El fracaso de la Constitución
«Cualquier hombre comete errores, pero solo los idiotas persisten». Este sabio consejo de Cicerón debería ser una advertencia para aquellos liberales que adhieren a la religión llamada «Constitucionalismo», está religión tiene como idea principal que las constituciones son fundamentales para proteger la libertad de las personas y acotar el poder indiscriminado que tienen los gobiernos. Yo también confiaba en que una Constitución y un poder judicial independiente eran suficientes para garantizar la paz y la libertad de la sociedad, sin embargo insistir en esa premisa es la negación de la realidad.
No es de perdedor admitir que estábamos equivocados y que debemos buscar una solución superadora que restringa realmente el poder de acción de los gobiernos.
La historia de las constituciones se remonta al S. XII. El primer documento que representó un freno al poder de la realeza fue la Carta Magna de 1215, desde ese momento y hasta la actualidad han surgido centenas de documentos que tenían como objetivo lo mismo, garantizar que el poder político sea utilizado en defensa de los derechos individuales, y que no se preste a abusos. Tal vez el experimento constitucional más exitoso fue la Constitución de Estados Unidos, receptando toda la influencia de los contractualistas liberales (a través de los famosos Federalist Papers) , y de Montesquieu para diseñar su forma de gobierno. Incluso ellos no están exentos del fracaso constitucional.
En Argentina, a la hora de redactar la Constitución, se tomó la sabia decisión de escuchar al liberal Juan Bautista Alberdi y adoptar, aunque con algunas modificaciones claves, su proyecto de Constitución esbozado en su famoso trabajo Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina , que a su vez estaba inspirado en la Constitución de California, cuyo contenido era similar a la Constitución de Estados Unidos.
Hoy, a 159 años de la sanción de la Constitución argentina, y 223 años de la entrada en vigencia de la Constitución americana, podemos afirmar que el proyecto constitucional de ambos países ha fracasado. No creo que sea necesario ahondar en el asunto, La Nación y el New York Times ofrecen evidencia abrumadora que sostienen la afirmación. Ni hablar de las modificaciones que sufrió la Constitución nacional posteriormente.
Por más que exista cierto romanticismo por parte de algunos liberales para con la Constitución de 1853, es hora de afrontar la realidad y aceptar que desde su modificación en el año 1888, la Constitución argentina dejó de ser una causa liberal. Más aún, defender la Constitución tal como está redactada hoy es promover intervención del estado en cada uno de los aspectos de la vida de la gente. Claros ejemplos podemos encontrar en la incorporación del art. 14 bis, de la reforma de 1957, y la modificación de1994, a partir de la cual se incluyen en nuestra Constitución algunos tratados internacionales, el Pacto de Derechos Economicos, Sociales y Culturales tal vez el mejor ejemplo, que agregan al texto constitucional toda una generación de derechos que solamente hablan de una mayor intervención del estado.
Es verdad que frente a constituciones modernas como la de la Ciudad de Buenos Aires, la Constitución nacional sigue siendo una joyita, y que una reforma llevada adelante por el gobierno actual, sólo puede significar empeorar la situación actual. Pero más allá del contexto en el que estamos, los liberales debemos reconocer que un proyecto guiado por la Constitución ha fracasado.
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