Posted by Freed Man on 24 junio 2012 in Política | 7 comments
Hace tiempo que está vigente el debate sobre si se puede o no achicar el estado desde la política. Y si es el curso de acción correcto. Por un lado están los que bogan por un estado mínimo y por otro están los que están a favor de una sociedad libre de toda intromisión estatal, o sea, anarquistas. Entre estos últimos podemos diferenciar a personas como Stefan Molyneux, que insiste en que la violencia estatal solo puede ser eliminada a través de la educación y que no apoya la acción política porque argumenta que, ante el fallo de cualquier medida libertaria implementada en un sistema estatista, que falle justamente por el entorno estatista, se le echará la culpa al libremercado y voluntarismo y retrasa los avances logrados. Sin embargo, banca todos los movimientos pro-libertad que van saliendo y debate con personas como Peter Shciff y otros que son muy partícipes de la campaña de Ron Paul. También encontramos a «los puristas», típicos anarquistas de café o de facebook que, a cualquiera que trate de meter las ideas de la libertad en la política lo tildan de «facho estatista estalinista» e impuro inmerecedor de llamarse anarquista, comparándolos con los grandes saqueadores. Todo esto sin salir del sótano a hacer la revolución ni nada parecido.
Coincido con Molyneux, que sólo se va a llegar a una sociedad libre y madura después de muchos, pero muchos años de educación y de desmantelamiento de los Ministerios de la Verdad con la que se adoctrina a los chicos y jóvenes durante cantidad de horas del día por más de 12 años. Pero, también es muy importante la participación de liberales, e incluso de gente que tiene ideas más radicales, libertarias y hasta anarquistas (tal vez con un discurso un poco más moderado) en la política.
Allá por los 50’s, Asch hizo un experimento, que consistía en lo siguiente:
– Se buscaban voluntarios para un experimento de percepción ocular.
– Los voluntarios, en grupos de 10, eran enviados a un cuarto donde se les proyectaban dos diapositivas: una con una línea vertical y otra con varias líneas verticales. Los individuos tenían que responder a cuál de las líneas de la segunda diapositiva era igual la de la primera.
Pero en realidad, en cada uno de los grupos de 10 personas había 9 cómplices del experimento y uno solo de los voluntarios, que era ubicado entre los últimos lugares para responder. Lo que hacían los cómplices era decir la verdad en las primeras rondas, pero empezar a mentir organizadamente a partir de la tercera. Si se parecía más a la A, todos decían C. Un gran porcentaje de los participantes, por más que la respuesta correcta y bien obvia era la A, respondían C luego de que otras 7 u 8 personas había respondido eso. Era algo del 40% que cedía a esta presión.
En los 90’s se hizo otro experimento, para tratar de entender si estas personas estaban mintiendo o engañándose a sí mismas o qué. Era similar al de Asch, pero con cuerpos tridimensionales rotados, donde tenían que decir si dos eran iguales o no, mientras les hacían un scan para ver qué parte del cerebro estaba actuando. Llamativamente, el área del cerebro que estaba actuando no era la de la decisión, sino que era la de la percepción. O sea, las opiniones del resto de los individuos, modificaban la forma en la que este tipo percibía las formas. Si, te vuela la cabeza, pero tranquilamente puede ser algún antiguo mecanismo de supervivencia de cuando el ser humano vivía en tribus y, estar en desacuerdo con la tribu podía significar tu muerte, ya sea porque te apaleaban, o porque te echaban y solo no durabas ni un día.
Otros experimentos muestran cosas como que la percepción de un ser humano distingue la cantidad de veces que escucha una cosa y no si viene de la misma fuente o tres. O sea, tiene el mismo efecto que en un grupo de 8, tres personas digan A, o una sola persona haga un takeover y diga A tres veces. También cómo ante varias opiniones iguales, el individuo tiende a guardarse su opinión distinta (¿tal vez tenga origen en el mismo antiguo mecanismo?).
Es por esto que desde la política siempre se trata de ejercer el mayor control sobre la prensa, ya sea con publicidad oficial, corrompiendo periodistas, apretando periodistas y usando otras tácticas bien sucias.
De esta forma, es muy importante que exista la mayor cantidad de personas posible que esté a favor de las ideas de la libertad, incluso en sus variantes más moderadas, ya sea en forma de partidos políticos, bancas en las legislatura y en los medios de comunicación. Porque si dejás el vacío ahí, viene otro y lo ocupa vociferando sus ideas bien recontra hiper colectivistas y «buenistas». Así, desde el púlpito un gupo de atorrantes chorros imponen su moral a todo el mundo, cuando no son más que, como dijo el General «unos estúpidos que gritan». Gramsci tenía esto muy claro cuando tiró sus teorías de meter el marxismo en la cultura.
Siempre digo que en cuanto se hagan canciones pegadizas y de cancha o épicas hablando de la libertad libertaria, el mundo se hace anarquista en meses.
¿Cómo podemos usar esto que tan bien han sabido usar tantos régimenes totalitarios para mantener y/o expandir sus ideas?
Bueno, estos mecanismos funcionan sin importar cuál es la idea que se esté comunicando. Hay que ocupar la mayor de espacios posibles, cada vez que se pueda o que sea necesario.
Cuando tu abuela le eche la culpa a los comerciantes de subir los precios y pida control estatal, tenés que decirle (de forma linda, porque es la abuela, y porque son muchos años de des educación desde el gobierno y los medios que hicieron que la mayoría de las personas no sepa qué es un precio), que no es por el empresario, sino por el gobierno que destruye el sistema de precios.
Cuando ese pariente progre se ponga contento porque se confiscó una empresa, preguntale qué espera que pase después de eso. ¿Quién va a poner una empresa después de eso?
Si existen alternativas políticas liberales clásicas, podés apoyarlas y participar aunque seas anarquista, en vez de andar con el metro para ver quién tiene el «miembro libertario» más grande y quién es indigno. Es más, qué mejor lugar para generar nuevos anarquistas que esos que ya están a mitad de camino (más de uno empezó viendo videos de Friedman o Ron Paul y terminó hiper fan de Molyneux). ¿O acaso creés que es más fácil hacerle llegar tus ideas a un zombie de La Cámpora que lo único que quiere es ver cómo se conchava en el estado parasitando a otros? El liberal clásico es tu aliado en un 70% del camino, así que aprovechalo. Por cierto, faltan cientos de años de desarrollo y educación para el mundo anarquista y, dado que tenés que vivir en el mundo real, ¿qué mejor que tener el estado lo más chico posible desde ahora?
Es mucho más fácil defender las ideas de la libertad cuando tenés como aliado a un diputado parándose en su banca y puteando a todos por parásitos cada vez que se quieren cortar nuevas libertades o aumentarse su propio nivel de vida. Tiene llegada a mucha más gente y prepara el terreno para que puedas acercarle más ideas liberales clásicas, liberales libertarias o anarquistas.
Finalmente, es como dicen los progres, la batalla es cultural, y por muchos años la cultura de la libertad estuvo guardada con la ropa de invierno. Es cuestión de desempolvarlas y sacarlas a relucir una vez más, porque la libertad nunca pasa de moda.
¡Guarda con los progrezombies!
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