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La razón por la fuerza

Cuando el principal argumento contra lo que se exigía en una manifestación en la vía pública es respecto del, relativamente, escaso  numero de personas que asistió a la misma puede significar dos cosas: o que no existe otra razón más que la cantidad de gente que la apoya para criticar la iniciativa, o que se abandonó cualquier tipo de discusión con argumentos y se vive en el verdadero estado de naturaleza que imaginó Thomas Hobbes.

Digo esto a raíz de las críticas que leí entre los simpatizantes (mas bien, fanáticos) del actual gobierno sobre  la manifestación contra el financiamiento estatal de un programa de TV, organizada por el Partido Liberal Libertario,  cuya función es ser el principal órgano propagandístico y persecutorio del gobierno en ese medio. Las razones de ellos para sostener el programa con impuestos las podemos discutir otro día, en este momento prefiero centrarme en las críticas de a los que se oponen al financiamiento por la fuerza de un programa de TV, y especialmente este tipo de programa.

A la primer hipótesis de por qué los estatistas apelan a esa crítica,  la voy a desechar rápidamente, el liberalismo no es un dogma, o una doctrina, por lo que las ideas puede estar equivocadas y creerme dueño de la verdad absoluta no es una buena costumbre, entonces como creemos que podemos llegar a estar equivocados y carecemos de la soberbia de los planificadores, vamos a dejar de lado la primer hipótesis y no caer en el mismo error que ellos.

Respecto de la segunda hipótesis tenemos muchas cosas para decir, porque parece ser la correcta. Decía que abandonaron cualquier tipo de discusión con argumentos porque los debates razonados dejaron de ser la norma a la hora de discutir ideas. El haber aplicado (o apoyado un gobierno que aplicó) durante 8 años políticas donde la constante transferencia forzosa de recursos desde los más pobres a los más ricos (o más precisamente «de los grupos menos organizados a los grupos más organizados»), y la imposición de decisiones de un grupo de burócratas por sobre  decisiones individuales los convenció de que no era necesario justificar de manera alguna esas medidas, y por lo tanto, ahora consideran que la legitimidad de su posición simplemente se da por la cantidad de personas que apoyan esas medidas. Esta noción se vio reforzada por los errores en los que incurren al relacionar algunas acciones con algunos resultados que no tienen nada que ver.

Este criterio de la mayoría como factor fundamental para decidir quién tiene la razón no debería ser sometido a ningún tipo de análisis, pero me gustaría dejar algunas preguntas para los que lo defienden:  ¿Cuál es el umbral que debe sobrepasar una idea para ser ejecutada/implementada o catalogada como correcta? ¿Cómo se resuelve cuando dos ideas incompatibles entre sí son apoyadas por un gran numero de personas? ¿Qué pasa si de repente una idea pierde apoyo y otra totalmente contraria gana ese apoyo? La respuestas a estás preguntas nos llevan a concluir lo inconsistente e insostenible de este método.

En síntesis, las ideas tienen que ser discutidas con argumentos que refuten acertadamente lo que propone el otro , pero si el principal argumento tiene que ver con el numero de personas que apoya o deja de apoyar una idea entonces estamos ante un falso debate  y sólo se trata de una demostración de fuerzas donde se impondrá el más fuerte, pero ser el mas fuerte no quiere decir tener razón, si no mas bien el garrote para poder imponerse sobre una minoría sus  puntos de vista. Este tipo de sociedad es lo más parecido al estado de naturaleza, y a pesar de que fueron creados para evitarlo, los gobiernos solo la exacerban.

Aclaración: este post es exclusivamente sobre la regla mayoritaria a la hora de involucrarse en un debate, la regla mayoritaria en la toma de decisiones o la elección de autoridades tiene que ser analizado, en parte, de manera diferente.