Rumbo a la Gestapo
Después de una serie de medidas ridículas que trabaran el paso de productos en la aduana u obligaran a «exportar lo mismo que se importa», llega una nueva medida que bien podríamos encontrar en Alemania del Este de la post-guerra: habrá que explicarle a la AFIP cuál será el fin al que se destinarán los dólares para poder adquirirlos.
En una República NO ES FUNCIÓN DEL ESTADO INVESTIGAR NI CONTROLAR QUÉ MEDIOS DE INTERCAMBIO O AHORRO UTILIZAN LAS PERSONAS. ¿Qué sigue? ¿Van a controlar qué figuritas cambian los chicos? ¿No se puede cambiar más la más difícil por tres frascos?
Por otro lado, la Constitución que legitima a la actual administración del estado, no le provee la facultad de ser una policía cambiaria y lo explicita en el artículo 19:
Art. 19.- Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe .
Si una administración hace cosas inconstitucionales ¿no está destruyendo aquello que le da legitimidad? ¿Qué se hace con una administración que dinamita los propios cimientos que hacen posible su existencia?
Este es, encima, un problema generado por el mismo estado:
Primero, «fijan» el precio del dólar a través de las compras y ventas del central.
Después, emiten moneda a lo loco.
Como en el mercado de cambios el dólar está fijo, la gente lo compra, para resguardar los frutos de su trabajo.
Fijar el precio del dólar y al mismo tiempo emitir a lo loco es, en definitiva, subsidiar la compra de dólares. Si después ponés una policía política para ver quién lo usa, sería lo mismo que subsidiar los boletos de colectivo y después poner inspectores que digan quién se lo puede tomar y quién no (curiosamente para los dólares, el gobierno «Nacional y Popular» permite que los compren los que los pueden justificar para viajar al exterior pero no para un laburante que quiere salvarse de la inflación. Qué Nacionales y Populares que son, eh!).
La solución es fácil: liberar el tipo de cambios y dejar de emitir pesos a lo loco. ¿Se terminan un montón de beneficios y curros para unos pocos? Si, justamente de unos pocos que viven del laburo de 40 millones, lo que se dice una Oligarquía de libro.
A los que dicen que uno exagera cuando tilda a esta administración de prácticas Nazis, fíjense cómo las cosas no surgen de un día para el otro, sino que se van volviendo más evidentes a medida que se permiten más cosas: ayer era un «presidente fuerte» que trataba de recuperar poder y hoy te preguntan para qué querés adquirir un medio de cambio. Hay que preguntarse qué sigue: ¿Te preguntarán con quién te acostás? ¿De quién sos amigo? ¿Qué pensás? ¿Qué creés? Lo más triste es que acá no hay tanques ni camisas pardas, sino que nadie se resiste (capaz que sea por eso que no las haya).
Reflexionemos bien sobre estas cosas porque como dijo la otra vez Jorge Héctor Santos: «Una vez que se pierden libertades, solo se recuperan con el derramamiento de sangre».
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