El fracaso del cine argentino

Con el espíritu tradicional de los reguladores, que oscilan entre no importarle el gusto de los espectadores y la falta de respeto total por las decisiones que toma la gente en como asignar sus gastos, la Directora del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) firmó una resolución que impone un arancel a las copias de peliculas extranjeras con el objetivo de que la gente se vuelque a ver peliculas argentinas.

El gobierno prohibiendo e imponiendo no es ninguna novedad. Esta regulación, además, resulta en un beneficio para los grandes cines frente a las pantallas independientes, tal como lo señala la carta enviada por los dueños de estos últimos. También los cines del interior, a pesar de ser allí más barato el ingreso de las copias, se verán perjudicados al circular menor cantidad de copias en el país.

Por suerte se ha escrito bastante sobre el tema, donde está explicado de manera clara de que va todo esto:

– Las fallas conceptuales de la Resolución del INCAA – CinesArgentinos.com.ar

– Pasar un solo trailer en Buenos Aires costará $ 1.176 y en Rosario $588,25 – CA

– Carta de los cines independientes a la presidenta del INCAA 

Además Perfil, en su edición dominical, analizó la cuestión de los subsidios a las películas nacionales:

– Cómo se subsidia el cine nacional desde el Estado

y cierra su informe con una infografía muy clara sobre las pérdidas en las que incurre el INCAA (en realidad, incurrimos nosotros, los que pagamos impuestos) y cómo películas argentinas que han tenido cierto éxito (El Secreto de sus Ojos, también han apelado a la financiación obtenida forzosamente de la sociedad).

La industria del cine no es ajena al corporativismo reinante en el resto de los sectores de la economía, en este caso sus beneficiarios son figuras conocidas, que sólo trabajan al obligar, a través de los subsidios, al resto de la población que no tiene mucho interés en ver el paupérrimo cine nacional.

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Un gran polo en Buenos Aires

Como si tuviesen la varita mágica los legisladores del PRO , entre otros, crearon un polo audiovisual.

En que consiste el proyecto:

La ley, impulsada por el PRO y resistida por legisladores de Proyecto Sur y parte del bloque de la Coalición Cívica, delimita un área de 720 hectáreas en La Paternal, Chacarita, Colegiales y Agronomía con centro en Palermo Hollywood. Las firmas vinculadas con la producción audiovisual que se instalen o que ya estén instaladas allí no pagarán ABL ni impuesto al sello durante 15 años –para las nacionales– o 10 años –para las extranjeras. El Gobierno espera de esta forma que se repita el impulso que tuvo Parque Patricios con el polo tecnológico.

Por lado podemos decir que el proyecto es abusrdo, intentarán fomentar un polo audiovisual donde ¡ya existe un polo audiovisual!. La zona de Palermo Hollywood no se llama asi por un mero capricho de los habitantes de ese barrio, o de las inmobiliarias de la zona. Su nombre se debe a que se han instalado en los últimos 10 años un gran numero de productoras, estudios de TV, y demás empresas vinculadas a la comunicación.

Por supuesto que una exención de un impuesto, en este caso el ABL, a determinado sector es bienvenida. Por más de que se trate de una herramienta utilizada por los funcionarios para estimular ciertos sectores de la producción no podemos oponernos a la nueva situación en la que se encuentran las empresas alcanzadas por esta ley: el gobierno deja de tomar por la fuerza parte de su ingreso legítimamente obtenido. Aún si este tipo de legislación termina teniendo efectos contraproducentes en otros sectores que de gozar de los mismos beneficios fiscales serían igual o más productivos, es preferible este tipo de intervencionismo, que las trasnferencias forzosas de un sector a otro a través de algún subsidio.

Como dice Sheldon Richman, «Los subsidios deben ser rechazados. Las oportunidades para mantener su propio dinero, no.»

Es decir, si bien este tipo de beneficios fiscales puede hacer dudar al liberal que percibe detrás de tales políticas la existencia de intereses creados, y la promoción de distorsiones en otros sectores, la realidad es que las mismas son preferibles a que se promueva la actividad  mediante subsidios y otros mecanismos donde se le priva de su ingreso a un sector de la sociedad, y el beneficiario se aprovecha de ese robo.

Los libertarios debemos apoyar las reducciones de impuestos, de cualquier tipo, sin embargo, al mismo tiempo denunciar este tipo de prácticas discriminatorias, intentar ampliar los alcances de este tipo de políticas, para que el derecho de mantener los ingreses obtenidos de forma legítima sean extensivos para todos.

Por último, los legisladores deberían ser coherentes, y si entienden que la reducción de impuestos y burocracia incentiva un sector económico y promueven polos industriales, la reducción de impuestos y burocracia en TODOS los sectores promovería que la ciudad sea un gran polo industrial.

