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Caramba
Como la definicón foucultiana de burocracia; ese campo social donde reconocemos que el poder es ver al otro como agente de una acción. De esa manera entre a aquel edificio de la calle Suipacha un día cualquiera. la anécdota renació, después de que, haciendo orden en el submundo de mi cuarto, desenterré algo…
Había ido a acompañar a un amigo a gestionar un papel que le pedían para darle un crédito. El gran y -hoy- famoso papel era el documento de la averiguación de inmuebles para capital federal y provincia. Mi amigo quería irse a vivir solo, y el credito era de vivienda única, donde el titular no debe tener inmuebles a su nombre. Basicamente eso es lo esencial de esta historia. Como todo trámite que compete a un ente estatal lleva tiempo, estabamos de muy buen humor; hubo chistes que rememoraban a la publicidad «hoy no, mañana» y demás historietas similes.
El funcionario era de contextura mediana, bigotes prolijos, camisa lisa color lila. Simpaticón, usaba unos anteojos de marco grueso que se le caían hasta el medio de la nariz. Tenía el gesto de levantarlos cada vez que terminaba una oración. Pausado nos explicó que debíamos llenar uno de estos -nos muestra- formularios a maquina de escribir. No a mano. No a computadora. A maquina señores. Ni más ni menos. Esperamos la risa que no vino y hubo varios segundos de silencio incómodo. Ese de ascensor. Pero doctor, le dice mi amigo, no cuento con una de esas. ¡¿Qué hacemos?! Se lo escribo en imprenta, que se yo. – No se preocupe, lo podemos ayudar. Vaya, siga aquella señora de rosa por aquel pasillo y al llegar a la puerta del fondo dobla a la izquierda. Ahi está la sala de máquinas que por dos pesos se la alquilan. ¡Qué maravilla!
El tema no era tanto pagar dos pesos (lindo curro) sino el hecho de no saber usar una maquina de escribir o cometer el error de equivocarse por novato y volver a pedir otro formulario (gasto de tiempo y energía). Tampoco había problema, pues por la módica suma de 5 pesitos había un escriba del siglo XX que nos tipieaba en la maquina…
Así es como poco a poco el monstruo de los trámites interminables y anacrónicos nos va comiendo el sentido de asombro. Nos fuimos con el trámite terminado, 214 minutos después.
¿Todavía se hacen cintas para las máquinas de escribir?
Maquinas de escribir, que hijos de puta…rio o lloro, eterna pregunta.