La Fatal Arrogancia y el Caos

En los comentarios de la anterior entrada, se planteaba algo como que «sin la existencia de las licencias y regulaciones estatales, los empresarios se aprovecharían de los consumidores, los cuales estarían a merced de fieras salvajes que los robarían, violarían o envenenarían». Bueno, puedo estar exagerando un poco.

La realidad es que las regulaciones estatales generan monopolios artificiales y una suerte de «solución única habilitada» para ciertas necesidades de los consumidores. Creer que existe una única solución y que es la correcta es creérsela de más (por parte del que pone la regulación) y creer que se sabe más que el que tiene la necesidad misma. Por eso me parece acertado compartir esta excelente charla de TED de Tim Harford:

Más historias de todos los días

El viernes publicamos la historia de Marcelo, y como  él y sus empleados se veían severamente afectados por la intervención estatal. Siempre hay historias, terribles historias, detras de las regulaciones. No podemos conocer todas pero las podemos imaginar.

Veamos como  la regulación estatal afecta a los más mayores de la sociedad, el lunes comentábamos acerca del sistema jubilatorio estatal, y como afectará a las generaciones de jubilados venideras. La realidad es que le día de hoy los jubilados ya son víctimas de este sistema perverso, teniendo que rogar en los tribunales cobrar lo que les fue prometido.

Otro sector altamente regulado es el del transporte, en especial, los taxis. El servicio de taxis es uno de los más regulados, licencias para limitar la oferta, regulaciones sobre la antigüedad y prestaciones de los vehículos, y por supuesto una tarifa fijada entre el sindicato y el gobierno, dejando a fuera a los propios taxistas, o dueño del taxi.

Como dice el Sr. P. Ibañez, «todo tiene que ver con todo».

Cuantas micro-historias debe haber allá afuera en las que jubilados tuvieron que tomarse un colectivo, por su misera jubilación, y por los altos precios artificiales fijados por el gobierno a los taxis, y terminaron con caderas fracturadas, cabezas rotas, y otras lesiones que afectaron de manera trascendental su calidad. Yo conozco varias.

Las regulaciones masivas, los avisos rimbombantes ante invitados especiales en salones fastuosos, las concesiones a los distintos lobbies, el poder político en general, tienen un fuerte impacto en las pequeñas cosas de todos los días, no lo notamos, no podemos verlos porque estamos inmersos en esa sociedad estatista, naturalizamos las situaciones alteradas por el uso de la fuerza del gobierno como si fuesen fruto de acuerdos voluntarios, pero si prestamos un poco de atención, si miramos desde afuera de la matrix, las pequeñas consecuencias de esos grandes anuncios están en todos lados.

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Ética laboralista

No esperaba encontrarme en la clase de derecho laboral una clase de ética. De alguien que enseña, y  avala, la rama del anti-derecho por excelencia, la rama que fue creada para desvirtuar los acuerdos libres y voluntarios entre empleado y empleador (o mejor dicho, para intervenir aún más en dichos acuerdos) no me sorprende.

La situación fue la siguiente:

Profesora: Las modalidades de jornada en los contratos de trabajos son 3:

a. Jornada completa de 8 horas

b. Jornada reducida entre 4 y 8 horas

c. Jornada parcial hasta 4 horas

La jornada reducida siempre se pagan 8 horas, se trabajen 4h30m o 7h59m

Por ejemplo, usted alumna, ¿cuantas horas trabaja?

Alumna: Yo trabajo 5 horas.

P: ¿Y le pagana las 8?

A: No, me pagan 5. Mañana voy a ir a reclamar entonces.

P: Bueno, tampoco para tanto alumna. No vaya a a ser que pierda el trabajo, si usted ahora está satisfecha con su sueldo no diga nada. Pero hay que tenerlo en cuenta para cuando la despidan y quiera  hacer un reclamo.

Les dije, no era ninguna clase  de ética.

 

edito: Tres meses más tarde, habiendo terminado de cursar la materia, tengo que aclarar que mi comprensión o la explicación de la profesora era equivocada. Sin embargo, la esencia del post queda intacta. La profesora en principio reconocía las leyes del mercado y que los acuerdos voluntarios arrojan beneficios para ambas partes, y al mismo tiempo incitar a la alumna luego de terminar la relación laboral, aprovechando de las ventajas que le otroga la legislación para «estafar» al empleador 

Democracia Bajo Fuego: El Valor de la Crítica

[Publicado originalmente en La Crisis es Filosófica – 26 de agosto de 2011 – Ver original]

Tiempo atrás nos referimos al problema que traía aparejado perseguir judicialmentea alguien por expresar sus ideas, pensamientos o sensaciones, por más abominables que éstos nos parezcan.

