El fifty-fifty
Por un lado, el dirigente sindical más despreciado por la población sugiere que la distribución de la riqueza debería ser “fifty fifty” con “la patronal”. Por el otro, la Presidenta de la República le responde que los trabajadores ya representan el 48.1 % del PBI, con lo que ya están cerca de alcanzar el “fifty- fifty” tan añorado.
Ahora bien, si con un amigo compramos una camioneta para destinarla al negocio de la logística (es decir, compramos un flete) y si los dos pusimos el mismo dinero para adquirirla, es lógico que cuando lleguen las ganancias, la distribución sea del 50% para cada uno. Distinto sería si yo solo compro la camioneta. En este contexto todas las ganancias son para mí, y es algo justo porque yo me arriesgué a perder el dinero si el negocio no funcionaba. Por último, si decido contratar un chofer para la misma, seguramente las ganancias no sean 50% y 50% sino un pago por los servicios prestados.
Ahora bien, alrededor de 1870 fue el economista Carlos Marx el que criticó duramente este sistema y dividió a la sociedad. No quiere decir que haya iniciado una guerra civil, pero sí que la dividió -en términos teóricos- en dos grupos distintos. Por un lado los capitalistas (yo con mi camioneta) y por otro lado los trabajadores (el chofer).
Y claro, como la ganancia propiamente dicha, es decir, los ingresos menos los costos (entre los cuales se incluye el salario del chofer), es toda para el dueño del flete, el sistema debía estar corrupto. ¿Cómo era posible que si los dos están trabajando de igual a igual, o en ocasiones el chofer trabaja mucho más, la ganancia sea toda para el dueño?
El problema con esta mirada es justamente el planteo inicial en el que dos grupos estancos luchan por un lote de beneficios que también es invariable. En este contexto, si los capitalistas se llevan el 100% de la ganancia, están explotando a los trabajadores. Pero de la misma forma, si fueran los trabajadores los que embolsaran el 100% de las ganancias, éstos serían considerados los explotadores. Al menos así debería entenderse de seguir el razonamiento hasta el otro extremo.
Es esta errónea apreciación de la sociedad y de la economía lo que hace que hoy, a 144 años de la publicación de “El Capital”, creamos que lo mejor es que las ganancias se dividan “fifty-fifty”. Sólo así estamos en equilibrio y nadie se saca diferencias.
Sin embargo, como apunta P.J. O’Rourke en su libro “Eat The Rich”:
“En la diferencia entre pobreza y riqueza, el problema es la pobreza, no la diferencia. La riqueza es buena.
Y vos lo sabés respecto de tu propia riqueza. Si fueras rico, sería genial. Mejorarías tu vida. Mejorarías la vida de tu familia. Comprarías educación, viajes, conocimiento sobre el mundo. Invertirías en cosas que valgan la pena. Donarías para causas nobles. Ayudarías a tus amigos y vecinos. Tu vida sería mejor si fueras rico. La vida de la gente que te rodea sería mejor. Tu riqueza es buena. Entonces ¿Por qué es que la riqueza de todos los demás no lo es?”
Enfocar el problema de la pobreza desde el lado de la distribución no permite ver que aún llegando al paraíso de la distribución, podemos ser enormemente pobres.
El mundo (el que funciona) no se compone de grupos distintos que luchan por dividirse la riqueza. El mundo que funciona se compone de individuos que están buscando constantemente la manera de vivir mejor y, en esta búsqueda, generan riqueza continuamente (en forma de nuevos bienes o nuevas formas de producirlos) de la que todos nos beneficiamos.
Si por entender mal este proceso lo obstruimos buscando la equidad distributiva, podemos quedarnos sin el pan y sin la torta. Es decir, vamos a ser un país mucho más pobre y, por el otro lado, la igualdad será entre los muchos, mientras que los pocos que parten y reparten, se seguirán quedando con la mejor parte.
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