé a exijir que alguien me ayudara. Vinieron unos agentes de seguridad que me acompañaron hasta abajo de vuelta a habilitaciones. Volví a hablar con el Sr. R y se ofreció hablar con la Dra. ya que ella se había negado a hablar con él cuando yo se lo pedí. Poco después bajó a planta baja donde yo estaba, para ayudarme, el Sr. S. El Sr. S se tomó el tiempo de escuchar mi caso y acompañó al Sr. R al box donde estaba la Dra. C para ver cómo podíamos resolver esta situación. Mientras tanto, el Sr. S me trajo el libro de quejas para que yo anotara todo lo que estaba pasando. En un rato el Sr. S me dijo que él y el Sr. R hablaron con la Dra. C y que estaban trabajando para levantar mi clausura ese día miércoles.

Esperé varias horas, hasta las 19:30 hs, para que me entregaran fotocopias de los documentos del levantamiento de la clausura. Pedí hablar con la Dra. C nuevamente. Me atendió con una muy mala actitud y le pregunté por qué no quería ayudarme, a lo que respondió «yo no me tengo que hacer responsable por un error de habilitaciones». Luego le pregunté por qué se negó a hablar con el Sr. R para tratar de solucionarme el problema. Su respuesta fue: «no es parte del procedimiento que tengo que seguir» y después insistió que ella fue la que habló con el Sr. R y que yo debía estar agradecido a ella por haberme hecho el favor. Mi contestación fue que la iba a denunciar por la forma en que me trato y me dijo fue que ella va a accionar legalmente contra mi si yo la denuncio por que hizo todo lo que tenía que hacer y que yo no la escuchaba cuando me quería explicar el proceso (a todo eso, nunca me había hablado nada, salvo por 2 frases). La Dra. C me dijo también que no le va a pasar nada si la denuncio, porque su récord es impecable.

Esperé que terminaran con los papeles y me dijeron que un inspector iba a ir a mi local a PRIMERA HORA a levantar la clausura. Estuve esperando desde las 8:00 hs en el local con la cortina cerrada hasta las 14 hs. para que viniera un inspector. No apareció nadie.

Llamé a la comisaría 39 para ver si les habían notificado que la clausura había sido levantada. Hablé 2 veces y no sabían nada del levantamiento.

A las 14 hs. me fui del local ya que todo este lío me había causado terribles picos de presión. Camino a la oficina del médico para ser atendido, me llamó el inspector S a las 14:20 para decirme que estaba frente al local para levantar la clausura. Me confirmó que estaba levantada y que me iba a dejar la constancia pegada a la cortina. Le pregunté si iban a informarle a la comisaría 39 del levantamiento y me dijo eso lo tenía que hacer yo mismo.

La AGC es la que tiene que hacer eso. Ya ni me sorprende que ni los mismos inspectores sepan los procedimientos. Toda esta odisea ha sido UN DESASTRE económico para mi personalmente y para mi negocio. El día de la clausura mucha gente que estaba alrededor de mi local vio lo que estaba pasando y la posterior clausura. Seguramente pensarán que yo cometí infracciones y no volverán a comprar nunca más en mi local. No hay palabras para esto. Es un ejemplo de la poca seriedad de este gobierno de la ciudad y la poca consideración para la gente, sobre todo porque estoy al día con TODO, IVA, ingresos brutos, cargas sociales, autónomos, obra social, alquiler, proveedores y ahora debido a esto, seguramente no voy a poder cubrir mis gastos fijos el mes que viene. Todo por un error del propio gobierno y a que NO ME HICIERON CASO en ningún momento.

Me decidí a poner mi situación en conocimiento público aparte de un juicio que voy a realizar.

Espero que en el Gobierno de la Ciudad estén satisfechos. Arruinaron un negocio que andaba bien y aportaba impuestos y dejaron a un comerciante y un residente de la Ciudad de Buenos Aires con una desconfianza TOTAL de todo lo que corresponda a la administración pública.

Villa Soldati: ¿La Ausencia del Estado?

[Publicado originalmente el 16/12/10 – La crisis es filosófica]

La ocupación del Parque Indoamericano por parte de un abultado grupo de personas en supuesta búsqueda de un lugar para vivir y el posterior enfrentamiento entre “usurpadores” y “vecinos” llevó a muchos a la conclusión de que esto es lo que pasa cuando el Estado se ausenta.

