Esta botella es mía

Siempre existe una excusa para que los gobiernos puedan violar los derechos de las personas. No importan los derechos individuales, no importan las garantías constitucionales, ni los derechos básicos de los ciudadanos, cuando un gobierno se propone algo cree tener vía libre para hacerlo. El caso de la Provincia de Buenos Aires no es la excepción. La última semana, al gobierno de la provincia más poblada del país se le ocurrió establecer puntos de control policiales donde se verifique el contenido de alcohol en sangre de los que se propongan ingresar a un boliche. En otras palabras:

El gobierno de la provincia de Buenos Aires implementará una prueba piloto de control de alcoholemia en el ingreso a los boliches para que, en caso de salir positivo, se aplique el derecho de admisión y los jóvenes no puedan ingresar a los locales, informó el ministro de Salud, Alejandro Collia.

Daniel Scioli y el afán de manejar la vida de la gente.

Daniel Scioli, gobernador de esa provincia, demostró en reiteradas ocasiones que no tiene ningún problema en aplicar medidas que desconozcan los límites a la acción estatal. Sí ya la legitimidad de las facultades del estado para ejercer el monopolio de la fuerza es dudosa, la idea de que el estado intervenga en conductas que solamente afecten de forma directa al que las realiza debe ser rechazada completamente de plano. Existe una esfera de autonomía individual, que es intocable. La decisión de poder optar por un camino u otro en la vida en búsqueda de la felicidad, o de alguna satisfacción, y asumir las responsabilidades que implica ese camino. No importa si estamos de acuerdo o no con esos caminos, pero mientras no violen derechos de terceros nadie tiene derecho alguno a obligar a torcer ese camino.

Sería naif considerar que esta idea hay sido implementada con el fin de proteger la moralidad, y la salud, de los jóvenes que van a boliches. Muchas veces con  la simple pregunta acerca de quién beneficia  la nueva normativa podemos responder varias preguntas.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que no se trata de una medida estatal independiente. En realidad, estamos ante  un convenio firmado por la subsecretaría de adicciones del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires y la Asociación Empresaria Hotelera Gastronomica y de la industria del turismo. ¿Qué tiene que ver esto? La relación es sencilla. Al prohibir el ingreso de jovenes que ya tomaron alcohol antes de ingresar al boliche, se crea un incentivo a consumir adentro del establecimiento con precios que por lo menos quintuplican el precio que tienen las bebidas afuera del boliche. De esta forma se produce una transferencia forzosa del resto de los sectores donde los jóvenes hubiesen gastado el dinero, o  de sus ahorros, hacia las arcas de los empresarios de la noche que se aprovechan del monopolio estatal para aumentar su recaudación. Por supuesto, el gobierno provincial también tendrá su tajada. Estamos ante un caso típico de las economías corporativistas, esa alianza entre lo estatal y lo privado, donde estos últimos aprovechan el monopolio de la iniciación de la fuerza que tiene el estado para su beneficio personal.

Este proyecto, además, cuenta con el apoyo de diversas instituciones como la Fundación Padres. Tenemos entonces a los padres preocupados por la salud de sus hijos, y a los bolicheros preocupados por aumentar su recaudación. Este tipo de alianzas es conocida como «contrabandistas y bautistas», en referencia a la alianza circunstancial que se dio entre los predicadores bautistas y los contrabandistas de licor en la era de la prohibición estadounidense. Ambos grupos, aunque con valores contrapuestos, perseguían el mismo objetivo, la prohibición del alcohol. Unos por razones económicas, otros por cuestiones morales. Nadie se hubiese imaginando colaborando buscaban juntos el mismo objetivo.

Volviendo a la provincia de Buenos Aires, otro aspecto fundamental de la iniciativa es entender por qué ésta regulación es innecesaria y contraproducente. Por un lado traslada los conflictos y la violencia desde adentro de los boliches hacia los alrededores. Ahora, en vez de que las peleas se den en ambientes controlados, y vigilados, y donde el que pelea tiene una sanción concreta, los altercados tendrán lugar entre jóvenes que muy borrachos deambulan por las calles al no haber podido ingresar a los boliches. Peor todavía, que aquél que pensaba ingresar al boliche y luego irse con su auto, tenga que ponerse al volante varias horas antes de lo estimado, y con una graduación mucho mayor de alcohol en sangre que la que podían llegar a tener algunas horas más tarde.

Hoy en día, la violencia en boliches tiene una sanción sencilla de comprender y concreta: la expulsión. Por más que uno haya abonado la entrada, a los revoltosos se los suele expulsar por esa noche del boliche. Ésta es una solución justa, se penaliza las conductas violentas, y no el hecho de haber tomado alcohol presumiendo que aquellos que toman van a pelearse. Si bien, debe haber una correlación entre borrachos y peleas, también hay una correlación entre personas que viven en la villa y personas que delinquen y esto no hace justo que las personas que habitan villas deban ser, para prevenir el delito, encarceladas.

No hay que olvidar que no estamos hablando de menores de edad. Un mes después de anunciar con bombos y platillos, y apoyar la ley que habilita a menores de 18 a votar, se aplican estos controles que consiste en tratar como si fuesen niños en un jardín de infantes a personas entre 18 y 25 años, que de alguna forma u otra deberán desarrollar un sentido de responsabilidad.

Las medidas de este tipo siempre involucran injusticias, ya sea por la intromisión del estado en actividades privadas, la transferencia de recursos desde los sectores menos organizados hacia sectores más organizados, como son los dueños de boliches, y el traslado de los costos por actos privados sobre los demás (puntos de asistencia sanitaria a la entrada de los boliches).

Por último, aquellos que ven con buenos ojos esta medida pero que se declaran fieles guardianes de la Constitución Nacional, deberían leerla más atentamente:

Artículo 19.- Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.

Usuarios vs. Adictos

Hace algunas semanas recibimos una invitación para ir a un “debate acerca de la despenalización de las drogas”. Más allá de que fue un vil engaño, porque se trató de un monólogo acerca de las consecuencias del abuso de sustancias desde el punto de vista médico-psiquiátrico, lo que me llevé de positivo salió de las inquietudes que anotaba uno de mis compañeros pero que nunca pudo preguntar por no existir el tan publicitado debate.

 “Usuarios vs. Adictos”, había apuntado.

