Alianzas sin futuro

Ser libertario en este mundo estatista es estar la mayoría de las veces en minoría, especialmente a la hora de compartir nuestra visión del mundo con los demás, explicar nuestro proyecto de sociedad libre, y en general en toda discusión política. Sin embargo, tremenda soledad disminuye cuando hacemos zoom en algunas áreas y encontramos aliados específicos que sin ser libertarios son defensores de la libertad en sectores determinados. Ejemplos hay muchos, los que quieren legalizar las drogas, los que defienden el derecho a portar armas, los padres preocupados por la educación en casa (homeschoolers), los homosexuales que prefieren anular el matrimonio estatal, los comerciantes agobiados por las regulaciones, y un largo etcétera. La posibilidad de trabajar conjuntamente con las agrupaciones que  se oponen a la interferencia del gobierno en sus aréas de interés es una gran herramienta para lograr avances concreto en el camino para lograr una sociedad libre.

Desafortunadamente, a diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, en Argentina este tipo de organizaciones son escasas. No porque haya poco compromiso por parte de la sociedad civil, sino porque las organizaciones que surgen en Argentina y que aparentemente están para defender los derechos individuales, en realidad los desprecian tanto como los que los violan y apelan a una selección sesgada sobre que derechos defender y cuales no.

El primer caso que encontramos es la Asociación por los Derechos Civiles (ADC),  a pesar de que indican que están comprometidas con la defensa de los derechos constitucionales, una breve visita a su sitio web nos muestra como en realidad se trata de una asociación destinada a promover una mayor intervención del estado en diferentes áreas y no una defensa de los derechos individuales como si sucede en otros países. La libertad de expresión y la tolerancia religiosa son tal vez las dos causas afines a las que se dedica la ADC, un numero bastante bajo en comparación con lo que sucede en otras partes del mundo. Un caso paradigmatico de este tipo de asociaciones es la American Civil Liberties Union (ACLU) que desde 1920 han demostrado un compromiso más serio en la defensa de los derechos individuales, especialmente libertad de expresión, en famosos casos como la marcha del Partido Nazi Americano en la comunidad de Skokie, Illinois. A pesar de su tendencia hacia la izquierda, la ACLU demostró ser madura y defender los derechos de aquellos que no piensan como ellos, y que incluso se oponen a toda su obra.

Otro caso que podemos mencionar es el de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) que en vez de adoptar una postura imparcial como lo hacen en Copblock, decide priorizar aspectos ideológicos de su línea marxista en vez de presentar una organización seria dedicada a monitorear casos de abuso y brutalidad policial. Otra demostración de la inmadurez en la participación de la sociedad civil para controlar este tipo de acciones.

Entre las asociaciones destinadas a promover la legalización de las drogas, el problema es similar. Si bien se puede coincidir en algunas cuestiones fundamentales, organizaciones como la Asociación de Reducción de Daños de Argentina o la revista THC, se rehúsan a adoptar como posición la existencia de un mercado libre de drogas, y hacen especial hincapié en la necesidad de que junto a la legalización el estado implemente un «Plan Nacional de Información, Prevención, Asistencia y Reducción de Daños que aborde la realidad del uso de drogas, los consumos problemáticos y las adicciones, Público, Universal y Gratuito» como dice en el sitio web de ARDA.

Por suerte, no todas las organizaciones comparten estás características. Un caso para destacar es la Asociación de Legítimos Usuarios y Tenedores de Armas de la República Argentina (ALUTARA) que ha defendido de forma consistente los derechos de tenedores y usuarios de armas, sin importar la orientación ideológica de sus miembros.

A pesar de la penosa situación de las ONGs en cuanto a la falta de un compromiso consistente con la defensa de los derechos individuales en su campo de acción, no es imposible la colaboración con estas asociaciones en cuestiones muy puntuales con la suficiente necesaria para no terminar siendo cómplices de la promoción de la violencia estatal. Sin embargo, aquellos libertarios que tienen intereses particulares en determinadas áreas y ven a las ONGs que mencionamos como espacios donde no tienen cabida, por tratarse en realidad de grupos ideológicos con una agenda concreta para promover la agresión como método de resolución de conflictos, entonces queda una sola cosa por hacer: emprender. La salida es generar nuevas ONGs que estén dedicadas a promover la libertad en un sector en particular pero para todos, y no solo para aquellos que se adecuan a sus intereses políticos.