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Realidad o Atlantis
Qué lindo era escribir esta semana sobre los delirios de los feriados, el carnaval eterno, las ostentaciones de Boudou o las forradas de Moreno. Hoy, sin embargo, no me sale el sarcasmo, ni la ironía ni algún que otro chiste. Estoy flotando en una nebulosa que mezcla amargura, resignación y unos tremendos sentimientos de derrota.
Se estrelló un tren.
Se estrelló un tren abarrotado de gente, mucha más de la que debería llevar.
Se estrelló un tren obsoleto, que data más o menos de los años 50.
Se estrelló un tren que corre diariamente por unas vías oxidadas e inseguras.
Se estrelló un tren en el que la mitad de los pasajeros no paga el boleto.
Se estrelló un tren deficiente, operado por gremio y emprebendarios corporativistas.
Se estrelló un tren que el que lo usa no lo paga, el que lo paga no lo usa y el que lo paga lo hace con plata ajena.
Se estrelló un tren que presta un servicio no a los usuarios sino al relato de una Reina y su séquito de adulones.
Se estrelló un tren y hubo muchos muertos e incontables heridos.
Inmediatamente se me vino a la mente una parte de La Rebelión de Atlas, esa genial obra de Ayn Rand que, en lugar de ser usada para prevenir muchas cosas, parece que la están usando como manual de instrucciones para el funcionamiento del estado.
En dicho capítulo se descomponía la locomotora eléctrica de un tren que debía atravesar un largo túnel. En el tren viajaba una figura política importante que reclamaba llegar a tiempo, a como dé lugar. En este mundo mediocrizado y venido a menos que nos presenta Rand, no hay otra locomotora eléctrica para reemplazarla a tiempo. Pero ante la demanda del funcionario, todos los trabajadores de esta empresa cuasi estatizada enchufan el tren a una locomotora a carbón (previo sutil y tácito deslinde de responsabilidad cada uno) y mandan el tren hacia su destino. Mueren todos los pasajeros asfixiados cuando el túnel se llena de humo.
A continuación de mostrarnos los responsables directos de esta negligencia, Rand da también algunos detalles de pasajeros al azar del tren. Cito el texto a continuación:
Se dice que las catástrofes tienen básicamente su origen en la casualidad y algunos habrían afirmado que los pasajeros del Comet no eran culpables, ni responsables de lo que les estaba sucediendo.
El hombre que ocupaba el dormitorio A, en el primer vagón, era un profesor de sociología que enseñaba que la habilidad individual no tiene consecuencias, que el esfuerzo individual es inútil, que una conciencia individual representa un lujo innecesario, que no existe ninguna mente, carácter o logro de naturaleza individual, y que son las masas, y no la persona, lo que cuenta.
El ocupante del compartimento 7, en el segundo vagón, era un periodista que había escrito que es propicio y moral utilizar la fuerza «por una buena causa». Creía poseer el derecho a hacer uso de la fuerza física sobre otros, estropear vidas ajenas, ahogar ambiciones, estrangular deseos, violar convicciones, aprisionar, despojar y asesinar por todo aquello que, a su modo de ver, constituyera lo que representaba su idea de «una buena causa». No era precisamente una idea, ya que nunca pudo definir lo que consideraba bueno, sino que había declarado simplemente que se dejaba guiar «por cierto sentimiento», no limitado por ninguna clase de sabiduría, ya que consideraba que la emoción superaba al conocímiento y se basaba simplemente en sus «buenas intenciones» y en el poder de un arma.
La mujer que ocupaba la litera 10, en el tercer vagón, era una profesora de avanzada edad que había pasado su vida transformando una clase tras otra de indefensos niños en grupos de infelices cobardes, a quienes enseñaba que el deseo de la mayoría es el único patrón para medir el bien y el mal; que una mayoría puede hacer lo que quiera; que no es preciso resaltar la personalidad de cada uno, sino obrar como los otros obren.