Hoy, leyendo el libro The Tipping Point de Malcolm Gladwell me crucé con unos números que pueden sorprender a cualquiera:

El approach absolutista para pelear contra las drogas se basa en la premisa de que experimentación equivale a adicción. No queremos que nuestros niños sean expuestos jamás a la heroína o la marihuana o la cocaína, porque pensamos que el atractivo de estas sustancias es tan fuerte que incluso la mínima exposición es todo lo que se necesita. Pero, ¿conocemos las estadísticas de experimentación con drogas ilegales? En la Household Survey on Drug Abuse de 1996, el 1,1% de los encuestados dijeron que habían usado heroína al menos una vez. Pero sólo el 18% de ese 1,1% la había usado en el último año, y solo el 9% la había usado en el último mes. Ese no es el perfil de una droga particularmente pegadiza. Las cifras para la cocaína son incluso más llamativas: de aquellos que alguna vez probaron la cocaína, menos del 1% —0,9%— son usuarios regulares. Lo que estas estadísticas nos dicen es que la experimentación y el abuso son dos cosas totalmente distintas. […]

De hecho, la cantidad total de gente que parece haber probado cocaína al menos una vez nos dice que la necesidad entre los adolescentes de intentar cosas peligrosas es casi universal. Es lo que los adolescentes hacen. Así es como aprenden acerca del mundo, y la mayoría de las veces—99,1% de los casos con cocaína— esa experimentación no conduce a que suceda nada malo. […] Lo que deberíamos hacer, en vez de luchar contra la experimentación, es asegurarnos de que ésta no tenga consecuencias serias.

Gladwell, Malcolm: “The Tipping Point”. Capítulo 7, sección 6.

Volvamos a afirmar los dos argumentos liberales acerca de las drogas y la prohibición:

  1. Argumento moral: cada uno es dueño de su propio cuerpo para hacer lo que quiera con él, siempre y cuando no agreda a terceros ni a su propiedad.

  2. Argumento utilitarista: la prohibición, además de fallar totalmente en la lucha contra la drogadicción, es la que genera las mafias del narcotráfico, trayendo violencia e inseguridad.

Con lo cual, podemos concluir que la llamada “Guerra contra las drogas” es inmoral, inefectiva, costosa, y hace más daño que bien. ¿No tiene más sentido que, en lugar de criminalizar el consumo y la producción, se destinen esos recursos a tratar al pequeño sector de los usuarios que no puede manejar su adicción?

Addict

En algunos casos, la línea divisoria es muy delgada.

Educación Igualitaria

No puedo superar esta idea de la educación compulsiva como «igualadora de oportunidades». Hoy estaba charlando con mis compañeros de trabajo, uno muy ligado al gobierno nacional, otros no tan felices con el status quo, pero sin embargo, todos convencidos de que sin educación estatal, compulsiva, homogénea, trituradora de individualidades y creatividad, no tenemos futuro como país ni como humanidad.

Y creo que es un círculo vicioso, la educación misma que nos ha adoctrinado nos impone la creencia de que sin ella las personas son inferiores a quienes la reciben. Permítanme disentir con tremenda afirmación.

Basta citar el ejemplo de los creadores de Amazon, Google y Wikipedia para entender el impacto que una metodología de estudio pensada desde el individuo puede brindarnos.

Debemos entender que el modelo educativo actual tiene más de dos siglos y ha quedado absolutamente obsoleto en una era en que desde chicos aprendemos a usar intenet, wikipedia y demás comodidades del mundo 2.0, un maestro ya no tiene monopolio alguno del conocimiento, y  nosotros mismos podemos generar nuestro camino hacia el aprendizaje.

Las metodologías de estudio alternativas que han surgido, son muchas, y dejan en evidencia que no es necesario homogeneizar para educar, mucho menos imponer una serie de contenidos que a alguien sentado en un escritorio de burócrata, le parecieron los adecuados para formar académicamente a las personas.

Si queremos asegurar la igualdad de oportunidades, si realmente nos interesa ayudar a los que menos pueden valerse por sí mismos hoy en el mundo, habrá que empezar por valorar la diversidad, respetarlos, escucharlos, entenderlos y exigir una reforma sustancial de la educación (comenzando por quitarle el monopolio de la misma al estado). Definitivamente no alcanza con que un papel diga que la educación actual es obligatoria.

Leer este post es perjudicial para su salud

Hace unas semanas estuve de viaje por Chile y si algo me impactó fueron las imagenes que contienen las cajas de cigarrillos en ese país para advertir al fumador de los males que genera el tabaco. Las fotos eran tan fuertes que para evitar verlas acostumbran a taparlas con algún cartón o papel. (acá una muestra de las menos impresionantes)

Para no quedarse atrás el Ministerio de Salud de nuestro país dispuso de cambios en el packaging de los cigarrillos, y ahora en Argentina también tendremos los atados decorados con fotos del mismo estilo. Fue a través del decreto 497/12 del Ministerio de Salud que ordena la inclusión de estas imagenes:

Los paquetes y publicidades gráficas de cigarrillos deberán incluir desde junio fotografías de impacto y nuevos textos sobre el daño que provoca en la salud el tabaquismo, enfermedad que en la Argentina produce más de 40.000 muertes anuales, según un decreto del Ministerio de Salud publicado ayer en el Boletín Oficial.

Los paquetes de cigarrillos, de ese modo, deberán incluir desde junio la frase «Fumar causa cáncer», entre otras establecidas por la normativa, en sintonía con las directivas de la Organización Mundial de la Salud y el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT). De ese modo, los paquetes y publicidades gráficas incluirán la imagen de un pulmón sano y otro de un fumador con trastornos de salud junto al lema «Fumar causa enfisema pulmonar», la foto de un pie engangrenado acompañado por la frase «Fumar puede causar amputación de piernas» y una radiografía torácica con una «mancha» de colillas de cigarrillo. Los diez mensajes que deberán contener los paquetes y publicidades están comprendidos en el decreto 497/2012, firmado por el ministro de Salud, Juan Manzur, y publicado en el Boletín Oficial.

¿Armas de destrucción masiva?

Sumarse a esta tendencia mundial es una consecuencia lógica en la pendiente paternalista que se ha embarcado la Argentina, tanto a nivel nacional, como a nivel de la Ciudad de Buenos Aires. Allá lejos quedó la ley 23.344 del año 1986 que comenzaba a regular la publicidad de tabaco y productos destinados a fumar, y que además en su primer artículo disponía que en el envase de los cigarrillos debería aparecer la ya clásica leyenda «Fumar es perjudicial para la salud». Este fue el primer resquicio abierto para que los funcionarios estatales comiencen a interferir en los hábitos, buenos o malos, de la gente, en materia tabaquica. El primer paso en la pendiente resbaladiza.

