La posibilidad de elegir: Aerolíneas Argentinas o Aerolíneas Argentinas

La pérdida de dos millones de dólares por día  por parte de la aerolínea estatal Aerolíneas Argentinas es un grave problema, que se puede ver en cualquier balance. Lo que no está tan visible son los efectos secundarios que implica tener una empresa estatal, como por ejemplo, las regulaciones para favorecer a la empresa estatal en perjuicio de la competencia.

La medida que prohíbe a LAN volar desde aeroparque vuelos regionales en un caso típico: 

No es fácil competir con Aerolíneas Argentinas y Austral. Y si no, que lo diga LAN Argentina. Mientras su paciencia se agotaba a la espera de una autorización para traer un avión nuevo destinado a cubrir la ruta Buenos Aires/Miami, se topó con una prohibición de volar.

El viernes pasado, el Gobierno notificó a la empresa que a partir del 1° de enero ya no podrá hacer vuelos regionales desde Aeroparque, privilegiado lugar de despegue que usan Aerolíneas, Austral, las brasileñas TAM y Gol y LAN Airlines (la compañía aérea chilena basada en Santiago) para cubrir las rutas con los destinos de América latina. Ayer se terminó de definir la estrategia y hoy LAN ya no esperará la resolución oficial: recurrirá a la Justicia para lograr que lo dejen en condiciones de igualdad con sus competidoras.

La odisea de LAN empezó hace ya varios meses, cuando la aerolínea le presentó a la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) la documentación necesaria para sumar un nuevo avión a su flota. Según consta en los registros de la ANAC, el 1° de septiembre pasado la aerolínea requirió la autorización para aumentar las operaciones a Miami. «La operación se realizará con dos aeronaves Boeing 767-300 actualmente afectadas a la compañía, agregándose una nueva aeronave Boeing 767-300 con el correspondiente personal de mando y cabina argentino», dice la presentación que lleva el número 349418/11.

Esto nos deja claro tres cosas. Los efectos nocivos de las empresas estatales van mucho más allá de lo que se ve superficialmente. Las regulaciones del tráfico aéreo son para proteger a las empresas y perjudicar a los consumidores. Y por último, la única solución radica en una política de cielos abiertos y libre competencia que tiene como resultado más personas volando a un precio más bajo y con mayor comodidad.

 

 

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Terroristas

Cómo si fuese una parodia de un régimen autoritario, el Jefe de la Unidad de Información Financiera, Jose Sbatella afirma que con la nueva ley antiterrorista, que ya obtuvo media sanción en Diputados, la usarán para perseguir civiles:

El jefe de la Unidad de Investigación Financiera (UIF), José Sbatella, confirmó esta mañana que por la nueva ley que busca agravar las penas a los que financien o faciliten el terrorismo , se podrá encarcelar empresarios que el Gobierno nacional considere que «aterrorizan a la población o afectan la gobernabilidad», ante una «corrida bancaria o un ataque a la moneda».

Bajo el concepto de la «generación de terror» en la población, el titular de la UIF indicó que podrían terminar presos empresarios que fueran acusados por el Gobierno nacional de provocar «desestabilización o afectar la gobernabilidad del Estado». De todos modos, aclaró que la medida «no va a penalizar la protesta social, ya que se puso un párrafo para aclarar eso».

La ley deja abierta la posibilidad de que se graven con pena por terrorismo la manipulación del mercado o el ataque a la gobernabilidad. «A ésto también se lo va a poder caracterizar como un ataque que aterroriza a la población», afirmó Sbatella en declaraciones radiales. El funcionario nacional afirmó que una amplia figura del «terrorismo» será aplicada a «los ataques de mercado o a la moneda» o situaciones que «ataquen la gobernabilidad».

Este tipo de legislación que se réplica en varios países nunca viene ausente de problemas. En general, aquellos que la defienden, alegan que es un instrumento para combatir el flagelo del terrorismo global y asegurar la seguridad nacional. Los que se oponen, la señalan como la introducción de herramientas peligrosas para los derechos individuales de los individuos, y el instrumento ideal de un gobierno para perseguir opositores y disidentes.

En este país  sucede todo lo contrario. A nadie le importan los derechos individuales. Por un lado, un funcionario de gobierno advierte sin ningún problema que la ley va a ser usada para perseguir empresarios y comerciantes, y ante estos comentarios de un funcionario nadie dijo nada. Excepto, por algunas organizaciones de derechos humanos, que han llamado la atención sobre este proyecto de ley, pero solamente por el hecho de que «puede criminalizar la protesta social». ¿Y el resto de los peligros que significa esta ley? Bien, gracias. Perseguir a personas que quieren comprar dólares, sacar su dinero del banco o comprar una propiedad, no es tan grave.

