No creas todo lo que te enseñaron

9 cosas peligrosas que te enseñaron en la escuela.

1. Las personas a cargo tiene todas las respuestas.
Es por eso que son tan ricos y felices y sanos y poderosos, preguntale a cualquier profesor.

2. El aprendizaje termina al salir del aula.
Construir fuertes, explorar caminos, atrapar ranas, hacer amigos, jugar, dibujar, no te dará ningún crédito extra. Anda a mirar tele.

3. Los mejores y más brillantes siguen las reglas.
Usted será recompensado por su subordinación, claro que no tanto como sus superiores, quienes, por supuesto, tienen sus propias reglas.

4. Lo que dicen los libros es siempre cierto.
Ahora anda a leer el capítulo de creacionismo. Habrá una prueba sobre el tema.

5. Hay un claro y único camino hacia el éxito.

Se llama la universidad. Todo el mundo puede ser parte del top 1% si le va bien en la escuela, e ignora el problema básico matemático inherente a ese postulado.

6. Portarse bien es tan importante como sacar buenas notas.
Denunciar irregularidades, cuestionar el status quo, y pensar por tus propios medios están totalmente mal vistos. Mantenete en silencio y volvé a la línea de montaje.

7. Las pruebas estandarizadas miden tu valor.
En términos de valor, estoy hablando sobre el potencial de ingresos en el futuro, no cualquier cosa que pueda tener otro tipo de valor.

8. Los días libres son siempre más divertidos que estar sentado en el salón de clases.
Estés entrenado desde una edad temprana para basar tu vida en torno a períodos cortos de vacaciones asignados. Sé agradecido por ellos.

9. El propósito de la educación es tu futuro profesional.
Y se te enseñará a ser un buen trabajador. Tendrás que enseñarte a vos mismos como ser algo más.

Este artículo es una traducción de: http://www.forbes.com/sites/jessicahagy/2012/05/02/nine-dangerous-things-you-were-taught-in-school/

Educación Igualitaria

No puedo superar esta idea de la educación compulsiva como «igualadora de oportunidades». Hoy estaba charlando con mis compañeros de trabajo, uno muy ligado al gobierno nacional, otros no tan felices con el status quo, pero sin embargo, todos convencidos de que sin educación estatal, compulsiva, homogénea, trituradora de individualidades y creatividad, no tenemos futuro como país ni como humanidad.

Y creo que es un círculo vicioso, la educación misma que nos ha adoctrinado nos impone la creencia de que sin ella las personas son inferiores a quienes la reciben. Permítanme disentir con tremenda afirmación.

Basta citar el ejemplo de los creadores de Amazon, Google y Wikipedia para entender el impacto que una metodología de estudio pensada desde el individuo puede brindarnos.

Debemos entender que el modelo educativo actual tiene más de dos siglos y ha quedado absolutamente obsoleto en una era en que desde chicos aprendemos a usar intenet, wikipedia y demás comodidades del mundo 2.0, un maestro ya no tiene monopolio alguno del conocimiento, y  nosotros mismos podemos generar nuestro camino hacia el aprendizaje.

Las metodologías de estudio alternativas que han surgido, son muchas, y dejan en evidencia que no es necesario homogeneizar para educar, mucho menos imponer una serie de contenidos que a alguien sentado en un escritorio de burócrata, le parecieron los adecuados para formar académicamente a las personas.

Si queremos asegurar la igualdad de oportunidades, si realmente nos interesa ayudar a los que menos pueden valerse por sí mismos hoy en el mundo, habrá que empezar por valorar la diversidad, respetarlos, escucharlos, entenderlos y exigir una reforma sustancial de la educación (comenzando por quitarle el monopolio de la misma al estado). Definitivamente no alcanza con que un papel diga que la educación actual es obligatoria.

¿Por qué es tan cara la universidad en EEUU?

Últimamente, a raíz del caso de las protestas en Chile, se estuvo hablando mucho del tema educación privada vs. educación pública (por ejemplo acá). Esto me recordó una discusión que tuve hace unos meses con un amigo estatista, en la cual él me planteaba que en un país liberal como EEUU su esposa jamás habría podido pagarse los estudios universitarios, mientras que en Argentina el Estado se encargó de proveerlo y ella ascendió de clase media-baja a clase media lisa y llana, siendo ahora profesional de la docencia.
Primero tuve que explicarle que EEUU estaba a años luz de ser considerado un país liberal, y después le tiré un par de datos que había visto en un video genial de Peter Schiff. A saber:

Desde mediados del siglo XX (post Segunda Guerra Mundial), el gobierno de EEUU ofrece un plan de préstamos a los que quieren estudiar, en los cuales les garantiza que pone la plata para la matrícula todos los años (sin importar cuánto sea), y ellos contraen una deuda con el Estado, que comienzan a saldar una vez que tienen el título. Prácticamente el único requisito para que el préstamo sea otorgado es que la universidad haya aceptado al alumno por sus antecedentes académicos.

