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Los trabajadores sexuales ante la policía de la inmoralidad
Extracto de Las aventuras de Jonathan Gullible, libro infantil de Ken Schoolland que en versión digital puede ser descargado de la página del PL aquí (hoy solo en inglés, pero la versión en español merece escaneado y OCR).
– Disculpeme señor, me gustaría denunciar un robo.
– Ésa no es mi división – respondió el policía sin sacar la vista de su cuaderno.
– Jonathan estaba enojado: – ¿Cuál es su división?
– Inmoralidad – dijo el hombre.
– ¿Perdón?
– División de Inmoralidad. En nuestra división nos encargamos del comportamiento inmoral.
– Pero robar es inmoral. – Al no obtener respuesta, Jonathan preguntó: – ¿Por qué arrestaron a esas mujeres?
Finalmente el hombre sacó la mirada de sus notas y vio la cara perpleja de Jonathan:
– ¿No te diste cuenta por su ropa? Esas mujeres son culpables de dar favores sexuales a hombres a cambio de dinero. Hubiera sido mejor para ellas si hubiesen hecho un trueque por esos favores.
– ¿Trueque? ¿A que se refiere con trueque? – preguntó Jonathan, que ahora estaba menos preocupado por sus propios problemas y cada vez más curioso acerca de aquellas mujeres.
– Es decir, – dijo el policía enfatizando cada palabra – esas mujeres deberían haber entretenido a sus socios luego de recibir una cena, beber, bailar, e ir al teatro en lugar de recibir efectivo. Es mejor para los negocios de la comunidad y perfectamente legal.
Jonathan estaba más confundido que nunca: – ¿Entonces no se debe utilizar efectivo a cambio de favores sexuales?
– Por supuesto que hay excepciones. Por ejemplo, se puede utilizar efectivo si se filma el acto y se lo proyecta a todos en el pueblo. En ese caso es un evento público, no privado, y permitido. En lugar de ser arrestados, los participantes pueden hasta convertirse en celebridades y ganar una fortuna en contratos.
– ¿Entonces es el intercambio de dinero para la actividad sexual absolutamente privada lo que resulta inmoral? – preguntó Jonathan.
– También hay excepciones para las transacciones privadas de efectivo, especialmente cuando las mujeres visten ropa más linda que la de estas prostitutas callejeras – dijo el hombre con desdén -. Las operaciones de corto plazo, por hora o una noche, son ilegales. Pero si una pareja hace un contrato permanente, de por vida, entonces se puede utilizar efectivo. De hecho, los padres muchas veces incentivan a que sus hijos hagan esos acuerdos. Los aspirantes a la nobleza muchas veces han sido reverenciados por esta clase de comportamiento. Si se hace correctamente, es un medio legítimo de mejorar el nivel social y la seguridad.
Más allá de la defensa de los trabajadores sexuales y de una profesión tan legítima como cualquier otra, lo que me llamo la atención es la demostración de la inconsistencia donde el acto público (película) es aceptado o incluso premiado socialmente y el acto privado, en cambio, recibe el rechazo y el intento prohibicionista promovido tanto por la derecha reaccionaria como por varios sectores de la izquierda.
La policía aprovecha la moralina de los sectores conservadores para su negocio fantástico de corrupción vendiendo «permisos» informales para ejercerla, a cambio de protegerlas de redadas de otros sectores de la policía. De la mano de estos van los «protectores», unos mafiosos que las chantajean y amenazan a cambio de unos buenos pesos, y las «matronas» que son las que las amenazan con difundir la actividad de las trabajadoras a sus círculos íntimos y sociales. Y ni hablar de la complicidad política y de las fuerzas de seguridad en la trata de personas, secuestros y esclavitud relacionadas directamente con la prohibición del ejercicio de la prostitución. El alquiler del propio cuerpo, donde uno es amo y señor, para proveer un servicio a cambio de una suma de dinero es algo absoluta e indiscutiblemente legitimo. Esclavitud siglo XXI.