Vivir con lo nuestro (I)

La imagen esconde otra metáfora: para el Estado, sos sólo un engranaje.

Cada vez que nos quejamos diciendo que ciertos productos tecnológicos como celulares, cámaras de fotos, electrodomésticos o computadoras no se consiguen en el país (o tienen precios un 100% o 200% más caros respecto de donde son fabricados o de países con aduanas más laxas), ahí está el progre nacionalista diciéndonos que somos unos egoístas “porque no pensamos en la industria nacional”.

Saltando los pasos en donde nos cuestionamos si esas líneas imaginarias llamadas “fronteras” delimitan algo más que hasta dónde saquea un gobierno y dónde empieza a saquear el otro, si los impuestos son morales o si es legítima la autoridad de las aduanas, es interesante detenernos en la idea de “vivir con lo nuestro”.

Nosotros, como individuos, no cultivamos nuestra propia comida, no diseñamos/construimos nuestras casas, no necesariamente hacemos el mantenimiento de plomería o electricidad, no nos cortamos el pelo nosotros mismos, no filmamos nuestras propias películas ni escuchamos nuestra propia música, y un largo etcétera. Tiene mucho más sentido —y otorga mejores resultados— que cada uno se especialice en una cierta cantidad de habilidades, y delegue el resto de las tareas en otros individuos. Así, conectándonos a través del comercio, todos cooperamos para una sociedad mejor, obteniendo el máximo beneficio individual y grupal. Es mucho más rentable trabajar 3 o 4 horas en nuestra especialidad y contratar a un técnico, que pasar varios días haciendo una instalación eléctrica (sin contar los riesgos a nuestra seguridad por falta de experiencia).

Es de esperarse que esto mismo se aplique en un nivel macro.

Así como algunos individuos —por sus capacidades innatas, su crianza, y/o sus pasiones e intereses— tienen mayores capacidades para el arte, los deportes, la ingeniería, las relaciones interpersonales, etc., es de esperarse que los países —por sus recursos naturales, su historia, sus costumbres y/o su ideosincracia— tengan también áreas en las que se desempeñan mejor que en otras.

Sin embargo, en muchos países estamos obsesionados con la idea de la autosuficiencia, sobre todo en el sector de las manufacturas. Acá tenemos este programa de los 80’s, en donde Milton Friedman debate con un proteccionista. El artículo que usan de ejemplo es una videocassetera proveniente de Japón, que amenazaba a los productores locales. Ahora, lo que señala Friedman es que realmente no es importante que no haya VCR’s estadounidenses, ya que Hollywood es el productor n°1 de películas, y recauda por lejos muchísimo más dinero que la industria de los aparatos.

Competir con China en productos tecnológicos y baratos es lisa y llanamente imposible. Además, es innecesario.

Industria nacional made in china

Tomemos el caso de Australia, una de las economías más libres del mundo, y también de las más prósperas: cualquier producto que uno encargue de afuera llega sin inconvenientes ni impuestos adicionales. ¿Qué hacen? Se dedican a la agricultura, la ganadería, la minería, una pequeña industria liviana de ensamblado de autos, el turismo, y el área de servicios. Todo lo demás, lo compran de afuera.

Ahora, el caso de la India: durante años era imposible meter una computadora de 500 dólares a través de la aduana. Conseguir el permiso era una odisea. ¿La excusa? Proteger la (en ese rubro puntual, inexistente) industria nacional. Después de una reforma liberal y cierta apertura de los mercados, India no fabrica computadoras pero tiene uno de los polos de desarrollo de software más importantes del mundo, que mueve miles de millones de dólares.

¿Cuáles serían las potenciales áreas de desarrollo de Argentina, si no fuéramos tan necios y abandonáramos la aventura quijotesca de querer fabricar un blackberry nacional y popular?

Todo lo que es campo y su industria (maquinaria, fertilizantes, etc.), e investigación y desarrollo relacionados. Energía. Recursos naturales. Turismo. En el área de los servicios: al estar fundada en base a inmigración, la sociedad argentina es muy rica en idiomas, con lo cual se pueden ofrecer todo tipo de servicios de atención al cliente hacia el extranjero. También es altísima la cantidad de profesionales de diseño, multimedia, programación, etc. Además, al estar en el mismo huso horario que E.E.U.U. y ser similares culturalmente, se hace mucho más sencillo establecer relaciones comerciales. Todo esto sin contar los servicios para la población local. ¿Cómo se puede competir en las manufacturas? Ofreciendo, por ejemplo, altos niveles de customización o soporte técnico.

