Plantarse
Ante el avasallamiento político, económico y moral de una banda a la que nada le importa, que ha hecho de la mentira y el afano una bandera, que ha despertado odios y rencores, así como las bajezas más viscerales del ser humano, no son los supuestos líderes políticos, ni los hombres de negocios ni los filósofos ni los periodistas famosos los que le frenan el carro. Pocos son los que se le plantan, y los que ponen blanco sobre negro de cómo son las cosas. El último de ellos fue Walter Domínguez, un chico de 16 años, alumno de un colegio de Villa General Belgrano.
Contra sus deseos, fue llevado con sus compañeros a una muestra en homenaje a Eva Perón. Luego de la misma, fue, digamos «invitado» a escribir en el libro de visitantes de la muestra, su opinión. Al parecer no fue del agrado de su profesora que escribiera que la exposición le había dado asco. Luego de encontrar quién había sido el responsable, la misma lo tildó de maleducado y tachó su comentario. Los directivos del establecimiento le pusieron diez amonestaciones.
Con mucha altura y mostrándose más maduro que los que manejan su establecimiento educativo, Walter contesta que asco es lo que realmente sintió, y que es perfectamente válido, además de argumentar que la exposición fomenta el culto a la personalidad y que se está tratando de forzar una idolatría a Eva Perón, sin que ésta tenga los méritos necesarios.
Después me dicen que soy exagerado cuando digo que hay que eliminar el sistema educativo. Un sistema que genera personas como la profesora y los directivos de este chico, es un verdadero asco. Es increíble que sean tan mediocres, alcahuetes y chupamedias del gobierno de turno y las ideas berretas vendidas por el organismo de propaganda oficial. Y que encima intenten aplastar a un pibe que les cantó las cuarenta y se les plantó, no una, sino tres veces: primero, al no querer ir, después, al escribir lo que le parecía y hacerse cargo y, finalmente, al explicar en los medios con una altura increíble lo sucedido y mantener su posición.
Walter, esas diez amonestaciones son una medalla de honor. Esas diez amonestaciones son la prueba viviente de que hay algunos que no se arrodillan ante el poder y la autoridad. Esas diez amonestaciones son lo mejor que te pudo pasar en un sistema de corrupción de la juventud como pocas veces se ha visto antes.
Y luego de este incidente, que muestra sin ningún tipo de máscaras para qué está hecho el sistema educativo estatal y la clase de individuos que se meten al mismo (corruptos, corruptores, arrastrados, irrespetuosos, censuradores e incapaces de tolerar la disidencia), tengo más que claro que hay que terminar de una vez y para siempre con todo tipo de educación o validación de la misma por parte del estado.
Hasta que el ministerio de corrupción y el último establecimiento corruptivo estatal no hayan sido demolidos, quemados y rociados con sal para que nunca más crezca nada ahí arriba, nuestros hijos, nuestros hermanos menores, nuestros sobrinos y nuestros nietos están en peligro. En peligro de que una manga de hijos de puta mediocres quieran aplastarles el alma y deformarles la cabeza para que no sean mejores que ellos.
Este hecho me hizo acordar mucho a las inmortales palabras que el Teniente Coronel Frank Slade (impersonado por Al Pacino en la película Perfume de Mujer) dice en la defensa de un muchacho que se negaba a buchonear ante la autoridad, que se negaba a comprometer sus principios a pesar de ser amenazado con la expulsión de una universidad a la que le había costado muchísimo entrar:
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