Tags
Related Posts
Share This
El derecho a quedarme donde estoy
Los libertarios tenemos ciertas posturas que, con razón, son controversiales. Los impuestos constituyen un robo, la escolarización compulsiva hay que eliminarla pues es la herramienta de adoctrinamiento estatal por excelencia, el gobierno no debería tener ningún papel en cuanto a la determinación de la oferta de la moneda (¡ningún papel!), entre otras.
Un argumento, bastante rudimentario por cierto, esgrimido contra varias de estas posiciones, en especial contra el aumento de impuestos, es el siguiente: «Si no te gusta este país, y no te gusta pagar impuestos sos libre de mudarte.» Es un clásico que tarde o temprano es invocado en momentos de desesperación, cuando se quedan sin argumentos para justificar las imposiciones del gobierno sobre las personas.
Un ejemplo es la discusión que se dio el otro día en los comentarios de este post del Opinador Compulsivo, donde un anónimo publicó el siguiente comentario:
«El estado no te expropia. Te exige una contribución tan legitima como que yo en mi pub te exiga un impuesto por derecho de espectaculo. Desde el momento que permaneces en mi pub o en el territorio nacional haces una aceptacion implicita a las reglas que fijo yo o el estado nacional. Si no te gusta, podes optar libremente por otros pubs o estados nacionales.»
Una versión más elaborada, pero igual de falible que el argumento simple.
Frente a esto existen varias lineas argumentales que se pueden tomar para refutar un argumento tan endeble, y que expone las falencias e inseguridades del interlocutor, muchas de ellas pueden ser usadas conjuntamente. Veamos las opciones:
La culpa de la víctima. En primer lugar, cuando alguien te invita a retirarte porque otro está violando tus derechos, lo que sugiere es convertir a la víctima en culpable. Entonces, si el impuesto es un robo ¿por qué culpar a la víctima? ¡¿por qué decirle a la víctima de un asalto mediante impuestos «si no te gusta te podes ir»? Si el autor del robo no fuese el estado, entonces sería el delincuente el que estaría escapando para no ser vuelto a robar. Según los que esgrimen este argumento, es la víctima quién tiene que escapar para que no vuelva a ser robada.
Ad hominem. Por otra parte la persona que invita a irse a la persona que esta en desacuerdo con los impuestos (o con cierto nivel de impuestos) está cambiando el eje del debate. La cuestión es la naturaleza y el efecto de los impuestos en los derechos individuales y/o las consecuencias económicas, si uno quiere quedarse o irse a otro país con menor carga impositiva es un tema totalmente distinto. Si no te gusta te podes ir, es la salida para escapar al debate, es trasladar el debate sobre los impuestos a discutir sobre la persona en si, por eso que termina siendo una falacia ad-hominem.
La imposibilidad del cambio. Está claro que una persona que está discutiendo sobre los impuestos y sobre como debería ser la sociedad en la que vivimos o el rol del estado en la misma. Si una persona te dice «Si no te gusta andate» niega la posibilidad de cambio. Una vez más, se corre el eje de la discusión, y se apela al conformismo como arma de disuasión de nuevas ideas.
El caso del pub. Por último, y yendo al ejemplo concreto expuesto más arriba, la asimilación de un pub con un estado es completamente irracional. Las transacciones que se llevan a cabo en un pub son estrictamente voluntarias, desde el ingreso al mismo, la demanda de servicios, y el pago de estos, están basados en un contrato conocido por ambas partes, y consentido, donde el pub no puede, por más que sus reglas asi lo dispongan, violar los derechos individuales de las personas. La comparación del estado y el pub es comparar, en términos de Oppenheimer, los medios económicos con los medios políticos. Una comparación mucho mas certera para el estado es con las mafias, actúan de manera similar, ofrecen «servicios» que uno no demandó, ceder ante las extorsiones son el «precio para vivir en paz» y si no pagas podes perder tu libertad, tu propiedad, y hasta tu vida. Esa persona, no entendió nada.
En conclusión, este tipo de argumentos representan o una falsa alternativa o un desvío del asunto en cuestión, evitando de esa manera tratar el punto esencial de lo que se está discutiendo, y confundiendo lo que son intercambios voluntarios respetando los derechos de las personas con violaciones alevosas de los mismos. Mi opinión es que si alguien está dispuesto a defender las relaciones de violencia intrínsecas en el estado, que lo acepte, que admita que no tiene problemas en violar los derechos de los demás (y que violen el suyo propio), pero que no esconda la realidad bajo la falsa posibilidad de elegir no ser parte de su modelo opresor.
El tratar a la propiedad comunal como privada es también un error de los violentos que usan el argumento de «andate si no te gusta».
Primero porque no puede existir propiedad privada dentro de propiedad privada, si el primero (Estado) tiene el derecho, entonces la propiedad «privada» del segundo (propietario de terreno) queda sujeta a la voluntad de quien dirija al primero. Claro, existe un constitución que lo impide, pero es violada y no es así en la práctica. Entonces llegamos al resultado de que no puede ser propiedad privada como un todo la que pertenece a los límites físicos del Estado, si así fuese debe dejar de existir la propiedad privada individual sobre las parcelas interiores.