Éstas, sin embargo, son sólo mis hipótesis ¿Qué pasaría con el cine nacional, si se le quitaran las trabas a las cámaras, luces, computadoras, etc.? ¿O con la producción discográfica, si se permitiera la libre entrada de instrumentos, micrófonos, consolas, etc.? Las posibilidades son infinitas. Cada persona y país puede y debe encontrar su nicho.

¡Qué Semanita!

Estos últimos 7 días estuvieron plagados de cantidad de eventos que muestran el circo y la decadencia que está hace rato en la política argentina. A continuación, los highlights:

El de los perros

¿Quién te paga el cuidado del perrito? ¿Y de los gatos?

– Un pelotudo del PRO, Amoroso, juntando firmas para un hospital público para las mascotas. Es evidente que, cuando la economía se está yendo al carajo, cuando en los hospitales públicos no hay ni gasas y en la aduana no pasan los medicamentos, la acción que hay que tomar es usar la poquísima guita que le queda a la gente para hacer un hospital para atender perros pulguientos. ¿Falta mucho para que reformen la constitución? Me encantaría saber qué va a pasar con todos los buenistas del PRO una vez que pase esto.

– Salieron los billetes de 00 pesos, con los que pronto podremos empapelar paredes o distribuir en rollos (lo dejo ahí porque mi vieja lee el blog)

– La ministra de educación de Tucumán prepoteó a unos pibes de un colegio que simplemente querían ver un programa de tele. A continuación, la directora de ese colegio (El «Juan Bautista Alberdi»), pasó a succionarle los calcetines a la ministra, al chorro de Alperovich, a la presidente y a todo burócrata que le pasó por adelante alguna vez. Y no olvidemos que dijo que «En los 90 Lanata era un periodista que merecía mi respeto, pero ahora no».  ¿Quién cambió, señora? ¿El gordo o usted?

– Las muñecas de la Reina de la Milanesa en el sketch de PPT fueron más serias que la mismísima.

Algunos decían que era una mina linda...

¿No se parece al Turco?

 

Un tipo inteligente

A ver un llorón ahí…

– Abal Medina hablando en el senado sobre el INDEK parecía una vieja chota e histérica encaprichada, de esas que hacen quilombo en la cola del supermercado. «El INDEK no está intervenido, ¿está claro? ¿Está clarito?» Como si decirlo fuera a cambiar los hechos. Juan Manuel, tu tío era de armas llevar, un tipo peligroso que cayó tiroteándose contra la policía. Se avergonzaría del triste y maricón papel que hiciste teniendo todo el poder del estado atrás.

– Los 500.000 estatales de Provincia de Buenos Aires van a cobrar el aguinaldo en 4 partes, por lo que me alegro mucho. Me alegraría más si no cobraran, pero bueno, es lo que hay. Muchachos, cuando se acabó la caja de expoliación de la que viven, es hora de arreglarse con lo que hay. Es lo que le pasa a infinidad de laburantes no parásitos cuando les va mal en los negocios, que en general no les pasa a ustedes que cobran usando la fuerza contra los pacíficos. Como ven, cada tanto hay que tener «Conciencia Social» y ser solidario con «los que menos tienen».

– La gente de Scioli salió a desmentir que haya una intención de desestabilizar la provincia de parte de los que tienen la caja, mostrando que eligieron muerte, pero antes están dispuestos a sufrir el Dunga Dunga eterno.

– Mi ídolo Guillote Moreno, prohibidor serial de la importación de Corona y elementos tecnológicos, parece ser la última voz cuerda del gobierno. Andaba triste porque lo culpan de las correrías de doña Mecha Marcó Del Pont (¿alguien me quiere decir de qué se ríe siempre?) y preocupado por el intento de ahogar a Scioli.

Guillermo Moreno Preocupado

Vamo’ Willy, ¡que no decaiga!

– Dieron vuelta fotos de Tomada y Marioto reclutando militantes en las cárceles en la famosísima agrupación «Vatayón (sic) Militante» para La Cámpora. No sé si será para tener entre sus filas MÁS chorros o si se están preparando y haciendo amistades para cuando vayan todos presos (si, ya sé, soy un idealista). En el penal de Ezeiza ya se están preparando para recibir a los camporitas expiatorios: en las duchas, en vez de tirar al piso el jabón, ya están practicando con tirar dólares. A todo esto, una genial entrevista al Gordo Valor (gracias Opinador Compulsivo), me hace pensar que un mundo post apocalíptico estilo Mad Max lleno de bandas, puede ser mucho más moral y tener más códigos que lo que tienen las lacras que están hoy en la administración.

