Voto argentino

Una vez más comprobamos que la mayoría de los habitantes de las fronteras que definen el territorio argentino no están preparados para elegir representantes democráticamente por medio del voto. Quedó más que claro cuando la «elegida» gritaba en un acto «vamos por todo, vamos por todos» y era vitoreada por una multitud de asistentes, tanto arriados como gratuitos, al mismo.

Elegir democráticamente a los que van a ocupar cargos públicos es solamente posible si, previamente, están absolutamente definidas las funciones a ejercer y los límites que dichos cargos tendrán. ¿Qué sentido tiene elegir a alguien que tendrá discrecionalidad sobre lo que puede hacer con nuestras vidas y con nuestros derechos? Eso se llama MONARQUÍA, y por esa, prefiero no votar. Hace no más de 200  o 250 años las cosas estaban mucho más claras y eran mucho más evidentes: te conquistamos por la fuerza y tributás como súbdito. Hoy un simulacro de elección también te hace súbdito. Súbdito de una manga de parásitos que vivió toda su vida del estado con su «profesión» de políticos que, mientras te afanan, te dicen que es por tu propio bien. Súbdito de un par de empresaurios amigos del monarca de turno que te fuerzan a «elegir» sus productos pedorros y carísimos mientras ellos viven en Puerto Madero. Súbdito de los empleados de esos empresaurios, esos que se «protege» por ser «trabajo argentino» (improductivo y carísimo, pero claro, es nuestro). Súbdito de los gremios. Súbdito de TODOS los empleados estatales. Súbdito de todos los votantes que reciben subsidios personales.

¿Qué beneficio tiene elegir cuál es la facción que te va a saquear? Solo tiene beneficios (por lo menos, temporales) para todos aquellos que quedan del lado de adentro de la facción, y están esperando morder algo (tal vez un carguito en Aerolíneas, un puestito en la municipalidad, o una flamante oficina en la recientemente robada YPF). Sin República, la democracia es un acto vacío y, hasta me animaría a decir, vomitivo, donde los únicos que tienen algo por ganar son los parásitos.

La administración del estado no debería ser distinta de la administración de nuestro edificio. Me imagino que si la administración que votamos para nuestra casa empieza a cobrar las expensas de forma arbitraria, subírselas a unos y bajárselas a otros, le empieza a dar guita al del 1C, mete a vivir una familia de su elección en tu depto y pone un policía en la puerta a ver con qué productos entrás y salís, terminás a las piñas con el administrador y lo terminás echando a patadas. Hay cosas por las que no se vota. Uno vota un administrador para que recaude la  guita necesaria para mantener los lugares comunes y se encargue de que esas actividades se lleven a cabo y nada más.

Bueno, eso mismo tiene que hacer la administración del estado. Ver dónde va un semáforo, limpiar la vereda, alguna oficina para un trámite de esos inter naciones y no mucho más. Quién se encarga debería ser casi irrelevante.

En una falsa democracia, o sea, una democracia fuera de una república, el poder ejercido es ilegítimo. No debe ser obedecido bajo ningún concepto. Es, simplemente, la banda mejor organizada, agitando un trapo celeste y blanco, con un montón de empleados zombies vitoreando y haciendo de falsa legitimidad. Municipios, provincias, legisladores, AFIP, sindicatos, cámaras empresarias…todas oligarquías que quieren que te arrodilles y rindas pleitesía. Si vas a hacerlo, que sea porque te apretaron, te obligaron y te resististe, no porque te compraste el cuentito del «país». Es la única forma de desenmascarar la agresión.

Clint_Eastwood

Get Out...

¿Qué hacemos con nuestros parientes, amigos y vecinos que votan y bancan el saqueo estatista? Si lo hacen por naive e inocentes, no tengo una respuesta muy clara. Lo que sí, hay que pensar que más de 70 años de experiencia en choreo y fracaso estatista deberían haber hecho que aprendan algo. Ahora…con los acomodaticios que están atrás del curro o atrás del cargo, cada vez estoy más convencido de que hay que hacer la gran Eastwood y decirles «Get out of my property» (get out of my life too.).

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Sushi matavacas

A pesar de ser una comida muy normal en oriente, barata y muy popular en diversas culturas (suele ser más barato que almorzar un bife en varios lugares del mundo, no necesariamente orientales), en Argentina es visto como algo snob, reservado para yuppies y personas de alto nivel económico. Aún así, el sushi, como otras comidas y costumbres orientales, supo construir un nicho de consumo y consiguió cierto éxito en la sociedad.

sushi mata

¿Desde 1984? ¡Por supuesto!

El freno a las importaciones lo impactó directamente, porque varios de los insumos que se utilizan en la preparación del mismo (algas, salsa y salmón), son importados y, como sabemos, para nuestro beneficio, el estado está en guerra con los productos importados, así podemos tener una vida plena y feliz.

Salió la información de que una cadena de restaurantes de este tipo de comida, Sushi Club, logró conseguir una audición con el lord Moreno, donde le explicaron que tenían casi 50 restaurantes, alrededor de 450 empleados y que las restricciones les estaban haciendo imposible seguir con el negocio. La respuesta fue la siguiente:

«¿Cuántos restaurantes tienen? ¿48? La solución es fácil: de ahora en más, 48 parrillas! Al argentino no le gusta el sushi, le gusta el asado».

Primero me pregunto ¿quién carajo es Moreno para saber qué le gusta a 40.000.000 de personas?

Y después, la pregunta obligada es ¿se da cuenta este ignorante de lo que propone?

Supongamos que hay dos grupos de amigos que se juntan a comer todas las semanas:

Grupo A: muchachos de clase media, que tienen por casi único gusto / lujo, hacer un asadito el sábado a la noche y tomar unos vinos.

Grupo B: muchachos de clase media / alta que disfrutan ir a un restaurant de sushi una vez por semana.

Supongamos también, que la economía está compuesta por una vaca y X cantidad de kilos de sushi, ambos suficientes para proveer a ambos grupos de sus comidas semanales.

La movida de M0reno ELIMINA POR COMPLETO la existencia del sushi. Ahora tenemos una economía que tiene UNA SOLA VACA.

Sin tener la posibilidad de comer sushi, el Grupo B opta por el asado, porque otra no les queda. Así, tenemos a dos grupos compitiendo por el mismo recurso. El carnicero, propietario de la vaca, tipo con calle y ningún gil, se da cuenta al toque del aumento de la demanda, aumentando así el precio. ¿Hasta cuándo va a aumentar el precio? Hasta llegar al precio que el Grupo B esté dispuesto a pagar.

El Grupo B tiene ingresos más altos que los del Grupo A, por lo tanto serán ellos los que definan el precio del asado. El Grupo A podrá optar por pagar el nuevo precio más elevado (relegando algún otro tipo de consumo que tenían) o por quedarse sin asado.

¿Podría Tito el carnicero aumentar la oferta de vacas? Podría, pero como ya dijimos, no es ningún gil. Pudiendo ganar más trabajando lo mismo que antes, no va a elegir ninguna otra opción. Es un tema de incentivos. Además, generar el doble de vacas que antes, toma un tiempo considerablemente mayor al tiempo de consumir los insumos existentes. ¿O acaso cree Moreno que va a haber nuevas vacas instantáneamente por arte de magia?