Poco después, Fito Páez vomitó insultos contra “la mitad de Buenos Aires” y levantó una polémica enorme por haber tratado mal a los votantes. ¿Cómo se permite semejante osadía? Sobre el asunto se escribieron artículos enteros descalificando sus dichos y criticando su actitud antidemocrática, por sobre todas las cosas. Aquí, en cambio, discutimos sus ideas.

Ahora bien, luego de las primarias, como ganaron los que no le gustan a la Sociedad Rural Argentina (pero sí a los artistas), quienes se llevaron el premio al exabrupto fueron sus representantes.

Hugo Biolcati sugirió que a los argentinos lo único que les interesa es tener un LCD y mirar a Marcelo Tinelli mientras que el país va camino al iceberg. Otro nuevo ataque de flanco hacia el supuesto egoísmo de los votantes, y hacia el elemento esencial de la democracia, “el pueblo”, los que votamos (que es distinto a “Los que Vivimos”).

Probablemente, como ya le pasó a Fito, Biolcati también reciba su correspondiente citación judicial. Pero, por las dudas, ya tiene una colección de críticas para entretenerse. El típico “gorila”, de parte de Aníbal Fernández, “lo peor de la Argentina” y “se le salió la chaveta” fueron algunas de las reacciones.

Así las cosas, lo que en la Argentina parece imperar es una serie de temas sobre los que nadie debe opinar distinto, o bien si lo hace, disimularlo lo más posible si no quiere ser investigado por la justicia, por el INADI, o demonizado por Clarín o “6, 7, 8” (según corresponda).

El problema con esta actitud es que impide llegar a mundos mejores. Si las expresiones de Páez o de Biolcati son atacadas con violencia y denostadas de manera que la próxima vez piensen dos veces antes de opinar sobre la “voluntad popular”, nos quedaremos sin voces críticas. Y las voces críticas son esenciales al mundo por dos cosas:

En primer lugar, si las críticas son erróneas, el hecho de que hayan salido a la luz, nos da la posibilidad de contrarrestarlas, de oponer nuestra teoría y reforzar nuevamente su valor.

Por el contrario, si las críticas son acertadas (y creo que nadie pensó en esta posibilidad), entonces estamos ante la posibilidad única de dar un nuevo debate, y de encontrar sistemas que satisfagan mejor las necesidades de todos.

En el año 1600 Galileo Galilei salvó su vida al confesar bajo presión que su teoría sobre el movimiento planetario era falsa. Sin embargo, la Tierra gira alrededor del Sol.

Probablemente no sean Biolcati ni Fito Páez los Galileos de nuestra era.

Pero que no queden dudas que la actitud de persecución y vilipendio de cualquiera que critique ciertos asuntos de nuestra vida pública es la garantía más grande de que si hay un Galileo dando vueltas, nunca lo vamos a conocer.

Futuros jubilados, sin futuro

Los argentinos sufren disonancia cognitiva. Hace dos años, alrededor del 62% contestaron en una encuesta acerca de su visión del proyecto de ley para estatizar los fondos de los jubilados:

 La primera pregunta de la encuesta apunta a la decisión de reestatizar los fondos de las AFJP. Según las respuestas, el 62,1 por ciento de la población manifestó estar de acuerdo con el proyecto del Gobierno

La semana pasada el diario La Nación publicó una encuesta sobre la visión de su futuro de los aportantes al sistema de inseguridad social:

Ocho de cada diez personas dicen estar preocupadas por cómo será su realidad económica a partir del momento de su jubilación. Y casi seis de cada diez trabajadores (el 56%) consideran desde ya que, tras su retiro del mercado laboral, los ingresos que recibirán serán insuficientes para el nivel de vida que proyectan tener: esa percepción es más pronunciada aun en las clases medias y bajas y entre las mujeres.

Bastante prudente expresar preocupación por su futuro bajo este sistema donde el futuro de los aportantes depende del gobierno.

Otro dato particular es que si bien el 56% expresó su preocupación por su futuro, no todos van a hacer algo respecto de ese tema:

Ante esa idea sobre el porvenir, poco menos de la mitad (un 43%) afirma que está pensando en alguna estrategia para ese entonces, como tener una nueva actividad o un comercio o bien invertir en algo que les permita generarse un complemento a los haberes mensuales; por ejemplo, adquirir una propiedad que ofrezca un ingreso por alquilarla.