– Para el final, la frutillita del postre. Usando la cadena nacional por enésima vez en una semana, la delirante de la nación se refirió, con nombre y apellido al dueño de una inmobiliaria que había osado hablar con el diario Clarín (loSSSSS monopolioSSSSSS) para decir la desestabilizante frase «la economía está mal. no entra un tipo ni equivocado al negocio». Y acá viene lo mejor: la reina agarró el teléfono, lo llamó a uno de sus chupamedias favoritos, Echegaray de la AFIP, para que investiguen al susodicho.

Los resultados de la investigación fueron contundentes: desde 2007 o desde 1997 que no presenta una declaración jurada con el fisco, lo cual para la señora es TERRIBLE y MUY GRAVE. ¿Y de quién es la culpa esto, señora? Si tanto le interesa a la AFIP que la gente pague su tributo y su expoliación, ¿no deberían ser ellos los encargados de ir a buscar la platita y ver que el tipo tenga todo «en regla»? Cuando un ladrón quiere obtener un botín, tiene que ponerse la máscara y los guantes, agarrar la pistola e ir a hacer el trabajo sucio. No puede pretender que voluntariamente las personas le entreguen las pertenencias y se victimicen. Desde este blog quiero felicitar a esa inmobiliaria y a todos aquellos que no presentan declaraciones juradas, evaden impuestos y/o se hacen los boludos lo máximo posible antes de pagar. Para mí son HÉROES.

Y lo mejor de todo, fue el sincericidio de la Pinocha, el cual agradecemos mucho:

en la AFIP, hay una banda, si vos facturás por encima de la banda o por debajo de esta banda salta una alerta en la AFIP y te hacen una inspección integral para ver qué está pasando.

Si no sos parte de la BANDA de chorros de la Señora, guarda con lo que hacés y guarda con lo que decís, a ver si todavía te caen los inspectores de asaltos del Fisco.

Hínquense todos ante la Emperatriz y su corte de bufones.

En defensa de Luis D’elía (y Zulma Lobato)

En el día de ayer  una de la mayoría noticias de los portales de noticias argentinos hacían referencia a una sentencia que ordena a Luis D’elía a pagarle al ex-presidente Eduardo Duhalde la suma de $ 150.000 en concepto de indemnización por haberlo acusado de narcotraficante.

Según Infobae:

El piquetero Luis D’Elía deberá indemnizar al ex presidente interino Eduardo Duhalde con una suma de 150 mil pesos por haberlo vinculado en declaraciones periodísticas al tráfico de estupefacientes, ya que la Corte Suprema de Justicia dejó firme una sentencia de la Justicia Civil y Comercial.

En agosto de 2005, D’Elía había declarado al programa Acerca de Hoy, que se emitía por FM La Isla,  que «el duhaldismo es un gran cartel de la droga hace tantísimo tiempo» y que «la droga y el duhaldismo son dos caras de la misma moneda«.

Defendiendo a Luis D’elía

No se reflexiona  mucho acerca de la injusticia que implica la existencia de leyes que sancionan las calumnias e injurias. Esto se puede deber a que rechazar este tipo de legislación implica al mismo tiempo defender personajes nefastos como son los difamadores, aunque  es probable que D’elia haya mentido en esta oportunidad. Para el punto de vista libertario la situación es más clara, las leyes de calumnias e injurias deberían ser derogadas inmediatamente. Esto se deriva de dos de los principios básicos del libertarismo, la propiedad de uno mismo yel principio de no-agresión, que prohíbe el inicio de la fuerza contra otra persona, y la difamación no se encuentra comprendida entre lo que entendemos por «agresión». Hay otros dos claro argumentos más específicos en contra  de penalizar la difamación.

Los perjudicados. Este primer argumento es el menos controvertido y tiene que ver con la injusticia que significa para la gente de menos recursos la existencia de estas leyes. En general, no disponen de los medios económicos (pagar abogado, trámites, etc.), ni tienen el conocimiento (no saben que pueden apelar a un abogado) para defenderse de una calumnia o injuria.  Esto lo desarrolla Murray Rothbard en su libro «Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario» [PDF]:

Hoy en día, si un hombre es acusado de alguna falta o delito, en general la gente tiende a creer que la acusación es cierta, ya que si fuera falsa, «¿por qué no ini­cia una acción legal por injurias?» La ley de injurias, como es obvio, resul­ta discriminatoria contra los pobres, dado que una persona de escasos recursos difícilmente estará dispuesta a llevar adelante un costoso juicio por calumnias, como sí podría hacerlo una persona adinerada. Además, ahora los ricos pueden  utilizar esta ley en contra de los más pobres, evitando que hagan acusaciones y declaraciones perfectamente legítimas mediante la amenaza de entablarles  juicio por calumnias. En consecuencia, paradójicamente, una persona de recursos limitados es más proclive a sufrir calumnias —y a ver restringida su propia expresión— en el sistema actual que en un mundo sin leyes contra las calumnias o las difamaciones.