Es así como un cavernícola con palos es el responsable de que el Grupo A, al que alega estar tratando de «defender», se terminó quedando sin algo que disfrutaban mucho. Lo más triste del caso es que, muy probablemente, los miembros de ambos grupos estén chochos con las atrasadas ideas de que «importar es malo y exportar es bueno».

Y no olvidemos: TODA MOVIDA EN EL PLANO DE IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES QUE HACE ESTA MANGA DE SIMIOS SÁTRAPAS, ES PARA TENER LOS DÓLARES PARA CUBRIR EL DÉFICIT EN EL MERCADO ENERGÉTICO QUE ELLOS MISMOS DESTRUYERON. Por cierto, cada nicho que se traba, impide o destruye ACHICA LA ECONOMÍA, o sea, hace que existan menos bienes y servicios disponibles para la misma cantidad de gente y demanda. ¿Quién piensan que va a tener más posibilidades de hacerse de esos recursos, «los que más tienen» o «los que menos tienen»? ¿Y quiénes se van a quedar sin nada?

Advertencia para los cybergurkas / estatistas básicos antes de que salten con algo como «el sushi es para la gente de guita y bla bla bla»: Dentro de el Grupo B debe haber unos cuántos pertenecientes a La Cámpora y otros miembros de la facción que detenta el poder, y tienen campos, departamentos en Puerto Madero y otros bienes de lujo.

Advertencia 2, para los mismos básicos: Es lo mismo la nota tanto para el Sushi Club, como si hubiese sido el Club de la Milanesa, el Club de la Comida China o el Club de la Tarta Pascualina.

¿Quién es el país?

Mark Twain

No es Einstein joven, queridos lectores. Es Mark Twain.

Desde las elecciones del pasado octubre, el discurso de los que en este momento detentan el poder público es algo así como «Sacamos el 54% de los votos, hacemos lo que queremos» (y no olvidemos a esa señora coqueta gritando en el discurso de una autoridad municipal «Vamos por todo. Vamos por todos»).

Por otro lado, está la (mal) llamada oposición, que se mueve cabizbaja diciendo algo como «Sacaron el 54% de los votos, pueden hacer lo que quieran. Es más, tenemos que colaborar con ellos». Esta gente, en realidad, se muere de ganas por estar dentro del oficialismo y hacer lo mismo que el oficialismo hace (o cosas peores, tal vez), pero ya sea por lo fracasados que son o porque no tienen una ausencia de escrúpulos tan grande, están «en la vereda del costado».

Vengo pensando hace un tiempo, qué puede hacer un ciudadano de una supuesta República cuando el «contrato» por el cual se deposita una parte del poder propio para que sea administrado por el Estado, deja de ser cumplido por los empleados designados para ésta actividad. ¿Qué pasa cuando, por el mero acto de elegir quiénes son los administradores de lo público, éstos se arrogan poderes superiores a los que el Contrato / Constitución les otorga, simplemente porque había más papelitos con su nombre en una caja? ¿Y qué pasa cuando los que no están de acuerdo con este avasallamiento de derechos y abuso claro y sistemático del poder son tildados de enemigos de la patria, cipayos y no pertenecientes al país? ¿Quién define quiénes son el país y quiénes no lo son?

La respuesta me llegó inesperadamente de un cómic, donde el mismísimo Capitán América (si, el corazón del malvado Imperio!) se pone totalmente en contra de su propio gobierno y encabeza una rebelión. En un momeno, cuando le preguntan cómo sabe si está haciendo lo correcto, se despacha con la siguiente cita de Mark Twain:

¿Quién es el país?

¿Es acaso el gobierno que de momento está a cargo? No. El gobierno es solo un siervo temporal; no puede ser su derecho decir qué es lo correcto y qué está mal, y decidir quién es patriota y quién no. Su función es obedecer órdenes, no crearlas.

¿Quién es entonces El País?  ¿Es el periódico? ¿Es el púlpito? No, estas son pequeñas partes del País, no son el todo; no pueden mandar, sólo tienen su pequeña parte en el mandato.

En una monarquía, el rey y su familia son el país; en una república, es la voz del pueblo. Cada uno de ustedes para sí mismo y bajo su responsabilidad, debe hablar.

Es una solemne y dura responsabilidad y no debe ser fácilmente dejada de lado bajo la presión del púlpito, la prensa, el gobierno o la vacía palabrería de los políticos.

Cada uno por sí solo debe decidir qué está bien y qué está mal, cuál es el camino patriótico y cual no. No puedes evitar esto y ser un hombre.

Decidir contra tus convicciones es ser un traidor imperdonable, tanto para ti mismo como para tu país. Deja que los hombres te califiquen como quieran.

Si solo tú de entre toda la nación elige un camino, siendo este el correcto según tus convicciones de lo correcto, has cumplido tu deber para ti mismo y para tu país.  Mantén la cabeza en alto. No tienes nada de qué avergonzarte.

No importa lo que diga la prensa. No importa lo que digan los políticos o las masas. No importa si todo el país decide que algo malo es algo bueno.

Esta nación se fundó sobre un principio por encima de todos: la exigencia de que nos levantemos por lo que creemos, sin importar el riesgo o las consecuencias.

Cuando las masas y la prensa y el mundo entero te dicen que te muevas, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al río de la verdad y decirle al mundo entero… “NO. MUÉVETE TÚ.»

(ciertamente la cita en idioma original pega mucho más. En especial la última parte «No. You Move.»)

Las Constituciones no existen para legitimar a los gobiernos. Las constituciones fueron impuestas por la gente para limitar el poder del estado mismo y para proteger los derechos individuales de los ciudadanos. Si la constitución fuera solamente para decir que el gobierno puede hacer lo que se le canta porque lo votaron, como dijo Benegas, es preferible no tenerla, que declaren el territorio argentino como El Reino de la Milanesa, le pongan una corona a la señora y punto.

En cuanto los que están en el estado violan y contradicen la constitución, su mandato deja de ser legítimo (en dicho documento se establece la forma de llegar a los cargos públicos SOLAMENTE para hacer lo que ahí está explicitado, no para usar el estado para hacer lo que se le canta). Desgraciadamente, la Constitución sola no nos va a defender de nada. Es un simple papel con tinta encima, que no nos va a defender de las balas, ni de la cárcel, ni va a traernos productos, ni va a producir nada, ni nos va a defender de los abusos del fisco o de patoteros como Cristina Fernández y su perrito faldero Guillermo Moreno.

La Constitución es una simple advertencia para las autoridades electas: «si se hacen los boludos y tratan de pasarse de vivos con el poder, les va a ir bastante mal». Pero, al final del día la constitución debe ser ENFORZADA al estado, desde la ciudadanía. Los ciudadanos tienen que estar dispuestos a imponerles, por la fuerza si es necesario, la constitución a los gobernantes, sin importar ni medio segundo si fueron votados por una cantidad X de la población. Ahora, si los ciudadanos no están dispuestos a enforzar la Constitución y se bancan cualquier tipo de abuso que venga desde el poder, no se merece tenerla. Directamente, merece ser un súbdito más del Reino de la Milanesa.

Entreguen los libros

Jailed Books

Acá los tenemos...bien guardaditos a la sombra.

