Jurando por un sueño…

[Publicado Originalmente en:  jueves 9  de diciembre – La crisis es filosófica]

O una pesadilla…


Hace poco asistí a la ceremonia de colación de grado de la Facultad de Ciencias Económicas, en donde recibí de manos de las autoridades mi diploma de Licenciado en Administración.

Si bien la última materia la rendí hace dos años, los trámites burocráticos toman su tiempo y uno es agraciado si recibe su diploma al año de concluir los estudios. Uno de estos trámites consiste en elegir la “fórmula del juramento profesional”.

Para asegurar que tendremos una conducta ética y responsable, y no defraudaremos maliciosamente a nadie en el ejercicio de nuestra profesión, se nos hace jurar ante algo supuestamente “superior”. Las fórmulas a elegir pueden ser:

Fórmula #1: “Juro por dios nuestro señor y estos santos evangelios, la patria y el bienestar de la humanidad y los derechos humanos, arreglar mi conducta a los dictados del bien y de las leyes, dedicar con empeño patriótico mis esfuerzos al engrandecimiento de la nación, poner íntegra y lealmente alservicio de la sociedad y de mis semejantes los conocimientos de mi profesión, de mi arte o de mi ciencia. Si así no lo hiciera, dios, la patria y la humanidad me lo demanden«

Fórmula #2: «Juro por la patria, el bienestar de la humanidad y los derechos humanos, arreglar mi conducta a los dictados del bien (…) Si así no lo hiciera, la patria y la humanidad me lo demanden»

Fórmula #3: “Juro por dios, la patria y el bienestar de la humanidad y los derechos humanos, arreglar mi conducta a los dictados del bien (…) Si así no lo hiciera, dios, la patria y la humanidad me lo demanden».

Como puede observarse, Dios y los Santos Evangelios pueden obviarse en vista de que haya ateos o religiosos no católicos entre los graduados. Sin embargo, la patria, el engrandecimiento de la nación y el servicio a la sociedad deben mencionarse siempre.

¿Y qué hay del que quiere trabajar por su futuro personal? ¿Quién considera al que quiere procurar el bienestar a su familia mediante el esfuerzo y el trabajo? ¿Por qué no se puede jurar por engrandecer la cartera de clientes y ponerse al servicio de ellos cuando nos necesiten?

Se ve que al lado de “lo patriótico”, las inclinaciones personales, quedan en segundo plano.

Ahora bien, respecto de la cuestión religiosa, ya sea que exista dios o no, sus intérpretes siempre fueron seres humanos. Y cuando los reyes decían recibir su autoridad de éstos, no evitaron caer en las tentaciones del poder, lo que terminó con el colapso de las monarquías absolutas por derecho divino de la Edad Media.

Con conceptos como “la patria”, el “bienestar de la humanidad” y el engrandecimiento de la nación, el problema es el mismo: su interpretación. ¿Quién vendrá a interpretar al pueblo y la nación cuando éstos deban demandarnos?

No hace mucho en una de sus editoriales Jorge Lanata nos recordaba –en crítica al nuevo director de Télam, Martín García, y a Federico Luppi- que no hay solamente “un pueblo”:

“García dice en una nota de La Nación: ‘estamos del lado del pueblo’, como si el pueblo tuviera un solo lado ¿No? ‘Nosotros somos el pueblo’. Mirá vos. Tanto García, como Luppi quizás representen al 40%, 50%, al 60% o al 95% de la población, pero no son toda la población. No son el pueblo. Todos somos el pueblo.”

Si bien someter nuestro accionar a algo que consideramos superior parece revestir un carácter sagrado e inviolable que asegurará nuestro buen desempeño, aceptar – ¡y jurar!- que debemos trabajar por “la nación” y servir a “la sociedad” es el caldo de cultivo para que cualquier presidente o funcionario se arrogue la representación de éstas y en su nombre vulnere los derechos más esenciales de los ciudadanos.

