Volver a lo básico
¿Por qué la mayoría de la gente lleva adelante una vida repleta de hipocresía? ¿Por qué olvidamos de aplicar en la vida lo que nos enseñaron nuestros padres desde chiquitos? ¿Por qué no aplicamos lo que les enseñamos a nuestros hijos? De repente, nos olvidamos de las enseñanzas más esenciales que recibimos para manejarnos en la vida, las que nos sirven para sobrevivir viviendo en sociedad, y abogamos por todo lo contrario.
¿Cómo es posible que la gente, en su mayoría, haya abandonado los principios fundamentales bajo los que crecieron? Son tres cosas básicas las que aprendemos de chicos: 1. Robar está mal. 2. Si el otro no te hizo nada no hay que molestarlo/pegarle/etc. 3. Mentir está mal.
Veamos como influyeron en nuestras vidas estos tres principios, casi universales en esta parte del planeta a la hora de criar a un hijo:
1. Robar está mal. Nuestros padres nos enseñaban que sacarle a otro lo que era suyo estaba mal. No podíamos tomar por la fuerza lo que no nos pertenecía. Ese fue nuestra primera aproximación al concepto de propiedad. En general, la empezamos a respetar cuando le «sacamos» el lápiz a alguien, y después otro nos roba el lápiz a nosotros. Es un principio universal, si nos robamos entre todos salimos perjudicados.
2. Si el otro no te hizo nada no hay que molestarlo. Bueno, tal vez no es tal cual nos decían en casa, el mensaje era otro: «no tenés que pegarle», pero el otro si nos hacía algo no nos podíamos quedar de brazos cruzados. De ahí a que cuando un compañerito del jardín/primaria se estaba peleando con otro y la maestra los retaba, nadie iba a poner en discusión quién había pegado la piña mas fuerte, la primera respuesta, casi instintiva, era «él empezó». Desde chicos teníamos la intuición de que estaba mal empezar a pelearse, el que empezaba la pelea nunca tenía la razón, sea cual fuese el motivo había una cosa que estaba claro: el que iniciaba la pelea estaba actuando mal. Esto no es muy distinto a lo que se puede considerar la base de la filosofía de la libertad, la idea de que nadie tiene derecho a iniciar la fuerza contra otra persona, la agresión no se puede justificar.
3. Mentir está mal. Esta es la tercer premisa que identifico como la que guía a vida de un niño, o por lo menos la que los padres tratan de inculcarle. No mentir implica no decir una cosa por otro, no evadir la responsabilidad de los actos que llevamos adelante («yo no fuí»).
Sin embargo, estos principios en algún momento pasan a quedar en el olvido. De un día para el otro, lo que nos dijeron todos los días durante varios años parece que dejó de servir. Nadie lo aplica. Se lo siguen explicando a las nuevas generaciones, pero llega un día en la vida de las personas que tres cosas básicas como comprender que «robar está mal», que «si el otro no te hizo nada no hay razón para molestarlo», y que «mentir está mal» desaparecen de los valores de las personas, y ven en cada robo, cada agresión y cada mentira, la solución a los problemas.
¿Por qué de un día para el otro empezamos a creer que los problemas sociales se resuelven con violencia? ¿Quién le explica a sus hijos que ante un problema que se presente la violencia, el robo, la agresión, la mentira, están bien y resuelven los problemas? Supongo que nadie. En ese caso, ¿por qué cuando pensamos en soluciones a los problemas sociales la mayoría aboga por la violencia? La necesidad de que el estado resuelvas los problema que se nos presentan todos los días, prohibiendo, creando licencias, regulando, subiendo impuestos, imponiendo conductas, es una forma de decir que la violencia es la manera de resolver los problemas.
Los ejemplos están a la vista, ¿cuál es la mejor forma de ofrecer educación? Que el gobierno tome por la fuerza a los chicos, decida que contenidos enseñarles y expropiarle parte de su dinero a todo el resto (¡incluso a los que no tienen hijos!) para financiar ese sistema. ¿Qué hacer si una persona está fumando un cigarrillo de una hierba no aprobada por el gobierno? Meterlo preso u obligarlo a renunciar a sus hábitos, inocuos para el resto, encerrándolo en una granja y etiquetándolo de enfermo. Lo mismo podríamos seguir con varios ejemplos, para casi todos los problemas la gente tiene una solución, y en la mayoría incluye la violencia.
La violencia que ejerce el gobierno no está mal vista por gran parte de la sociedad, incluso entre aquellos que les parecería disparatado creer que con violencia se resuelven los problemas. Al gobierno se lo juzga con un criterio diferente, como si las persona que se hacen llamar gobierno pueden apartarse de los principios que rigieron nuestra vida en sociedad en la infancia, y que rigen nuestra vida a diario cuando no estamos proponiendo propuestas políticas.
La propuesta del liberalismo no es complicada, no es rebuscada, ni requiere mucho estudio, es más bien sencilla. Es hora de volver a los principios básicos con los que crecimos y con los que vivimos la mayoría todos los días, sólo hace falta aplicarlos de forma consistente, entender que si está mal robar para uno, está mal robar para todos, entender que si usar la fuerza está mal para uno está mal para todos, y cuando uno dice todos incluye también al gobierno, sea quién sea que esté en el poder en ese momento.
El pedido es simple, comencemos a comportarnos como personas civilizadas en todo momento, volvamos a los principios básicos y apliquemoslo de forma consistente. Veamos en cada acto los medios que usamos para alcanzar el fin que buscamos, analicemos si estamos forzando a alguien a hacer algo que no quiere, si le estamos sacando a alguien algo que no nos pertenece, y cada vez que propongamos que el gobierno deba hacer algo preguntémonos: ¿estaría dispuesto a hacerlo yo por mi cuenta?
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