El ocupante del camarote B, vagón número 4, era un editor de periódicos que sostenía que los humanos son malvados por naturaleza y están incapacitados para la libertad; que sus instintos básicos, si no se los controla, son la mentira, el robo y el crimen, y que, en consecuencia, deben ser conducidos con mentiras, robos y crímenes, actos que constituyen un exclusivo privilegio de losgobernantes, a fin de forzarlos a trabajar, enseñarles a ser morales y mantenerse dentro de los límites del orden y la justicia.
El viajero del dormitorio H, vagón número 5, era un empresario que había adquirido su negocio, una mina de metal, con la ayuda de un préstamo otorgado por el gobierno, en el marco de la Ley de Igualdad de Oportunidades.
El hombre que viajaba en el compartimento privado A, del sexto vagón, era un financista que había amasado una fortuna adquiriendo acciones ferroviarias «congeladas» y haciendo que sus amigos de Washington las «descongelasen».
El hombre en el asiento 5, coche número 7, era un obrero convencido de tener «derecho» a un empleo, sin importarle si a su empleador le interesaba, o no, contar con sus servicios.
La ocupante de la cabina 6, vagón número 8, era una disertante convencida de que, como consumidora, tenía el «derecho» a ser transportada, sin que importara si la empresa ferroviaria deseaba, o no, brindarle el servicio.
El hombre del camarote 2, vagón número 9, era un profesor de Economía que abogaba por la abolición de la propiedad privada, explicando que la inteligencia no desempeña ningún papel en especial dentro de la producción industrial; que la mente humana está condicionada por las herramientas materiales; que cualquiera puede dirigir una fábrica o un ferrocarril, ya que sólo es cuestión de conseguir la maquinaria adecuada.
La mujer del dormitorio D, vagón 10, era una madre que acababa de colocar a sus hijos en la litera superior, arropándolos cuidadosamente y protegiéndolos de corrientes de aire y de vaivenes del tren; su esposo ejercía un cargo en el gobierno y hacía cumplir regulaciones que defendía con estas palabras: «No me importa pues sólo perjudican a los ricos. Después de todo, tengo que velar
por mis hijos».
El pasajero del compartimento 3, vagón número 11, era un pusilánime neurótico que escribía comedias, en las que, como mensaje social, insertaba cobardemente pequeñas obscenidades, encaminadas a demostrar que todos los empresarios son villanos.
En la litera 9, vagón 12, había un ama de casa que se creía con el derecho de elegir a políticos, de los cuales no sabía nada de nada, para que controlasen gigantescas industrias, de las cuales tampoco sabía nada de nada…
El camarote F del vagón 13 estaba ocupado por un abogado que en cierta ocasión manifestó: «¿Quién, yo? Siempre me las arreglaré bajo cualquier sistema político».
El ocupante del cuarto A, vagón número 14, era un profesor de filosofía que enseñaba la inexistencia de la mente (¿Cómo sabemos que el túnel es peligroso?}’, de la realidad (¿Cómo demostramos que el túnel existe?); de la lógica (¿Por qué insistimos en que los trenes no pueden moverse sin fuerza motriz?); de los principios (¿Por qué nos dejamos dominar por la ley de la causa y el efecto?); de los derechos (¿Por qué no atamos a cada individuo a su tarea por la fuerza?); de la moralidad (¿Qué es moral en el manejo de un ferrocarril?); y de los valores absolutos (¿Qué importa si vivimos o morimos?); era un catedrático que enseñaba que no sabemos nada (¿Por qué hay que oponerse a las órdenes de un superior?); que no podemos estar seguros de nada (¿Cómo saben que tienen razón?); y que debemos actuar de acuerdo con el impulso del momento (No irá usted a arriesgar su empleo, ¿verdad?).
El ocupante del salón B, vagón 15, era un joven que había heredado una gran fortuna y que no dejaba de repetirse: «¿Por qué debe ser Rearden el único a quien se le permita fabricar su metal?».