Yo ya no entiendo si estos megalómanos inescrupulosos toman a la totalidad de los argentinos por boludos o si, al final, una abrumadora mayoría de los argentinos son, efectivamente, boludos.

Que venga un tipo y prohíba las importaciones de TODOS los libros porque no están seguros de si la tinta con la que están impresos tiene menos del 0.000000000000000000000001% de plomo así de la nada es un absoluto insulto a la inteligencia de un nene de 5 años.

¿Hubo algún caso de algún intoxicado? ¿No? ¿Hubo algún comunicado de los países que imprimen los libros sobre incidentes allá y que podía ser peligroso? ¿No? ¿Hay algún estudio serio sobre el tema? ¿No? Ah, ¿que estuvieron viendo El Nombre de la Rosa?

Supongamos por un segundo que les importa el asunto del plomo ¿Se pegaron una vueltita por Dock Sud? ¿Por el Riachuelo? Los trenes y las vías propiedad del estado ¿están 100% libres de plomo? ¿Y los viejos aviones de Aerolíneas? ¿Y las curtiembres? ¿Y las fábricas?

Y quiero creer también que hicieron pericias y estudios a lo largo y a lo ancho del país y que ABSOLUTAMENTE TODOS los diarios y revistas de alcance nacional, provincial, municipal y barrial cumplen con los requisitos del plomo en la tinta. ¿Podríamos ver ese informe? Ah…¿hoy no? Mañana…¿tampoco?…Bueno, avisen cuándo, eh.

Muchachos, si el plomo fuera una amenaza para la salud de la población, tienen que cortar mucha, pero mucha tela y sanear una enorme cantidad de áreas que impactan muchísimo más y muchísimo más directamente que la tinta de los libros. En toda mi vida no conozco un solo caso de algo ni remotamente similar.

Como dijo Frank Zappa cuando daba testimonio ante el Congreso de USA: «El estado siempre tiene que tomar las medidas que impacten lo menos posible en la vida de la gente. Esta regulación es como si, para combatir la caspa, recurriéramos a la decapitación».

Por cierto, nunca faltan los chorros acomodaticios buscadores de prebendas, ratas parásitas dispuestas a succionar cuanto calcetín del gobierno puedan para conseguir una traba y/o regulación que les permita afanar unos mangos, como el señor Juan Carlos Sacco que dijo «Si uno se pone el dedito en la lengua para cambiar la hoja puede ser peligroso». ¿Usted me está cargando? Si sobreviví desde los 4 años pasando las páginas de las viejas Isidoro y de diarios viejos y baratos de esos que te dejan la tinta en los dedos, tengo inmunidad de por vida para todo tipo de tintas.

Después, el despreciable agrega «En los últimos cinco años se importaron 140 mil toneladas de libros por 550 millones de dólares. Y en 2011 tuvimos un desbalance de 78 por ciento, unos 125 millones de dólares en contra». O sea, comete sincericidio y admite que ES TODO POR LA GUITA. De nuevo rompen las bolas con la famosa  «balanza comercial». El tema es que, en este caso, es INJUSTIFICABLE. Pueden decirte que es lo mismo traer un rulemán de afuera que usar uno de los que fabrican los chorros amigos del gobierno, pero los libros hay que escribirlos y editarlos. ¿Van a decir acaso que los libros escritos por extranjeros «le quitan trabajo a los escritores argentinos»? No sé si hoy, pero creo que son capaces de hacerlo en un año o dos y que una importante parte de la población asienta con la cabeza y diga «es verdad, hay que defender el trabajo intelectual de los argentinos». Ya no me sorprende nada.

Y digo, si el problema son los libros impresos ¿Por qué no liberan la importación de e-readers y les sacan todo tipo de impuesto aduanero para que la gente pueda leer en digital? No, claro, en vez de eso van a inventar que el plástico con el que está hecho el Kindle es nocivo para los huesos y la piel.

En fin, un nuevo episodio de «tenemos que afanar la mayor cantidad posible de dólares para pagar las importaciones de gas carísimo de Qatar, con el cual hicimos un curro grande como una casa gracias al descalabro energético que previamente habíamos armado».

Salud Pública

Frontiers

El próximo paso

Cual Schiavi en la publicidad de la SUBE, tengo que decir “mirá que te lo avisamos con tiempo, eh” y “¿te dormiste?”.

Mirá que venimos repitiendo una y otra y otra vez cuáles son las consecuencias de “proteger la industria nacional” y dejar en manos de un burócrata qué productos pueden pasar de un lado a otro de una línea imaginaria.

Más de una vez me han dicho cosas como “Prefiero que se cree trabajo para un argentino a que un ricachón se compre un iPhone”. No sé si los defensores gratuitos de estas ideas lo hacen por ignorantes o por resentidos con que alguien tenga guita. Sea como sea, el “trabajo argentino” se convierte en una carta blanca para que el estado y el gobierno hagan lo que se le canten con las importaciones.

Después de eso, vienen con la idea fantástica de la “balanza comercial”, una idea que no resiste dos minutos el análisis de un nene de 5 años (hay que sembrar una gran ignorancia en las mentes de las personas para que esta idea sea aceptable). Cuenta la leyenda estatista que es exportar es mucho más beneficioso que importar. Esto es una falacia, ya que el que exporta lo hace para pasar de una situación menos beneficiosa a una más beneficiosa. Y lo mismo pasa con el que importa.

Si exporto, cambio productos por dólares. Si importo, cambio dólares por productos. En el medio puede haber cantidad de intercambios de dólares por productos internos, incluyendo moneda nacional. Les pregunto a los genios del estatismo: si ingresan muchos más dólares por exportaciones, que los que salen por importaciones ¿en qué beneficia a “todos los argentinos”? ¿Tienen los papeles verdes algún poder mágico que nos hace más felices, más ricos, hacen crecer más las plantas o purifican el aire? ¿En qué me beneficia a mí que un agroexportador tenga más dólares en su cuenta del banco o abajo de su colchón?

Claro que, el truco está en que esa “balanza” es medio mentirosa. El que exporta tiene que entregar los productos y el estado lo obliga a cambiar los dólares por pesos al cambio oficial. Así, el que se queda con los dólares es el estado. Y acá es donde la “balanza” balancea. Se usan esos dólares “excedentes” para importar energía subsidiada y para pagar deuda. El único beneficiado por más exportaciones que importaciones es solamente la actual gestión estatista, que se permite derrochar los dineros públicos para atraer un caudal electoral mayor.

Las exportaciones, son el precio a pagar para poder importar, justamente para estar mejor. Y no al revés como nos quieren hacer creer.

En este punto el lector se preguntará qué tendrá que ver esto con la salud. Por más que estúpidos como Moreno y la reina no se hayan dado cuenta, en el siglo XXI el mundo se globalizó y, para nuestro beneficio, podemos hacer uso de bienes y servicios generados a millones de kilómetros de distancia. Es así que muchas industrias fabrican sus productos en un solo lugar y luego hacen la distribución a escala global (por cierto, para aquellos a los que les importa “que la gente tenga trabajo”, la logística y distribución genera muchísimo más trabajo que la producción). Estos bienes y servicios van desde autos hasta computadoras, zapatos, celulares, ropa y MEDICAMENTOS.

