No nos gobiernan angeles

Un problema que afecta tanto a liberales como a los que no lo son, es la tendencia a idealizar el Estado y abstraerse del funcionamiento real del aparato estatal.  Haciendo a un lado las valoraciones morales sobre la manera en la que funciona el gobierno, los planes diseñados por burócratas, académicos, planificadores, legisladores, etc.  para ser implementados por el gobierno parecen dejar de lado un importante detalle: los que lo tienen que implementar no son infalibles,  más bien todo lo contrario.

Existen vastas cantidades de ejemplos donde queda en evidencia este razonamiento que lleva a ilusionarse sobre nuevos planes y programas gubernamentales que al final terminan fracasando,  o por lo menos, no cubren las expectativas.

Algunos ya se dieron cuenta.

Uno de los casos mas evidentes es el de la guerra contra las drogas. Aquellos defensores de una política anti-drogas proponen nuevos planes, mayor financiamiento y cambios de estrategias a la hora de combatir el consumo y comercio de determinadas drogas. A la hora de debatir con ellos, esgrimen argumentos tales como la «legalización haría que todo el mundo consumiese droga» o «la falta de financiamiento y entrenamiento a la policía hace que fallen los programas anti-drogas.» Este tipo de afirmaciones demuestra una abstracción del mundo real a la hora de debatir, en sus cabezas el plan anti-drogas funciona a la perfección, pero luego en la vida real vemos como a pesar de las políticas prohibicionistas, el consumo de drogas aumenta y todo el que quiere acceder a ellas puede hacerlo en la esquina más cercana. Por otra parte, un mayor financiamiento policial no va a lograr desmantelar las redes de narcotrafico, protegidas por el poder políticos, si no que seguirá creándo problemas a personas que antes no los tenían, y que por consumir recreativamente ciertas sustancias en el mejor de los casos se lo obliga a realizar un tratamiento contra una enfermedad que no tiene, o en el peor de los casos termina preso con verdaderos delincuentes y viven una experiencia que termina afectando severamente la vida de una persona normal que sólo quería divertirse, distraerse, o pasarla bien un rato sin hacerle daño a nadie.

Lo mismo  puede decirse con muchos otros temas, veamos por ejemplo el caso de la nueva ley de medios. Uno de las

Gobierno grande, problemas grandes.

artículos, el 47 más específicamente, dice que «la autoridad de aplicación deberá elevar un informe al Poder Ejecutivo nacional y a la Comisión Bicameral, en forma bianual, analizando la adecuación de las reglas sobre multiplicidad de licencias y no concurrencia con el objeto de optimizar el uso del espectro por la aplicación de nuevas tecnologías.» Muchos defienden este artículo ya que  permite una actualización periódica del estado de las licencias con el objetivo de adecuarlas a los avances tencologicos, eso desde la visión angelical del Estado. Una visión más realista (por lo que la experiencia nos dice) indica que deberíamos dudar a la hora de  cederle tanto poder a los gobiernos, porque aún si simpatizamos con el actual gobierno y creemos que hará un uso correcto de dichas facultades, ¿que sucede acerca de los próximos gobiernos que podemos no estar de acuerdo? Servirle en bandeja la facultad de revisar cada dos años las licencias, bajo la excusa de hacer ajustes tecnológicos, a un gobierno de tinte autoritario que puede utilizar ese artículo para restringir la libertad de expresión es peligroso, probablemente lo hagan de todas maneras, pero legalizar ese mecanismo, en muchos de los casos,  termina ocultando lo nefasto del acto.

El tercer ejemplo se dio en este blog hace algunos días. La propuesta del impuesto negativo a la renta como medio de reemplazar todo la estructura del asistencialismo. Una idea que parece tentadora para aquellos que quieren disminuir la burocracia del estado implementando un leve cambio al esquema de distribución forzada de la riqueza (también conocida como redistribución) para unificar todos los subsidios bajo el nombre de impuesto negativo a la renta. Algunas de las ventajas que ofrecen, según sus defensores, son: eliminar mafias e intermediarios (punteros), reducir el tamaño de los beneficiados haciendo mas transparentes los criterios de otorgamiento del subsidio, etc. Una vez más, se idealiza al estado, creyendo que el plan que defendemos, funcionará de manera diferente al resto de los planes, su crecimiento estará mejor controlado, y los funcionarios dejarán de ser corruptos, al fin y al cabo se trata de nuestro plan.

Sin embargo, una vez más la realidad dice otra cosa. Cuando se presenta un plan gubernamental que promete ser mas eficiente que los anteriores, o un nuevo impuesto, pero de carácter temporal, termina sucediendo todo lo contrario, veamos: el IVA iba a reemplazar al resto de los impuestos nacionales, el Impuesto al Cheque era de emergencia y temporal, el Futbol para Todos iba a dar ganancias, el SUBE iba a ser implementado en 90 dias. No hace falta ni mencionar como terminaron cada una de estas promesas.

Muchos defensores de nuevos programas gubernamentales olvidan un detalle no menor, el Estado es el que los implementa, y la historia mundial demuestra que lo único que se ha logrado fue un fracaso tras otro.