Toda esta pasividad existente en la sociedad ante este tipo de legislación que ataca la raíz de una sociedad libre no es sorprendente. Mientras que la gente pueda retirar dinero de sus cajas de ahorro, cambiar dólares y poder comprarse un LCD al triple del precio internacional, y mitad de calidad, en 48 cuotas para ver los partidos de fútbol que creen que son gratis, todo lo demás no importa.  Es una sociedad conformista, que no sólo no se opone a los atropellos del aparato estatal, si no que los alienta, ya sea con sus votos (y no nos limitemos al 54% K, si no a todos aquellos que han votado por las demás «alternativas»), con movilizaciones, desde la prensa, o desde la mesa de café. Por supuesto, apoyan el avance del estado porque creen que ellos, que son vivos, cuando quieran pueden evitarlo,y siempre le va a afectar a el otro.

El panorama para el segundo período de Cristina Kirchner, para aquellos que buscamos vivir en una sociedad libre, es bastante oscuro. Con las urgencias económica que existen en las cuentas del gobierno, ya es más difícil mantener a la sociedad apaciguada con planes trabajar y subsidios para todos, ahora ellos que quieren mantener el poder, van a cambiar su estrategia a la de los policías y perros husmeando entre las  cosas de la gente.

Ningún mandato

Cristina Fernández de Él asumió su segundo período en el gobierno argentino, y no hay razones para pensar que esto puede ser algo bueno. No hace falta apelar al gran circo que  tuvo lugar el 10 de diciembre, más parecido al festejo de la Familia Real que a la investidura de un presidente constitucional, para vislumbrar el panorama sombrío que le espera a los argentinos para los próximos cuatro años.  Las lágrimas de cocodrilo, el luto constante, los herederos protagonistas, los insultos, nada de eso es tan grave, ni siquiera el festival musical teñido de sangre (porque no olvidemos que a diferencia de los circos que son lugares donde uno paga y se entretiene con payasos y enanos disparados desde cañones, acá estamos ante un espectáculo financiado mediante la violencia y que tiene un mensaje político de grandilocuencia que habla de la personalidad patológica de la presidenta, que no es diferente a la de los políticos en general).

La famiglia al mando

Mucho más amenazante que un grupo de artistas fracasados vitoreando al régimen aparece la Cámara de Diputados y el Senado, dispuestos a comenzar a una maratón de sesiones para hacer lo que mejor saben hacer, atacar la vida, la propiedad y la libertad de los ciudadanos.

Con la firma del decreto de la convocatoria a sesiones extraordinarias del órgano legislativo además de confirmar el rumbo que todos sospechaban, es decir que nada iba a cambiar, admiten que la Argentina está en crisis. A la quita de subsidios iniciada en hace unos meses, y que repercutirá en las facturas dentro de un par de meses, se suma a los temas que tratarán en los próximos 14 días en el Congreso, la extensión del impuesto a cheque y  la prórroga de un impuesto de emergencia al precio final de los cigarrillos, la sanción de la ley  de tierras, la declaración de servicio público de papel prensa, la confección de un presupuesto fraudulento con números inventados para administrar de forma totalmente arbitraria el dinero de las víctimas los ciudadanos, la incorporación de mayores trabas para los trabajadores rurales.  Un gobierno en crisis que debe afinar los mecanismos de control social para poder mantenerse en el poder los próximos cuatro años.

¿Los representantes de quién?

Estos son apenas los primeros 14 días que se vienen de lo que los medios y la gente llama el «segundo mandato», pero solamente viendo lo que tienen planificado la primer quincena ¿de que mandato están hablando? Definitivamente no se trata de un mandato de la Constitución, la constante violación a la ley fundamental y la poca importancia que admiten darle a la misma tira por la borda esta teoría. Tampoco se trata de un mandato «del pueblo» o «del soberano», pues muchísimas personas nunca le otorgaron un mandato a la presidenta, a ningún presidente, y mucho menos para que violen sus propios derechos.  Por esto, la ficción de que Cristina Fernández, o cualquier presidente, es un mandatario, debería ser dejada de lado. No tienen ellos ningún poder firmado por cada uno de los individuos para actuar en su nombre, y mucho menos alguien va a firmar un documento que permita actuar en perjuicio de uno.

Comienzan otros cuatro años de intervencionismo, autoritarismo, y un mayor avance del estado sobre la sociedad civil, secuestrando, de a poco, todos los días, el poder social que se encuentra distribuido en la sociedad,

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Cuatro mitos acerca del comercio internacional

‎»No necesitas un tratado para tener libre comercio.» Murray Rothbard

Las exportaciones deben superar las importaciones

Importar más de lo que uno exporta es la situación ideal para cualquier país. Así como poder consumir sin trabajar es la situación ideal para cualquier persona. Pero la realidad, es que para poder importar, primero es necesario exportar. Si en un país las importaciones exceden las exportaciones, esa diferencia está siendo ajustada por los ingresos de capital, ya sea por inversiones extranjeras, royalties, etc. En definitiva, el objetivo de nuestras ventas son nuestras compras, y no acumular divisas, jactándose de objetivos netamente mercantilistas que ya han sido dejados de lado por todo el mundo en el s. XVIII. Es importante destacar que esta situación de equilibrio se da en un mercado que no es intervenido por el gobierno, ni con la implementación de políticas arancelarias, ni con la manipulación del tipo de cambio, o mediante subsidios proteccionistas.