El hombre del dormitorio A, vagón 16, era un filántropo que había dicho: «¿Los hombres de habilidad? No me importa que sufran, ni si pueden soportarlo; deben ser castigados para apoyar al incompetente. Francamente, no me importa que sea justo o no. Me enorgullezco de no garantizar ninguna justicia a los más hábiles cuando son los más necesitados quienes necesitan piedad»
Estos pasajeros estaban despiertos y no había nadie en todo el tren que no compartiese conellos una o varias de sus ideas. Cuando el tren entró en el túnel, la llama de la antorcha Wyatt era lo último que se veía.
Sin embargo, cabe preguntarse cuánto de lo que hacemos y cuánto de lo que hacen los otros no es una colaboración a la gran película que hace que estas cosas sucedan. Cuántas acciones pequeñas pero constantes hacen que estas tragedias sean cada vez más frecuentes.
Colabora con estas circunstancias:
– Aquel que piensa que “está bien que haya un poco de inflación” y, al mismo tiempo quiere que los servicios se le presten a tarifas congeladas peso/dólar.
– Aquel que piensa que está bien que hay que promover la “industria nacional” mediante trabas o, directamente, restricciones a las importaciones y no mediante la verdadera competencia y productos de calidad (Cuántos repuestos para trenes, energía, micros y otros no están entrando por culpa de un gorila como Moreno?).
– Aquel que aplaudió la confiscación de los fondos de pensión de los demás para que los administre el fantástico e infalible estado.
– Aquellos que están orgullosos por haber “recuperado” Aerolíneas Argentinas y muy conscientes de que “debe haber una Aerolínea de Bandera” (administrada por el estado y dilapidando recursos de los contribuyentes).
– Aquellos que piensan que el estado está para “controlar” a los privados, desde un banco hasta en la casa de quién se fuma o cuánta sal le ponés a la comida, sabiendo bien que los burócratas no pueden controlar ni los servicios que ellos mismos prestan.
– Aquellos que piensan que el problema de este gobierno es de formas y no de fondo, y que, con buenos modales van a poder administrar a todo y todos, pero eficientemente.
– Aquellos que, luego de haber visto cómo le sucedían cosas así a los demás (accidente del Sarmiento y los colectivos, asaltos a diario, etc, etc.), prefirieron poner el voto a los mismos, no vaya a ser “que se rompa la economía” y no se puedan comprar el último blackberry.
– Aquellos que insisten con que hay que cumplir con las normas de esa aberración conocida como la Comisión Nacional de Regulación de Transporte. Esos que se ponían a apretar a una línea de colectivos que prestaba un servicio mucho mejor y diferencial.
– Aquellos que recibieron y reciben subsidios que son bancados con los impuestos que pagan otros.
En fin, por acción u omisión, todo un país cómplice de la tragedia. Un país que, a pesar de haber visto, sigue creyendo que el Estado mágicamente va a sacar la incertidumbre de sus vidas y marcarles y asegurarles el camino a seguir desde la cuna hasta la tumba. Ahí tienen al estado. Ahí están los frutos del estatismo recalcitrante.
Podría ponerme a escribir sobre las ventajas de un sistema de transporte de plena competencia y todas esas cosas que ya sabemos. Podría incitar a la rebelión fiscal y a la resistencia civil. Podría arengar sobre lo buena y benéfica que es la libertad.
Pero hoy no.
Hoy simplemente me terminé de dar cuenta cuánto vale para la mayoría de los argentinos la vida humana: una blackberry y un puto plasma ensamblados en Tierra del Fuego.
Impecable
triste que asi sea…. pero excelente nota.
Me surge una pregunta: cuando hablás de todo un país cómplice, ¿dónde pondrías tu propia responsabilidad?
En cada impuesto para mantener el régimen que pude evadir y no lo hice.
En no haber hecho nada cuando Kirchner hizo el golpe de estado a la Corte Suprema.
