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¿De quién es la luna?
Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
Y hubo así alguna tarde en que con ella
Te miramos, oh luna compartida.
– J.L Borges – La Luna
Leyendo el otro día el diario La Nación me entero que hay un señor que está vendiendo parcelas en la luna:
Así, Dennis Hope en 1980 registró a su nombre el satélite y todos los planetas del sistema solar, basado en un vacío legal del Tratado de Espacio Exterior, que estableció Naciones Unidas. Una vez registrado a su nombre, Hope dividió la Luna e inició su venta mediante la Embajada Lunar. Actualmente, comercializa 1.500 terrenos diarios de media hectárea en la Luna, Mercurio, Marte y Venus.
Probablemente, un liberal que no haya estudiado la cuestión de la propiedad de la luna a fondo, favorezca la asignación de derechos de propiedad lunares. Los liberales hacemos énfasis en la llamada «Tragedia de los Comunes«, una teoría formulada por Garret Hardin que sostiene que cuando la propiedad es común los recursos naturales se tienden a sobre-explotar abusando de ellos y destruyéndolos y por ese motivo la asignación de derechos de propiedad bien definidos promueven la preservación de dicho recurso. A partir de esta teoría, un liberal apresurado podría ver con buenos ojos esta asignación de derechos de propiedad sobre la luna, sin embargo este es uno de los casos donde se puede demostrar que los liberales no defendemos cualquier tipo de propiedad por un mero capricho, si no solamente aquellos derechos de propiedad que son legítimos, es decir que se ajusten a una teoría de la propiedad.
En la tradición Locke-Rothbard, Fernando Chiocca explica brevemente una de las teorías de propiedad predominantes entre liberales y libertarios:
Abordemos ahora el tercer punto: ¿Cómo llegamos a ser los dueños de algo? Hay tres maneras de adquirir la propiedad sobre una cosa: (1) comprarla, (2) recibirla como un regalo o (3) apropiarse de un recurso previamente sin dueño (apropiación original). Para que uno se apropie de algo sin dueño, es necesario establecer un vínculo objetivo con el recurso en cuestión, o, en palabras de John Locke:
Cada uno de los hombres es propietario de su propia persona. Nadie sino él tiene derecho sobre ella. Podemos decir que el trabajo de su cuerpo y las obras de sus manos son estrictamente suyos. Cuando aparta una cosa del estado que la naturaleza le ha proporcionado y depositado en ella y mezclado con ella su trabajo, le añade algo que es suyo, convirtiéndola así en su propiedad. Ahora existe a su lado, separada del estado común de la naturaleza puesta en ella, con su trabajo le ha añadido algo que la excluye del derecho común de las demás personas: Dado que este trabajo es propiedad indiscutible del trabajador, nadie puede tener derecho sobre aquello que ha añadido.
No hace falta aclarar mucho, Dennis Hope, por más que haya registrado la luna a su nombre y se haya puesto a venderla, carece de derecho alguno sobre la misma. Encontrar un vacío legal no es suficiente para poder afirmar que el Sr. Hope tiene un derecho de propiedad legítimo sobre la luna, en consecuencia todos los contratos que haya celebrado transfiriendo la propiedad son nulos.
Este ejemplo de la luna exhibe de manera clara un principio que muchas veces no termina de ser comprendido tanto por aquellos críticos de la ética de la libertad como por algunos liberales que están confundidos acerca de la defensa de los derechos de propiedad. Los únicos derechos de propiedad que deben defenderse son los que se han adquirido de acuerdo a lo esbozado anteriormente.
La luna es un territorio sin dueño, y esto es un gran incentivo para que los individuos emprendan la tarea de colonizar la luna. Aquellos que mezclen su trabajo con el territorio lunar podrán llamarse a sí mismos los legítimos propietarios de ese sector de la luna, convirtiendo de está manera un territorio desértico en un campo fértil para el desarrollo de la civilización.
Para los interesados en estos temas, el prominente economista y teórico libertario Dr. Walter Block estará brindando una conferencia en Buenos Aires el próximo 9 de agosto a las 19 horas, titulada «Reparations, once again», donde ofrecerá su visión sobre los reclamos de indígenas y descendientes de esclavos sobre la restitución de sus propiedades (detalles aquí).
Excelente post, de allí en el principio de no agresión lo de «propiedad LEGÍTIMAMENTE ADQUIRIDA» (por medios voluntarios, sin coacción).
claramente otro de los que se ven afectados por este post, y reclaman la luna como propia cuando no lo es, es Alejandro Sanz, que dice: «te regalaré la luna para que juguemos»
Nadie puede regalar algo que no es suyo.
Estimadas/os, muy interesante el post. me permito señalar que el criterio de justa apropiación como «labor-mixing» ha sido criticado y dista de ser definitivo.
Robert Nozick, en su magnífica obra «Anarquía, estado y utopía», pone de manifiesto tres objeciones al criterio de labor-mixing.
La primera de ellas pregunta por los límites que existen cuando uno mezcla su trabajo con algo. Si acaso un astronauta llegara a un planeta inhabitado, al mezclar su trabajo en él, ¿de qué se estaría apropiando exactamente? ¿De todo el planeta? ¿De todo el universo no habitado? ¿O simplemente de una parcela planetaria determinada? (siendo la exploración espacial una realidad cada vez más cercana, muy necesario puede resultar hallar un criterio que permita determinar quién y cómo puede apropiarse de planetas que, hasta donde sabemos, se encuentran inhabitados).
El segundo cuestionamiento que hace tiene que ver con el problema de la reversibilidad del criterio de labor-mixing. ¿Por qué no, en lugar de apropiarme de algo previamente no poseído por nadie al agregarle mi trabajo, no pierdo ese trabajo que agregué a la cosa? Para graficar este punto, Nozick propone el ejemplo de qué ocurriría si derramamos una lata de jugo de tomates en el mar: ¿somos sus nuevos propietarios o estúpidamente desperdiciamos la lata?
Su última observación, la cual encuentro vinculada con la anterior, es: quizás el criterio de labor-mixing esté sustentado en que el trabajo agregue valor a las cosas con las que se mezcla. Sin embargo, aún en el (disputable) caso que eso fuera así, no queda absolutamente en claro por qué alguien debería justificadamente hacerse de la propiedad de toda la cosa con la que mezcló su trabajo. ¿Por qué no únicamente del agregado que el propio trabajo generó?
Federico: en mi caso no leí a Nozick aún, que alternativa propone como criterio de apropiación? Saludos.
hay que ver lo ridículo que resultan algunos a veces! el señor que vende la luna es ridículo pero al fin y al cabo un «vivo», pero los que compran la luna? jaja… es un chiste esto!