 

El proteccionismo promueve el empleo.

Es verdad que una política de barreras a la importación generará empleos en un determinado sector, donde antes se importaba. Lo que no se tiene en cuenta es que muchas otras oportunidades de empleo, que ahora no existen, se crearían en este país si la gente pudiera comprar productos importados y gastar el dinero que antes gastaban en las barreras arancelarias (a través de la compra de productos beneficiados por estas) de otra manera. Se generaría mas empleo en otro sector que tiene una demanda real, se generarían nuevas industrias al haber mas dinero disponible para el consumo, y el capital dilapidado en industrias protegidas podría ser utilizado en proyectos verdaderamente rentables.

Las protecciones arancelarias logran industrializar la economía.

La teoría de que una política contraria a favorecer el librecomercio protege “industrias incipientes” es uno de los principales caballitos de batalla de inescrupulosos “empresarios” que pretenden enriquecerse a costa del resto de la sociedad. Dejando de lado el hecho de que una vez establecidos los aranceles estos suelen tornarse eternos y que por lo general este tipo de industrias no se desarrolla, el efecto que genera es más bien que el “empresario” se termine enfocando en como perpetuar sus privilegios, antes que pensar como satisfacer las nuevas demandas de sus consumidores. De esta manera obliga al resto de la comunidad a destinar más recursos a ese “producto protegido” dejando de consumir en otros sectores, o sin poder acceder a dicho producto, de esta manera condenando al grueso de la sociedad a disminuir su nivel de vida.

Proteccionismo regionalizado

Reciprocidad

Muchos adversarios del libre comercio aluden a la falta de reciprocidad en las apertura del comercio para no emprender un camino hacia la libre circulación de bienes.

La reciprocidad es un factor fundamental para el comercio por el hecho de que para poder importar hay que primero exportar, absolutamente todo el mundo para poder comprar algo primero tienen que vender otra cosa, excepto, claro está, el gobierno.

Sabidos los beneficios del libre comercio, sería absurdo rechazarlos solo porque la otra parte no los aprovecha. Por ejemplo, si los lecheros no quieren comprar trajes a los sastres, mala decisión sería la de la del sastre que trate de autoabastecerse de leche o se abstenga de consumirla por la falta de reciprocidad. Si el lechero le vende al panadero, y con este intercambio puede comprar al lechero, el sastre saldrá ganando y solo perderían los lecheros que decidieran fabricarse sus propios trajes.

Siervos del Estado

Las situaciones en las que nos sentimos viviendo en libertad son cada vez menos, cada nueva ley, cada nuevo decreto, cada nueva regulación, disminuyen un poco más nuestra autonomía, la capacidad de decidir cada uno su propio curso de vida, y quedamos a merced de las imposiciones del estado.

Claro que, con el transcurso del tiempo, tendemos a naturalizar esa falta de libertad para poder seguir viviendo nuestras vidas del modo más normal posible. Al fin y al cabo uno no puede dedicarle 24 horas a la revolución libertaria. Además del interés  que podamos tener en vivir en una sociedad libre, y de haber adoptado el avance de las ideas de la libertad como una parte importante de nuestras vidas, es necesario buscarse un sustento, y lo más importante distenderse cada tanto de todos los males que emanan del estado. 

El abogado Rex Curry, junto a miembros del Libertarian Party, y a Lady Liberty y su antorcha, queman tarjetas de Seguridad Social mientras llaman a terminar con la numeración de la esclavitud socialista.

Por todo esto muchas veces tendemos a olvidarnos como el estado se inmiscuye en los pequeños hechos de todos los días, y comenzamos a considerar normal aquello que si es analizado en forma aislada y detenidamente es una aberración, es la perversión de una sociedad que se maneja de forma voluntaria, en una que sólo entiende de imposiciones. Es la invisibilización del estado.

A Leonela Zambito no le pasa lo mismo. Por omisión más que por acción, ella, nota todos los días el poder que ostenta el estado, y como no somos individuos libres sino más bien vivimos bajo la condición de siervos de los gobernantes.  La Nación nos cuenta su historia:

Leonela Zambito tiene 21 años, pero no existe. al menos para el Estado. Por un error en la impresión de su DNI, esta joven rosarina está imposibilitada para votar, hacer trámites o salir del país.

Su partida de nacimiento termina en 732, pero por un error su documento termina en 733. Esto quiere decir que el titular de su documento es otra persona, mientras que el suyo carece de validez para realizar cualquier tipo de trámite oficial.

«Yo estoy impedida de votar, no puedo sacar el permiso de conducir, ni casarme ni sacar un crédito, porque no existo», explicó Leonela a TN.

«Ella no puede sacar un pasaporte ni salir a países limítrofes. Yo hice bien las cosas y ahora me encuentro con que mi hija es una NN», añadió la madre.

