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Caridad a Palos, el Estado Benefactor

Don Fernando es por cierto un ser muy pintoresco, pero tiene la virtud de la fidelidad en sus relatos. Se atiene a los hechos, aunque es muy propenso a comentar sobre ellos y sacar conclusiones, muchas de las cuales me han sido de gran utilidad. Me contó que, días pasados, iba caminando por la calle y sintió gritos que provenían del interior de un templo. Entró y vio que, desde el altar, una persona se dirigía a la feligresía en un tono de marcado reproche. Los asistentes estaban ubicados en los bancos, de frente al orador. Era un discurso fogoso. Lo pronunciaba una persona vestida de civil. Don Fernando me dijo que se trataba de un religioso aunque su indumentaria no lo reflejara «el hábito no hace al monje… pero lo ayuda» me musitó ya continuación se explayó sobre lo feo que es el comportarse como vergonzante. De todos modos, luego de esas disquisiciones, continuó su relato sobre las ideas que aquella persona transmitía a los alaridos a su audiencia. Según parece, el orador estaba en plena diatriba contra «los ricos». Se refirió en términos muy duros de aquellos «a los que les sobran riquezas» quienes serían condenados por ese hecho. Después de un rato de vociferar (esto puede parecer una falta de respeto pero, si me guío por lo que me cuentan, es la única expresión que cabe) sobre la situación política del momento y, luego de hacer la apología del régimen marxista de Nicaragua, cambió el tono de voz y con una actitud casi dulce aludió a una colecta que iba a tener lugar a continuación. Don Fernando estaba vividamente impresionado por este repentino cambio de modales y de lenguaje. Me dijo que el fogoso discurso se tornó en gentiles sugerencias para que cada uno depositara con generosidad parte del fruto de su trabajo en la canasta correspondiente.

 

Lobo con Piel de Cordero
Lobo con Piel de Cordero

 

En una segunda parte «el representante de la Iglesia» se refirió en detalle a las obras que tenía pensado llevar a cabo en el templo y en su vivienda aledaña. Leyó cifras que reflejaban gastos y explicó con algún detenimiento las tareas de ingeniería que se requerían para las pretendidas modificaciones y terminó la explicación haciendo referencia al sistema de cañerías de la construcción actual y las posibilidades de sustituir parte de la vieja instalación. Don Fernando me decía que tuvo la sensación que su interlocutor confundía conceptos y saltaba de planos con asombrosa facilidad sin que pareciera advertir las contradicciones subyacentes en esas reflexiones. Así, me confesaba que no podía entender cómo, literalmente, patrocinaba el despojo en la primera parte de su alocución mientras pretendía inducir a la caridad en la segunda. Siempre a criterio de don Fernando, quedaba claro que el orador, para recaudar fondos, se veía obligado a dirigirse a la feligresía de buen modo porque no tenía otro remedio a mano. Si se conectaba este segundo capítulo con la exaltada verborragia del primero, debía concluirse que, si hubiera podido -si hubiera contado con la fuerza que su ideal de sistema le permite- hubiera procedido a arrancar violentamente las billeteras y las carteras de los presentes. Don Fernando finalizó su relato con una larga reflexión filosófica sobre la riqueza y la pobreza que no es del caso transcribir aquí, sólo deseo señalar que sus palabras denotaban amargura y fastidio a la vez. No lo he vuelto a ver, pero retengo que, en esa conversación, su última observación estuvo dirigida a subrayar la diferencia entre caridad y despojo.

El estado pretende monopolizar la beneficencia sin comprender que esto encierra una grave contradicción. La beneficencia se realiza voluntariamente y con recursos propios. «Estado benefactor» es una contradicción en términos. El estado puede despojar pero no puede hacer beneficencia. El llamado estado benefactor debilita en grado sumo el sentimiento natural de solidaridad entre las personas al pretender asumir el rol de agente caritativo, al tiempo que corroe la estructura productiva de la sociedad, con lo cual, a su turno, se restringen aún más las posibilidades de llevar a cabo obras de genuina beneficencia. Obsérvese la historia de los diversos países y se encontrará que hay un estrecho y notable correlato entre libertad, progreso y beneficencia.

*Extractos de artículos de Alberto Benegas Lynch (h.)