Haciendo un paréntesis, para comprender los alcances de aquella primera regulación, es preciso recordar como  comenzó  la ola del prohibicionismo de drogas en Estados Unidos. El Dr. Thomas Szasz en su  libro Nuestro Derecho a las Drogas (PDF; gentileza PL) esboza una historia sobre la prohibición de narcóticos en aquél país, que, casualmente, comienza con la introducción de una ley que obligaba a las farmacéuticas a publicar en etiquetas los ingredientes de los productos que vendía, la Food and Drugs Act de 1906 fue el cimiento de la política  prohibitiva del gobierno de Estados Unidos, fue la primera vez que en esta materia el estado se apartó de su rol de «protector de los derechos individuales» e incorporó un mandato a las empresas comercializadoras de estos productos. En opinión de Szasz:

[e]s innecesario prohibir la no divulgación de los componentes de los productos médicos (o de otros). Es suficiente con prohibir la divulgación falsa y castigarla a título de fraude, con sanciones penales tanto como civiles. En cuanto a la no divulgación, debería ser castigada por la mano invisible del mercado. [1]

Al igual que hoy con el tabaco, las primeras intromisiones estatales en las drogas ahora ilegales, se dio de forma inocua regulando simplemente algunos aspectos referidos a su envase y la exposición de los ingredientes de los productos. Pensar hoy en la prohibición total del tabaco en el corto plazo puede ser tildado como una exageración, en 1906 aquellos que pensaban que la Food and Drugs Act iba a tener como desenlace la prohibición de las drogas, también se los señalaba como exagerados.

Volviendo a la cuestión de actualidad, el Ministerio de Salud decretó que además de la incorporación de las imagenes aludidas anteriormente, se reemplace la tradicional inscripción «Fumar es perjudicial para la salud» por referencias especificas a enfermedades que pueden ser provocadas por el tabaco. Esta tendencia mundial a la que se suma Argentina, está sustentada por la teoría del soft paternalism, un paternalismo atenuado donde el estado ya no dictamina o prohibe conductas sino que las intenta guiar por lo que, según la consideración de los funcionarios a cargo, es el mejor obrar.

Sin embargo, Mario Rizzo, profesor de economía en NYU, tiene una visión diferente al respecto, tal como lo plantea en este artículo. En dicho artículo comienza por cuestionar la necesidad de incluir esas imágenes tan impactantes, además de la advertencia generalizada que ya existía en los paquetes:

¿Por qué fue percibido por algunos de que el suministro de información, incluso en el momento de la venta, no es suficiente? ¿Por qué debemos dirigirnos a la exhibición de imágenes dramáticas de eventos con bajas probabilidades de que sucedan. (La mayoría de las personas que fuman no terminan como las fotografías sugieren, y muchas personas que no fuman terminarán conectados a tubos de respiración, los tubos de alimentación y repugnantes procedimientos médicos en algún momento antes de morir.)

Fumar es más saludable que el fascismo.

Esto es, explica Rizzo, para combatir dos sesgos cognitivos en la toma de decisiones. El sesgo de optimismo y el sesgo de disponibilidad. El primero hace referencia a que sabiendo que hay un X% de probabilidad de contraer una enfermedad fumando, la persona cree que esa estadística no se le aplicará a él («esto a mi no me va a pasar»). El sesgo de disponibilidad consiste en el miedo y la estimación exagerada de la probabilidad de ser víctima de algún hecho cuando tiene un contacto reciente con un hecho. Por ejemplo, después de una noticia de una accidente aéreo mucha gente piensa que la probabilidad de morir en uno es mucho más alto que lo que un análisis estadístico podría arrojar.

A partir de estas dos variables se diseña las política de atacar el sesgo de optimismo («fumar causa cáncer») y el sesgo de disponibilidad (las imágenes que acompañan en el envase). En primer lugar, concluye Rizzo en base a investigaciones, el sesgo de optimismo está ausente en los fumadores (PDF; Cato Institute), los fumadores creen que las probabilidades de enfermarse por fumar son más altas que las reales. En segundo lugar, el sesgo de disponibilidad sólo tendrá éxito cuando el uso del cigarrillo se reduzca a un nivel mínimo.

Para terminar Rizzo descarta este aparente soft libertarian paternalism, que no es distinto del viejo paternalismo autoritario:

El «óptimo» no es  la toma de decisiones bien informadas por agentes morales autónomos. No son ni siquiera las verdaderas preferencias ocultas de la voluntad ilimitada del individuo. [El óptimo] es hacer lo que los paternalistas creen que deberías estar haciendo.

Las negritas son mías.

El nuevo avance paternalista, no es sorprendente si se tiene en cuenta el avance del «estado niñera», incompatible con una sociedad libre. No sólo estas políticas suelen fallar y hasta generar consecuencias indeseadas, si no que interfieren con decisiones personales, que no afectan a terceros, y pretenden dictar los estilos de vida ajenos. Dejando en manos de funcionarios, en este caso del Ministerio de Salud, como los agentes morales de lo que está bien y lo que está mal y de lo que debe ser la conducta promedio del ciudadano. Nada muy distinto a la Comisión para la Promoción de la Virtud y laPrevención del Vicio de Saudí Arabia.

Un paso positivo y aconsejable en materia de  prevención podría ser que los legisladores impulsen una ley que advierta a la población sobre el peligro que existe en confiar cualquier decisión sobre la vida de los demás a un político.

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[1] SZASZ, Thomas. Nuestro derecho a las Drogas. P. 82. Ed. Anagrama.

El Amor y la Noche en manos del Estado

Era una noche cualquiera en Buenos Aires. Caminaba por las calles de Palermo rumbo a un bar, para encontrarme con amigos en nuestra clásica salida de tragos y levante. A último minuto habíamos tenido que cambiar de punto de encuentro, porque la noche anterior la policía había clausurado el bar del que éramos habitués. Un joven había denunciado frente al INADI que se le había impedido ingresar al local por estar vistiendo indumentaria deportiva… ¡discriminación!