Los que tienen una mínima noción de economía ya saben la respuesta a ésta pregunta: ¿cuál es la consecuencia de un montón de estudiantes compitiendo entre sí, con plata del gobierno? Exacto. Los precios se elevan. Las universidades lo saben, entonces pueden cobrar lo que quieran, sabiendo que los préstamos están garantizados.

Echémosle un poco de historia a la cuestión, analizando los precios de la matrícula de la Universidad de Yale, una de las más prestigiosas y más antiguas (y por lo tanto con los registros más viejos).

De 1810 hasta 1852, la matrícula costaba 33 dólares al año. Esto, en precios actuales (teniendo en cuenta la relación dólar/onza de oro), es el equivalente a U$1650.

Avancemos hasta 1874. Tuvimos algo de inflación, y ahora la matrícula cuesta U$133. En los próximos 44 años sólo aumentará un 14%, para valer U$160 anuales en 1918. A precios actuales nos da una cifra muy similar a los U$1650. ¡Cuál era el sueldo promedio de un obrero en 1918? Alrededor de U$5 por jornada de trabajo; es decir que trabajando 32 días al año podías pagar la matrícula de todo el año. Lo habitual era que los estudiantes consiguieran un trabajo medio-pelo durante el verano para pagar sus estudios y se olvidaran del asunto.

¿Cuánto sale ahora estudiar en Yale? Unos U$36.500 por año (solamente la matrícula, sin contar alojamiento y comida).

Por U$36.500 anuales, prefiero ponerme un bar.

Si el gobierno no garantizara los préstamos a los estudiantes, nadie podría estudiar en la universidad con estos precios. ¿Qué banco le prestaría semejante cantidad de dinero a un estudiante que no tiene ni un sueldo fijo ni propiedades para dejar en garantía?

Nuevamente podemos ver las consecuencias de la intromisión del Estado en las relaciones voluntarias entre particulares: un pequeño grupo sale claramente beneficiado, y el que paga y se endeuda es el pueblo.

Como agregado, otro efecto colateral de esta medida: la “inflación” llega a los títulos universitarios. En los 60’s, con haber terminado el secundario podías conseguir un trabajo razonable. Con un título universitario conseguías un muy buen trabajo. Ahora, dado que todo el mundo tiene un título, donde antes pedían una licenciatura ahora piden un master, donde pedían un master piden un doctorado, etc.

¿Educación? ¿Gratuita?

Por Leandro Fleischer*

El uso de la razón es una capacidad humana que suele ser destruida mientras una persona crece. Esta bella virtud que nos regaló la naturaleza, la perdemos gracias a la «educación» que recibimos desde que somos pequeños e indefensos. Este «aprendizaje» lo único que logra es arruinarnos nuestra capacidad creativa, limitar nuestro conocimiento, nos produce un especial desinterés en aprender y nos adoctrina de tal forma que terminamos justificando la violencia estatal en casi todos los aspectos de la vida.

Debemos entender que la «educación pública», ni es educación ni es gratuita como muchos piensan ¿por qué? Veamos.

En primer lugar, este tipo de «educación» suele ser obligatoria. O sea, se obliga a los padres, a punta de pistola, a llevar a sus hijos a una de las instituciones públicas, en las cuales el programa de estudios es decidido por una persona que cree tener el derecho de decirnos cómo educar a nuestros hijos o a nosotros mismos y tiene el suficiente poder y las suficientes armas como para hacernos obedecer a la fuerza. Si analizamos sólo este aspecto y nos alejamos del adoctrinamiento estatal, podremos observar cuán inmoral y autoritaria es esta realidad. Si yo obligara a un niño a educarse como a mí se me ocurre, apuntándole a él y a sus padres con un revólver, pues mucha gente diría que soy un psicópata y que, claramente, mi interés no es educar, sino lavarle el cerebro a ese pequeño con algún maligno propósito. Sin embargo, cuando esto lo hace el Ministro de Educación, nadie tiene sospecha alguna y, de hecho, justifican esta criminal acción.