En no haber hablado contra el estatismo salvaje algunas veces por no armar bardo.
Y en no ser todo lo rebelde que hay que ser cuando del otro lado hay una banda facciosa que se quiere quedar con todo.
Lo más triste es que para la gran mayoría la solución pasa por sacar al empresario que administra y que se haga cargo el estado retrotrayendo todo a la época de FF.AA.
Es decir, que todo va a ser igual o peor.
Excelente post.
Lamentable pero es la realidad, la misma que la gran mayoría no quiere ver.
Cuál es la solución para esa mayoría? más estado.
No hay salida.
Coincido con Mariano. No entiendo que pregunta Martín o no leyó La Rebelión…. o no entiende a Ayn Rand
Me parece que en cuanto a las tipologías de pasajeros descritas por Ayn Rand no había muchos exponentes en el tren Sarmiento. Excepto el ejemplo del obrero del coche 7. Es lo más común en esta tierra de colectivismo creer que me tienen que dar un empleo sí o sí, y me tienen que mantener en el mismo.
Las tipologías de Rand apuntan más a las cuestiones del mundo distópico que ella plantea. Están muy relacionadas con ese ambiente que presenta.
Pero decime:
¿Estás seguro que no había alguna vieja que en la vida produjo nada que se cree que puede votar a unos tipos para que controlen a las industrias sobre las que no sabe nada? Una de mis abuelas es el calco de ese estereotipo y tranquilamente anda en trenes. Y en la vida laburó y en la vida pagó impuestos.
¿Estás seguro que no viajaba ningún abogado de esos que se aprovechan de la cantidad gigante de regulaciones y delirios que se imponen desde el estado?
¿Estás seguro que no viajaba mucha gente que cree que hay que afanar una torta de guita para «Igualar oportunidades»?
La similitud que hay, realmente me asusta.
Brillante de toda brillantez.
Hay salida: vayamos de la queja individual al pedido colectivo, masivo. EMPECEMOS HOY y pidamos la RENUNCIA INMEDIATA del Secretario de Transporte y del Responsable de la CNRT. http://www.movamos.com.ar/?p=765
UPDATE: Están diciendo que el conductor venía hace varias estaciones que no tenía frenos, a lo que le contestaban «Vos Seguí».
Esto es Atlas, muchachos!
Este blog es brillante, lo leo seguido y lamento tener que escribir por primera vez después de este desastre previsible. Entré hoy, seguro que iba a leer algo como esta nota, porque también recordé esta parte de la Rebelión de Atlas. Es tan triste como imposible de cambiar. ¿Quién tiene las coordenadas de la quebrada de Galt?
me parece muy cierto esto que decis, pero pienso.. como podemos hacer para tener un servicio seguro sin controles del estado? supongamos que queda en manos privadas, como se controla? te pregunto realmente porque no se como se hace en otros paises.
Por lo pronto hay que desregular el transporte. Fijate lo que pasó con la línea 194plus: ofrecían un servicio apenas más caro donde la gente viajaba en condiciones infinitamente mejores: sentados sí o sí, aire acondicionado, televisión, pago con billete.
Y los Empresaurios amigos del gobierno lograron revocarle el permiso para circular.
Si se abre el juego, surgen las alternativas y estas cosas no pasan.
Buenas, quería comentar algo que me llamo la atención. Concuerdo en que el estado, como sistema, no puede solucionar nuestros problemas. Sin embargo, frases como «…un obrero convencido de tener “derecho” a un empleo, sin importarle si a su empleador le interesaba, o no, contar con sus servicios.», dan cuenta de que no crees en que las personas tengan derecho a trabajar, y como todos sabemos, a menos que tengas dinero para «invertir», para sobrevivir, tenes que trabajar. Resumiendo, negarle el derecho a tener empleo a alguien, dentro del sistema en que vivimos, es negarle la vida. Por otro lado, ¿la libertad es realmente tener derecho a acaparar los recursos? Si es que ese es su concepto de libertad, hay que recordar que el estado, entre otras cosas, esta para proteger a quienes acaparan recursos, mediante la policía y demas mecanismos diseñados para mantener el «orden». De esto, imagino que tu mundo ideal sería uno en que quienes acaparan los recursos (que no son ilimitados), son respetados, sin uso de la fuerza por medio, por quienes no tienen medios para vivir… creo que la incoherencia es obvia.