Los más conocidos dictadores –que en su mayoría gozaron de alta aprobación popular en sus comienzos- siempre olvidaron el detalle que el pueblo somos todos, y no su propia versión de éste.

dado que nadie puede representarnos fehacientemente a los cuarenta y algo de millones que ya debemos ser, es un buen momento para replantear la validez de estos juramentos y juzgar su real trascendencia.

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La Escuela Kirchner y la otra cara del Derecho a la Educación

A partir de hoy vamos a estar republicando los posts de nuestro amigo de La crisis es filosofica.

[Publicado Originalmente en: Viernes 3 de diciembre – La crisis es filosófica]

Imaginemos que un día los dueños de Coca-Cola Company® decidieran realizar un “lifting comercial” y cambiaran el nombre de su producto estrella de “Coca-Cola” a “Luis Barrionuevo-Cola”.

Por supuesto que cualquiera podría inferir que la poca relación del nombre con el “objeto social” de la empresa, en conjunto con la pésima connotación que implica llamarse como el célebre “no robemos por dos años” Barrionuevo, tendría como consecuencia un fracaso comercial digno del libro de los récords.

He aquí un buen incentivo para que las organizaciones busquen tener nombres que las relacionen con su actividad comercial y suenen atractivos para el cliente.

Sin embargo, en el sagrado mundo de la educación pública, no existen mecanismos que prevengan a las escuelas de cometer estos errores. El caso más reciente es la inauguración de la Escuela “Presidente Néstor Carlos Kirchner”.

Más allá de lo poco que hizo Néstor por la educación, lo mucho que hizo por destruir el poder de compra de los argentinos, y los escándalos de corrupción que estallaron durante su gobierno, los chicos de Albardón irán todos los días al colegio que lleva su nombre.

Ahora bien, si Coca-Cola quiere ponerse un nombre indecoroso, poco podríamos opinar al respecto. De hecho, pondrá en juego su patrimonio, no el nuestro.

¿Pero por qué parte de nuestro patrimonio sí será destinada a financiar actividades que algunos consideramos equivocadas y distorsivas de la realidad como poner a Kirchner a la par de próceres como Alberdi y Sarmiento?

Algunos argumentarán: “Estimados, así es la democracia, cuandoellos están en el poder, hay que aguantársela”.

Ahora, ¿implica esto que cuando otro sea el presidente podrá construir la “Escuela Conductor Marcelo Hugo Tinelli” o el “Liceo Superior Actor Guillermo Francella” y quienes estén en desacuerdo deberán, no sólo tolerarlo, sino también solventarlo?

¿Implica que cuando unos estén en el poder aprenderemos que “Perón ama a los niños” o que “Perón y Evita nos aman” y cuando otro sea el gobierno, cambiará el personaje a venerar porque así es la democracia?

Podemos pensar que hay distintas miradas del mundo, la economía, la sociedad y la historia, que merecen -o no- ser enseñadas y aprendidas. Ahora, el sistema de la educación pública (y monopólica ya que todos los programas deben ser aprobados por el Ministerio de Educación para ser “oficiales”) provista por el Estado ha tendido a priorizar una mirada sobre otra. Y el resto, ajo y agua.

¿Habrá un sistema en que si es del gusto personal de alguno enseñar a las generaciones futuras lo maravilloso que fue “el primer trabajador” pueda hacerlo y no tenga que obligarnos a todos a financiarlo?

¿Existe un mundo en el que puedan convivir escuelas “Néstor Kirchner” y “Carlos Menem” y yo no tenga que ser cómplice de la decadencia de la educación nacional? ¿Podremos -con libertad- decidir a qué colegio enviar a nuestros hijos según nuestras convicciones y no según la de los que nos gobiernan?

¿No sería éste un sistema mucho más democrático y mucho más plural, de verdad?

En nombre de la pluralidad y la «democratización» se han intentado controlar los medios de comunicación, acusados de ser monopólicos.

Sin embargo, a nadie se escuchó aún hablar del monopolio que implica el sistema de educación pública y la otra cara que presenta el “derecho” a la enseñanza.

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