Desde prestigiosos periodistas hasta columnistas de algún programa de TV compartían -más o menos- la misma línea de razonamiento: Cuando el Estado no está, reina la anarquía, y la anarquía es la guerra de un bando dispuesto a todo que se enfrenta a otro dispuesto a todo, y más.

Ahora bien, aun suponiendo que el escándalo fue armado por algún político interesado en “desestabilizar”, de no haber una situación propicia, este personaje no podría ni organizar la ocupación de un locutorio. Entonces, ya sea que la okupación fue armada o espontánea, lo que se aprecia es que la miseria y la exclusión no han sido erradicadas aún.

¿Y quién es culpable de esto? ¿El Estado ausente? Veamos…

Por ley, el salario mínimo que un empresario debe pagar a un empleado es de 1740 pesos mensuales. Por supuesto, esto genera que si un empresario pudiera contratar por debajo de ese nivel, tendría dos opciones: o no contratar (desempleo), o contratar en negro. Si recurre a la segunda, el empleado tiene trabajo pero difícilmente tenga acceso a un crédito para comprar una casa, por ejemplo.

Por otro lado, según el Banco Mundial, los trámites burocráticos necesarios para registrar una empresa en el país pueden llevar hasta 27 días hábiles. En países que progresan, en cambio, los trámites pueden tomar entre uno y dos. No es extraño entonces que la proliferación de empresas en argentina sea lenta y el empleo no crezca.

Además, en el país tenemos cerca de un 30% de inflación anual, cuyo único responsable es el gobierno, que debe financiar sus crecientes gastos.

Por último, nuestros gobiernos están siempre dispuestos a crear “derechos” allí donde haya un grupo que diga tener una necesidad y luego financiarlos con el dinero de todos, mediante impuestos, inflación o deuda.

Como conclusión, tenemos un Estado que en aras de mejorar la situación del trabajador genera desempleo, un Estado que por controlar y supervisar al mercado y a sus agentes, destruye el incentivo para la creación de empresas que son vitales para dar trabajo y ofrecer productos a precios competitivos.

Un Estado que para alentar el consumo y salir de la recesión, ha generado una inflación que dios sabe cuándo y cómo terminará. Y, por último, tenemos un Estado que está dispuesto a compensar a cualquiera que proteste, total no asume por ello ningún costo económico, sino que nos lo traslada a todos nosotros.

Entonces ¿Cómo no va a haber gente que viva de changas y que al no poder seguir pagando su aumentado alquiler, siga al que le dice “si vamos al parque, podemos conseguir un subsidio”?

Finalmente, que los enfrentamientos no hayan sido frenados por las fuerzas de seguridad reflejan la inacción estatal. Pero nada de lo que llevó a generar esta situación tiene que ver con la inacción estatal. Es más, cabe preguntarse si no se debe al fenómeno inverso.


Trabajar para el señor Estrado

Rubén estaba contento. Luego de un largo día de trabajo, la hora de cierre del negocio se acercaba y asomaba cada vez más cercano el fin de semana y su merecido descanso. Despidió a sus empleados hasta el lunes siguiente mientras cerraba la persiana metálica que protege a las vidrieras cuando el local permanece vacío.

No había llegado todavía a su casa, a 5 cuadras del local hacia el lado contrario a la avenida, cuando ya estaba pensando a dónde podrían ir a disfrutar el domingo con su mujer y sus hijos. ¿Irían a comer algo con sus hermanos y sus hijos? ¿Armarían unos sandwiches y se irían en auto a algún lugar dónde pudieran disfrutar el verde de la naturaleza? ¿Se quedarían hasta tarde en la cama todos juntos?

Un golpe seco en la cabeza despertó de golpe a Rubén de sus ensoñaciones.

– Garmendia, ¿qué está haciendo holgazaneando de esa manera?

– Disculpe señor Estrado, siento que estoy un poco afiebrado y pensé que podía descansar unos minutos hasta que se me pasara el sopor.

– Garmendia, ¿no entiende lo que pasa cuando usted deja de trabajar?