Veo necesario que al concepto de libertad, esté ligado el concepto de amor. Si no hay amor, es imposible que haya cooperación, si no hay cooperación, no habrá orden alguno, y si no hay orden, en algún momento te vas a chocar con algo, por más «libertad» que creas tener.
Una cosa es el derecho a que nos dejen trabajar y otra es obligar a determinadas a darnos el trabajo que queremos.
Uno de los mayores malos entendidos que tiene la mayoría de la gente al definir liberalismo radica en su ignorancia sobre el derecho de propiedad privada que proponemos los liberales. En esto hay algo muy importante y que suele obviarse, es la LEGITIMIDAD del derecho de propiedad privada.
Es decir, no es que los liberales somos unos cerdos capitalistas egoistas que robamos para acaparar recursos y explotar a la gente y persuadirlos sobre la necesidad de seguridad para poder mantener nuestra condición de clase privilegiada. En realidad es todo lo contrario, lo que buscamos es que no nos priven de nuestro derecho a ser libres para poder desarrollar nuestras virtudes humanas como creamos mas conveniente; gozando de nuestro éxito y asumiendo nuestras pérdidas.
Hay que tener mucho cuidado cuando se habla de «acaparar recursos» porque la riqueza no es algo fijo que se encuentra en determinadas cantidades y que la obtención de una parte es la privación de la otra. La mayor parte de la riqueza es una construcción humana. Y toda construcción conlleva tiempo, esfuerzo, habilidad, inteligencia y riesgo. No solo es moral sino que es conveniente que aquellos que aportaron mas, reciban mas.
Y te dejo una idea de uno de los principales pensadores liberales, John Locke. El creía que ningun individuo podía adjudicarse mas tierras de las que era capaz de labrar. De ahí la importancia que le damos los liberales a la competencia y las duras críticas que tiramos cuando identificamos monopolios, oligopolios o cualquier forma de opresión ejercida ya sea desde el sector privado o desde el sector estatal.
Como dice Martín el «derecho a trabajar» entendido de la forma liberal es que nadie te puede impedir trabajar si así lo deseás y si conseguís un laburo.
Estás dejando afuera la parte importante de la frase de Atlas, donde dice «sin importarle si su empleador desea o no sus servicios», que es lo que le da el sentido.
Respecto de la cooperación, no necesariamente tiene que haber sentimientos involucrados. Vos podés colaborar con tu familia y amigos voluntaria y, digamos, «gratuitamente», porque es una relación recíproca donde todos se dan una mano mutuamente. Ahora ¿cómo colaborás con un total desconocido? Mediante un sistema de libres intercambios, donde existen precios libres y voluntariamente se prestan / solicitan bienes y servicios.
El ejemplo del 194plus no sirve acá. Un tren puede ser visto como un monopolio «natural», o no? No se puede tender otro sistema de vias que corra en parelelo para q le haga competencia. Y a distancias como las que maneja el tren, el servicio de colectivos, no es competencia.
A su vez, quién creen sería el actor más eficiente para gestionar este recurso? (Por algún blog leí, los mismos trabajados y una comisión de usuarios/consumidores)
La 194plus competía contra un montón de líneas de colectivos y contra el subte D, que bajo ese mismo concepto puede ser un «monopolio natural».
El tren que chocó compite contra varias líneas de colectivos, de la misma forma, y contra un montón de posibilidades de transporte que no nos imaginamos que se pueden aplicar (tranvía, trolebús, bicicletas, etc.)