Cuando desde un despacho burocrático se traban o cierran las importaciones DE TODO ¿qué creen estos inútiles que va a pasar? ¿Que por arte de magia van a aparecer los productos adentro del país? ¿Que las fábricas se van a montar solas y automáticamente? ¿Que negocios no rentables en el país por un tema de escala se van a volver rentables?

Y así es que, por un tema de cuántos dólares van a tener a su disposición, generan una escasez donde antes no la había. Hay faltantes de todo, en especial de medicamentos, en especial de esos medicamentos que la gente necesita para esas boludeces como…..seguir viviendo.

¿Qué le deberíamos contestar a alguien del 54% que votó por proteccionismo y fronteras cerradas que ahora se queja que no puede conseguir un medicamento importado?

¿Qué deberíamos decirle a esos parásitos sin escrúpulos que se viven llenando la boca con cosas como su “fantástico sistema de salud pública” y, llegado el momento no te dejan acceder a un medicamento que necesitás? ¿Acaso podemos creer que estas personas están interesadas en la salud de alguien?

Economía a los palos. Bienvenidos al Siglo XVI.

La farsa de la Igualdad

Winning

Desde chicos

Competimos y tratamos de diferenciarnos de los demás prácticamente desde la cuna. Competimos con nuestros hermanos por la atención de nuestros viejos. Competimos con nuestros primos por ser la estrellita de la reunión familiar y ganarnos la sonrisa de la abuela. Hacemos un esfuerzo por diferenciarnos de nuestros hermanos, en especial de los hermanos mayores. Si a ellos les gustan los Beatles, a nosotros nos gustan los Stones. Si ellos son metaleros, nosotros somos punkies. Nos esforzamos por no quedar últimos en el Pan y Queso del fulbito de la cuadra y cada partido es como la final del mundo. Cantamos cantitos de victoria algunas veces y nos vamos con bronca a casa otras, sabiendo que nos espera la revancha.

Nos peleamos con nuestros mejores amiguitos para ver el papá de quién es más súper, quién tiene antes la mejor Tortuga Ninja, quién hace más metros de willie con la bici, quién salta más, quién pega más fuerte, quién come más chizitos y papitas en un cumple, quién agarra más caramelos en la piñata.

Y en este intento por diferenciarnos y competir, nos juntamos y colaboramos con otros que están en la misma. Entrenamos con los pibes del barrio para salir campeones de un torneo de fútbol. Hacemos el pase de gol a ese que no nos cae tan bien pero suma a la gloria del equipo al convertir. Armamos una banda de música con amigos y tratamos de encontrar “ese” sonido que nos va a diferenciar del resto de las bandas que están haciendo todas lo mismo. Hacemos grupo en la facultad con esos que sabemos que suman y con los que hacemos las cosas mejor, más rápido y más divertidos. Nos sacamos buenas notas y destacamos a fin de conseguir becas y mejores opciones laborales.

Banda de Titanes

Mis amigos son unos atorrantes

Cada tanto, consagramos a esas personas que se realmente la rompen en aquello que nos gusta tanto. A esos que hacen de forma maravillosa esa actividad con la que tanto nos identificamos. Ese guitarrista que hace “cantar” a la viola. Ese futbolista que la mueve como nadie y es ídolo del mundo. Esa actriz que todas quieren ser y con la que todos queremos estar. Ese escritor que plasma en palabras eso que sentimos muchísimo mejor de lo que nosotros mismos podríamos. Y premiamos a toda esta gente, al mismo tiempo que nos premiamos a nosotros mismos disfrutando de su obra y existencia. Vamos a sus recitales, compramos sus libros, alentamos su gambeta, vemos sus películas. Cada tanto les “robamos” o, mejor dicho, nos “inspiramos” en algo de ellos que resuena con nosotros y adoptamos alguna forma de vestir, de ser, algún acorde, alguna frase o forma de hacer las cosas. En ellos nos vemos reflejados a nosotros mismos y a ciertas formas en las que nos gustaría ser o resaltar.

Competimos y tratamos de diferenciarnos. Está en nuestra naturaleza. ¿Será debido a alguna cosa que quedó en nuestro cerebro primitivo donde se asocia a lo diferente o los que ganan la competencia con algún tipo de Status? ¿Será que ese status permitía acceder a las mejores cosas a nuestros antepasados? ¿Será lo que los fue llevando a desarrollar la civilización hasta donde está hoy en día? ¿Realmente importa?

Competimos y tratamos de diferenciarnos en las cosas más diversas. Arte, deportes, ver quién aguanta más en una casa en la tevé, quién sale con la más linda o con el más canchero, quién es el que más onda le pone a un grupo, o el más buenazo, o el que hace los mejores chistes, las jodas más pesadas, los comentarios más incisivos. Y nos juntamos con aquellas personas con las que tenemos más cosas en común, aquellas que nos caen bien, aquellas con las que nos entendemos al instante, las que nos ayudan a lograr nuestros objetivos y objetivos nuevos que no teníamos antes de conocerlos. Y “discriminamos” a esas personas con las que no nos llevamos, que no nos suman, con los que nada tenemos en común o que, simplemente, nos caen mal.

A pesar de que pasamos nuestra vida haciendo esto, un grupo de personas creen en esa cosa maldita llamada “igualdad”, que para ellos no es “tener la misma dignidad y derecho a nuestro proyecto personal de vida” sino que quieren “uniformizar”. Así es como en el colegio te sientan con ese pibe con el que nada tenés en común, te visten igual que todos, quieren que aprendas lo mismo, que formes filas, que no pases tiempo con tu mejor amigo, que “incluyas” en tus juegos a los que no te bancás. Y el esfuerzo es fútil, porque la campana nos salva para ir a juntarnos con quienes queremos, hacer lo que queremos, usar la ropa que queremos abajo de ese guardapolvo blanco. El cancherito sigue siendo así por más que le pongan amonestaciones, el tímido no deja de serlo por usar el mismo uniforme, el inteligente se aburre en clase y el vago, vago siempre será y buscará nuevas formas de zafar y copiarse.

No conformes con habernos robado 6 horas por día, 5 días a la semana, 40 semanas por año, 12 años de nuestra vida, no habiendo conseguido absolutamente nada más que hacernos odiar la educación, siguen queriéndonos imponer qué hacer de nuestras vidas y tratando de que seamos “iguales”. Las marcas de ropa tienen que hacer todos los talles, no vaya a ser que alguien se sienta mal porque no le entra el pantalón talle S. Reglamentan a qué hora podemos ir a divertirnos y a qué hora no. Hasta qué hora podemos adquirir alcohol. Dicen que no se puede dejar a nadie afuera de un lugar de acceso público, cuando es lo que estuvimos haciendo toda nuestra vida. No puede haber un código de vestimenta porque eso sería “discriminar”. Curiosamente, discriminamos desde la cuna con quién somos amigos, con quién salimos, con quién nos ponemos de novios, con quién nos juntamos.

Pero claro, para este grupo de personas tenemos que ser “iguales”, o sea “uniformes”.

uniformizados

Finally...they will all be equal...

