Tags

Related Posts

Share This

Los más necesitados

Helen Keller

Helen Keller

Helen Keller en 1880, a los 18 meses de vida, padeció una enfermedad que la dejó ciega y sorda. A los cinco años, gracias a su niñera y mediante un largo y trabajoso proceso aprendió a leer y escribir. Se graduó de Radcliffe con un Bachelor en Arte. Escribió 12 libros y varios artículos. Se convirtió en una ferviente luchadora por el sufragio femenino, en contra de la guerra y diversas causas socialistas y de izquierda. Terminó siendo amiga de Chaplin, Mark Twain y muchas otras celebridades ilustres.

Biografía de Jeff Pearce

Biografía de Jeff Pearce

Jeff Pearce. Disléxico cuando todavía no se consideraba a la dislexia una enfermedad. Desde chico la madre lo llevaba al mercado de Liverpool con ella para que ganara un poco de dinero vendiendo ropa de segunda mano, ya que tenía que mantener a cinco hijos y un marido alcohólico. A los 17, viendo que nadie lo iba a contratar porque no sabía ni leer ni escribir (ni siquiera su propio nombre), puso un negocio propio en la industria textil. Le fue espléndido. Daba trabajo a más de 40 personas y llegó a millonario, utilizando todo tipo de trucos para que sus clientes no se dieran cuenta de su analfabetismo. En el 92 quebró. Sin embargo, siguió adelante y, diez años después su cadena de negocios estaba nuevamente de pie y recibió el premio al Minorista Destacado del Año.

Steve Jobs en 1984

Steve Jobs en 1984

Steve Jobs. Hijo adoptivo de una familia clase media. Tuvo que abandonar la universidad porque se le terminó la plata. Vivió por meses en los cuartos de amigos, reciclando botellas para ganar dinero y yendo a comer a un templo Hare Krishna previa caminata de 7km. Fundador de Apple. Visionario de la idea de llevar las computadoras a la «gente común». Echado de su propia compañía, funda otras dos compañías, una de las cuales es Pixar, la primera empresa en hacer un largometraje en 3D. Se la vende a Disney por una montaña de guita. Apple, al borde de la desesperación, lo vuelve a contratar para que les salve las papas. A partir de ese momento agrega muchísimo valor a toda la industria de informática y telecomunicaciones, desde la estética hasta nuevas formas de comercializar arte digital. Ah, sí, hace varios años que viene luchando contra el cáncer.

Y éstos son solo tres ejemplos que existen de personas que, teniendo problemas tanto físicos como financieros, lograron grandes cosas, ya sea en económicamente como en el campo de las ideas y el desarrollo personal.

Y como ellos hay miles. Y millones más que, sin haber destacado tanto, han alcanzado la clase media y vivido una vida más que digna. Esto incluye a los abuelos y bisabuelos de más de uno que llegaron con una mano adelante y otra atrás al país.

No me queda otra que preguntarme…

¿Cuáles habrían sido las consecuencias de que en su momento el estado le entregue un «plan trabajar» a Jeff Pearce? ¿Qué sería de la vida de toda la gente que ha empleado y de todos los otros empleos con los que contribuyó tangencialmente?

¿Y si se lo hubiesen dado a Jobs? Probablemente estaría escribiendo esto en un monitor de fósforo verde y se tendrían que conectar via Telnet para leerlo.

Ni que hablar si Helen Keller hubiese estado atada a los planes del Ministerio de Educación.

Si toda esta gente con bastantes desventajas pudo llegar tan lejos sin recibir asistencia estatal, ¿cómo puede ser que se siga aceptando que el estado subsidie a tantas personas que están perfectas de salud y tienen capacidad para trabajar y ganarse su propio sustento? Porque podría entender que se ayude por un tiempo a alguna persona que haya caído en la desgracia. Preferiría que los ayude un privado. Pero definitivamente, no hay forma de que se pueda subsidiar a doce millones de pobres.

Como decía un pensador contemporáneo el otro día: «Primero ponen sobrecostos e impuestos al trabajo y generan las condiciones para que haya desempleo y miseria. Y después, a esos que se quedaron afuera les dan una migaja….y les quiebran el alma».

Porque la joda es terminar con esa categorización de «los que más necesitan». Tanto la repitieron que se la hicieron creer. Tanto los «defendieron» que les sacaron la capacidad de hacer algo por sí mismos. Si se dejan de joder y de cobrarle a la gente por trabajar o por comer, van a ver como todos pueden.

Pero esto no le conviene a nadie. Ni a los que viven del  estado ni a los sindicatos ni a los empresarios mercantilistas. O sea, los que viven la gran vida a costa de los demás.