– Si señor Estrado, lo sé. Me lo repite a diario. Pero creo que si me exprimen de esta manera no puedo rendir todo lo que quisiera. Conozco mi potencial y se que podría producir más, pero de esta forma…

– Garmendia, déjese de cháchara. Todavía no cubrió la cuota de trabajo para mantener al señor Peralta, ni la del señor Mayoral, muchísimo menos las de los señores Rubinsky, Acosta, Tartaglia y, menos que menos, la mía. Recién cubre las cuotas de trabajo de los señores Urlezaga, Rodríguez y López Ámbar. Así que no holgazanee, que tiene cola antes de llegar a su propia cuota de trabajo.

– Señor Estrado, a veces siento que pierdo el sentido de por qué trabajo tanto para estos señores cuando la mayoría de las veces no cubro mis propias cuotas de trabajo. ¡Ni siquiera los conozco! Si tan solo alguien pudiera hacer una parte de mi cuota de trabajo como hacen otros por ellos, estaría un poco más aliviado e incluso podría traer innovaciones al trabajo que hoy se me hacen imposibles de implementar.

– Garmendia, ¿está usted cuestionando la estructura de trabajo que nos organizó el señor Liderman? ¿Cuántas veces se lo tengo que explicar? Liderman organiza y planifica las necesidades de todos nosotros y cómo las vamos a satisfacer. Divide esas metas entre varias personas. El señor Peralta es quien organiza nuestro rubro de trabajo asistido por Mayoral. Rubinsky transcribe las órdenes de Peralta y Mayoral, documentos que son controlados por el señor Acosta. Tartaglia es quién organiza alfabéticamente los documentos controlados por Acosta y me los acerca a mí para que reparta el trabajo entre ustedes y los controle. Urlezaga controla el ordenamiento hecho por Tartaglia para que yo no me pierda y Rodríguez verifica que los documentos estén en buen estado. López Ambar, como usted sabe, me avisa cuando alguno de ustedes está holgazaneando. Es muy simple, no entiendo después de tanto tiempo cómo todavía no lo entiende. ¿Se olvida, por otra parte, quién eligió al señor Liderman? ¡Ustedes, Garmendia, Ustedes!

– Señor Estrado, es que cada vez somos menos los que estamos trabajando, y son más los que están por sobre nosotros, recibiendo nuestras cuotas de trabajo. La semana pasada el señor Tartaglia no formaba parte de la estructura. Si tan sólo yo pudiera…

– Garmendia, ¿está usted insinuando que quiere dejar de hacer ese trabajo? Claro, muy bonito, ¡pero no veo de qué manera podríamos luego cumplir con las cuotas de trabajo necesarias para cumplir las metas del señor Liderman!

– Señor Estrado, alguien más podría hacer lo que yo hago, incluso nos podríamos repartir un poco…

– Garmendia, no sea ridículo. Cada día es más difícil encontrar gente productiva para que nos ayude a acercarnos a las metas del señor Liderman. Sabemos que históricamente nunca las hemos llegado a alcanzar, pero creo que si usted pusiera un poco más de empeño, seguramente en unos 10 o 20 años más podremos llegar a buen puerto. En ese sentido soy muy optimista.

– ¡Pero señor Estrado!…

– Garmendia, no busque mis límites. Sabe que puedo llamar al señor López Ámbar y usted, más que nadie, conoce los poderes que le he encomendado.

– Sí señor Estrado, lo que usted diga.

Garmendia no pudo dejar de pensar en aquel día en el que podría, simplemente, haber dicho que no. Pero todos le hicieron notar que tenía que ser más solidario e ir con la mayoría. Realmente sentía, en aquel momento, que podía hacer algo por los demás de esa manera. Ahora se daba cuenta de lo que significaba hacer algo por los demás a la fuerza.

Era simplemente decir que no. Y en lugar de todavía faltarle 10 horas más de trabajo a las 12 que ya llevaba trabajando, estaría pensando de qué manera podría disfrutar aquél domingo con Estela y los nenes.

Eficiencia decodificada

Gentileza del gobierno que nos muestra cada dia su ineficiencia y como la organización descentralizada en cada individuo es una alternativa superior:

Otros se preguntaban ayer si valió la pena gastar 550 millones de pesos para repartir gratis 1,2 millones de conversores de TV digital, de los cuales se distribuyeron hasta ahora sólo 41.000, que ahora servirán sólo para mirar Canal 7 y Encuentro.

La idea era distribuir los set-top-box para distraer a la gente que pueda ver el mundial, ni eso pudieron hacer bien.

El ignenioso Plan B consistía en tirar el set-top-box desde el helicoptero y repartirlos mas rapido.

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