Es bien sabido que, cuando vamos a bailar, suele haber sectores “VIP” con tratos “preferenciales” a donde solo pueden acceder amigos del dueño, personas con dinero, gente de la farándula (la que, curiosamente, tiene ese “status” gracias a la sociedad toda), jugadores de fútbol, modelos y otros. ¿Qué diferencia a estas personas de nosotros? En el fondo, absolutamente nada. Simplemente, están del otro lado de la valla, tal vez tengan más guita, más contactos o más habilidad en alguna actividad que nosotros. ¿Por qué están ellos de ese lado y nosotros no? Probablemente solo sea por decisión del dueño o los administradores del lugar. ¿Está bien sentirme discriminado? ¿Es acaso distinto de lo que hemos tratado de hacer toda nuestra vida, es decir, competir, diferenciarnos y juntarnos con la gente que resuena con nosotros?

¿Y qué pasa si eso me hace sentir mal, si me hace sentir menos? Personalmente pienso que si te sentís menos simplemente por estar del otro lado de una valla, te lo merecés. Esas ganas de “ser como los que están del otro lado” hacen que no puedas disfrutar de la vida, ser vos mismo, descubrir lo que realmente te gusta y conectarte con la gente que realmente le puede dar valor a tu vida. Por otra parte, las veces que he estado del otro lado, me he pegado unos emboles tremendos. Definitivamente no es para mí.

Pero los “uniformizadores” desprecian la diferenciación y la competencia. Quieren que todo sea como ellos quieren. Quieren ser los que mueven los hilos. Quieren ser los reconocidos. Quieren ser “los que trajeron la igualdad”. Y quieren hacer esto imponiendo su moral a los palazos, utilizando el monopolio de la fuerza ¿Será esto la consecuencia de una baja autoestima? ¿Los habrán elegido siempre últimos en el Pan y Queso? ¿El facherito del curso les habrá robado la chica que les gustaba? ¿O la linda y popular se habrá quedado con su mejor amigo y galancito? ¿O es simplemente una megalomanía que tiene adentro cierta gente, que no puede ser feliz sin decirle a otro qué hacer?

Tengo un mensaje para esta gente, que generalmente se dedica a la política o pertenecen a ONGs (bancadas con fondos públicos): no importa lo que hagan, no importa cuánto lo quieran, LA UNIFORMIZACIÓN NO ES POSIBLE. No existe ni siquiera en estructuras rígidas como las fuerzas armadas, dado que sus escuadrones de elite y pilotos dejan de usar los uniformes reglamentarios, personalizan sus aviones y cascos, usan “nombres clave”, existen héroes y leyendas. Incluso la permanencia hace que se vistan y actúen distinto (pregúntenle a sus viejos cómo es que los colimbas que estaban por terminar de cumplir su tiempo tenían tratos preferenciales y usaban la gorrita para adelante).

Gi-Joe

Tropa de Elite...perfiles diferentes, habilidades diferentes, personalidades diferentes = éxito asegurado

La tribu obembe

Modas tribales en un mundo apocalíptico

Aunque consigan su perverso deseo de destruir la riqueza de todo el mundo, prohíban todo tipo de hobby y competencia, nos hagan vestir a todos con las mismas grises ropas y aprender exactamente lo mismo, LA UNIFORMIZACIÓN NO SERÁ POSIBLE. Siempre existirá alguien más vivo, más pensativo, alguien que silbe mejor, que tire chistes, que sonría, que sea más linda o más fachero, alguien que nos caiga mejor, alguien que no nos dé pelota, alguien a quien ignoremos, alguien que haga el trabajo más rápido y mejor. Y siempre, siempre existirá alguna especie de “JetSet” esos grupos que muchas veces marcan las tendencias y modas (más no sea rompiéndose las grises ropas de nuevas formas) y al que muchos querrán pertenecer.

Les pido a los uniformizadores que hagan algo más productivo de su vida, y que intenten ser felices sin imponerle su moral a nadie. Si tienen problemas de autoestima baja o vacíos existenciales, vayan al psicólogo o terapeuta correspondiente y de su preferencia. Pero que si están en la función pública se dejen de hacer idioteces y se dediquen a lo importante: DEFENDER LOS DERECHOS INDIVIDUALES DE LAS PERSONAS, LA VIDA, LA LIBERTAD, LA PROPIEDAD Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD.

Esto último, en mi experiencia personal se encuentra, justamente en la competencia (contra uno mismo y contra los demás), en la diferenciación (encontrar realmente quién uno es) y en la colaboración con todas esas personas que piensan y sienten como uno.

¿Qué es la riqueza?

Mc Pato en su bóveda

La riqueza....estancada.

Para algunos puede ser andar por la calle con un auto de alta gama. Para otros puede ser viajar por el mundo a todo trapo. O comprarse la casa de sus sueños. O poder salir todos los días a alcoholizarse en diversos lugares de divertimiento nocturno. O tener el tiempo para leer libros y culturizarse. O poder dedicarse a vivir de lo que a uno le gusta. O todas juntas. O una cantidad infinita de variantes.

Las ideas de lo que es “ser rico” son tantas como personas existen en el mundo y totalmente subjetivas. Pero hay algo que es común a todas ellas, que es la posibilidad de acceder a los bienes y servicios deseados para esa vida de “riqueza”, gastando la menor cantidad de tiempo en generar los recursos necesarios para obtenerlos.

Así, podemos definir Riqueza como “la capacidad de acceder a la mayor cantidad de bienes y servicios al menor precio posible”. Esto será aplicable a una persona, a un grupo de personas o a una región con sus habitantes.

Claro que nuestro progre amigo vendrá a decirnos cosas como “Eh, ¿pero qué pasa con las diferencias entre los que más tienen y los que menos tienen? ¿Qué pasa con la distribución de la riqueza? ¿Eh?”. La verdad que a mí la diferencia entre los que más tienen y los que menos tienen, me tiene totalmente sin cuidado. A mí me interesa que no haya pobres. Después, si alguien quiere tener un trillón de dólares en una bóveda cual Mac Pato, que lo haga (justamente, esto es lo que NO HACEN los que más tienen… excepto el tuerto, que se hacía llevar los billetes en fajos de Euros, pero bueh, esos son como los Chicos Malos). La “distribución de la riqueza” sería, según la definición, igual para todos, dado que todo bien y servicio tendría el menor precio posible. Esto haría que, justamente, “los que menos tienen”, sean más ricos (podrían comprar más comida, mejores ropas, viajar mejor, proveerse educación, en especial por tener más tiempo libre para dedicarle, etc.).

¿Cómo sería esto beneficioso para la sociedad como un conjunto?

Simplemente permite que cada uno lleve a cabo su proyecto de vida, de la forma más fácil posible.

¿Querés ser un empresario inescrupuloso que se llene de guita vendiendo algún producto lo más caro que puedas? Adelante, tenés todas las herramientas para hacerlo, y toda la competencia para que eso te sea lo más difícil posible.

¿Querés tener un laburo que te dé guita suficiente para vivir y hacer tranqui lo que te gusta? Cuanta más riqueza haya, menos vas a tener que trabajar para eso.

¿Querés ascender en la pirámide social y capitalizarte para dejarles un futuro mejor a tus hijos? A mayor riqueza, más acceso a bienes de capital, más acceso a “capitalizarse como persona” (cursos, tiempo de estudio, etc.), más acceso a posibilidades de inversión.