En este caso la conclusión es bastante clara. Las leyes imponen más costos para deshacer verdades lo que implica un perjuicio para los que menos tienen. Sin embargo, también es verdad que los más humildes tienen otras prioridades que andar difamando por injurias oEl segundo argumento puede ser un poco más controvertido.

La reputación. El objetivo principal de estas leyes es proteger la reputación de las personas. Sin embargo, la reputación no es algo sobre lo que uno puede tener control, ya que esta formada por la opinión y el pensamiento de los demás sobre uno. En otras palabras, no somos dueños de nuestra imagen. Casualmente ese es el título de un interesante artículo donde Juan Fernando Carpio comenta más acerca de este tema:

Somos dueños de nuestro cerebro, nuestra boca y nuestros órganos sensoriales. A través de lo que vemos, escuchamos, etc nos formamos una opinión sobre los demás. Y esa opinión (que alguien sea honrado, laborioso, ladrón o vulgar) es privativa nuestra. Nuestra imagen, en el sentido de reputación, reside en la mente de otras personas y cualquier acto -aunque use métodos indirectos como la legislación- para impedir a otros expresarla en ámbitos privados (¿a las cuántas personas un ámbito privado se vuelve público?) o públicos, debe considerársele un acto de agresión. Es decir, no sólo que no tenemos derecho a la honra/reputación/”buen nombre” sino que cualquier acto tercerizado de impedir a otros por la fuerza el expresar su opinión con su boca -o su imprenta o señal de radio o website o canal de TV- constituye la auténtica violación de derechos individuales. Las leyes de anti-libel (en inglés) o anti-injuria hacen algo terrible: responden con agresión física (la fuerza pública con multa, captura, cárcel) a actos esencialmente pacíficos y meramente comunicacionales de crítica o desprestigio. Recordemos que todo derecho tiene una obligación como contraparte, pero no nuestra, sino que obliga a otros a cumplir X o Y condiciones.

Tampoco existe realmente UNA reputación, sino que hay tantas reputaciones como gente que opine sobre esa persona. Cuando hablamos de reputaciones buenas o malas se trata de una generalización. Es posible la existencia de reputaciones contradictorias. Por lo tanto, tampoco queda limpia la reputación con un fallo judicial , o ¿acaso ahora ustedes creen que Duhalde no fue un narcotraficante? Duhalde se benefició económicamente, pero no pudo reparar su reputación simplemente porque es eso es una tarea imposible.

Finalmente, aceptar que la reputación no existe nos lleva a concluir que cuestiones similares como  el derecho al honor o a la imagen tampoco son verdaderos derechos, sino que tienen como base las percepciones que los demás tienen de uno, y como tal no podría ser castigado.

En el mismo sentido, Walter Block plantea en su libro «Defendiendo lo Indefendible», [PDF] que la aplicación estricta de las leyes de calumnias e injurias deberían también sancionar reseñas musicales, de cine, o teatro, sátiras y críticas literarias, ya que las mismas podrían llegar a dañar la reputación del director, escritor o compositor, lo que en realidad sería una violación a la libertad de expresión. Tal como ocurre en la actualidad con el cuerpo legal vigente.

Volviendo a la situación en nuestro país, las penas del delito de calumnias e injurias, que antes podían hasta llevar a prisión al culpable, fueron atenuadas en 2009 años a raíz de lo que ordenó  de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el fallo «Kimel» (2008) [DOC]. El senador pampeano Rubén Marín, explicó en su momento:

“Para que la conducta no sea imputable, sólo se requiere no actuar con real malicia, conforme lo determina ya la jurisprudencia. Es decir, no reconocer la falsedad o, por lo menos, haber sido lo suficientemente diligente como para proporcionar información real”

Se consagró como ley la doctrina jurídica conocida como real malicia, que encuentra su origen en una decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos, el caso » New York Times Co. v. Sullivan«. Esta innovación en los criterios para restringir la libertad de expresión no trajo un cambio en la forma de ver la difamación, todavía se presume que lo declarado o impreso es la verdad y está en manos del perjudicado demostrar que se lo ha difamado. Mientras tanto la gente sigue confiando en que la injuria no es un libelo, si no la realidad. Por último, la reforma continúa permitiendo al «damnificado» por la difamación iniciar una acción judicial por daños y perjuicios , por lo tanto deja  lugar para más injusticias.

