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Sandy Springs, ¿el paraíso liberal?

En The Marginal Revolution, el alguna vez libertario y economista Tyler Cowen, plantea el caso de Sandy Springs en Georgia, Estados Unidos, como un ejemplo magnifico de una ciudad que puede funcionar privatizando todos sus servicios. Anteriormente, la revista libertaria Reason también hizo un especial acerca de la curiosa Sandy Springs, destacando las bondades que recién mencionabamos. La nota original, en el New York Times, dice:

Applying for a business license? Speak to a woman with Severn Trent, a multinational company based in Coventry, England. Want to build a new deck on your house? Chat with an employee of Collaborative Consulting, based in Burlington, Mass. Need a word with people who oversee trash collection? That would be the URS Corporation, based in San Francisco.

Even the city’s court, which is in session on this May afternoon, next to the revenue division, is handled by a private company, the Jacobs Engineering Group of Pasadena, Calif. The company’s staff is in charge of all administrative work, though the judge, Lawrence Young, is essentially a legal temp, paid a flat rate of $100 an hour.

Desde la recolección de residuos, la gestión del centro de operaciones del 911, hasta la agencia que maneja las licencias, está todo subcontratado por el estado. Reason y Cowen presentan a Sandy Springs como un ejemplo de como una sociedad puede ser gestionada de forma privada. Pero, ¿estamos verdaderamente ante una sociedad gestionada de forma privada?

El modelo de Sandy Springs ofrece algunas ventajas frente al modelo tradicional de municipio donde los servicios están manejados integramente por el estado. Por un lado, los contratos de servicios están sujetos al cumplimiento de objetivos medidos mediante métricas, y en caso de fracasar, aquellos que perdieron la licitación pasan a proveer el servicio. Pero no todo es color de rosa, este sistema contiene varios problemas.

Sandy Springs, Georgia

En primer lugar, y el aspecto más importante, los servicios siguen siendo financiados de forma coercitiva. Los ciudadanos no han contratado los diferentes servicios que ofrece Sandy Spring, ni han elegido ellos cuanto presupuesto debe destinarse a cada servicio. El gobierno continúa determinando la asignación de recursos, que, en general, no va coincidir con lo que cada habitante del municipio considera que debe asignar de su capital, es decir seguirá ignorando la decisiones libres y voluntarias de los que viven allí.

En segundo lugar, está ausente otro de los factores fundamentales en un mercado libre, la competencia. El gobierno convierte lo que antes eran monopolios estatales en monopolios privados garantizados por el estado, y si bien las empresa compiten en las licitaciones, una verdadera competencia se da todos los días donde los usuarios tienen la posibilidad de decidir a quién premiar y a quién castigar, y no contratos definidos en oficinas donde los que toman las decisiones tal vez nunca usen esos servicios.

Por  último, si promovemos privatizar (en el verdadero sentido) a algún sector, lo haríamos solamente en sectores donde puedan tambier participar cualquier privado. Es decir, no privatizaríamos la agencia de licencias, la recolección de impuestos, o algún servicio de salud estatal. Para estos, dejamos reservada la eliminación de todas esas actividades que solamente pueden realizarse al amparo del estado.

En conclusión, Sandy Springs no  es una ciudad ideal para un libertario, ni por cerca. Sin dudas,  conservadores o neoliberales podrían considerarla una ciudad paradísica donde las alianzas entre empresas privadas y el estado que tanto defienden sería moneda corriente. Pero

para un libertario Sandy Springs es otro ejemplo de como las ideas pueden ser tergiversadas.  Algunos «libertarios» no terminan de comprender la diferencia simple entre ser  pro-mercado  y pro-empresa.  La única verdadera privatización no es la que se subcontrata un servicio, sino en la que el estado elimina de raíz esa función y permite libre competencia.