¿Querés dedicarte a la filosofía y leer e intercambiar pensamientos con tus correligionarios? Probablemente tengas que trabajar algunas horas para tu supervivencia, pero a mayor riqueza, menos horas serán las que haya que dedicarle a eso.

¿Cómo se aumenta la riqueza?

Mejorando procesos industriales existentes, mediante reingeniería (bajando costos y precios, al mismo tiempo que se provee más calidad o confort). Esto se hace PARA GANAR PLATA, no porque los empresarios sean buena gente.

Mediante la adquisición o el desarrollo de máquinas y herramientas que aumenten el rendimiento. O sea, aumentando las tasas de capitalización.

Proveyendo nuevos bienes y servicios, que tal vez antes eran inimaginables.

Dejando morir a las empresas que ya no cumplen con las expectativas de los consumidores.

Con laburantes que se convierten en emprendedores, gracias al ahorro.

¿Cómo se destruye la riqueza?

Mediante impuestos progresivos, que gravan más a los que proveen los bienes y servicios más aceptados y premiados por el mercado.

Mediante la imposición de normas y regulaciones en las industrias, por parte de personas que jamás proveyeron ni un bien ni un servicio y no saben nada de la misma. Estas normas, regulaciones y burocracias, son casi imposibles de cumplir por empresas chicas o por emprendedores que recién están empezando.

Mediante la imposición de sindicatos únicos bancados por el estado.

A través de sentencias judiciales que no permiten que las empresas crezcan o se achiquen con una velocidad que se adapte a los requerimientos de los consumidores.

Mediante la inflación, que distorsiona totalmente los precios relativos entre bienes y servicios, a la vez que impide el ahorro.

Con medidas proteccionistas que prohíben el ingreso de productos y servicios que pueden ser mejores y/o más baratos (la definición de riqueza), para beneficiar a unos pocos empresarios amigos del que pone las reglas.

Con subsidios a industrias obsoletas, poco competitivas y que no pueden brindarle a los consumidores los bienes y servicios que desean al precio que están dispuestos a pagar.

Con altos impuestos al consumo y al trabajo, que hacen que más y más gente se quede afuera del mercado, a la vez que aumentan los precios de bienes y servicios.

 Finalmente, una reflexión

Los políticos se encargan de resaltar que la pobreza es una virtud, que van a hacer todo lo que hacen por los pobres y que qué bueno es que haya pobres. La definición de pobreza, contrapuesta a la de riqueza es “la capacidad de acceder a menos y peores bienes y servicios, al mayor precio posible”.

Ahora, preguntate qué hace el estado y si los RESULTADOS de las medidas aplicadas se acercan a una sociedad con más riqueza o a una sociedad con más pobreza.

¿Quién termina beneficiado, al final, en una sociedad con más pobreza?

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Realidad o Atlantis

TrainWreck

Se fue todo al carajo.

Qué lindo era escribir esta semana sobre los delirios de los feriados, el carnaval eterno, las ostentaciones de Boudou o las forradas de Moreno. Hoy, sin embargo, no me sale el sarcasmo, ni la ironía ni algún que otro chiste. Estoy flotando en una nebulosa que mezcla amargura, resignación y unos tremendos sentimientos de derrota.

Se estrelló un tren.

Se estrelló un tren abarrotado de gente, mucha más de la que debería llevar.

Se estrelló un tren obsoleto, que data más o menos de los años 50.

Se estrelló un tren que corre diariamente por unas vías oxidadas e inseguras.

Se estrelló un tren en el que la mitad de los pasajeros no paga el boleto.

Se estrelló un tren deficiente, operado por gremio y emprebendarios corporativistas.

Se estrelló un tren  que el que lo usa no lo paga, el que lo paga no lo usa y el que lo paga lo hace con plata ajena.

Se estrelló un tren que presta un servicio no a los usuarios sino al relato de una Reina y su séquito de adulones.

Se estrelló un tren y hubo muchos muertos e incontables heridos.

Inmediatamente se me vino a la mente una parte de La Rebelión de Atlas, esa genial obra de Ayn Rand que, en lugar de ser usada para prevenir muchas cosas, parece que la están usando como manual de instrucciones para el funcionamiento del estado.

En dicho capítulo se descomponía la locomotora eléctrica de un tren que debía atravesar un largo túnel. En el tren viajaba una figura política importante que reclamaba llegar a tiempo, a como dé lugar. En este mundo mediocrizado y venido a menos que nos presenta Rand, no hay otra locomotora eléctrica para reemplazarla a tiempo. Pero ante la demanda del funcionario, todos los trabajadores de esta empresa cuasi estatizada enchufan el tren a una locomotora a carbón (previo sutil y tácito deslinde de responsabilidad cada uno) y mandan el tren hacia su destino. Mueren todos los pasajeros asfixiados cuando el túnel se llena de humo.

A continuación de mostrarnos los responsables directos de esta negligencia, Rand da también algunos detalles de pasajeros al azar del tren. Cito el texto a continuación:

Se dice que las catástrofes tienen básicamente su origen en la casualidad y algunos habrían afirmado que los pasajeros del Comet no eran culpables, ni responsables de lo que les estaba sucediendo.

El hombre que ocupaba el dormitorio A, en el primer vagón, era un profesor de sociología que enseñaba que la habilidad individual no tiene consecuencias, que el esfuerzo individual es inútil, que una conciencia individual representa un lujo innecesario, que no existe ninguna mente, carácter o logro de naturaleza individual, y que son las masas, y no la persona, lo que cuenta.

El ocupante del compartimento 7, en el segundo vagón, era un periodista que había escrito que es propicio y moral utilizar la fuerza «por una buena causa». Creía poseer el derecho a hacer uso de la fuerza física sobre otros, estropear vidas ajenas, ahogar ambiciones, estrangular deseos, violar convicciones, aprisionar, despojar y asesinar por todo aquello que, a su modo de ver, constituyera lo que representaba su idea de «una buena causa». No era precisamente una idea, ya que nunca pudo definir lo que consideraba bueno, sino que había declarado simplemente que se dejaba guiar «por cierto sentimiento», no limitado por ninguna clase de sabiduría, ya que consideraba que la emoción superaba al conocímiento y se basaba simplemente en sus «buenas intenciones» y en el poder de un arma.

La mujer que ocupaba la litera 10, en el tercer vagón, era una profesora de avanzada edad que había pasado su vida transformando una clase tras otra de indefensos niños en grupos de infelices cobardes, a quienes enseñaba que el deseo de la mayoría es el único patrón para medir el bien y el mal; que una mayoría puede hacer lo que quiera; que no es preciso resaltar la personalidad de cada uno, sino obrar como los otros obren.

El ocupante del camarote B, vagón número 4, era un editor de periódicos que sostenía que los humanos son malvados por naturaleza y están incapacitados para la libertad; que sus instintos básicos, si no se los controla, son la mentira, el robo y el crimen, y que, en consecuencia, deben ser conducidos con mentiras, robos y crímenes, actos que constituyen un exclusivo privilegio de losgobernantes, a fin de forzarlos a trabajar, enseñarles a ser morales y mantenerse dentro de los límites del orden y la justicia.