Eliminando las leyes que prohíben las  calumnias e injurias y dejando de obligar al afectado a demostrar que se trataba de una difamación, se podría derribar la presunción de verdad que tienen hoy declaraciones injuriantes, y báiscamente cualquier hecho que sea comunicado.  En este aspecto los defensores del régimen kirchnerista se verían beneficiados ya que no tendrían que destinar (nuestros) recursos para salir a decir que «Clarín Miente» , ni Zulma Lobato gastaría dinero enviando «cartas documentos», la gente comenzará a presumir la falsedad de las declaraciones, salvo que se ofrezcan las evidencias suficientes para obtener credibilidad.

Más allá de todo esto, el motivo principal por el que se debe proteger la libertad de expresión de los difamadores, es que asi, al mismo tiempo, estamos protegiendo la nuestra. Concluye Walter Block:

Probablemente no haya más repugnante y cruel que la difamación. Entonces, debemos  poner especial cuidado en defender la libre expresión de los difamadores, ya que si ellos pueden ser protegidos, los derechos de los demás — que no suelen ser tan ofensivos — estarán más seguros. Pero si la libertad de expresión de los difamadores no es protegida, los derechos de los demás estarán menos seguros.

La sociedad de consumo

En la cabeza de la mayoría de la gente está la idea de que el capitalismo es el responsable de haber creado una sociedad consumista. Esto no es cierto, por varios motivos. El primero, como ya dijimos en este artículo, es que no vivimos en un sistema capitalista. Estamos en un sistema corporativista. El capitalismo todo lo que dice es que los medios de producción deben estar en manos de individuos o sociedades privadas, que son libres para relacionarse entre sí sin coerción.

¿Qué es lo que hace, entonces, que las personas se vuelquen a la compra compulsiva de bienes materiales (muchas veces intrascendentes y/o innecesarios) como respuesta a la búsqueda de la felicidad?

 

1. La inflación: el sistema monetario actual, con bancos centrales, reserva fraccionaria, y billetes respaldados por aire, tiene a la inflación como componente inherente. El dinero se crea respaldado por deuda, con lo cual para pagar esa deuda + interés se debe imprimir más dinero ad infinitum. A mayor dinero en circulación, cae su poder adquisitivo (más información acá), con lo cual, estamos incentivados a gastar en vez de ahorrar, ya que mes a mes nuestro dinero vale menos. 

2. El monopolio estatal de la recolección de basura: como ya expuso un miembro del PL en este artículo, el sistema actual de recolección y disposición de residuos tiene totalmente desligadas las acciones de los usuarios de sus consecuencias: al estar financiado compulsivamente mediante impuestos parejos para todos,

no hay un incentivo económico para generar menos desechos. El ciudadano que recicla, reutiliza o es más ecológico a la hora de elegir el packaging de los productos que consume, paga el mismo importe que el que produce basura indiscriminadamente.”

Así, no estamos incentivados a comprar bienes que duren o que realmente nos sean de utilidad, ya que no pagamos el real costo de su disposición final si es que se rompe o simplemente ya no nos interesa.

3. El sistema educativo: la educación estatal (tanto de gestión pública como privada) que rige en la mayoría de los países tiene su origen en el sistema prusiano de mediados del siglo XIX, que tenía como objetivo producir trabajadores industriales y soldados. No es de sorprender, entonces, que seamos tan susceptibles a la publicidad: se nos enseña a no cuestionar a la autoridad, a aprender de memoria y por repetición, y a que el conocimiento se transmite desde arriba en vez de construirse desde el alumno. Bombardeo constante + falta de pensamiento crítico = vámonos de shopping. También se nos enseña que hay una sola respuesta correcta y nos acostumbran a usar uniforme, con lo cual queremos hacer lo que hace todo el mundo: los demás tienen cosas, nosotros tenemos que tenerlas.

4. Los impuestos: los impuestos a la vivienda, a las tierras o al patrimonio nos obligan a mantenernos en el loop trabajo-gasto, para que evitar que en el correr de unos pocos años el Estado nos secuestre y remate la propiedad para saldar nuestras deudas con el fisco. Una vida autosuficiente es imposible, ya que tenemos que producir un extra para alimentar al Leviatán.

