Tags

Related Posts

Share This

Un delincuente en el mundo del revés

Las últimas dos semanas estuve viajando, y aproveché el haber saltado las barreras arancelarias dispuestas para proteger a un grupo de «empresarios» e hicé algunas compras de cosas que en Buenos Aires están mucho mas cara, básicamente ropa y productos electrónicos.

La última semana del viaje, además de las luces cegadoras y los rascacielos que nunca se terminan, el tema de conversación principal fue de que forma esconder todo lo que compramos (que no era mucho tampoco) . ¿Esconderlo? Así es, cuando uno regresa al país sólo puede ingresar, libre de impuestos argentinos, mercadería por el valor de 300 dólares por persona. Una vez cubierta esa franquicia, se debe pagar el 50% por el valor ingresado. Por ejemplo, me compró una computadora de 500 dólares, 300 van libre de impuestos, pero por los 200 restantes debo pagar 100 dólares que se sumarán al botín del fisco. El siguiente producto ya no tendrá franquicia y deberá pagar el 50% sobre el 100% de su precio.

No hay mayor sentimiento generalizado de injusticia que ese, volver de un viaje y que te fuercen a pagar nuevamente por lo que uno ya pagó de manera voluntaria. Es generalizado, porque incluso aquellos que defienden medidas proteccionistas no entienden por qué deben pagar por algo que ni siquiera se fábrica en el país, una Playstation 3, un iPhone, o una cámara de fotos japonesa. El estado siempre quiere su tajada.

Como decía al comienzo del post, la última semana me devané los sesos pensando como esconder las pocas cosas que compré,  y una amiga me decía muy acertadamente, como de costumbre, que hacen que uno empiece a actuar como si fuese un delincuente, cuando en realidad los delincuentes son ellos.

Está es la alternativa a no obedecer al estado, graficada por Botero.

Si todavía es necesario reafirmar y demostrar  la naturaleza exclusivamente violenta que tiene cada acto del estado, estamos ante uno de los ejemplos más gráficos de esa naturaleza. Todo el proceso que implica viajar comienza mucho antes de la compra de los pasajes. En primer lugar, para poder comprar los pasajes, es necesario haber obtenido el dinero necesario para comprar los pasajes, alojamiento, etc. y para hacerlo, la única manera es que uno haya brindado un servicio valorado por la sociedad, y que los demandantes de ese servicio me hayan dado el dinero de forma voluntaria, o en todo caso que otro lo haya hecho y que me haya cedido voluntariamente esa cantidad de dinero (herencia o regalo)*, una vez ofrecido un producto o servicio valorado, puedo decidir como disponer de mi dinero, y como quiero viajar voy a darle parte de ese dinero a una aerolínea a cambio del transporte aéreo, a los hoteles a cambio de alojamiento, etc.* y así también con las compras que haga en el destino.

Sin embargo, todas esas situaciones pacificas se ven desvirtuadas en el puerto de salida, y de entrada. Respecto de la salida, ya Alberto Benegas Lynch (h) relató su experiencia para salir de Guatemala, respecto de la  entrada a un país, y especialmente en Argentina, un grupo de personas, uniformadas , espera ansiosamente revisar entre tus pertenencias personales para encontrar algo por lo que uno ya pagó y forzarte a pagar un extra, que permita ingresar tu propiedad al país. Ya no se trata de un intercambio voluntario, por un lado el individuo que ingresa con todo su derecho productos que van a otorgarle una mejor calidad de vida a él, y porque no, según el caso, a los demás. Es una relación unilateral, uno paga, y a cambio no recibe nada. Mas que una transacción o un pago, cancelar la tasa aduanera es más parecido a ceder ante la demanda del extorsionador. Por último, de este intercambio forzoso, una parte sale ganando, y otra sale perdiendo.

Lo más descarado de todo es que a diferencia del resto de los intercambios, donde a priori se produce un beneficio mutuo, a pesar de que nadie anda promocionando este beneficio porque está presente dentro de la mente de cada individuo al momento cambiar algo que valora menos por algo que valor más, al momento de justificar el pago de esa extorsión se ensalzan supuestos beneficios que tiene la víctima para ser robado. Los argumentos van variando, desde los utilitarios que alegan motivos proteccionistas [enfoque tratado acá y acá , entre otros] hasta aquellos que justifican el inicio uso de la fuerza por parte del estado ya que representa el «precio que hay que pagar por vivir en la sociedad», un argumento cínico y muy utilizado que merecería un post aparte, pero mientras tanto podemos decir que constituye una verdadera contradicción afirmar que mediante el acto más anti-social por naturaleza, que es el inicio del uso de la fuerza, uno pueda lograr vivir en una sociedad pacifica, voluntaria y libre.

No soy un delincuente y los propios delincuentes me tratan como uno. Ellos son delincuentes, y tienen su propio grupo de idolatras y aduladores. El mundo del revés.

====

*Esta el caso de los empleados estatales, empleados de empresas que sobreviven gracias a subsidios, empresarios prebendarios, banqueros que poseen ciertos privilegios por la ley bancaria y el sistema de reserva fraccional, etc. pero a los fines de simplificar el ejemplo, los dejamos afuera.

** Una vez más omitimos toda la cuestión de impuestos en hoteles y, especialmente, en pasajes de avión, para simplificar el ejemplo.