Comportamiento extraño de ese 13%.

La humillación de cada mes a la que están sometidos los jubilados.

Sobre este tema quien se ha ocupado varias veces y de manera acertada es el economista Roberto Cachanosky, antes, durante y después del proceso de estatización:

¡Por favor, que el estado no me cuide más! (Segunda parte del art.)

El sistema jubilatorio estatizado (Margariti)

Jubilaciones: un ejemplo de lo que genera el progresismo

Si esto es solidaridad, al diablo con ella

Para los interesados en profundizar sobre el tema les recomiendo el informe de Alberto Benegas Lynch (h) y Martin Krause, sobre las jubilaciones en el marco de sus Proyectos para una Sociedad Abierta.

Y acá ofrecimos nuestra humilde visión

Historias de cada día

Las historias de todos los días son las que ponen en dimensiones el accionar del estado y los incentivos perversos que genera.  Las historias de todos los días son las que no aparecen en los diarios, son esos relatos efímeros que expresan mucho más de lo que está escrito. Expresan lo que Bastiat agrupaba bajo la categoría: lo que no se ve.

El verdadero daño del estado solo se puede comprender si se analizan esas pequeñas escenas de todos los días, en las que no lo vemos, no lo percibimos, pero está ahí, haciendo uso de la fuerza, lo único que sabe hacer.

Decía J.P. Prouhdon:

«Ser gobernado es ser observado, inspeccionado, espiado,dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado,estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, autorizado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido. Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, tiroteado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado.»

 Nadie lo puede negar.

Sin más introducciones les dejó la historia que dejo nuestro lector marcelo, en un comentario, contando todas las peripecias que tuvo que vivir cuando quiso emprender en este país. (más…)

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Paul Krugman: nueva víctima de la crisis filosófica

[Post publicado originalmente en La Crisis es Filosófica – 19 de agosto de 2011]

La economía es una rama de la ciencia que admiro particularmente. El estudio de la acción humana orientada a la satisfacción de necesidades, que da lugar a la interconexión libre y pacífica entre las personas, no puede ser tomado como algo menor, o meramente técnico. Sin embargo, algunos economistas se empeñan en quitarle todo contenido humano.

Es así como el premio nobel Paul Krugman, abogado del déficit y de la expansión fiscal (sólo para momentos de “crisis”), propuso –a modo de exageración- que si la sociedad norteamericana tuviera que armarse en defensa de una supuesta invasión alienígena, el gasto que esto generaría reactivaría la economía de manera tal que una vez que se dieran cuenta que tal invasión era un invento, ya habrían salido de la crisis.

Más allá de que este razonamiento roza el disparate económico, me gustaría analizar el tema desde un punto de vista moral, desde qué concepto del hombre tiene detrás esta teoría.

El razonamiento sería el siguiente: El país está próximo a una recesión, o sea, pocas ventas, poca rentabilidad, empresas en riesgo, quiebras, despidos y el círculo se pone peor. Entonces, ¿qué hacemos? El que tiene plata –El Estado, que no tiene pero puede fabricarla- la inyecta en el mercado y eso hace que vuelva el consumo, vuelvan las ventas, vuelva la rentabilidad, y todos contentos. ¿Inflación, endeudamiento, impuestos más altos? Después vemos.

Lo importante es que los americanos vuelvan a consumir. ¡Malditos americanos que dejaron de comprar todos al mismo tiempo! ¿Cómo se les ocurre? Pensar en las causas parece ser demasiado esfuerzo.

Pero el gran problema que hay con este razonamiento que ataca el síntoma es dónde sitúa al ser humano. Es decir, se considera que si desde el Estado manejamos ciertas variables, entonces el mundo vuelve a la “normalidad”.

Ahora bien, ¿Qué somos, relojes? ¿Somos tornillos de un carburador que si está andando mal nos tienen que ajustar? ¿Cuál es la normalidad? ¿Es aquel mundo dinámico que hacen los hombres en uso de su libertad, o es aquello que Paul Krugman quiere que la normalidad sea?

¿Por otro lado, cuál es la función de los bienes en el mundo, satisfacer las necesidades humanas, o es el ser humano el que tiene que satisfacer la necesidad de los bienes de ser comprados?

Si bien la propuesta del premio nobel tiene un lado económico oscuro en cuanto a las consecuencias que generaría, hay algo más profundo detrás que necesita ser combatido. Somos seres humanos y animados, no objetos o fichas de un tablero de ajedrez.