Por la vereda de enfrente una pareja venía peleándose. Era una escena cada vez más común: como las indemnizaciones por dejar a una persona después del período de 3 meses de prueba habían escalado hasta un nivel absurdo, no importaba qué tan insoportable resultara la vida juntos, ninguno se animaba a dar el primer paso hacia una separación. Otros, en cambio, tomábamos la ruta alternativa: una vida de promiscuidad y rehuirle al compromiso. Una suerte de «amor en negro».

Liberty Beer

En 1984 tenían Victory Gin; acá tenemos Cerveza Liberty.

Entré al bar y me dirigí hacia la barra para pedir una cerveza. Error. Tendría que haber pedido una cerveza con alcohol. Siempre me olvido. Así como hace unos años suprimieron la sal en las mesas de los restaurantes para proteger a nuestra salud de nosotros mismos, ahora había que pedir explícitamente que nuestras bebidas alcohólicas tuvieran efectivamente alcohol.

En la otra punta de la barra, un grupo de anglosajones muy facheros trataba de ahogar sus frustraciones en gin tonic. Uno se acercó y me preguntó en un castellano rústico qué significaba «Nac&Pop». Si bien es cierto que las argentinas siguen siendo las más lindas del mundo, nadie les explicó a estos pobres gringos que las políticas proteccionistas del país ahora también se estaban aplicando al rubro de las relaciones humanas. El lema de las últimas propagandas oficiales era «por cada argentina que se acuesta con un extranjero, hay un argentino que se va a dormir solo y triste». Y evidentemente todos los grupos que habían encarado se habían dejado lavar el cerebro, y les decían que no «para proteger a la industria nacional». En otra época lo normal habría sido indignarse y gritar «¡xenofobia!», pero hoy por hoy a todos les parece bien.

Llegaron los chicos. Después de la obligada ronda de estupideces, inspeccionamos el campo de juego. La mesa con más actividad estaba presidida por un tipo de evidente clase alta: bien empilchado, reloj brillante, celular último modelo. Lo acompañaban varias femmes, y en la mesa había frapperas con champagne y vinos espumantes varios.

«Billetera mata galán» – me comenta Nico.

«No por mucho más» – contesto preocupado.

Y probablemente fuera cierto. Los megalómanos dementes que habitan el Congreso y la Rosada estaban debatiendo un proyecto (¡presentado por la oposición!) que consistía en una especie de «subsidio al levante»: un voucher para que usen en salidas «de lujo moderado» aquellos que no tienen plata para impresionar chicas. ¡Ya no iba a hacer falta ser divertido, interesante, culto, tocar algún instrumento, jugar bien a la pelota, hacer trucos de magia, saber escuchar, y demás talentos!¡El Estado nos iba a dar a todos las mismas oportunidades! (sí, el mismo Estado que perseguía a los artistas callejeros, exigía licencia para hacer magia, clausuraba los lugares para música en vivo, no dejaba que importaran libros, y aplastaba tu capacidad creativa e intelectual con años de adoctrinamiento obligatorio… ¡quería que VOS tengas levante!). Nadie se puso a pensar que, como marca la evidencia histórica, la mayoría de los fondos destinados a ese plan iba a terminar financiando las salidas a todo trapo de punteros políticos y playboys amigos del poder.

Encaramos algunos grupos. En un momento casi me vi tras las rejas, cuando después de que un homosexual me tocara el culo le grité «¡¡qué hacés…. chabón!!». Menos mal que reprimí la palabra con «p», sino —INADI mediante— me habría ganado la expulsión del local (nunca pensé que me iba a salvar la noche un «puto» reprimido).

Lo ideal últimamente era que no te encariñaras demasiado con nadie en particular, porque la llamada del día después se había convertido en una lotería: con un sistema similar al impuesto a las ganancias, si habías cosechado algunos números de teléfono, estos eran socializados para repartir entre los menos afortunados. Y si justo desaparecía el que más querías conservar… mala suerte. Esto lo pudieron hacer gracias a la digitalización: argumentando «protección del medio ambiente» prácticamente desapareció la producción de papel, con lo cual la única forma de agendar un contacto es a través de tu celular personalizado e intransferible (junto con la producción de papel, claro está, desaparecieron la libertad de expresión y la privacidad).

Traté de despejar mi cabeza y decidí redoblar mis esfuerzos para concretar algo hoy, ya que mañana no tenía la noche disponible para mí; tenía una cita a punta de pistola con Dios-sabe-quién. El gobierno había lanzado hace unos meses el plan «Solos y Solas», en donde todos recibíamos caridad romántica compulsiva. Una de cada siete noches de mi semana era administrada por el Estado, que decidía Dios-sabe-cómo quién era nuestra cita idónea para esa semana. «Cruzan bases de datos», decían algunos; «tienen un grupo de gitanas-brujas-burócratas que tiran la posta«, teorizaban otros. Nadie parecía sorprenderse del hecho de que a las que administraban el sistema siempre les tocaba salir con el galán que gozaba de sus 15 minutos de fama en la tele o el teatro, o a los funcionarios con la modelo top de la semana.

El hecho era que, pese a que muchos nos opusimos porque pensábamos que eramos capaces de hacer nuestra gestión de citas nosotros mismos mucho mejor que un burócrata, la ley se aprobó, y era salir con la persona asignada o ir en cana por incumplimiento del deber civil. El argumento de los socialistas fue:

Caridad romántica compulsiva

Dos medias naranjas violentadas por el Estado

«¿Y qué pasa si llegás a los 40 y no conociste a la persona adecuada?¿quién se va a hacer cargo de que estés solo y no te quiera nadie?¿También me vas a decir que podés gestionar tu propia jubilación mejor que el Estado? Ja, ja, ¡contate una de pistoleros!»

Imposible explicarles que si esas noches me hubiesen dejado salir con quien yo quería, habría tenido más chances de encontrar a la persona ideal para mí, si es que existe. Y sinó, ¿quién me quitaba lo bailado?

Evidentemente, el Estado podía quitarme lo bailado.

El DJ se pasó un poco con el ritmo, provocando primero que un joven lo marcara con el pie, y luego que una señorita empezara a mover las caderas. Error fatal. Además de que la canción no estaba aprobada en la Playlist Oficial Año 2025, el bar contaba con habilitación «local tipo C – no bailable». Un inspector infiltrado de civil vio toda la escena y procedió a la clausura, dejándonos a nosotros de patitas en la calle y al dueño del bar con un agujero en su economía.

Finalmente habíamos alcanzado esa panacea que prometían las palabras del Duce: «Todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado». Música para los oídos de las masas.