Sí, pero ninguna de las alternativas podría suplantar de forma óptima la importante función que cumple el tren si este brindara un buen servicio.
Si quitaramos los subsidios y permitieramos que las tarifas de los medios de transporte esten a valor de mercado y flexibilizaramos las condiciones laborales, seguro que habría mas estimulos para mejorar estos servicios.
Pero también es cierto lo que dice Martín Lbt, no pueden pasar 2 vias por el mismo lugar. Hay un monopolio natural que da ganancias enormes por su situación privilegiada en el mercado.
Es erróneo considerar que dos rieles de metal y unas maderas pueden configurar un «monopolio natural». ¿Cómo llegaron ahí? ¿Quién las puso? ¿De quién es el terreno que está abajo?
Si partimos de la suposición de que fue el estado el que expropió las tierras y tiró las vías y después decide quién pone unos carritos arriba, sí, estamos ante un monopolio, pero es un monopolio idéntico a cualquier otro que arme el estado, como pueden ser el trazado de calles y la habilitación para ver qué bondi puede ir por qué recorrido.
El tren no es necesariamente mejor que un colectivo. Si no, Costera y Plaza que van a La Plata no habrían podido existir nunca. O no habría colectivos a lo largo de Cabildo, Santa Fé, Corrientes o Rivadavia donde comparten el recorrido con el subterráneo.
No veo razones por las cuales no se pudieran tirar vias al lado de otras vías. Pero esa no es la única solución. Las vías podrían ser privadas y varias empresas de trenes comprar «acciones» y tener poder de decisión. O comprar tiempos de uso de las vías.
O los vecinos podrían tener una cuotaparte de las vías aledañas con el título de propiedad de su casa, lo cual les daría poder de decisión.
Las posibilidades son infinitas, y no tenemos idea de las cosas nuevas que podrían existir.
Sí, podría, tal vez, quién te dice, mira si un día….
La realidad es que un buen servicio de trenes, en todos los lugares del mundo, es la principal preferencia como medio de transporte de larga distancia y es lógico.
Y todo muy lindo lo de la cooperación voluntaria con intereses individuales pero la realidad es muy diferente querido compañero libertario.
La realidad es que tener infraestructura ferroviaria requiere de inversiónes monstruosas, planificaciónes a largo plazo y abarca a toda una sociedad ya que necesita de conexiónes y pasar por diferentes terrenos «privados». Imposible que se de un «orden espontaneo» en el cual todos nos movamos de forma ordenada y compartamos las mismas ideas. La verdad lamentablemente es muy diferente, las ciudades para ser ordenadas y organizadas, requieren de el uso de la fuerza y es conveniente que esta fuerza sea lo mas democrática posible y que sea llevada a cabo por un GOBIERNO capacitado.
Esta es la diferencia entre los liberales y los libertarios.
Ojo que no estoy proponiendo que se estaticen los trenes. Pero estas cosas nunca se deben privatizar como si se tratase de una fábrica de chocolates. Se deben CONCESIONAR, empresa como administradora y ESTADO como regulador.
Ambos se necesitan mutuamente, ninguno puede existir sin el otro.
Fijate en EEUU, tengo entendido que la mayoría de los trenes interurbanos son privados 100%
Vuelvo a repetir, yo no digo que no deban ser privados. Pero no deben ser «privados al 100%».
Y permitime que te haga una aclaración, nada en la mayor parte del mundo (EEUU inclusive) es «100% privado».
Te viniste con todo Freed Man, bien derechoso y conservador!
A mi me causa mucha pero muchísima gracia que un blog que tiene como insignia «no pagar impuestos» como el gran problema de la humanidad haga resonancia de esa última frase del blackberry…
Es como mucho cinismo junto.
¿Vos decís, más cinismo que una presidente que habla de pobreza siendo millonaria, o un vicepresidente que propone cerrar la importación y tiene las últimas computadoras, celulares que acá no se consiguen, guitarras y motos que no pueden cruzar la aduana, etc.?