No permitamos que «la economía», la estabilidad financiera o los ratings de S&P sirvan de excusa para que nos den el trato que le dan a las piezas de un motor y no dejemos que nos usen como herramienta para consumir, cuando el consumo es nuestra herramienta para sobrevivir y no a la inversa.

Yo no sé

Este artículo de Penn Jillette (de Penn & Teller: Bullshit, entre otros) me gustó mucho cuando lo leí, en él explica de manera sincera por qué es un libertario y un ateo. Un postura humilde y sincera, entre todos aquellos que dicen tener respuestas para todos.

Gracias a Mike, un amigo de la casa, que postea en el Opinador Compulsivo, por la traducción de este artículo. A continuación los párrafos que mas me gustaron, y clickeando mas abajo, la nota completa.

Dice Penn:

Penn Jillette

Y yo no creo que nadie realmente sabe cómo ayudar a todos. Yo ni siquiera sé qué es lo mejor para mí. Toma mi incertidumbre acerca de qué es lo mejor para mí, y multiplicala por todas las combinaciones de los más de 300 millones de personas en los Estados Unidos… yo no tengo ni idea de lo que el gobierno debería hacer.

Me asombra que muchas personas piensen que votar para que el gobierno dé dinero a los pobres es compasión. Ayudar a los pobres y mitigar el sufrimiento, eso es compasión. Votar porque nuestro gobierno use armas para conseguir el dinero para ayudar a los pobres, es haraganería intimidatoria, inmoral y santurrona.

La gente necesita ser alimentada, medicada, educada, vestida y abrigada, y si somos compasivos les vamos a ayudar, pero no se obtiene ningún crédito moral por forzar a otros a hacer lo que uno cree que es correcto. Es causa de gran alegría el ayudar a la gente, pero no hay ninguna alegría en hacerlo a punta de pistola.
(más…)

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¡La AFIP te desea un feliz día del niño!

Estaba navegando por la web de la AFIP tratando de ver como resolver un problema que me habían generado y me encontré con esto:

La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) secuestró en Salta más de 10 mil prendas de vestir, ropa de blanco, calzado, ropa interior y juguetes por un valor aproximado de 574 mil pesos.

Los procedimientos se realizaron en el paraje “El Naranjo”, ubicado en la ruta nacional N° 34 a 170 kilómetros al sur de la ciudad de Salta. Las prendas eran transportadas en varios vehículos: un camión, una combi, una camioneta, tres autos particulares y un taxi.

De este modo el personal aduanero, que en estos parajes suele apostarse en caminos alternativos para obligar a pasar por el puesto de control a los vehículos que toman una senda apenas iluminados con linternas para ser inadvertidos, evitó que la mercadería en infracción ingrese al circuito comercial perjudicando el comercio legal.

Y me preocupé. Porque muchas de estas más de 10 mil prendas y juguetes iban a ir a personas que iban a poder comprar productos a un menor precio para regalársela a chicos. Y esto me hizo llegar a una simple conclusión económica:

A mayor intervención, menos felicidad.

Entonces me pregunto: «¿qué festejan estos hijos de puta?». Festejan que un montón de personas van a tener que pagar más por obtener las mismas cosas? ¿Festejan que un montón de chicos cuyos padres no pueden acceder a regalos en negocios «en blanco» no le puedan dar nada a sus hijos? ¿O que un montón de gente no pueda acceder a la posibilidad de comprar ropa nueva, a dormir en una cama con sábanas limpias y enteras?

Francamente me preocupa cuando en este país se festejan pelotudeces de este tipo que ponen en evidencia que este modelo, que este sistema, lejos de ayudar y favorecer a los consumidores (léase personas) sólo trabaja para favorecer a los empresarios funcionales o amigos del gobierno.

La AFIP les desea un feliz día del niño, sin regalos, obvio.


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Revolución en la calle Florida: de visita por la Richmond

Los que escribimos en este espacio nos gusta escribir, a mi por lo menos. Es importante difundir la idea a través de un blog, y es cómodo. Támbien es importante hacerse escuchar. Si no entran, hay que salir. Osar hablar es una actividad que todos deberían emprender, sea en el ámbito que sea.

Esta historia transcurre en la peatonal Florida, el otro día les contaba acerca de la iniciativa de que la confitería Richmond, contra voluntad de su dueño, siga siendo la confitería Richmond.

Hoy decidimos acercarnos con una fellow libertarian a la mencionada confitería. Había una señora juntando firmas, sentada atrás de una mesa, recibiendo a las personas para que dejen su marca en el cuaderno negro.