Volviendo a casa, me shockeó el último cable de Télam proyectado en la telepantalla del colectivo: el Congreso estaba por aprobar una ley importantísima ¿El nombre? Proyecto Prima Nocte.

Proyecto Prima Noctes

Así se habría visto si hubiese papel

Realidad o Atlantis

TrainWreck

Se fue todo al carajo.

Qué lindo era escribir esta semana sobre los delirios de los feriados, el carnaval eterno, las ostentaciones de Boudou o las forradas de Moreno. Hoy, sin embargo, no me sale el sarcasmo, ni la ironía ni algún que otro chiste. Estoy flotando en una nebulosa que mezcla amargura, resignación y unos tremendos sentimientos de derrota.

Se estrelló un tren.

Se estrelló un tren abarrotado de gente, mucha más de la que debería llevar.

Se estrelló un tren obsoleto, que data más o menos de los años 50.

Se estrelló un tren que corre diariamente por unas vías oxidadas e inseguras.

Se estrelló un tren en el que la mitad de los pasajeros no paga el boleto.

Se estrelló un tren deficiente, operado por gremio y emprebendarios corporativistas.

Se estrelló un tren  que el que lo usa no lo paga, el que lo paga no lo usa y el que lo paga lo hace con plata ajena.

Se estrelló un tren que presta un servicio no a los usuarios sino al relato de una Reina y su séquito de adulones.

Se estrelló un tren y hubo muchos muertos e incontables heridos.

Inmediatamente se me vino a la mente una parte de La Rebelión de Atlas, esa genial obra de Ayn Rand que, en lugar de ser usada para prevenir muchas cosas, parece que la están usando como manual de instrucciones para el funcionamiento del estado.

En dicho capítulo se descomponía la locomotora eléctrica de un tren que debía atravesar un largo túnel. En el tren viajaba una figura política importante que reclamaba llegar a tiempo, a como dé lugar. En este mundo mediocrizado y venido a menos que nos presenta Rand, no hay otra locomotora eléctrica para reemplazarla a tiempo. Pero ante la demanda del funcionario, todos los trabajadores de esta empresa cuasi estatizada enchufan el tren a una locomotora a carbón (previo sutil y tácito deslinde de responsabilidad cada uno) y mandan el tren hacia su destino. Mueren todos los pasajeros asfixiados cuando el túnel se llena de humo.

A continuación de mostrarnos los responsables directos de esta negligencia, Rand da también algunos detalles de pasajeros al azar del tren. Cito el texto a continuación:

Se dice que las catástrofes tienen básicamente su origen en la casualidad y algunos habrían afirmado que los pasajeros del Comet no eran culpables, ni responsables de lo que les estaba sucediendo.

El hombre que ocupaba el dormitorio A, en el primer vagón, era un profesor de sociología que enseñaba que la habilidad individual no tiene consecuencias, que el esfuerzo individual es inútil, que una conciencia individual representa un lujo innecesario, que no existe ninguna mente, carácter o logro de naturaleza individual, y que son las masas, y no la persona, lo que cuenta.

El ocupante del compartimento 7, en el segundo vagón, era un periodista que había escrito que es propicio y moral utilizar la fuerza «por una buena causa». Creía poseer el derecho a hacer uso de la fuerza física sobre otros, estropear vidas ajenas, ahogar ambiciones, estrangular deseos, violar convicciones, aprisionar, despojar y asesinar por todo aquello que, a su modo de ver, constituyera lo que representaba su idea de «una buena causa». No era precisamente una idea, ya que nunca pudo definir lo que consideraba bueno, sino que había declarado simplemente que se dejaba guiar «por cierto sentimiento», no limitado por ninguna clase de sabiduría, ya que consideraba que la emoción superaba al conocímiento y se basaba simplemente en sus «buenas intenciones» y en el poder de un arma.

La mujer que ocupaba la litera 10, en el tercer vagón, era una profesora de avanzada edad que había pasado su vida transformando una clase tras otra de indefensos niños en grupos de infelices cobardes, a quienes enseñaba que el deseo de la mayoría es el único patrón para medir el bien y el mal; que una mayoría puede hacer lo que quiera; que no es preciso resaltar la personalidad de cada uno, sino obrar como los otros obren.

El ocupante del camarote B, vagón número 4, era un editor de periódicos que sostenía que los humanos son malvados por naturaleza y están incapacitados para la libertad; que sus instintos básicos, si no se los controla, son la mentira, el robo y el crimen, y que, en consecuencia, deben ser conducidos con mentiras, robos y crímenes, actos que constituyen un exclusivo privilegio de losgobernantes, a fin de forzarlos a trabajar, enseñarles a ser morales y mantenerse dentro de los límites del orden y la justicia.

El viajero del dormitorio H, vagón número 5, era un empresario que había adquirido su negocio, una mina de metal, con la ayuda de un préstamo otorgado por el gobierno, en el marco de la Ley de Igualdad de Oportunidades.
El hombre que viajaba en el compartimento privado A, del sexto vagón, era un financista que había amasado una fortuna adquiriendo acciones ferroviarias «congeladas» y haciendo que sus amigos de Washington las «descongelasen».

El hombre en el asiento 5, coche número 7, era un obrero convencido de tener «derecho» a un empleo, sin importarle si a su empleador le interesaba, o no, contar con sus servicios.

La ocupante de la cabina 6, vagón número 8, era una disertante convencida de que, como consumidora, tenía el «derecho» a ser transportada, sin que importara si la empresa ferroviaria deseaba, o no, brindarle el servicio.

El hombre del camarote 2, vagón número 9, era un profesor de Economía que abogaba por la abolición de la propiedad privada, explicando que la inteligencia no desempeña ningún papel en especial dentro de la producción industrial; que la mente humana está condicionada por las herramientas materiales; que cualquiera puede dirigir una fábrica o un ferrocarril, ya que sólo es cuestión de conseguir la maquinaria adecuada.

La mujer del dormitorio D, vagón 10, era una madre que acababa de colocar a sus hijos en la litera superior, arropándolos cuidadosamente y protegiéndolos de corrientes de aire y de vaivenes del tren; su esposo ejercía un cargo en el gobierno y hacía cumplir regulaciones que defendía con estas palabras: «No me importa pues sólo perjudican a los ricos. Después de todo, tengo que velar
por mis hijos».

El pasajero del compartimento 3, vagón número 11, era un pusilánime neurótico que escribía comedias, en las que, como mensaje social, insertaba cobardemente pequeñas obscenidades, encaminadas a demostrar que todos los empresarios son villanos.

