Ver al tributo como un botín

Considerando a un automóvil como un bien propio legítimamente adquirido gracias a mi sudor, tiempo, habilidad y esfuerzo, mediante libre intercambio voluntario con su fabricante, y que dicho fabricante utilizó la misma operatoria con sus proveedores y empleados:

  1. Una persona me roba automóvil mediante violencia (coacción).
  2. 100 personas me roban automóvil bajo amenaza de violencia (coerción).
  3. 1.000 personas votan sobre si robarme automóvil bajo amenaza de violencia y por mayoría deciden afirmativamente.
  4. 100.000 personas votan sobre si robarme el dinero equivalente al costo de un automóvil bajo amenaza de violencia y por mayoría deciden afirmativamente, pero me permiten participar de la votación y me brindan una bicicleta a mi y a un tercero.
  5. 1.000.000 personas votan sobre si hacerme tributar el equivalente al costo de automóvil bajo amenaza de violencia y por mayoría deciden afirmativamente, pero me permiten participar de la votación y me brindan un servicio no solicitado a mí y a todos los individuos.

Dado el último ítem es equivalente a situaciones vividas en un Estado actual, ¿en que momento lo moralmente reprobable se convierte en moralmente virtuoso?

Taxation is theft

¿El tributo es robo?

Con esto no pretendo nos pongamos a debatir que tanto tributo es aceptable o si es o no posible una sociedad sin ellos, pero si que mediante la razón veamos su naturaleza violenta y que entonces miremos con otros ojos a políticos cuando sin culpa pretenden subir nuestros impuestos.

Los burócratas en ocasiones intentan mostrar virtud en el tributo con mensajes como «por una cultura tributaria», pero son ellos mismos los que reconocen la naturaleza violenta de su acciones al denominar a sus operativos como «torniquete fiscal» (ejemplo de ARBA también aplicable a la AFIP).

Y no alcanza con criticar a la corporación política, no siempre es para sus bolsillos. Esta en nosotros darnos cuenta que cuando solicitamos al Estado nos subsidie o brinde un bien o servicio «gratis», si tiramos de la soga en el otro extremo encontraremos a otro individuo que siendo pacífico es violentado, y que fue nuestro pedido el que provoco la agresión o amenaza de ella.

Poner a la violencia como norma institucional mediante impuestos y aún no poder eliminarla debería avergonzarnos como sociedad. No debemos olvidarlo, menos aún promoverlo.