(Para los interesados en la autosuficiencia, recomiendo esta película, que explora viviendas muy cómodas, tecnológicas y autosuficientes a nivel calefacción, agua, electricidad, y prácticamente comida).

 

Es de esperarse que, sin la coerción estatal, una sociedad libre tenga entre sus filas a consumidores más críticos, responsables, prudentes, y —sobre todo— felices.

 

(en boca de góndola)

Cabezas en oferta

Cristina Fernández y el plan de dios

Taos Turner, en inglés, sobre la justificación de Cristina Kirchner de las acciones de los opositores y periodistas:

Of course, if Kirchner is correct, then her political opponents, as well as the journalists she often criticizes, are simply behaving the way God wants them to behave. But if that’s the case, how can they be blamed for simply acting in accordance with God’s will?

Labor union boss Hugo Moyano led a national strike last week, against the government — because God wanted him to do it? Buenos Aires Mayor Mauricio Macri rejects Kirchner’s plans to turn the subway system over to his district — because God wants him to do so?

Lo pueden leer acá

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Ellos murieron por nosotros

En palabras de Cristina Kirchner:

 Por esa Argentina él se murió, para lograr esa Argentina.

En palabras de la agencia oficial de noticias de Corea del Norte:

Corea del Norte está de luto tras conocerse la noticia de la muerte de Kim Jong-il, fallecido el pasado sábado 17 de diciembre a causa de «un gran esfuerzo mental y físico»

 

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Intervencionismo Destructor

Los impuestos transforman al ciudadano en súbdito, a la persona libre en esclava y al Estado (nuestro supuesto servidor) en dueño de nuestras vidas y haciendas. Cuanto mayores son los impuestos y más insidiosa la acción recaudatoria, más súbditos y más esclavos somos del Estado.

— Arthur O. Fraser (Economista y sociólogo británico)

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¿Quién tiene que dar explicaciones?

Cuando en alguna reunión social surge algún tema político, si hay un libertario entre los participantes, seguro se lleva todas las miradas. ¿Quién va a proveer la moneda sin un Banco Central? ¿Quién va a decidir los contenidos educativos en ausencia de un Ministerio de Educación? ¿Qué avión va a ir desde Chaco a Salta en ausencia de una aerolínea estatal? Estas son algunas de las preguntas a las que estamos acostumbrados a recibir cuando exponemos nuestra visión de una sociedad libre.

Es entendible, las ideas liberales han sido distorsionadas en los 70 últimos años, tanto por aquellos que decían ser liberales, como por sus enemigos, y eso ha tenido consecuencias irrefutables. Por un lado se identificó el liberalismo a posiciones anti-liberales, por el otro esa confusión derivó en que aquellos que no tuvieron la curiosidad de investigar un poco no sepan lo que realmente sostiene y propone el liberalismo.

Sin embargo, los libertarios son interrogados acerca de estas cuestiones por una razón muy simple. Es porque hablamos de algo que para ellos es desconocido, no son fenómenos físicos, o que puedan ser predecidos de alguna forma. No sabemos que surgirá del mercado porque el mercado no existe, es una entelequia. Cualquier definición acerca de qué es un mercado libre que incluya ejemplos estará incompleta y probablemente equivocada. ¿Qué es el mercado? Podemos decir , al igual que el lenguaje, el mercado es uno orden espontáneo. Nadie inventó el mercado, o lo descubrió, si no que se fue conformando a partir de un proceso evolutivo donde los individuos descubrían que había formas de relacionarse con los demás que los beneficiaban (comercio, especialización, respeto de la propiedad) y otros que los perjudicaban (guerra, agresión contra la propiedad de otro, etc)

Todas esas preguntas son imposibles de responder a priori. No podemos contestar la mayoría de las preguntas de como funcionarían las cosas en un mercado libre, porque esto depende de las millones de acciones individuales que hacen las personas todos los días cuando toman decisiones acerca de su vida, y de las ideas que pueden surgir en un ámbito en libertad.  Son los emprendedores los que terminan descubriendo soluciones a los diferentes problemas, y es la gente, la que adquiriendo o no ese producto o servicio  aprueba o desaprueba esa innovación. ¿Y cuáles serán esos productos o servicios? Eso no tiene respuesta, apenas se pueden esbozar como podrían llegar a ser las soluciones, conociendo como funcionaría un mercado sin intervención, como funciona la competencia como mecanismo de control, y como las soluciones no-estatales pueden ser abismalmente diferente a las que conocemos hoy.