Leonela es una muerta civil. No puede ejercer sus derechos más básicos, como la libre circulación, por el hecho de no poseer una libreta que consigna sus datos, por no pertenecer a esa gran base de datos, injustificable en una sociedad libre. Ni hablar de transmitir derechos de propiedad, asociarse libremente, y más.

Todos los días pequeños actos están contaminados por el estado. Comprar un cigarrillo suelto está prohibido, mucho menos que en un kiosco te den fuego, para pagar con tarjeta de crédito hay que presentar ese librito (o tarjeta) mágico que parece que es la puerta de acceso a nuestros derechos,  caminamos por las calles mientras nos observa el ojo del gobierno, sabemos que tenemos que comprar alcohol hasta determinada hora, y al final del día, cuando llegamos cansados y queremos tomar una aspirina u otra para aliviar ese dolor de cabeza constante que genera él estado, en el mejor de los casos tenemos que caminar hasta la farmacia más cercana (y no al kiosco de la esquina) y en el peor de los casos pedirle un papel a una persona que nos diga que podemos consumir o dejar de consumir.

Con el caso de Leonela queda en evidencia como vivimos de prestado en nuestra propia casa, como es el estado el que en última instancia tiene el poder absoluto en todos los aspectos de nuestra vida, y los argentinos, que en general son bastante sumisos ante las constantes usurpaciones de poder.

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La maquina de adoctrinar

Cuando el diario Tiempo Argentino, sostenido casi exclusivamente por publicidad oficial, hace una nota sobre el proyecto que viene desarrollando una ONG durante 20 años en escuelas de gestión estatal y de gestión privada, cuyo fin es promover el espíritu emprendedor en chicos de primaria y secundaria, uno se da cuenta de la importancia que tiene para los defensores del poder estatal, defender el control que mantienen sobre el  sistema educativo.

A diferencia de lo que se cree, las escuelas no representan la herramienta de progreso que hace que la nueva generación sea más prospera que la anterior. No, son todo lo contrario. Las escuelas, en general, no educan, son la herramienta perfectas para que los que gobiernan puedan implantar su mensaje a cientos de miles de chicos y así sostener el modelo estatocentrico (donde el interés que debe primar ante todo es el del estado) mientras que incorporan los matices que propone eventualmente quien detenta el poder. El progreso no está en un sistema cruel que desindividualiza a los alumnos y anula sus curiosidades. El progreso está en la innovación que ofrecen mentes brillantes que pueden ofrecer de forma pacífica a la sociedad, el progreso se encuentra en el capital que generan esas innovaciones, entonces el progreso se encuentra en una sociedad voluntaria, pacífica y llena de libertad.

La importancia para el estado de controlar esas instituciones, similares a hospitales mentales, o cárceles, la admite una diputada en  la nota de Tiempo Argentino:

La legisladora Adriana Puiggrós, presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la Nación, se manifestó muy preocupada ante las consulta de Tiempo Argentino. “Me parece muy grave que entre a las escuelas públicas una fundación privada con su propio mensaje, sea cual fuere. Es la tercerización del discurso pedagógico y de la ideología educativa. Debería haber más controles del Estado”, sostuvo Puiggrós

Se sincera, lo grave no es el mensaje que se transmite, lo grave es que no sea el estado el que decida lo que van a leer esos chicos. Sería un horror que un día millones de personas se despertaran, que comenzarán a ignorar al estado, que entiendan que el futuro depende de ellos mismos, y no de la violencia que puedan lograr ejercer, a través del estado, en los demás. Sería un horror para aquellos que viven de parasitar al resto, o para los que les gusta digitar la vida de los otros, que exista esa clase de personas en un futuro.

La educación estatal, desde sus comienzos, ha sido concebida como una maquina de adoctrinar, ya sea para uniformizar a la sociedad de inmigrantes de finales y principios del S. XIX, para convertir a personas en objetos obedientes del estado y anular el pensamiento crítico, cualquiera sea el que lo ocupe, y por último,  garantizar obediencia al gobierno, esto último si tienen el tiempo para modificar los planes de estudio, los libros de texto y demás.

Lo preocupante de las distintas posiciones que se presentan en la nota de Tiempo Argentino, que por supuesto, solamente representan opiniones en un sólo sentido respecto de la excelente labor de Junior Achievement en las escuelas, es que todos dan por hecho de que tienen la potestad de imponer que es lo que deben estudiar no sus hijos, sino los hijos de los demás.

Como si se encontraran, por ser votados por un determinado numero de personas, en condiciones de diseñar las diferentes etapas en un proceso de aprendizaje, y peor aún ya que se trata de un solo plan para millones de personas únicas e irrepetibles.

Por supuesto, la solución no radica en la imposición de valores a los chicos, sean estos positivos o no a la causa de la libertad. Lo único que podrá generar una sociedad libre son personas libres, fundamentalmente, libres de el sistema de escolarización actual que oprime de una forma cruel a los niños moldeando sus mentes y su forma de pensar para que se conviertan en los conformistas del mañana, y aduladores del estado, de los que deciden lo que van a estudiar.