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En segundo lugar, debemos entender que no existe un sólo tipo de educación. No para todas las personas es lo mismo. Hay estilos diferentes y cada uno va marcando su camino. Lo importante del aprendizaje, desde que somos niños, es quitar la obligación del camino. Todos, desde que nacemos, tenemos interés en aprender cosas nuevas y ese deseo de educarnos, es natural. Podemos observarlo, incluso, en los bebés que repiten lo que los padres dicen o intentan encontrarle uno o más usos a un determinado objeto o prueban caminar por sus propios medios, etc, etc, etc. Del mismo modo, a medida que ese bebé va creciendo, puede continuar su educación de manera libre y entretenida. Lo importante es incentivar lo que un individuo (niño o adulto) quiere hacer de forma voluntaria y no obligarlo a acoplarse a un sistema monopólico y cruel, en el cual las personas pierden interés en estudiar por placer y se dedican únicamente a aprobar exámenes para satisfacer a sus padres y profesores, pero no a ellos mismos. El único remedio para curar esta enfermedad es terminar con el mito de que existe una sola manera de educarse y que esa es la que decide el Ministro de Educación de turno.

En tercer lugar, debemos analizar de qué se trata la «educación» pública. Un sólo sistema de estudios, en el cual el programa debe ser autorizado por un burócrata y consiste en adoctrinar a los estudiantes con el fin de que estos justifiquen las diversas inmoralidades que comete la clase dirigente y las califiquen como «actos morales por el bien social». Por brindar algunos ejemplos: la violenta y extrema recaudación impositiva, las limitaciones al mercado que sólo generan una disminución en las inversiones y, por lo tanto, producen un enorme daño al desarrollo y a las oportunidades labores de un país determinado. También el mismo sistema suele inculcar a los «estudiantes» un serio desprecio por las libertades individuales y los individuos suelen justificar prohibiciones ridículas, las cuales castigan de forma extremadamente violenta a las personas que «no cuidan de sí mismas» como a los burócratas de turno les parece que deben hacerlo, aunque no se le haga ningún tipo de daño a un tercero. Todo esto es un adoctrinamiento religioso autoritario el cual incita a las personas a someterse a un Dios (burócrata de turno) y respetar los mandamientos de la Biblia (ley) sin titubeos y con la justificación de que «está escrito». Así como en la religión, la moralidad o inmoralidad de estas leyes, no tiene ninguna importancia.

En cuarto lugar, este sistema público está basado en la crueldad y en la discriminación. El alumno no decide absolutamente nada, sino que todo se decide por él y más le vale adaptarse o, de lo contrario, será catalogado como un holgazán, un estúpido o un delirante por el resto de su vida, por el simple hecho de no adaptarse a este sistema monopólico.

Para cumplir este objetivo, el Ministerio de Educación, dicta las clases que cree convenientes y de la manera que le place, sin importarle en lo más mínimo los intereses del estudiante. Éste después es evaluado en base a ello y se le da un límite de tiempo para estudiar, se lo evalúa con un número y se lo castiga si utiliza un ayuda memoria o mira la hoja de su compañero durante un examen. Con este ejemplo, podemos observar cómo le destruimos al individuo su interés por el estudio, pues deja de hacerlo porque quiere, sino para complacer a otros. Además le producimos una sensación de fracaso y decepción por no lograr alcanzar una nota determinada en una materia que no le interesa o no le agrada la forma en la que es enseñada y el alumno comienza a sentirse atrapado y angustiado, intentando cumplir con el cruel ultimátum ¿Esto acaso incentiva a las personas a aprender o al revés?

Clicke en la imagen para acceder al podcast de Brett Veinotte sobre educación

En quinto lugar, este sistema no es gratuito como muchos piensan. No es solamente desastroso y opresivo, sino que además es extremadamente caro. Todas las personas deben pagar a la fuerza por él. Debido a que el pago no es voluntario, sino coercitivo, se desperdician millones, pues no existe competencia alguna en el mercado que los obligue a cuidar el dinero. Ese capital con el que se mantienen esos horribles centros de adoctrinamiento no crece de los árboles, sino que es quitado a la fuerza de las personas que lo obtuvieron de forma honesta y le hubieran podido encontrar una utilidad. No existe ningún tipo de control para ningún servicio, sólo el mercado es el que se limita a sí mismo y no permite derroches de capital.

El lector dirá: «este hombre critica mucho, pero no brinda soluciones». Lo cierto es que no existe una solución. La educación debe ser completamente libre. El mercado se encargará de brindarla de la mejor manera y las personas podrán elegir qué tipo de educación quieren. Los educadores deberán esforzarse para atraer alumnos e intentar por todos los medios posibles que se interesen por lo que ellos enseñan, sin calificaciones, sin limites de tiempo y sin otra crueldad de ningún tipo. Deben alentar a que los estudiantes aprendan por el placer de aprender y no para satisfacer a los padres, al profesor a o un burócrata. Si no lo logra, pues su remuneración será menor. De este modo, los educadores se verán en la obligación de brindar un buen servicio a bajo costo y no dedicarse a castigar y limitar a los alumnos, para seguir recibiendo el sueldo de forma coercitiva.