Segundo, utilizando argumentos anarquistas, esa apropiación es inmoral. Yo no puedo llegar a un terreno y decir «esto es mío» ignorando a sus actuales habitantes. Y aún estando vacío tampoco puedo tomar como propio todo sin siquiera trabajarlo (los Estados ni siquiera cercan sus terrenos generalmente).
En este viejo post Stefan Molyneux hace mención al tema:
http://quenotepisen.net/2010/10/folleto-para-un-estatista/
«Estatista: Supongo que no. Pero aún así, implícitamente tú aceptas el contrato social del país en el que decides permanecer, como sostuvo Sócrates.»
«Yo: ¿Sería justo si yo crease un ‘contrato social’ que me permitiese robarle a cualquiera que viva en mi vecindario, y alegar que quienes decidan permanecer en ‘mi’ vecindario estarían expresamente aceptando mi nuevo contrato social?»
Sois una maldita secta.
He aquí arriba un claro ejemplo de «ad hominem».
Gran post!
Este es uno de mis posts favoritos de QNTP. Lo uso, por lo menos, una vez por semana.
Interesante el post. Permítanme que, aunque coincida filosóficamente en el fondo, disienta en el hecho de que los argumentos contrarios a la postura de “si no te gusta, andáte” no son, en modo alguno, determinantes ni evidentes.
El brete del asunto está, a mi entender, en que el partir de que cualquier intervención estatal (por ejemplo, impositiva) representa una flagrante violación a los derechos de una persona, es un concepto completamente válido para quienes adherimos con esta postura, pero inútil allende la frontera de nuestra ideología liberal (o anti-ideología, como denomina ABLynch). Pretender que la noción correcta de conceptos tales como “derechos” o “estado” y, sobre todo, su alcance y límites, es natural, pétrea, inmutable, y que se ciñe a lo que los liberales pensamos es, cuanto menos, desacertado.
Muy a mi pesar, hace tiempo desarmé la idea (acaso también constructivista) de que las sociedades debían operar por un bagaje o set de derechos y principios marcados a fuego por una supuesta interpretación superior del orden natural. Muy a mi pesar, digo, porque era mucho más feliz cuando creía entender el orden social de la A a la Z, a partir de la literatura liberal (aunque ésta no me explicase del todo lo que pasaba a mí alrededor). Entonces solía desdeñar de la gente, “todo el mundo se equivoca, menos los liberales que vemos la verdad evidente”. Lo cierto es que hay tantas interpretaciones del orden natural como individuos en la tierra. Lo cierto también, es que las personas, a tientas van descubriendo y adoptando instituciones que entienden (no necesariamente con acierto) que le solucionan problemas.
Dentro de este marco, lógicamente no el mejor, podemos ver que la democracia es un límite (deficiente) a las tropelías del poder absoluto. No alcanza, claro está. La democracia limitada (algo menos deficiente) defiende un tanto mejor contra los avasallamientos estatales. La ausencia del estado derogaría, por supuesto, la posibilidad de que éste incurra en violaciones o supuestas violaciones de derechos. Ahora bien, las personas validan (por comodidad, desconocimiento o las causas que sean) desde hace cientos de años la existencia del gobierno o, por decir de otro modo, el estado del Estado. ¿Podemos entonces sostener que la institución estatal, cualquiera sea su contenido, es una mafia per se? Se podrá alegar, “la mayoría no hace justo lo injusto”, a lo que señalo prudentemente ¿y quién determina el concepto de justicia? Lamentablemente, los conceptos de justicia y derecho, han estado (y estarán) en permanente cambio y reformulación (admitir esto fue una de las cosas más difíciles de mi vida). A caballo de esta apreciación colectiva, van las estructuras institucionales, que en largos períodos de tiempo van realizando cambios marginales hasta sentar nuevos preceptos.
Lamentablemente, repito, porque aún a través de instituciones originadas a la luz del orden espontáneo, podemos llegar a menores grados de libertad. Es por esto que, a pesar de su presunta asepsia, hay también en Hayek un imperativo categórico patente “siempre son deseables mayores grados de libertad” (sobre esto hay un artículo interesante de John Gray en Libertas 1). En otras palabras, en el mundo ha habido y hay personas, que a través de sus relaciones crean (sin saberlo) instituciones sociales, e interpretaciones sobre la justicia y el derecho. Estas instituciones e interpretaciones no son válidas erga omnes, sino para determinados grupos en determinados momentos históricos y lugares geográficos. Lo que ayer era justo quizás hoy no lo es. Lo que para Aristóteles era natural, repugna en la actualidad. No es el mejor de los mundos para los que queremos que nuestras visiones sean válidas universalmente, pero así es el mundo real.
Afuera de esto, están los escenarios utópicos (o distópicos) extremos. Ya sea la ultraliberal sociedad secreta en las Montañas Rocosas de Colorado de Rand, o el sórdido mundo de Winston Smith, lo cierto es que ambos lugares son meramente irreales. La sociedad se bambolea prudentemente lejos de estos extremos. Es deseable siempre correr el eje hacia mayores grados de libertad, pero sin olvidar (al menos en mi opinión) que las verdades reveladas no son tales, menos aún en las ciencias sociales. A partir de este punto, creo yo, debemos pensar en como seducimos, atraemos, y vinculamos a las personas con nuestra manera de pensar. No es la mejor de los mundos, repito, pero es el mundo real.
Un abrazo y disculpen la extensión.
Yo diria que es una falacia ad-baculum.