Al mismo tiempo, los que defienden regulaciones del estado, si tienen una respuesta a todas estas preguntas. La respuesta la encuentran en el burócrata de turno ¿Quién es el mejor para definir los contenidos educativos que estudian los chicos? El Sr. Ministro de Eduación, responden. ¿Quién es el mejor para determinar la oferta monetaria? El Presidente del Banco Central. ¿Quién puede competir y quién no? La comisión de defensa de la competencia lo sabe.  Así con todas las preguntas. Para cada asunto que se presenta en la vida de la gente, hay un experto para digitar a la distancia como debe ser. ¿Qué sustancias deben ser prohibidas y cuáles no? La respuesta la va a dar el Ministro de Salud. ¿Y el margen de ganancia de las empresas? Ellos lo pueden determinar.

Volviendo a la situación inicial, esa donde el libertario recibe preguntas acerca de como funcionaría una sociedad libre, parece ridículo que personas que sostienen un sistema basado en relaciones que tienen como fundamento el uso de la fuerza (decretos, dictamenes, leyes, y ordenanzas que indican lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer, incluso respecto de conductas pacíficas) anden exigiendo explicaciones a aquellos que favorecen una sociedad basada en acuerdos voluntarios, y en el principio de no-agresión, como fundamento básico de toda acción humana.

Mientras que el libertario no puede responder la mayoría de las preguntas que recibe, sobre como sería una sociedad libre, si puede dar su idea al respecto. Murray Rothbard, los Tannehils, y Jacob Hornberger, entre muchos otros, dieron su visión sobre una sociedad libre. Sin embargo, los que tienen que dar explicaciones no somos los libertarios. Bajo una sociedad libre los estatistas podrían tener su estatopía, mientras el ingreso y egreso sea libre, y no genere obligaciones para los que no quieran formar parte, similar al caso de los kibbutz, comunidades socialistas voluntarias.

Los estatistas, por el otro lado, arman sus modelos contemplando que aquel que no esté de acuerdo, debe ser forzado a que se sumen a su proyecto, de lo contrario les espera, la cárcel o la muerte (prueben no pagar impuestos). Sería mucho mas interesante escucharlos a ellos responder algunas preguntas como por ejemplo, ¿qué hace que al Ministro de Educación más facultado para elegir los contenidos educativos de los hijos de otros? ¿Por qué para injerir algo, sea medicamento, comida o bebida, debe estar aprobado por el gobierno? ¿Por qué necesito pedirles permiso a ellos para ofrecer un producto o servicio o abrir un negocio?

Alrededor de la justificación de la violencia se han creado  teorías económicas, teorías políticas, y otras teorías que pretenden ser científicas, que intentan ofrecerle una carta blanche a quiénes detentan el poder. Lo penoso de esta situación, es que la gente ha aceptado sin ninguna queja el carácter todopoderoso del estado.

En síntesis, el liberalismo propone un programa íntegramente negativo y simple, en otras palabras, el liberalismo requiere únicamente la abstención de iniciar el uso de la fuerza, y de no incurrir en  fraude contra otro/s (Kinsella aclara el a veces confuso concepto de «fraude»), es decir no le pide a nadie que haga nada. En la otra punta, el plan de los estatistas solo parece ser posible de cumplir forzando a toda la población a llevar tu vida como ellos dicen que la tenes que llevar, relacionarte con los demás bajos las condiciones que ellos dicen que tenes que relacionarte, y por último perseguir los fines que ellos creen adecuados para la gente, o peor, sus propios fines.

A partir de estas descripciones, ¿quién es el que debe dar las explicaciones de como funcionaría su ideal de sociedad? El que propone, un plan activo o que el propone solamente la abstención de realizar determinadas conductas? La respuesta no parece traer mayores dificultades, son los que proponen la violencia como modo de interrelacionarse.

Una última cuestión a destacar, tal vez el libertario sea quién debe contestar todas estas preguntas, por una razón sencilla: vivimos en un contexto estatista, y el fracaso del estatismo ya lo conocemos. ¿Qué más le podemos pedir? Además de las excusas que dan para justificar su fracaso («no se fue a fondo», dicen) y de las conspiraciones que inventan sobre los grupos que no piensan como ellos, no tiene mucho para decir, ni mucho sentido que sigan hablando.