Fue el estado el que en primer lugar le expropió y se apropió de la potestad de los padres de elegir que educación brindarle a sus hijos. Al igual que con la riqueza, cuando el estado interviene, unos ganan y otros pierden, en este caso gana el estado y pierden todos lo demás.

En conclusión, un punto fundamental para colocar las piedras fundamentales de una sociedad libre es la posibilidad de que haya libre oferta de los contenidos educativos, y que ya no esté en manos de algún burócrata decidir sobre que van a estudiar los hijos de los demás, sino que sean los padres los que tengan a su disposición la posibilidad de elegir, no sólo contenidos, si no en que tipo de colegio y educación quiere que sus hijos estén, si es que no quiere educarlos en casa.

Mientras haya gente que no entienda que no tiene derecho a imponerle a los demás sus propios valores, su propia agenda, su propio plan de estudio, y se arrogue el poder de diseñar la sociedad a su antojo violentando el derecho de los padres, por un lado, e incorporando a los chicos en la maquina de adoctrinar, el sueño de una sociedad libre seguirá siendo eso, tan solo un sueño.

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Siempre contra La Ley

La Ley de Say dice que “no puede haber demanda sin oferta”. Esto implica que, para poder demandar bienes y servicios, primero hay que haber producido y ofertado en el mercado algún bien o servicio.

manhunters

Say's Law: No Man Escapes It

Este principio es tan real como la Ley de Gravedad, pero los argentinos han tratado de ir contra él una y otra vez desde hace muchísimo tiempo. Y la historia siempre termina igual.

Desde la década del 30, la Ley de Say se viene negando desde el estado y los sucesivos gobiernos, a los que la mayoría de las personas no solo les cree, sino que además se suman a esta imposible cruzada de intentar vivir sin producir.

Analicemos un poquito la Ley de Say con un ejemplo muy simple. Supongamos que cultivo tomates, y mi producción es de 100 tomates por mes. Lo que puedo demandar en el mercado, de acuerdo a mi producción, es el equivalente en bienes y servicios a 100 tomates. Para poder consumir más que 100 tomates, sin producirlos, tengo dos opciones: endeudarme (o sea, negociar mis producciones futuras) o salir a afanarle al vecino y consumir con los bienes afanados.

La Ley de Say también se puede aplicar, en lugar de a una persona, a un país, y sería algo como “la cantidad de bienes y servicios importados que puede demandar un país, es igual a la cantidad de bienes y servicios que ese país puede exportar”. Lo que pasa dentro de las fronteras, es irrelevante para el análisis. Así, podemos desenmascarar fácilmente la impiadosa mentira desarrollista y proteccionista con la cual nos dicen que “si permitimos que entren productos importados, se destruye la industria nacional”. Evidentemente no: la cantidad de productos importados será, como máximo, igual a la cantidad de productos exportados, puesto que es la cantidad de divisas que se pueden obtener.

En los 30’s, el estado hizo buenas migas con un grupo corporativista que, para consumir más de lo que producía, empezó con regulaciones y restricciones. Así, estos señores pudieron “ganarle” a la Ley de Say: proteccionismo y regulaciones impiden la competencia, restringiendo la oferta, lo cual hace que se pueda pedir más por un bien igual de malo (maximización del precio y minimización de la calidad). En definitiva, lo que se hizo fue robarles la riqueza a los consumidores.

En los 40’s, por un lado se repartieron desde el estado grandes dádivas, que eran “ahorros” del banco central de los tiempos de la guerra. Así, los que recibían estas dádivas gozaban del fruto de lo no producido y consumían más de lo que producían. Esto no era más que dinero de impuestos previos, o sea, algo que se le había afanado a otro.

Las luchas por mejoras salariales cuando no hay aumento de la productividad, también son un intento de consumir sin producir. La única forma de que haya mejoras salariales es con mayores Tasas de Capitalización, que llevan a una mayor productividad. La excepción a esto es cuando se negocia en épocas de inflación, en la que todos están luchando por no perder justamente lo que producen.

Y ya que estamos, la inflación es también un intento de algunos para saltearse la Ley de Say: el Estado es el que quiere consumir sin demandar. Obra pública, más empleados públicos y dádivas obtenidos por el aumento de la masa monetaria es el estado obteniendo bienes y servicios sin haber producido. Lo que gana en este caso es favor político, en general traducido a voto y cargos. El “modelo” es, como dice Monteverde, tan anti-oferta y tan pro-demanda, que encima en determinado momento era mucho más conveniente demandar bienes al exterior mediante la compra de dólares baratos, que ponerse a producir.

La excepción a esto son, como siempre, los protegidos del estado como el señor de Lumigarco, claros herederos de aquellos corporativistas del 30’ que te venden a $2900 un LCD berreta mientras mandan un mono a la aduana para que no deje entrar los que en el resto del mundo se pagan $1250 (de mejor marca y calidad). Obviamente, están “torciendo” la ley de Say, afanándole a la gente.