En la litera 9, vagón 12, había un ama de casa que se creía con el derecho de elegir a políticos, de los cuales no sabía nada de nada, para que controlasen gigantescas industrias, de las cuales tampoco sabía nada de nada…
El camarote F del vagón 13 estaba ocupado por un abogado que en cierta ocasión manifestó: «¿Quién, yo? Siempre me las arreglaré bajo cualquier sistema político».

El ocupante del cuarto A, vagón número 14, era un profesor de filosofía que enseñaba la inexistencia de la mente (¿Cómo sabemos que el túnel es peligroso?}’, de la realidad (¿Cómo demostramos que el túnel existe?); de la lógica (¿Por qué insistimos en que los trenes no pueden moverse sin fuerza motriz?); de los principios (¿Por qué nos dejamos dominar por la ley de la causa y el efecto?); de los derechos (¿Por qué no atamos a cada individuo a su tarea por la fuerza?); de la moralidad (¿Qué es moral en el manejo de un ferrocarril?); y de los valores absolutos (¿Qué importa si vivimos o morimos?); era un catedrático que enseñaba que no sabemos nada (¿Por qué hay que oponerse a las órdenes de un superior?); que no podemos estar seguros de nada (¿Cómo saben que tienen razón?); y que debemos actuar de acuerdo con el impulso del momento (No irá usted a arriesgar su empleo, ¿verdad?).

El ocupante del salón B, vagón 15, era un joven que había heredado una gran fortuna y que no dejaba de repetirse: «¿Por qué debe ser Rearden el único a quien se le permita fabricar su metal?».

El hombre del dormitorio A, vagón 16, era un filántropo que había dicho: «¿Los hombres de habilidad? No me importa que sufran, ni si pueden soportarlo; deben ser castigados para apoyar al incompetente. Francamente, no me importa que sea justo o no. Me enorgullezco de no garantizar ninguna justicia a los más hábiles cuando son los más necesitados quienes necesitan piedad»

Estos pasajeros estaban despiertos y no había nadie en todo el tren que no compartiese conellos una o varias de sus ideas. Cuando el tren entró en el túnel, la llama de la antorcha Wyatt era lo último que se veía.

Claramente los pasajeros de ninguno de las dos catástrofes (ni los de la realidad, ni los de la ficción) son responsables directos, así como tampoco el resto de la población.

Sin embargo, cabe preguntarse cuánto de lo que hacemos y cuánto de lo que hacen los otros no es una colaboración a la gran película que hace que estas cosas sucedan. Cuántas acciones pequeñas pero constantes hacen que estas tragedias sean cada vez más frecuentes.

Colabora con estas circunstancias:

– Aquel que piensa que “está bien que haya un poco de inflación” y, al mismo tiempo quiere que los servicios se le presten a tarifas congeladas peso/dólar.

– Aquel que piensa que está bien que hay que promover la “industria nacional” mediante trabas o, directamente, restricciones a las importaciones y no mediante la verdadera competencia y productos de calidad (Cuántos repuestos para trenes, energía, micros y otros no están entrando por culpa de un gorila como Moreno?).

– Aquel que aplaudió la confiscación de los fondos de pensión de los demás para que los administre el fantástico e infalible estado.

– Aquellos que están orgullosos por haber “recuperado” Aerolíneas Argentinas y muy conscientes de que “debe haber una Aerolínea de Bandera” (administrada por el estado y dilapidando recursos de los contribuyentes).

– Aquellos que piensan que el estado está para “controlar” a los privados, desde un banco hasta en la casa de quién se fuma o cuánta sal le ponés a la comida, sabiendo bien que los burócratas no pueden controlar ni los servicios que ellos mismos prestan.

– Aquellos que piensan que el problema de este gobierno es de formas y no de fondo, y que, con buenos modales van a poder administrar a todo y todos, pero eficientemente.

– Aquellos que, luego de haber visto cómo le sucedían cosas así a los demás (accidente del Sarmiento y los colectivos, asaltos a diario, etc, etc.), prefirieron poner el voto a los mismos, no vaya a ser “que se rompa la economía” y no se puedan comprar el último blackberry.

– Aquellos que insisten con que hay que cumplir con las normas de esa aberración conocida como la Comisión Nacional de Regulación de Transporte. Esos que se ponían a apretar a una línea de colectivos que prestaba un servicio mucho mejor y diferencial.

– Aquellos que recibieron y reciben subsidios que son bancados con los impuestos que pagan otros.

En fin, por acción u omisión, todo un país cómplice de la tragedia. Un país que, a pesar de haber visto, sigue creyendo que el Estado mágicamente va a sacar la incertidumbre de sus vidas y marcarles y asegurarles el camino a seguir desde la cuna hasta la tumba. Ahí tienen al estado. Ahí están los frutos del estatismo recalcitrante.

Podría ponerme a escribir sobre las ventajas de un sistema de transporte de plena competencia y todas esas cosas que ya sabemos. Podría incitar a la rebelión fiscal y a la resistencia civil. Podría arengar sobre lo buena y benéfica que es la libertad.

Pero hoy no.

Hoy simplemente me terminé de dar cuenta cuánto vale para la mayoría de los argentinos la vida humana: una blackberry y un puto plasma ensamblados en Tierra del Fuego.

Consecuencias indeseadas, en todas partes

El afán de los reguladores de dictar como cada individuo debe vivir su vida es, desde el vamos, una actitud aborrecible. Los resultados de las políticas para controlar la vida de las personas, muchas veces en nombre de su propio bien, son todavía peores. En Estados Unidos tienen un problema con la obesidad, y en vistas a prevenirla, el distrito escolar de L.A. modificó las comidas disponibles en los comedores escolares, eliminando los rastros de alimentos altos en grasas, nocivos para la salud de los niños. Es difícil pasar de tener una dieta que consista en la llamada comida chatarra a pasar a almorzar pasto y leche, los efectos fueron los siguientes:

Muchas de las comidas están siendo rechazados en forma masiva. La participación en el programa de almuerzos escolares ha disminuido de forma considerable. Los directores informan de residuos masivos, con cartones de leche sin abrir y platos sin ser comidos que se tiran. Los estudiantes están abandonando el almuerzo, y algunos dicen que están sufriendo de dolores de cabeza, dolores de estómago e incluso anemia. En muchas escuelas,  está creciendo un mercado clandestino de papas fritas, dulces, hamburguesas de comida rápida y otros platos tabú…

Iraides Rentería y Mayra Gutiérrez ni siquiera se molestan en hacer la fila. Iraides dijo que la comida de la escuela ya la hizo vomitar, y Mayra llama «cosas desagradables, podridas». Entonces, ¿qué comen? Las  jóvenes sacan tres bolsas de chizitos y una gaseosa de  sus mochilas.