Me acerqué de manera amable para preguntar de que se trataba el petitorio, era para «salvar a la Richmond» me dijo. ¿De qué? La quieren convertir en una fábrica de zapatillas. ¿Quién? Los dueños. ¿Cómo se atreven?

Le expliqué mi posición, en otras palabras les dije que en mi nombre no hagan una ley que le imponga por la fuerza al dueño a conservar algo que no quiere. En mi nombre no desvíen un recurso del uso más valorado que decidió el mercado, es decir todos, el pueblo, o como quieran llamarlo. En mi nombre no usen la fuerza del aparato estatal para imponer su propia voluntad.

Hubo los que me entendieron, y aún así comulgaban con el uso de la fuerza  para que la Richmond siga siendo la Richmond. Fue algo shockeante, no que estén de acuerdo con el uso de la fuerza, si no el hecho de estar en vivo y en directo discutiendo con ellos. No eran comentarios de un blog, un grupo de Facebook o un foro de esos que ya quedan pocos. No. Era en la vida real, y esas personas  expresaban su conformidad para expropiarse a sí mismas (porque si como dice el Talmud, «salva a un hombre y salvaras a la humanidad», yo digo «si destruyes el concepto de propiedad en un caso, los destruirás para todos»). Era la vida real, y me sorprendió (aunque no debería haberme sorprendido) que la misma violencia que promovían con su firma la expresaban en sus palabras: «¡Sos un ignorante que no entiende nada!» «Vos no sabes la historia de esta confitería porque sos chico», «Ustedes no existen, ni me interesa leer en nombre de quién venís», «¡a vos te mandaron!», y así todos.

Hubo otro grupo de gente, que escuchaba, preguntaba, no estaba de acuerdo o si, pero discutía civilizadamente, escuchaba la otra campana, y quién sabe tal vez muchos de ellos se fueron con la idea rondando en la cabeza. Con eso me basta.

Del otro grupo, los más, tuve que escuchar cosas verdaderamente preocupantes, un señor que parecía instruido, de aproximadamente 60 años, me decía  frente mi defensa de la propiedad: «Esto no es propiedad privada, yo entraba acá, me pedía un café, jugaba al billar, pagaba y me iba. Era un centro cultural, no era propiedad privada.» Ante su insistencia no tuve más remedio que abandonar la infructuosa lucha contra los molinos de viento.

Son molinos de viento porque perdieron la costumbre de reflexionar y usar el pensamiento crítico, no pido que estén de acuerdo conmigo, pero que me digan porque no lo están.

Otra situación que ilustra esto: «¿Vos querés que cierren el Tortoni también?», me preguntaron. Le dije que no, que la gente «votaba» con el bolsillo todos los días para que el Tortoni siguiese abierto, lo votaban porque satisfacía sus necesidades. Su respuesta fue: «Sólo esta abierto por que van los turistas». No se dio cuenta, pero me estaba dando la razón.

Más allá de estas situaciones, los argumentos que se esgrimían para defender la Richmond eran parte de  un festival de clichés: «La confitería es del pueblo, ¡el pueblo la quiere!» Esa era su fantasía, la mascara  para su capricho.

Creo que pocos pudieron entender que mi problema no era con la confitería, con el Tortoni, con los edificios antiguos o con los billares. Mi problema era que para defender todo eso pretendan que el gobierno use la fuerza contra aquellos que no la iniciaron, es simple, pero no sencillo de aprender en el mundo que hoy vivimos.

Al final la señora que recopilaba la firmas me lo reconoció, era autoritaria «en algún lado había que poner un punto».

Unos comentarios finales:

En primer lugar, la culpa no fue toda de ellos, tengo mil puntos para mejorar en la habilidad para comunicarme y transmitir la idea, sin embargo, la única manera de poder dar a conocer que la libertad es una alternativa es hablando, es llevando la alternativa a donde hoy no existe. El mejor entrenamiento para mejorar las habilidades comunicacionales.

En segundo lugar, no quiero menospreciar el activismo online, un retweet, un «me gusta» en Facebook, es útil, no requiere de ningún esfuerzo. La posibilidad de conectarse cara a cara con el interlocutor cambia las cosas, por eso siempre que uno tenga la chance, sea en el ámbito que sea, académico, entre amigos, familia, trabajo, etc. debería poner a disposición de la gente una noción tan antigua como revolucionaria que es la libertad, es el primer paso para vivir en una sociedad libre.

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