Dejé para el final el más controversial. La progresía y los delirantes del desarrollismo le echan la culpa a los años 90 de que cerraran fábricas y que se importara todo y que esto “destruyó el país” y “se perdieron puestos de trabajo”. Sabemos que no se puede importar más de lo que se exporta ¿cómo es posible que haya sucedido esto?

Simple: el estado creció y se endeudó en divisas, con bancos privados y con los nefastos organismos que son el FMI y el Banco Mundial. Así, una vez más se hizo posible el sueño de los políticos de demandar sin producir. Endeudarse en divisas hizo que fuera más conveniente importar productos que fabricarlos internamente (estamos de nuevo ante un “modelo” anti-oferta y pro-demanda). Por eso, por un tiempo fue factible consumir infinidad de productos sin producir nada. Pero la mentira tiene patas cortas. Y la Ley de Say es como un agujero negro: nada puede escapar a ella.

En los 90’s se cerraron fábricas no por la libertad económica, sino por la deuda pública. Esta hay que pelearla a muerte en las discusiones.

Y los dejo con una frase de un viejo que, después de negarse un tiempo, se dio por vencido y aceptó a Say: “Cada argentino debe producir, por lo menos, lo que consume” – J.D. Perón

La Mafia vs. El Estado

Un video para este feriado. 10 razones de por qué la mafia es mejor que el estado, bueno, excepto cuando es la mafia del estado que es doblemente peor.

Esta dama se llama «Emily» y era uno de los participantes de un concurso en el Porcupine Fest 2011, del Free State Project.

Gracias a MNR por la traducción:

1. La mafia tiene sentido del honor. Nadie en el gobierno tiene la menor idea sobre lo que significa el honor.

2. La mafia tiene un código de conducta simple y claro, sin doble discurso ni millones de regulaciones.

3. Cuando las mafias van a la guerra, no asesinan cientos de miles de civiles como daño colateral. La guerra es la salud del Estado, pero para la mafia es mala para los negocios.

4. Antes de llevar una guerra contra las drogas y la sociedad, la mafia provee productos de alta calidad a quién los desee.

5. Cuando compras protección de la mafia, la obtienes. La mafia tiene un historial exitoso limitando el crimen en areas que protege. Cuando compras la protección coercitiva del Estado, puedes marcar 911 y morir esperándola.

6. La protección de la mafia es mucho más barata que la estatal. La mafia sólo quiere 10% o 15% de tus ganancias, mientras que el gobierno es insaciable.

7. A contramano del Estado, la mafia quiere que tus negocios sean exitosos. La mafia practicamente no impone regulaciones, y no requiere que pierdas tu tiempo en la burocracia o auto-incriminándote impositivamente.

8. La mafia no te impide que lleves un arma para proteger tu propiedad. El Estado prefiere que estés desarmado. La mafia te vendería gustosamente lo que necesites para protegerte, y no te multaría.

9. El Estado quiere regular lo que haces en tu dormitorio. La mafia no sólo no quiere regular lo que haces en tu dormitorio, sino que te ofrecería lo que desees para el disfrute personal.

10. Los miembros de la mafia tienen gran estilo y visten mucho mejor que los burócratas del gobierno.

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El día de los Héroes

El mundo se dió vuelta totalmente. Cuando yo era chico, en toda ficción desde Patoruzú hasta Brigada A y James Bond, los malos eran siempre los que afanaban, los que obligaban a los demás a hacer algo que no querían, los que tenían los palos y los usaban totalmente sin escrúpulos.

Heroes

¿De qué lado estás?

Hoy nos quieren hacer creer, también desde chiquitos, que los malos son todos aquellos que interactúan voluntariamente y los que no colaboran con el estado buenista. Y que los buenos son los que imponen a los demás su voluntad y lo que ellos creen que es bueno.

Aprovecho la fecha de hoy para proponer festejar El Día de los Héroes. No los héroes tradicionales con mascarita y capa, sino héroes de nuestra vida cotidiana como:

El que evade impuestos y así no colabora con la máquina de propaganda y adoctrinamiento.

El arbolito que te vende dólares sin preguntarte ni tu nombre ni cuánto ganás, ni dónde vivís.

El que hace transacciones en negro, evitando el derroche (y el choreo) de esa asquerosidad llamada Impuesto al Valor Agregado. (Irónico nombre para algo que destruye el valor de las transacciones).

El que acepta trabajar en negro, cumple con su parte de lo pactado y no va después llorando al Ministerio de Trabajo, ni aunque lo hayan currado.

El contrabandista, que te trae lo que querés y lo pasa a través de una línea imaginaria que trazaron dos burócratas.

Todos estos, y muchos más, son los que hacen que, a pesar de haber policías del comercio y policía política, la sociedad siga sobreviviendo. Son los que hacen el «Mercado Negro», que termina siendo mucho más honesto que el «Mercado Blanco».