Es el cliente, o sea, el estudiante quien debe decidir qué, dónde y cómo estudiar y nadie más. Es él quien debe decidir si ser evaluado o no y en caso de quererlo, sólo él puede elegir cuándo y con quién.

Por último, es necesario aclarar que el sistema de educación libre, lejos de ser excluyente, es todo lo contrario, pues al no existir un monopolio, la educación no será una sóla y mucha gente podrá aprender a realizar tareas útiles, sin necesidad de estar obligada a recibir un papel firmado por un burócrata, sino únicamente será evaluado según sus capacidades laborales.

Si nuestro objetivo es educar, el Ministerio de Educación de cualquier país debe cesar de existir.

*Analista político argentino residente en Israel.

Las dos caras de la Libertad

«Libertad» es una de las palabras que mas livianamente usamos, pero que rara vez nos ponemos muy de acuerdo sobre que se trata realmente. Sus dos significados principales son: La libertad de la opresión (ausencia de coacción), y la libertad para desarrollar el potencial propio (seguridad para desenvolverse).

Veamos donde nos lleva la primer definición: Libertad es ausencia de coerción.

La coerción es la amenaza de utilizar la violencia (no solo física sino de cualquier otro tipo) con el objetivo de condicionar el comportamiento de los individuos. La amenaza o intimidación es el acto de hacer que los otros hagan lo que uno quiere a través del miedo. La violencia es un comportamiento deliberado, que provoca, o puede provocar, daños físicos o psicológicos a otros seres. La coacción se refiere a la violencia o imposición de condiciones empleadas para obligar a un sujeto a realizar u omitir una determinada conducta.

Ahora bien, veamos a donde nos lleva la segunda definición: Libertad es tener seguridades.

El término seguridad se puede referir a la ausencia de riesgo. Riesgo es la vulnerabilidad de «bienes jurídicos protegidos» ante un posible o potencial perjuicio o daño. El Bien Jurídico hace referencia a los bienes, tanto materiales como inmateriales, que son efectivamente protegidos por el Derecho, es decir, son valores legalizados: la salud, la igualdad, la educación,  la pensión, la vivienda, etc.

Estas dos acepciones, pueden tener en común los derechos individuales a la vida, a la libertad y a la propiedad. Pero la gran diferencia es que en el primer caso estos derechos no deben ser vulnerados, y en el segundo caso estos derechos deben ser provistos por alguien mas.

La primer libertad implica que nadie debe proveer nada, sino que es un simple reconocimiento de las libertades naturales de los cuales los individuos son titulares previamente a la existencia de los estados, porque son simples manifestaciones de la propiedad que uno mismo tiene sobre su propia persona. No existe violencia implícita en la definición, sino el derecho de cada uno a defenderla como mejor le parezca. Para poder hacerlo para todos, el estado debería codificar leyes sin desarraigarse nunca de marco teórico, hacerlo con previsibilidad, y en base a la igualdad de todos frente a esas reglas.

Argentinos disfrutando de su Libertad

Argentinos disfrutando de su Libertad. Los agentes del estado controlando para que ninguno se escape, por su propio bien.

La segunda libertad, por el contrario, implica que alguien debe proveerla. Si alguien debe proveerla significa que no es un derecho natural propio del individuo, sino que es el estado el que lo crea. El estado no solo despoja a las personas de la titularidad de los derechos, sino que los subordina a su propia existencia. Y no solo eso. Para proveer, por ejemplo, los derechos a la educación,  la pensión, y a la vivienda,  necesariamente debe vulnerar la propiedad de los demás coercitivamente para poder hacerlo; ya  que el estado no tiene otros bienes que las propiedades con las que disponía originalmente cuando se conformo, o los que son extraídos de la población por medio de la violencia.

De este modo, basándonos en esa segunda libertad sin un principio pacifico, llegamos naturalmente a nuestra realidad actual, en la cual 1 de cada 2 pesos que la gente gana en sus actividades productivas es robado por el estado con su trama indescifrable de impuestos y tasas por todo concepto, para que los que no producen y ostentan privilegios políticos de toda índole que dan por tierra con toda igualdad ante la ley posible, vivan a costa de los demás.

Es hora de sincerarse y de preguntarse si llegar a fines pacíficos por medios violentos es una alternativa valida. Si lo es, somos partidarios de la violencia, y creemos en el estado. Si no lo es, somos partidarios de la paz, y creemos en la gente.

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