10 Años
Un tipo labura toda su vida, juntando y guardando cada día un poquito, por si acaso llegara a necesitarlo después.
Un grupo de bandidos que viven de parte de lo que le roban a este hombre, para realizar actividades que ensalzan su existencia y les permite vanagloriarse como «salvadores» y «humanitarios», no contentos con lo que le sacan, deciden que encima van a endeudarse, dejando como garantía los futuros robos a ese y otros hombres honestos.
Pero con eso tampoco les alcanzó. Al no poder pagar sus deudas y, apretados por otras mafias aún más grandes, se apropiaron de todo lo que este hombre había guardado día tras día, bajo el pretexto de que «es la única forma de salvar al país». Si bien le decían al señor que él todavía era dueño de su ahorro, no podía disponer del mismo. Me pregunto para qué carajo quiere ser dueño de algo uno, si no es para disponer de eso cuando, como, donde y con quien se le canta.
Y llegó el día que este hombre necesitó de esa riqueza que, sacrificadamente, se había negado en gastar cada día, por las dudas de algún imprevisto. Horacio García Blanco necesitaba un transplante de riñón urgente y tenía todo arreglado para irse a España a realizarse la operación. Pero ese monstruo imaginario llamado estado, a través de su sicaria la jueza María Carrión de Lorenzo, decició que no era un justificativo suficiente para que esta persona reclamara su propiedad. Ante el recurso de amparo presentado, decidió, como si fuera suya, entregarle sólo el 10% de los dineros que tenía en el Banco Privado de Inversiones. A un tipo que tenía que ir todos los días a hacerse diálisis. A un tipo que necesitaba un riñón con suma urgencia.
Por cierto, mientras tanto, se procedía a la pesificación de las deudas de empresarios amigos, que se habían endeudado más de la cuenta y mucho más allá de sus posibilidades, como el Grupo Clarín.
Una semana después del fallo (hace exactamente 10 años), el cuerpo de Horacio no soportó más y, justamente, falló, mientras se encontraba decaído y triste, habiendo sido dejado de lado e ignorado por todos los medios periodísticos y compañeros con los que había compartido una vida de carrera profesional.
Eso es lo que sos para «el estado» al final del día: un numerito, una cuenta de banco. A ningún burócrata le importa la vida ni la historia de nadie, mientras no lo ayude a sus objetivos políticos.
María Carrión de Lorenzo, una vergüenza que una persona despreciable como usted haya llegado a tener el cargo de «juez», una vergüenza si una sola vez en su vida pronunció la palabra «justicia», porque no tiene la menor idea de lo que significa. Un verdadero asco de persona.
Horacio García Blanco (1937-2002), una vícitima más que hay que contabilizarle a la maquinaria del uso indiscriminado de la fuerza.
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