«Ooooohhh, ¿estás haciendo apología al delito?»

Delito es que venga alguien a decirte cómo y cuánto trabajar, y cuánto cobrar.

Delito es que un idiota venga con la policía del comercio a decirte qué podés pasar por una línea imaginaria, y obligarte a que le des tu riqueza a un amigo de ellos.

Delito es que te impidan salvar tu salario de la inflación.

Delito es que usen tu guita para adoctrinar a tus hijos diciéndoles que sos un «malvado burgués».

Delito es que usen la guita que te afanan para financiar un aparato propagandístico estatista y autoritario.

Por eso, en vez de enojarte cuando no te dan el ticket, en vez de poner mala cara cuando alguien zafa de garpar y vos no, ALEGRATE. Alegrate y sumate vos también al bando de los héroes.

Hoy después del trabajo, durante el trabajo o cuando salgas a la noche y estés brindando, hacé un brindis por estos héroes anónimos. Y porque haya más. Muchos más.

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¿Por qué es tan mala la atención al cliente?

Ir a hacer un trámite a una oficina estatal es sin ninguna duda muy tedioso, nadie va por placer a una oficina del estado. Los empleados, en su mayoría displicentes, humillan al individuo que se acerca a tramitar alguna cuestión personal ante el monopolio estatal. Por supuesto, al estar uno obligado a ir allí, y no existir competencia no necesitan brindarte una buena atención, aunque te basureen vas a tener que volver allá.

En Argentina, primero es el estado.

En el ámbito privado es diferente. Si el emprendedor es el que se embarca es el proceso de descubrimiento de como mejorar la vida de los demás, la competencia es la búsqueda de la excelencia en el servicio, para el beneficio propio. Cuando un nuevo producto o servicio es ofrecido en el mercado, pronto aparecen nuevos competidores imitando e intentando mejorar al primer oferente, allí comienza el proceso donde los competidores deben intentar ofrecer la máxima calidad esperada, aquellos que sean elegidos por los consumidores son los que seguirán en el mercado, mientras que aquellos que no satisfacen a la demanda no tienen nada que hacer ahí.  Por eso mismo, las empresas privadas, expuestas a la competencia a diferencia de él monopolio estatal, deben ofrecer un buen servicio si quieren mantener a sus consumidores.

¡Alto! No estoy diciendo que esto se da en la realidad, así es como se daría con un mercado libre de interferencia estatal, y cuanto menor interferencia estatal mayor vocación de servicio. De hecho lo que me motiva escribir el actual post es la acumulación de malas experiencias en cuanto al servicio.

Ambas experiencias se dieron en lugares bien distintos, una es una cadena internacional de comida que tiene algunos restaurantes en Buenos Aires, la otra una empresa que nació como un emprendimiento familiar de una familia argentina y ahora es operada por una gerenciadora de empresas. Con esto quiero descartar cualquier tipo de atribución a cuestiones como la «cultura empresarial» o la forma de trabajar, para encontrar el por qué de la mala atención generalizada. No hay que dejar de aclarar que hay empresas, grandes y pequeñas, que ofrecen un servicio de excelencia, pero lamentablemente son las menos las preocupadas en ofrecer, a pesar de todo un buen servicio.

Si como dijimos recién la búsqueda de la excelencia se logra a través de la competencia, y está solo se da en un un mercado libre, sin interferencia del gobierno, hay algo que está obstruyendo esa competencia. Eso se llama legislación laboral.

El estado, a través de la legislación laboral, ha logrado exportar sus prácticas laborales caracterizadas por el maltrato, la humillación del cliente (o en este caso del ciudadano), y la poca preocupación por ofrecer un servicio eficiente. La legislación laboral ha logrado desnaturalizar las relaciones entre empleador y empleado, entre cliente y empleado, y entre los empleados y los desempleados.

El principal responsable

Para poder entender bien el papel de la legislación laboral en el desservicio que impera en muchas de las empresas del país es necesario remitirnos a la Carta del Trabajo de Italia de 1927, uno de los cimiento de la ideología fascista diseñada por Benito Mussolini. Es que allí encuentra su fuente de inspiración la Ley de Contrato de Trabajo (pieza principal del corpus legal laboral) y el resto de la legislación que regulan las relaciones laborales. Si la inspiración de las leyes laborales del país se encuentra en un documento de claro corte fascista no es exagerado afirmar que estas leyes no son compatibles con la democarcia liberal, con la república y mucho menos con los valores de una sociedad libre. La concepción fascista no incluye la protección de la propiedad privada, la libertad de contratación, el respeto por los acuerdos voluntarios o los derechos individuales. Se contrapone con todo lo que sostenemos desde acá, y considerando al trabajo como una parte importante del desarrollo de la vida económica, si éste está regulado por legislación que es fascista en su origen y  fascista en su esencia dificilmente podamos decir que vivimos bajo un sistema de mercados libres.