«Esta es nuestra comida diaria», dice Iraides. «Estamos comiendo más comida chatarraya que el año pasado».

Esto no nos dice tanto sobre los hábitos alimenticios de los americanos, como de la ley de consecuencias indeseadas. Los funcionarios se creen muchas veces que por poder firmar un decreto puede afectar la realidad, y que ellos pueden influir con su pluma en las conductas habituales de las personas, un acercamiento a estos problemas muy superficial que no analiza las causas subyacentes, de por qué suceden las cosas. En Argentina, está actitud es una constante, el opocialismo (oposición + oficialismo) proponen leyes para avanzar con su agenda, como si fuese lo que faltaba para corregir las cosas que están mal.

Este es un excelente ejemplo del que los políticos deberían aprender, sea en grandes o en chicos, sus absurdos decretos y medidas, por más bienintencionados que sean,  tienen consecuencias indeseadas que nunca están dispuestos a reconocer.

(Vía Hit & Run)

Muertos por su propio bien

Ya pasaron las elecciones, y sea cual sea el resultado, todo va a seguir igual. Sin embargo, la vida no siguió igual para los padres de Miguel Portugal  y Giuliana Gimenez  desde que fueron asesinados por la policía de Baradero en marzo de 2010.

Recordemos el punto clave de la noticia:

Fuentes policiales informaron que el accidente vial ocurrió a las 6 de hoy, en el cruce de Gallo y Belgrano, a

Miguel y Giuliana, asesinados por la ley que obliga a usar casco.

unas cinco cuadras de la plaza principal. En esa intersección, los adolescentes, una mujer y un varón de unos 16 años, eran perseguidos por la camioneta municipal, al parecer, por circular sin usar cascos.

Más tarde el intendente justificó a los inspectores:

«Ingenuamente pretendíamos que se cumpliera la normativa de las motos», comentó el Intendente Carossi. «El tema de la moto es una problemática de todos los pueblos del interior, el rechazo al casco es manifiesto. También está el problema de los papeles. Hay una marginalidad del negocio de las motos muy importante», añadió.

Esta situación me hizo acordar de lo que escribió el academico, escritor y ensayista C. S. Lewis, en «The Humanitarian Theory of Punishment»:

De todas las tiranías, una tiranía ejercida por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva. Tal vez sea mejor vivir sujetos a barones ladrones que bajo omnipotentes entrometidos morales. La crueldad del barón ladrón puede a veces sosegarse, su avaricia puede en algún momento ser saciada; pero aquellos que nos atormentan por nuestro propio bien nos atormentarán sin fin pues lo hacen con la aprobación de su propia conciencia. Ellos pueden ser más propensos a ir al cielo pero al mismo tiempo más proclives a hacer un infierno de la tierra. Esta bondad aguijonea con un insulto intolerable. Ser “curados” en contra de nuestra voluntad y curados de estados a los que podemos no considerar como una enfermedad es ser colocado en el nivel de aquellos que no han alcanzado aún la edad de la razón o aquellos que nunca la alcanzarán; ser categorizado junto a los infantes, los imbéciles, y los animales domésticos

Las muertes de Giuliana y Miguel se podrían haber evitado, no por usar o no casco mientras andaban en moto. De no haber existido esas leyes que dicen velar por el bienestar individual de cada persona, Giuliana y Miguel ahora estarían disfrutando de sus veintipico de años.

Pero no, están muertos, según dicen, por su propio bien.

Prohibiendo, otra vez

Hace algunos meses, unas legisladoras porteñas se propusieron prohibir la publicación de avisos con ofertas de servicios sexuales y similares en los medos.  Analizamos el tema en su momento y concluíamos lo siguiente:

Combatir la trata de personas es un objetivo válido, pero, en el proceso se debe cuidar no violar ningún derecho en la persecución de ese  objetivo. Por ejemplo, la inseguridad tiene una solución simple, electrificar las zonas de donde provienen la mayoría de los delincuentes, la única razón por la que no se hace es que muchas de esas personas son inocentes, no se les puede privar de la libertad solo por un delito potencial. Lo mismo con este tema. Hombres y mujeres tienen derecho sobre su cuerpo a disponer de él en relaciones consensuales, si es moral o no ejercer la prostitución, no es un tema relevante porque la ley no esta para imponer la moral.

¿Cómo solucionar la trata de personas? No lo se. Pero estoy seguro, que esa solución no puede violar los derechos de terceros, y mucho menos se va a poder solucionar algo empujándolo, todavía más, hacia la clandestinidad.

Esta medida que es un hecho, y no un mero proyecto como lo escrito hace algunos meses, tiene varios problemas adicionales.

Whiskería Porteña

En primer lugar, las cuestiones formales. Esta nueva norma es un decreto presidencial, y su objeto es limitar la libertad de expresión, prohibiendo ciertos discursos comerciales, en este caso las ofertas sexuales. Reconocer que mediante  un decreto se pueda hacer eso es peligroso para el derecho a expresarse libremente, Gustavo Arballo en su blog explica esta posición:

En una serie de tweets @ramiroau dice que el decreto es inconstitucional. Es posible que muchos otros, que vean con simpatía una ley de prohibición, tengan el mismo reparo legal en cuanto a la vía «decreto» (forma, no fondo). La razón: la publicidad está inserta en la libertad de expresión, que según la Convención Americana sólo puede restringirse por ley (y yendo más finito, según la OC6 de la CorteIDH esa debe ser una «ley del poder legislativo» -ley en sentido formal- no cualquier «norma general» -ley en sentido material-).

Nosotros no estamos de acuerdo con la forma, ni con el fondo. En el caso de Arballo, argumenta que la prohibición tiene origen legal en el art. 6 inc. f de la ley 26.485 que dice:

f) Violencia mediática contra las mujeres: aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.

No quiero entrar en un tema estrictamente legal, pero no veo que de la ley surja dicha prohibición. Así y todo, las expresiones denigratorias hacia las mujeres pueden ser ofensivas, nos pueden parecer repugnantes, y nos podemos oponer con todas las letras, sin embargo deberían estar amparadas bajo el derecho a la libertad de expresión, que justamente está pensada para proteger los discursos que nos molestan.

