La inmoralidad de los Subsidios

Alguna vez escuché a alguien la frase:

Si un grupo de personas viene a quitarte el fruto de tu trabajo amenazando el uso de la fuerza, por iniciativa propia, llamamos a la situación ROBO. Si un grupo de personas viene a quitarte el fruto de tu trabajo amenazando el uso de la fuerza, invocando al estado, lo llamamos COBRO DE IMPUESTOS.

Para nosotros el algo normal asociar el cobro de impuestos con un acto violento, pero observamos que mucha gente tiene al pago de impuestos tan incorporado y arraigado a su vida cotidiana, que ya no se da cuenta de la violencia ejercida en la situación. El cobro de impuestos es, en su más pura esencia, violento. La gente no estaría dispuesta a entregar el fruto de su trabajo sin ninguna contraprestación a cambio, si no mediaran el uso de la fuerza y la amenaza de pérdida de la libertad. Excluyo de esta situación la provisión de servicios de seguridad, justicia y mínimo gobierno indispensable (por ahora) para la vida moderna en sociedad, donde claramente recibimos una contraprestación.

Si partimos de la base que para el cobro de impuestos, estamos ejerciendo la violencia (movilizamos agencias, policías, quitas unilaterales del patrimonio), es fácil ver entonces cómo cada vez que pedimos incentivos a una actividad, subsidios de tal o cual tipo para cierto sector, fomento de ciertos intereses que vemos con buenos ojos, medios de transporte para una ciudad distante, estamos pidiendo que se ejerza la violencia sobre los 40 y pico millones de habitantes del país, para satisfacer una necesidad o interés propio.

Siempre, repito, siempre, tenemos una alternativa de financiación de nuestros intereses en forma privada y pacífica. Donde los aportes se realizan por genuino interés y a veces, con aportes importantes de empresas que creen que un aporte a una causa «justa» sería visto con buenos ojos por sus consumidores. Claro que para movilizar la causa privada, es necesario organizarse, juntar gente afín (cada vez más fácil gracias a la tecnología), trabajar, y aportar gran parte de nuestro tiempo libre para lograrlo. Todas las causas son «justas» si nos ponemos en los zapatos del interesado, pero así como es justa para esta persona (o grupo de personas) es totalmente injusta con el resto de la población, que se ve violentada para contentar a un pequeño grupo de interesados y cuyos resultados probablemente no lleguemos a ver en vida.

A partir de ahora, cada vez que pidas aumentar o movilizar impuestos, estoy seguro que no te va a costar tanto visualizar la violencia detrás del pedido, y eso te lleve a movilizarte de otra forma. A encontrar maneras nuevas y más creativas. Pero por sobre todas las cosas, pacíficas.