Ya tratamos en reiteradas oportunidades [1, 2, 3, 4 y 5] como estás regulaciones afectan y perjudican a los mismos que dicen proteger, pero dejamos de lado otro efecto tan importante, y perjudicial, como el que tienen sobre los empleados, y esto es la relación de los trabajadores con sus empleadores por un lado y como esto repercute en la atención, el servicio y la hospitalidad.

En una relación voluntaria cuando las partes participantes tienen la posibilidad de acordar los términos y las reglas en las que se va a llevar a cabo esa relación, ambas esperan, a priori, beneficiarse de esa relación, las partes estarán mejor que antes de haber entablado ese acuerdo. Ahora cuando alguien extraño al acuerdo impone ciertas reglas que nadie consintió vienen los problemas y lo que era una relación libre y voluntaria se comienza a desnaturalizar.

Esto es lo que logra el estado, desnaturalizar las relaciones en el trabajo. La primera relación que desnaturaliza es la del empleador y el empleado. Cuando uno contrata a alguien espera que esa persona este bajo su cargo durante el horario laboral, sin embargo la legislación actual hace que contratar a un empleado genere más obligaciones que tener un hijo. Se presume que el contrato laboral es hasta la jubilación del trabajador, y en la mayoría de los casos en los que el empleador quiera despedir al empleado tendrá que pagarle una suma de dinero por los daños causados. Los daños corresponden a que el empleador no ha conservado a sus empleado hasta el final de su vida laboral activa.

Los responsable actuales

Otra de las características de nuestra legislación que hace que no exista una vocación por ser servicial y amable, es la existencia de los llamados Convenios Colectivos de Trabajo (CCTs), convenios que son firmados por los representantes de los sindicatos y de las cámaras empresarias, por lo que de relación voluntaria, las relaciones laborales no tienen nada. El aspecto de los CCTs que más afecta al tema en cuestión son las escalas salariales definidas en los mismos. Es decir, el precio del trabajo, o sea el salario, es definido de manera cerrada por el sindicato y la cámara empresarial, la situación de empleados y empresarios es indistinta. Tanto porque hay empresarios que no pueden afrontar esos salarios, y también porque hay empleados que merecen un sueldo mayor o un sueldo menor que el definido en estos acuerdos. De esta manera se elimina la competencia en la estructura laboral interna, salvo por algunos adicionales, el salario en si no está relacionado con el servicio ofrecido, más bien con el acuerdo logrado por el sindicato.  ¿Qué incentivo existe para tratar bien al cliente, para recibirlo con una sonrisa, aún cuando uno está mal, si al final del día le pagan lo mismo que el peor de los empleados? Ninguno.

El tercer factor que perjudica la atención al cliente está relacionado con la primera de las características principales que se mencionaban, la legislación incorpora fuertes desincentivos para el despido de los trabajadores, despedir a uno o varios empleados puede significar, para una empresa pequeña o mediana su desaparición. Esta situación disminuye aún mas las competitividad, en este caso ya no dentro de la misma empresa, si no respecto de los desempleados o los que quieren obtener ese trabajo.

En un mercado libre, un empleado no sólo está presionado por satisfacer las ordenes de su empleador, o sea brindar el servicio que demanda la gente, si no también está presionado por la posibilidad de que alguien que no tenga trabajo o que desee trabajar allí lo haga mejor que él, y de esa manera tenga que esforzarse verdaderamente para mantener su puesto seguro. Con esa protección que goza frente al despido, que genera un mercado laboral estático donde es más dificil conseguir trabajo para los que no tienen, se termina de eliminar cualquier factor de competencia que pueda llegar a influir en el rendimiento de su trabajo, en la amabilidad.

Al ser casi una relación impuesta por el estado, y por los sindicatos, a quienes el estado les comparte el «derecho» de usar la violencia en algunos casos, las diferencias que observamos en general entre los empleados del sector estatal y el sector privado son pocas. Solo algunas empresas se esmeran verdaderamente en atender bien al cliente, nada mas aquellas que intentan diferenciarse por el servicio.

Por último, y si bien no está estrictamente relacionado con las regulaciones laborales, son los impuestos, las regulaciones en general y  la incertidumbre del régimen (regime uncertainty), la que generan una economía estática, sin competitividad ya no sólo limitado al ámbito laboral. Esta falta de competitividad hace que se deje de lado satisfacer al cliente, y se apunte a satisfacer a los burócratas en el cumplimiento de sus regulaciones, en el pago de sus impuestos y en intentar adivinar como va a afectar la próxima acción de gobierno a su empresa.

Si en Argentina no podemos disfrutar de ser tratados bien en un comercio, si tenemos que sentirnos humillados y someternos ante empleados que en su mayoría atienden desganados o que les preocupa poco la satisfacción del cliente, no tenemos que culpar a las empresas, ni a los empleados, sino a las desnaturalización de las relaciones sociales por el estado, que deja probado una vez más que la imposición nunca genera nada bueno.

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