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Liviandad

Escuchando Esta Lengua Es Mía el otro día, Benegas entrevistaba a un diputado nacional, radical si no me equivoco, que hablaba de que estaban «trabajando» en un proyecto para subir el mínimo no imponible a 9000 y pico de pesos. Y este fulano decía con total liviandad que esto iba a significar 4.000.000.000 de pesos anuales menos para la caja, pero que bueno, se quedaran tranquilos porque, para no «desfinanciar al estado», iban a proponer otro proyecto para recaudar guita de la renta financiera, con la que pensaban juntar 5.000.000.000 de pesos por año para la caja. Y hablaba del tema de la misma forma que nosotros podemos hablar con nuestros amigos de cuánta guita pusimos para el asado o cuánto gastamos en la última salida.

Tipos que en su perra vida laburaron y vivieron siempre del estado hablan así nomás de decidir los destinos de miles de millones de pesos de personas que laburan y producen riqueza. ¿Es posible que nos hayamos vuelto tan locos como para permitir algo así y que encima nos parezca algo normal? ¿A éstos tipos no se les cae la cara de vergüenza?

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Sandy Springs, ¿el paraíso liberal?

En The Marginal Revolution, el alguna vez libertario y economista Tyler Cowen, plantea el caso de Sandy Springs en Georgia, Estados Unidos, como un ejemplo magnifico de una ciudad que puede funcionar privatizando todos sus servicios. Anteriormente, la revista libertaria Reason también hizo un especial acerca de la curiosa Sandy Springs, destacando las bondades que recién mencionabamos. La nota original, en el New York Times, dice:

Applying for a business license? Speak to a woman with Severn Trent, a multinational company based in Coventry, England. Want to build a new deck on your house? Chat with an employee of Collaborative Consulting, based in Burlington, Mass. Need a word with people who oversee trash collection? That would be the URS Corporation, based in San Francisco.

Even the city’s court, which is in session on this May afternoon, next to the revenue division, is handled by a private company, the Jacobs Engineering Group of Pasadena, Calif. The company’s staff is in charge of all administrative work, though the judge, Lawrence Young, is essentially a legal temp, paid a flat rate of $100 an hour.

Desde la recolección de residuos, la gestión del centro de operaciones del 911, hasta la agencia que maneja las licencias, está todo subcontratado por el estado. Reason y Cowen presentan a Sandy Springs como un ejemplo de como una sociedad puede ser gestionada de forma privada. Pero, ¿estamos verdaderamente ante una sociedad gestionada de forma privada?

El modelo de Sandy Springs ofrece algunas ventajas frente al modelo tradicional de municipio donde los servicios están manejados integramente por el estado. Por un lado, los contratos de servicios están sujetos al cumplimiento de objetivos medidos mediante métricas, y en caso de fracasar, aquellos que perdieron la licitación pasan a proveer el servicio. Pero no todo es color de rosa, este sistema contiene varios problemas.

Sandy Springs, Georgia

En primer lugar, y el aspecto más importante, los servicios siguen siendo financiados de forma coercitiva. Los ciudadanos no han contratado los diferentes servicios que ofrece Sandy Spring, ni han elegido ellos cuanto presupuesto debe destinarse a cada servicio. El gobierno continúa determinando la asignación de recursos, que, en general, no va coincidir con lo que cada habitante del municipio considera que debe asignar de su capital, es decir seguirá ignorando la decisiones libres y voluntarias de los que viven allí.

En segundo lugar, está ausente otro de los factores fundamentales en un mercado libre, la competencia. El gobierno convierte lo que antes eran monopolios estatales en monopolios privados garantizados por el estado, y si bien las empresa compiten en las licitaciones, una verdadera competencia se da todos los días donde los usuarios tienen la posibilidad de decidir a quién premiar y a quién castigar, y no contratos definidos en oficinas donde los que toman las decisiones tal vez nunca usen esos servicios.

Por  último, si promovemos privatizar (en el verdadero sentido) a algún sector, lo haríamos solamente en sectores donde puedan tambier participar cualquier privado. Es decir, no privatizaríamos la agencia de licencias, la recolección de impuestos, o algún servicio de salud estatal. Para estos, dejamos reservada la eliminación de todas esas actividades que solamente pueden realizarse al amparo del estado.

En conclusión, Sandy Springs no  es una ciudad ideal para un libertario, ni por cerca. Sin dudas,  conservadores o neoliberales podrían considerarla una ciudad paradísica donde las alianzas entre empresas privadas y el estado que tanto defienden sería moneda corriente. Pero

para un libertario Sandy Springs es otro ejemplo de como las ideas pueden ser tergiversadas.  Algunos «libertarios» no terminan de comprender la diferencia simple entre ser  pro-mercado  y pro-empresa.  La única verdadera privatización no es la que se subcontrata un servicio, sino en la que el estado elimina de raíz esa función y permite libre competencia.

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