Helados para todos: El peor enemigo del gobierno rosarino

Iba a escribir algo sobre las medidas impuestas por el Dictador Económico  de la Nación, Guillermo Moreno, sobre los precios de las naftas. Prefiero guardarme los comentarios para cuando comience el desabastecimiento, que, lo más paradójico, se va a dar a partir de la entrada en vigencia de la ya conocida Ley de Abastecimiento, conocida por haber sido implementada por varios gobiernos de carácter autoritario.

Pasando a otro tema, vamos a abandonar a la Ciudad de Buenos Aires por un rato, y nos mudamos a Rosario, donde quedan expuestos los empresarios promedios argentinos, amantes de la prebenda y mediocres.

La situación es la siguiente:

Durante años Rosario se jactó de ser la capital nacional del helado artesanal, pero la llegada de un competidor cordobés provocó que el lobby heladero de la ciudad lograra que la municipalidad suspenda por 60 días la instalación de nuevos locales.

Detrás de la medida se encuentra la Cámara de Industriales y Comerciantes del Helado Artesanal de Rosario de que no tiene ningún empacho en admitir que la limitación tiene un objetivo muy claro: impedir el crecimiento de Grido, la cadena cordobesa que desembarcó en Rosario el último verano y ya cuenta con catorce sucursales.

Muchas veces cuando uno plantea que el estado deje tranquilo a la gente y no se meta en lo que son acuerdos libres y voluntarios, se plantea que de ser así la situación sería una donde «el más grande se come al más chico» o analogías de ese estilo. Que mejor que este ejemplo para demostrar que es más fácil que los poderosos se impongan cuando vivimos con estado que quiere acaparar todo.

Veamos, por un lado, tenemos 15 marcas de heladerías en Rosario que parecen competir plácidamente, con precios similares, y entre todas se reparten el control del mercado de helados rosarino, con la irrupción Grido, que poco importa si es de Rosario, Córdoba, Estados Unidos, o Vietnam ,  los consumidores se inclinan a consumir sus productos, y ¿Que hacen las demás heladerías? Pueden optar dos caminos:

1. Intentar competir, ofrecer un mejor producto a los millones de rosarinos para que ellos, voluntariamente, elijan alguna de las tradicionales marcas de Rosario por sobre la de Córdoba. La competencia, no es otra cosa que buscar la excelencia en el servicio hacia los demás, para el beneficio propio. En otras palabras, los vendedores cooperan con los consumidores, al adaptarse a sus necesidades y preferencias.

2. La otra opción sólo está disponible cuando el gobierno tiene la potestad de entrometerse, de «defender la competencia», «proteger la industria» o el eufemismo que más les guste. La otra opción consiste en convencer a la mitad de los concejales de que tu propuesta es buena, ni siquiera es eso, basta con ofrecerles donaciones.

En síntesis, en una sociedad libre, las heladerías rosarinas, ante la llega de Grido, deberían esforzarse en satisfacer a los consumidores o de lo contrario no podrían sobrevivir. Si vivimos bajo una situación como la descripta en el punto 2, todo es más fácil, se puede convencer a un pequeño grupo de hombres que pueden forzar sus intereses por sobre los de todo el resto.

nota aparte: No sé si fue elección del autor de la nota en La Nación la elección de llamar a la llegada de Grido a Rosario como «La invasión cordobesa» o lo tomó del lenguaje de empresarios rosarinos, pero me hacer acordar a esta frase de Alberto Benegas Lynch (h) que demuestra como el intervencionismo es lo contrario a lo que es el mercado (de hecho la palabra que usa Mises para mercado es catalítica, uno de sus significados es «pasar de ser enemigos a amigos»):

Conspira contra la globalización comercial, en primer lugar,una arraigada mentalidad antiliberal que ha plagado de términos militares el vocabulario de comercio internacional. Así la exportación se convierte en la ‘conquista de mercados’, la importación pasa a ser una ‘invasión de productos’, se deciden aumentos en los aranceles en ‘represalia’ contra previos incrementos similares del país al que se pretende castigar, etcétera.