El viajero del dormitorio H, vagón número 5, era un empresario que había adquirido su negocio, una mina de metal, con la ayuda de un préstamo otorgado por el gobierno, en el marco de la Ley de Igualdad de Oportunidades.
El hombre que viajaba en el compartimento privado A, del sexto vagón, era un financista que había amasado una fortuna adquiriendo acciones ferroviarias «congeladas» y haciendo que sus amigos de Washington las «descongelasen».

El hombre en el asiento 5, coche número 7, era un obrero convencido de tener «derecho» a un empleo, sin importarle si a su empleador le interesaba, o no, contar con sus servicios.

La ocupante de la cabina 6, vagón número 8, era una disertante convencida de que, como consumidora, tenía el «derecho» a ser transportada, sin que importara si la empresa ferroviaria deseaba, o no, brindarle el servicio.

El hombre del camarote 2, vagón número 9, era un profesor de Economía que abogaba por la abolición de la propiedad privada, explicando que la inteligencia no desempeña ningún papel en especial dentro de la producción industrial; que la mente humana está condicionada por las herramientas materiales; que cualquiera puede dirigir una fábrica o un ferrocarril, ya que sólo es cuestión de conseguir la maquinaria adecuada.

La mujer del dormitorio D, vagón 10, era una madre que acababa de colocar a sus hijos en la litera superior, arropándolos cuidadosamente y protegiéndolos de corrientes de aire y de vaivenes del tren; su esposo ejercía un cargo en el gobierno y hacía cumplir regulaciones que defendía con estas palabras: «No me importa pues sólo perjudican a los ricos. Después de todo, tengo que velar
por mis hijos».

El pasajero del compartimento 3, vagón número 11, era un pusilánime neurótico que escribía comedias, en las que, como mensaje social, insertaba cobardemente pequeñas obscenidades, encaminadas a demostrar que todos los empresarios son villanos.

En la litera 9, vagón 12, había un ama de casa que se creía con el derecho de elegir a políticos, de los cuales no sabía nada de nada, para que controlasen gigantescas industrias, de las cuales tampoco sabía nada de nada…
El camarote F del vagón 13 estaba ocupado por un abogado que en cierta ocasión manifestó: «¿Quién, yo? Siempre me las arreglaré bajo cualquier sistema político».

El ocupante del cuarto A, vagón número 14, era un profesor de filosofía que enseñaba la inexistencia de la mente (¿Cómo sabemos que el túnel es peligroso?}’, de la realidad (¿Cómo demostramos que el túnel existe?); de la lógica (¿Por qué insistimos en que los trenes no pueden moverse sin fuerza motriz?); de los principios (¿Por qué nos dejamos dominar por la ley de la causa y el efecto?); de los derechos (¿Por qué no atamos a cada individuo a su tarea por la fuerza?); de la moralidad (¿Qué es moral en el manejo de un ferrocarril?); y de los valores absolutos (¿Qué importa si vivimos o morimos?); era un catedrático que enseñaba que no sabemos nada (¿Por qué hay que oponerse a las órdenes de un superior?); que no podemos estar seguros de nada (¿Cómo saben que tienen razón?); y que debemos actuar de acuerdo con el impulso del momento (No irá usted a arriesgar su empleo, ¿verdad?).

El ocupante del salón B, vagón 15, era un joven que había heredado una gran fortuna y que no dejaba de repetirse: «¿Por qué debe ser Rearden el único a quien se le permita fabricar su metal?».

El hombre del dormitorio A, vagón 16, era un filántropo que había dicho: «¿Los hombres de habilidad? No me importa que sufran, ni si pueden soportarlo; deben ser castigados para apoyar al incompetente. Francamente, no me importa que sea justo o no. Me enorgullezco de no garantizar ninguna justicia a los más hábiles cuando son los más necesitados quienes necesitan piedad»

Estos pasajeros estaban despiertos y no había nadie en todo el tren que no compartiese conellos una o varias de sus ideas. Cuando el tren entró en el túnel, la llama de la antorcha Wyatt era lo último que se veía.

Claramente los pasajeros de ninguno de las dos catástrofes (ni los de la realidad, ni los de la ficción) son responsables directos, así como tampoco el resto de la población.

Sin embargo, cabe preguntarse cuánto de lo que hacemos y cuánto de lo que hacen los otros no es una colaboración a la gran película que hace que estas cosas sucedan. Cuántas acciones pequeñas pero constantes hacen que estas tragedias sean cada vez más frecuentes.

Colabora con estas circunstancias:

– Aquel que piensa que “está bien que haya un poco de inflación” y, al mismo tiempo quiere que los servicios se le presten a tarifas congeladas peso/dólar.

– Aquel que piensa que está bien que hay que promover la “industria nacional” mediante trabas o, directamente, restricciones a las importaciones y no mediante la verdadera competencia y productos de calidad (Cuántos repuestos para trenes, energía, micros y otros no están entrando por culpa de un gorila como Moreno?).

– Aquel que aplaudió la confiscación de los fondos de pensión de los demás para que los administre el fantástico e infalible estado.

– Aquellos que están orgullosos por haber “recuperado” Aerolíneas Argentinas y muy conscientes de que “debe haber una Aerolínea de Bandera” (administrada por el estado y dilapidando recursos de los contribuyentes).

– Aquellos que piensan que el estado está para “controlar” a los privados, desde un banco hasta en la casa de quién se fuma o cuánta sal le ponés a la comida, sabiendo bien que los burócratas no pueden controlar ni los servicios que ellos mismos prestan.

– Aquellos que piensan que el problema de este gobierno es de formas y no de fondo, y que, con buenos modales van a poder administrar a todo y todos, pero eficientemente.

– Aquellos que, luego de haber visto cómo le sucedían cosas así a los demás (accidente del Sarmiento y los colectivos, asaltos a diario, etc, etc.), prefirieron poner el voto a los mismos, no vaya a ser “que se rompa la economía” y no se puedan comprar el último blackberry.

– Aquellos que insisten con que hay que cumplir con las normas de esa aberración conocida como la Comisión Nacional de Regulación de Transporte. Esos que se ponían a apretar a una línea de colectivos que prestaba un servicio mucho mejor y diferencial.

– Aquellos que recibieron y reciben subsidios que son bancados con los impuestos que pagan otros.

En fin, por acción u omisión, todo un país cómplice de la tragedia. Un país que, a pesar de haber visto, sigue creyendo que el Estado mágicamente va a sacar la incertidumbre de sus vidas y marcarles y asegurarles el camino a seguir desde la cuna hasta la tumba. Ahí tienen al estado. Ahí están los frutos del estatismo recalcitrante.

Podría ponerme a escribir sobre las ventajas de un sistema de transporte de plena competencia y todas esas cosas que ya sabemos. Podría incitar a la rebelión fiscal y a la resistencia civil. Podría arengar sobre lo buena y benéfica que es la libertad.

Pero hoy no.

Hoy simplemente me terminé de dar cuenta cuánto vale para la mayoría de los argentinos la vida humana: una blackberry y un puto plasma ensamblados en Tierra del Fuego.

Bududismo Extremo

ReciTurro

A ver si cantás así atrás de los barrotes...

Sos miembro de un partido político que pregona que los ricos son unas basuras totales que se han enriquecido gracias a los pobres, a los que hay que devolverles la dignidad (afanándole a los primeros y repartiendo el botín, claro está).

