Entreguen los libros
Yo ya no entiendo si estos megalómanos inescrupulosos toman a la totalidad de los argentinos por boludos o si, al final, una abrumadora mayoría de los argentinos son, efectivamente, boludos.
Que venga un tipo y prohíba las importaciones de TODOS los libros porque no están seguros de si la tinta con la que están impresos tiene menos del 0.000000000000000000000001% de plomo así de la nada es un absoluto insulto a la inteligencia de un nene de 5 años.
¿Hubo algún caso de algún intoxicado? ¿No? ¿Hubo algún comunicado de los países que imprimen los libros sobre incidentes allá y que podía ser peligroso? ¿No? ¿Hay algún estudio serio sobre el tema? ¿No? Ah, ¿que estuvieron viendo El Nombre de la Rosa?
Supongamos por un segundo que les importa el asunto del plomo ¿Se pegaron una vueltita por Dock Sud? ¿Por el Riachuelo? Los trenes y las vías propiedad del estado ¿están 100% libres de plomo? ¿Y los viejos aviones de Aerolíneas? ¿Y las curtiembres? ¿Y las fábricas?
Y quiero creer también que hicieron pericias y estudios a lo largo y a lo ancho del país y que ABSOLUTAMENTE TODOS los diarios y revistas de alcance nacional, provincial, municipal y barrial cumplen con los requisitos del plomo en la tinta. ¿Podríamos ver ese informe? Ah…¿hoy no? Mañana…¿tampoco?…Bueno, avisen cuándo, eh.
Muchachos, si el plomo fuera una amenaza para la salud de la población, tienen que cortar mucha, pero mucha tela y sanear una enorme cantidad de áreas que impactan muchísimo más y muchísimo más directamente que la tinta de los libros. En toda mi vida no conozco un solo caso de algo ni remotamente similar.
Como dijo Frank Zappa cuando daba testimonio ante el Congreso de USA: «El estado siempre tiene que tomar las medidas que impacten lo menos posible en la vida de la gente. Esta regulación es como si, para combatir la caspa, recurriéramos a la decapitación».
Por cierto, nunca faltan los chorros acomodaticios buscadores de prebendas, ratas parásitas dispuestas a succionar cuanto calcetín del gobierno puedan para conseguir una traba y/o regulación que les permita afanar unos mangos, como el señor Juan Carlos Sacco que dijo «Si uno se pone el dedito en la lengua para cambiar la hoja puede ser peligroso». ¿Usted me está cargando? Si sobreviví desde los 4 años pasando las páginas de las viejas Isidoro y de diarios viejos y baratos de esos que te dejan la tinta en los dedos, tengo inmunidad de por vida para todo tipo de tintas.
Después, el despreciable agrega «En los últimos cinco años se importaron 140 mil toneladas de libros por 550 millones de dólares. Y en 2011 tuvimos un desbalance de 78 por ciento, unos 125 millones de dólares en contra». O sea, comete sincericidio y admite que ES TODO POR LA GUITA. De nuevo rompen las bolas con la famosa «balanza comercial». El tema es que, en este caso, es INJUSTIFICABLE. Pueden decirte que es lo mismo traer un rulemán de afuera que usar uno de los que fabrican los chorros amigos del gobierno, pero los libros hay que escribirlos y editarlos. ¿Van a decir acaso que los libros escritos por extranjeros «le quitan trabajo a los escritores argentinos»? No sé si hoy, pero creo que son capaces de hacerlo en un año o dos y que una importante parte de la población asienta con la cabeza y diga «es verdad, hay que defender el trabajo intelectual de los argentinos». Ya no me sorprende nada.
Y digo, si el problema son los libros impresos ¿Por qué no liberan la importación de e-readers y les sacan todo tipo de impuesto aduanero para que la gente pueda leer en digital? No, claro, en vez de eso van a inventar que el plástico con el que está hecho el Kindle es nocivo para los huesos y la piel.
En fin, un nuevo episodio de «tenemos que afanar la mayor cantidad posible de dólares para pagar las importaciones de gas carísimo de Qatar, con el cual hicimos un curro grande como una casa gracias al descalabro energético que previamente habíamos armado».
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