«Los esfuerzos para ampliar estas excepciones podrán no tener éxito, ya que irían contra el objetivo de los políticos, que es manipular las conductas privadas. Pero, por lo menos, podemos exponer el punto que es mejor para la gente gastar su propio dinero en sus propios objetivos», concluye Richman.

Mientras tanto, y con lógica política (es decir, contrario a la lógica) se planifica una suba del 40% del ABL para el resto de los habitantes.

Inseguridad: Hacer algo

Cuando suceden tragedias como la de Candela, una chiquita de 11 años secuestrada y asesinada por motivos que aún se desconocen, la reacción inmediata de los medios y la sociedad en general es «Hay que hacer algo!». La reacción es correcta, ante una situación tan desgraciada la única manera de alterar el estado de cosas es introduciendo un cambio, y un cambio quiere decir llevar adelante una acción que produzca ese cambio.

Una vez determinado que hay que hacer algo existen otras dos preguntas que rara vez se formulan: ¿qué se debe hacer? y ¿quién debe hacerlo? La segunda respuesta está relacionada con la primera, dependiendo quién es el que debe hacerlo se determinará que se hará. La respuesta habitual a la segunda pregunta, al ¿quién?, es «los políticos», y en consecuencia, la respuesta a la primera, el ¿qué?, estará relacionada a alguna de las pantomimas a las que estamos acostumbrados a escuchar, en este caso crear una fuerza similar al FBI:

El secuestro y muerte de Candela Rodríguez generó toda una serie de críticas a los métodos utilizados para llevar a cabo la investigación. Los escasos resultados obtenidos en la pesquisa que demandó cientos de allanamientos y el uso de más de 2000 efectivos policiales bonaerenses provocó que una vieja idea reflotara: crear un cuerpo federal de investigaciones al estilo Federal Bureau of Investigation (FBI).

Los políticos son siempre el punto de referencia para buscar la próxima solución al problema de la inseguridad. Es lógico, ellos asumen el compromiso desde el estado de brindar seguridad, es más, su compromiso es gigante ya que ostentan el monopolio de la violencia, es decir son sólo ellos los que pueden proveer seguridad, y por ende, ofrecer las respuestas que se piden.

Mi propuesta es parar un minuto y reflexionar:  los políticos ya hicieron mucho por nosotros, desde los gobiernos han bloqueado las importación y nos han traído robo de neumáticos, han continuado con la prohibición de drogas que da lugar al surgimiento de mafias donde inocentes terminan pagando la violencia generada por dicha legislación. La misma policía, a la que se le reclama seguridad, está involucrada en  actos delictivos. Hasta desde la cárcel, los convictos, en connivencia con la policía, siguen delinquiendo. La solución no puede estar ahí.

Seguir confiando en los mismos que generan las condiciones para que se lleven adelante estos hechos, y pretender una respuesta diferente, una respuesta acertada, resulta poco verosímil. Evidentemente, ya no es posible confiar en que el estado brinde seguridad, cuando es el primer responsable de la inseguridad, directa o indirectamente.

La inseguridad y la violencia son dos flagelos que afecta a casi todos, los que pueden viajar en helicóptero, o tener custodia personal, no la sufren. Los que son poseedores de los escasisimos permisos de portación de armas, hoy por hoy casí imposibles de obtener sin un contacto en el RENAR, tienen una herramienta que los ayuda a combatirla. El resto estamos desamparados, somos dependientes de un monopolio que se ha comprometido en crear delincuentes, cuando su función es combatirlo. Salir del esquema de financiación de ese monopolio es imposible (¿rebelión fiscal? tal vez),  por suerte algunos pueden pueden salir de ese esquema de indefesión organizando soluciones alternativas, imperfectas, por supuesto, pero que resultan un remedio provisorio al fracaso (otro fracaso más) del estado.

Mientras tanto, el común de la gente son rehenes de los que supuestamente están para cuidarlos y defenderlos.

¿Soluciones de mercado a la inseguridad?

A raíz de los hechos acontecidos durante la semana pasada que culminaron con el asesinato de una niña de  11 años de edad, alguien propuso en el muro de Facebook del Partido Liberal Libertario recurrir al mercado para ver qué ideas podrían surgir en el ámbito de intercambios libres para mejorar la situación de la inseguridad.

La propuesta generó comentarios jocosos por un lado, y la profundización de la idea por otro. Y creo preciso responder a los comentarios jocosos, de modo de presentar una solución de mercado que se dio en mi barrio con respecto a la inseguridad, sólo a modo de ejemplo de cómo la descentralización del asunto y el permitir acuerdos voluntarios, hace que la gente encuentre otras personas que están dispuestas a atacar su problema.

