La culpa es del chancho, la responsabilidad no

Según su definición, una «delegación» es una transferencia de tareas, funciones, atribuciones y autoridad, que se realiza entre una persona que ocupa un cargo superior, a un inferior jerárquico para que opere en un campo limitado y acotado, normalmente con un objetivo específico.

Si A delega en B , y este a su vez delega en C , B sigue rindiendo cuentas a A y C a B. Con lo cual, lo que se delega es la tarea, pero no la responsabilidad. Si B le sigue respondiendo a A, pero A delega la responsabilidad, A desaparece del ciclo. Delegar responsabilidad, es salir del circulo. Es no hacer la tarea ni responder ni como va la tarea ni hacerse cargo si sale mal, eso es delegar responsabilidades, y en un sistema de jerarquías, eso es inadmisible.

Ahora bien, cuando B comete un atropello, pero A no delego la responsabilidad; A, al no intervenir reemplazando, reprendiendo, o sancionando al funcionario, valida su accionar y asume toda la responsabilidad por el atropello de B, como vimos antes.

Es natural que nos indignemos con las violentas actitudes del ministro del interior, o con las inescrupulosas intervenciones de la mayoría de los que conforman la primera plana de funcionarios del poder. Pero no hay que dejarse llevar por la primera reacción. En todas esas situaciones, uno tiende a tomárselas exclusivamente con el protagonista, cuando el verdadero responsable y actor virtual se encuentra en la punta de la piramide del poder: El gran titiritero.
¿Y por que el máximo responsable de ese poder no lo hace el mismo? Porque si lo hiciera, debe pagar el costo político, y le impactara negativamente en votos y aceptación. De modo que no le queda otra que mandar a un sicario a que haga su trabajo sucio por el. Afinemos bien el indice, y no mezclemos culpables con responsables.