Fuiste el impulsor de que el estado administre los fondos de pensión, previo afano de toda la guita que estaba en el sistema privado (semi-privado y medio mentiroso en realidad), porque «Los privados se llevaban grandes comisiones y hacían grandes negocios» con esa plata. Además, doña Hebe te invitó a cocinar sus ñoquis comunistas en la EXMA y dijo que eras su hijo putativo (recordemos que Bonafini es una izquierdista recalcitrante, cuyos hijos eran guerrilleros que querían imponer la dictadura del proletariado).

Tus compañeros de la banda pregonan la famosa «sustitución de importaciones», donde le prohíben a Juan Pérez pasar un iPhone por una línea imaginaria y fuerzan a todo el mundo a comprar productos pedorros marca nac & pop (marca República Nacional de China, para ser exactos, pero no quiero despintar «El Relato») y, si te dejan entrar otras cosas, te cobran un «impuesto a la riqueza excesiva y a la ostentación que nadie debería hacer en una república solidaria».

Y vos, vicepresidente electo (cómo terminaste ahí no lo podés creer) no tenés una mejor idea que:

Salir en una foto en tu despacho, con como cuatro computadoras Apple última generación, monitores enormes, teléfonos celulares que están prohibidos para cualquier hijo de vecino y algún que otro chiche.

Ir a tocar la guitarra en actos públicos con tus amiguitos de La Mancha de Rolando, a los que les pagás 80 lucas por recital, salidos de FONDOS PÚBLICOS. Le sale caro a los contribuyentes compensar los fracasos o ilusiones de tu pasado.

Tener un testaferro más que obvio, con todos los papeles atados con alambre al que la ex mujer lo buchonea (hace como un par de años en realidad, pero bueno, los medios masivos se dignaron a publicarlo ahora) por supuestos negociados para la impresión de billetes.

No contento con todo esto, el tipo se hace remodelar varias oficinas del Congreso para ponerse un gimnasio y un jacuzzi, y además contrata un servicio de chef especial, al cual podrán acceder algunos selectos nada más. ¿Adiviná con la plata de quién se hace todo esto?

Digo yo, ¿tanto le cuesta a este tipo esperar a que sea la hora de salida del laburo para irse a enfiestar con unas minas al jacuzzi de su depto? ¿O tiene acaso algún tipo de fetiche sexual con ser vicepresidente? ¿No puede irse a comer después a un restaurant a todo trapo? ¿No le alcanza el sueldo acaso?

Si lo que estos tipos quisieran fuera chorear nomás y fueran vivos, la juntarían por atrás en pala, mientras van todos los días por un par de años a laburar en traje de MacOwens tirando todo el discurso progre populista, y después sí, en su retiro o sus vacaciones se darían todo el lujo y la pompa. Pero no es eso lo que les interesa. Les interesa MOSTRAR y OSTENTAR todo esto. Les interesa marcar una diferencia con el común de la gente (tanto a este, como a Flopy Randazo o a la mismísima Reina), mostrar que están cortados de otra tela, que son más. Sufren de algún complejo de inferioridad que compensan estando ahí arriba y dándose los gustos que en la vida podrían haberse dado laburando, usando la plata de los contribuyentes. Y disfrutan la impunidad que les da el poder, y la muestran, y hacen como si no pasara nada. Al final les gusta la guita y la farándula más que al Turco y su banda.

A todo esto, NO HAY NI UN SOLO DIPUTADO O SENADOR DE ESOS QUE VOTÓ EL 46% QUE DIGA NADA. ¿Está rico el cafecito que les pagan los contribuyentes? ¿Los almuerzos bien? ¿Los atienden bien los mozos? ¿CUÁNDO SE VAN A DIGNAR Y A LABURAR Y A PARARSE EN UNA MESA PARA PEDIR EL JUICIO POLÍTICO AL VICEPRESIDENTE? ¿CUÁNDO VAN A SALIR POR LO MENOS EN UN MEDIO DE COMUNICACIÓN PARA DECIR ALGO?

En cuanto al gobierno, son los hipócritas chorros de siempre: «Para el populacho, COMUNISMO. Para mí, el CAPITALISMO MÁS SALVAJE».

El progresismo contra Moreno

¿Cuba Libre para cuándo?

¿Cuba Libre para cuándo?

¡Sin que ninguno de los dos lo sepa, claro está!

Estaba tomando un café con mi amigo progre de cabecera (uno de esos que todos tenemos), cuando, entre argumento y contraargumento y, obviamente, sin quererlo, me dió la razón en que las decisiones de frenar todo tipo de importaciones son una idiotez atómica, atrasan tres siglos y dejan a una enorme cantidad de personas en la pobreza.

El progre en cuestión argumentaba dos cosas:

a) La sustitución de importaciones genera industrias «nacionales».

b) Cuba está como está, o sea, es una gran favela, por culpa del bloqueo comercial que mantiene Estados Unidos.

Cuando se habla de la «sustitución de importaciones» se cree que, al impedir que entren productos o servicios extranjeros, automáticamente y por medio de magia, sustitutos de esos productos o servicios se producirán en el país. Puesto en otras palabras, un burócrata decide que ciertos productos o servicios no pasan por cierta línea imaginaria y, a partir de eso, en uno de los lados se producen en abundancia y calidad esos mismos productos o servicios.

Ahora bien, el bloqueo comercial que le hizo Estados Unidos a Cuba, causado porque este país estaba entrando misiles soviéticos, consiste en que no le compra productos y servicios ni le vende productos y servicios (supuestamente, peeeeero, al final no es tan así). A su vez, le mete presiones a otros países para que tampoco le compren ni le vendan. En otras palabras, UN BURÓCRATA DECIDE QUE CIERTOS PRODUCTOS O SERVICIOS NO PASAN POR CIERTA LÍNEA IMAGINARIA.

Ahora, ¿cómo pueden echarle a Estados Unidos la culpa de la pobreza cubana, mis amigos progres? ¿No ven que, al cerrarles las fronteras le están haciendo un gran favor al pueblo cubano? ¿Qué mejor que unas fronteras cerradas para que la industria nacional prospere con la «sustitución de importaciones»?

¿Cómo? ¿Qué en Cuba la pobreza azota a toda la población? ¿Que apenas tienen comida para la supervivencia y encima racionada?

¿Y las magias de la industra nacional? ¿Y toda la gran cantidad y gama de productos de alta calidad y bajo precio fabricados por el trabajo de los cubanos? ¿Se los han robado acaso? ¿Qué pasa ahí con la fiesta del consumo y el «compre nacional»?

Parece que, al final, cerrar las fronteras no fomenta ninguna industria nacional mágica y macumbera. Cerrar las fronteras a la importación y medidas proteccionistas atrasan dos siglos y no fomentan ningún tipo de riqueza ni trabajo. Simplemente transfieren recursos de los consumidores a un grupito de empresaurios prebendarios amigos de los burócratas de turno. Esto solía llamarse OLIGARQUÍA.

Ahora hay que decidir, progres y comunistas de café de estas tierras ¿Miente Moreno o miente Fidel?

«Progresista es a progreso lo que carterista es a cartera.» – Dicho popular

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