El comentario jocoso surgió a raíz del pedido en el sentido de «ustedes los liberales no lo admiten, pero adoran el forma religiosa al mercado, y tienen una fe irracional en él, como si fuera su dios». Vamos por partes. Primero, hay que entender a qué nos referimos con mercado los liberales. Porque generalmente los que hacen esta clase de críticas lo corporizan e incluso confunden aquella metáfora de Adam Smith de «la mano invisible» como si estuviésemos hablando de alguna clase de deidad. Nada más lejos de la realidad. Mercado no es un ente intangible, puro e inalcanzable. Mercado es sólo la palabra que usamos para referirnos a los contratos e intercambios voluntarios entre individuos libres, sin la intervención del estado en cuánto a cómo se lleva a cabo el servicio. Traduciéndolo un poco más al lenguaje del día a día, sos vos y soy yo cuando contratamos a alguien para que limpie la vidriera del negocio, o cuando contratás un empleado para manejar la caja, o cuando alguien te paga para instalarle un televisor, o para cortar el pasto del jardín. Mercado no es un ente abstracto de empresas multinacionales y capitalistas inescrupulosos que se esconden tras bambalinas manejando las guerras en el mundo. Sólo es la infinidad de contratos y acuerdos que se dan todos los días entre alguien que tiene un problema y otro que puede ofrecerle una solución a cambio. Buscar o querer una solución de mercado es nada más y nada menos que anunciar que uno está dispuesto a pagar a alguien por cierto trabajo y que alguien responda brindando dicho servicio. Si te ponés a pensar bien, casi todos los días hacés esto. Te diría todo el tiempo, cuando vas a la ferretería, a la panadería. Vivís realizando transacciones voluntarias.

Cuando alguien dice entonces que tenemos fe en el mercado, es finalmente como decir: «ustedes tienen fe en que alguien por cierta cantidad de dinero está dispuesto a brindarte una solución para tu problema». Y poniéndolo en esos términos, sí, tiene razón. No es una fe religiosa, es saber cómo funciona el mecanismo pacificador por el cual colaboramos entre sí los seres humanos sin necesidad de conocernos o sentir un aprecio especial por el otro más que saber que esa persona puede ayudarme con mi problema.

"Señora, con esos zapatos no se permite ingresar a esta panadería!"

Toda esta explicación la hice para ver que las soluciones de mercado, no siempre son soluciones como las que mucha gente sí espera del estado. Que con una medida o una serie de medidas coordinadas, se terminen los problemas de todos (y eso sí es un acto de fe). El mercado, te ofrece soluciones para problemas concretos aquí y ahora, y cuando dicho servicio no sea más un servicio util tenderá a desaparecer para que dichos recursos se utilicen en soluciones útiles. En dicho contexto es que pongo el ejemplo de mi barrio. A principios de este año, ocurrió que en un radio de 10 cuadras en menos de 2 semanas se produjeron 10 robos a mano armada en los comercios. Algunos comercios sufrieron en esas 2 semanas más de un robo, habiendo trabajado esas dos semanas para otro que venía a sacarle lo ganado por la fuerza (y no era la AFIP). La policía siempre llegaba a tomar la denuncia con el hecho consumado, el dinero perdido y el miedo instalado en el dueño y los empleados de los comercios. Con una serie de robos consecutivos, la policía que no podía ofrecer ninguna solución y sabiendo que la situación debía cambiar, los negocios tomaron el toro por las astas y buscaron una solución de mercado. Y mal no les salió porque no hubo robos a estos comercios a partir de entonces. Lo que comenzó haciendo un local de ropa de mujer atendido por señoritas, fue poner un «patovica» en la puerta del negocio. No era un patovica a la usanza de los boliches que restringen el ingreso según cómo estuvieras vestido, sino que es un tipo que está parado en la vereda durante el horario de atención, cuidando que dentro del local no esté sucediendo nada sospechoso. Casi como si fuera un portero. Los robos se terminaron para este comercio. Y entonces comenzaron a copiarlos los de la panadería, que estaban bastante aislados y lejos de las luces de las avenidas. Se acabaron los robos en la panadería.Y así fueron surgiendo los guardianes de comercio, cuidando las puertas de los locales del barrio. No era una costosa compañía de seguridad privada, no era un servicio especial de la policía, era tan solo un tipo de cara conocida, que fuera el mismo todos los días, y que diera seguridad al propietario y a los clientes habituales del lugar.

Seguramente, en el momento en que la inseguridad deje de ser un problema generalizado en la ciudad, estos guardianes deberán cambiar los servicios que brindan. Pero hoy, aquí y ahora, ofrecen en el ámbito del mercado, un servicio útil a los comerciantes, a los consumidores y en general a los vecinos de esas cuadras del barrio.