En definitiva, la forma es peligrosa porque sienta un precedente que a partir de  un texto vago de una ley se puedan decretar, desde el poder ejecutivo, restricciones a la libertad de expresión.

En segundo lugar, esta medida, presuntamente anti-trata de personas, tendrá consecuencias que se podrían enmarcar dentro de la Ley de Consecuencias Indeseadas.

Veamos, en los avisos del Rubro59 podemos encontrar dos tipos de avisos, aunque no podamos diferenciarlos. Por un

Rubro59 en Clarín.

lado, las mujeres que ofrecen sus servicios sexuales de manera voluntaria y utilizan el diario para publicitarse. Por el otro, ofertas de servicios sexuales, pero cuyas mujeres que lo brindan en realidad son víctimas de la trata de personas, es decir, mujeres obligadas a prostituirse por redes mafiosas. De la segunda categoría no podemos más que repudiar su existencia, que sin embargo no va a desaparecer con la prohibición de los avisos. En cambio, aquellas trabajadoras sexuales enmarcadas en la primer categoría se verán obligadas a dejar de trabajar de forma privada e independiente (o en asociación con compañeras) y tendrán que trasladarse a cabarets o whiskerias siendo mas proclives a estar en un ambiente laboral con condiciones más precarias y hasta convertirse en víctimas de tratantes de personas.

En este mismo sentido se pronunción la asociación que nuclea a las prostitutas, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), que en un comunicado expusieron lo siguiente:

El prohibir la publicación de anuncios es una medida que solo criminaliza nuestra actividad y que motivará a aquellas compañeras más débiles, o que cuenten con menores recursos, a acudir a las grandes redes de proxenetas y tratantes, que en complicidad con las fuerzas de seguridad y amparados en el ocultamiento y la marginalidad de su actividad, tendrán vía libre para ofrecer su «amparo», haciéndoseles así mas sencillo el seguir creciendo y fortaleciéndose, a costa de la explotación y esclavitud de las trabajadores sexuales.

La antiutopía va tomando forma, ya no sólo tenemos una Secretaría de Comercio que se ocupa de obstruirlo, ahora podemos ostentar de tener una Oficina de Monitoreo de Avisos de Oferta de Comercio Sexual.

En definitiva, no es la primera vez, ni será la última en la que un gobierno promueve una medida que traerá resultados contraproducentes, tampoco será la primera ni la última vez que un gobierno intente imponer una moral mediante la ley, mientras tanto, lo lamentable es que los perjudicados (las perjudicadas, en este caso) son siempre a aquellos grupos que se intenta ayudar.

No culpes a la noche, tampoco a la bengala

[Publicado originalmente en La Crisis es Filosófica – 10 de mayo de 2011 – Ver versión original]

Seguramente luego de ver a la barra de carbón sobre el asiento de la limousine pensaste que era una exageración. Sin embargo, a juzgar por la prohibición del uso de armas, los impuestos internos a los cigarrillos, la prohibición de fumar en espacios públicos, las trabas a la venta de alcohol y la guerra contra las drogas, la exageración parece la realidad en que vivimos más que el dibujo animado.

Y es esto lo que me hace pensar que en cuestión de días, lloverán en el Congreso proyectos de ley que busquen regular, controlar, gravar con impuestos ad-hoc o directamente prohibir el uso de bengalas.

Volvamos al inicio. Lo que sucede en el capítulo de la serie emblemática de los últimos cincuenta años en los Estados Unidos, es que se confunde el sujeto con el objeto. ¿Qué quiero decir con esto? Que si bien fue Homero el que salvó la misión espacial, el crédito se lo llevó la “inanimada barra de carbón”.

De manera análoga, si bien es una persona la que dispara el arma asesina en ocasión de un robo, u otra persona la que fuma paco antes de participar del secuestro extorsivo de otro ciudadano, parte de la culpa suele atribuírsele a la sustancia o al elemento utilizado, en lugar de que ésta recaiga totalmente en el individuo actor. Por supuesto que buscamos al asesino o al secuestrador, para eso está la policía, pero creemos que es mejor si prohibimos también el uso de armas y la comercialización del crack. Estamos más seguros.

Hace siete años, Buenos Aires vivió uno de sus más tristes fines de año. Alguien prendió una bengala en el lugar que no debía y esto desencadenó una tragedia que será difícilmente olvidada. A raíz de esto, y más allá de todo el proceso judicial siguiente, aprendimos que prender una bengala en un espacio reducido y con un techo inflamable no es para nada una buena idea. Mucho menos si las salidas de emergencia no funcionan.

Hace pocos días, otra bengala y otro recital de rock fueron los protagonistas de un nuevo drama. Un espectador murió luego de que otro le arrojara una bengala encima. Y para completar la semana, el martes en un acto escolar en San Juan, una bengala casi origina una tragedia entre los alumnos.

Entonces ahora ya lo sabemos: las bengalas son peligrosas y, de hecho, pueden llegar a matar. ¿Pero implica esto que debemos prohibir su uso o regular su comercialización? ¿O implica que debemos perseguir a los que, mediante un uso indebido de las mismas, pongan en peligro la vida de gente inocente?

Una vez un amigo mío se emborrachó y comenzó a molestar a todos los que estaban a su alrededor en un boliche. Se imaginarán cuál fue el desenlace. Luego de esa noche, cuando tuvimos la oportunidad de charlar, él sostenía que su problema había sido que había tomado de más. Sin embargo, yo le apunté que dentro del mismo boliche, un montón de gente había “tomado de más” y no estaban peleándose con nadie, simplemente la estaba pasando bien.

Confundir objeto con sujeto y perseguir al primero en lugar de al segundo es perjudicial por dos cuestiones fundamentales: la primera es que el problema no se resuelve porque el problema nunca fue el objeto sino el sujeto. Si un asesino no puede comprar una pistola, probablemente use un cuchillo, o un palo, o un martillo.

La segunda, que creo aún más trascendente, es que le quita parte de la responsabilidad al actor. La culpa no será ya de quien le tiró la bengala en la cara al otro porque le pareció divertido, sino que compartirá la responsabilidad con el que le vendió el artefacto.

No tengo la certeza de que alguien vaya a querer regular este tema, pero sí advierto que sería muy triste si seguimos avanzando en esa dirección.

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