Y este es sólo un ejemplo de cómo sin mediar un ente regulador, sin una matrícula, un servicio o una educación especializada en particular, las personas encontraron una forma de colaborar para solucionar en el barrio el problema de la inseguridad. No es una solución integral, ni definitiva, y probablemente no sea la mejor. Pero es una solución que satisface las necesidades del barrio a un precio que están dispuestos a pagar. Si hurgamos un poco más, vamos a encontrar que esto pasa en absolutamente todos los servicios que podamos buscar. Así colabora la gente. Porque el mercado, somos nosotros.

La Fatal Arrogancia y el Caos

En los comentarios de la anterior entrada, se planteaba algo como que «sin la existencia de las licencias y regulaciones estatales, los empresarios se aprovecharían de los consumidores, los cuales estarían a merced de fieras salvajes que los robarían, violarían o envenenarían». Bueno, puedo estar exagerando un poco.

La realidad es que las regulaciones estatales generan monopolios artificiales y una suerte de «solución única habilitada» para ciertas necesidades de los consumidores. Creer que existe una única solución y que es la correcta es creérsela de más (por parte del que pone la regulación) y creer que se sabe más que el que tiene la necesidad misma. Por eso me parece acertado compartir esta excelente charla de TED de Tim Harford:

Más historias de todos los días

El viernes publicamos la historia de Marcelo, y como  él y sus empleados se veían severamente afectados por la intervención estatal. Siempre hay historias, terribles historias, detras de las regulaciones. No podemos conocer todas pero las podemos imaginar.

Veamos como  la regulación estatal afecta a los más mayores de la sociedad, el lunes comentábamos acerca del sistema jubilatorio estatal, y como afectará a las generaciones de jubilados venideras. La realidad es que le día de hoy los jubilados ya son víctimas de este sistema perverso, teniendo que rogar en los tribunales cobrar lo que les fue prometido.

Otro sector altamente regulado es el del transporte, en especial, los taxis. El servicio de taxis es uno de los más regulados, licencias para limitar la oferta, regulaciones sobre la antigüedad y prestaciones de los vehículos, y por supuesto una tarifa fijada entre el sindicato y el gobierno, dejando a fuera a los propios taxistas, o dueño del taxi.

Como dice el Sr. P. Ibañez, «todo tiene que ver con todo».

Cuantas micro-historias debe haber allá afuera en las que jubilados tuvieron que tomarse un colectivo, por su misera jubilación, y por los altos precios artificiales fijados por el gobierno a los taxis, y terminaron con caderas fracturadas, cabezas rotas, y otras lesiones que afectaron de manera trascendental su calidad. Yo conozco varias.

Las regulaciones masivas, los avisos rimbombantes ante invitados especiales en salones fastuosos, las concesiones a los distintos lobbies, el poder político en general, tienen un fuerte impacto en las pequeñas cosas de todos los días, no lo notamos, no podemos verlos porque estamos inmersos en esa sociedad estatista, naturalizamos las situaciones alteradas por el uso de la fuerza del gobierno como si fuesen fruto de acuerdos voluntarios, pero si prestamos un poco de atención, si miramos desde afuera de la matrix, las pequeñas consecuencias de esos grandes anuncios están en todos lados.

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¿Las corporaciones son personas?

Leyendo sobre las primarias del Partido Republicano, donde un libertario, Ron Paul, esta peleando frente a los típicos candidatos del establishment (Romney, Perry) o fanáticos de la imposición moral o religiosa como Bachmann (catalogada como «la Hotton yankee» por un amigo), me encuentro con un interesante intercambio.

Resulta que Romney manifestó que «las corporaciones son personas» (aquí el video discutiendo con el público) y Paul le respondió negándolo e indicando que «Las personas son individuos, no son grupos y no son compañias. Los individuos tienen derechos y estos no son colectivos. Los individuos deberían ser responsables por las corporaciones, estás no deberían ser una nueva ‘criatura’, sino que los derechos y obligaciones deberían regresar al individuo» (aquí el video).

En este debate me encontré en una encrucijada. Comparto filosóficamente lo dicho por Ron Paul (las corporaciones no son personas sino asociaciones de ellas), pero carezco de una justificación utilitaria para acompañar el mensaje.

Si soy proveedor de «Juan Perez & John Doe S.A.» y esta sociedad me adeuda dinero y no me lo pagan ni tienen bienes societarios para responder, siendo un desconocedor del derecho, entiendo que la justicia en Argentina y en gran parte del mundo evitaría que yo pueda accionar sobre los bienes personales de Juan Perez y/o John Doe.

Lo que Ron Paul manifiesta entiendo me dejaría ir tras los bienes personales de ambos para saldar la deuda. Y tiene sentido así sea, ¿pero complicaría las posibilidades de emprender?

Pensándolo un minuto más tomé nota que no, en una sociedad libre podrían existir seguros o cláusulas en los contratos para paliar la inexistencia de personas jurídicas que se limiten al capital societario, o tal vez otras soluciones ni imaginadas, el orden espontáneo dirá…

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