Mamá, mamá, ¿somos del pueblo?

Dentro de los muchos lugares comunes en los que se suele caer en la política, hay uno que particularmente siempre me llamó la atención. La contínua referencia al «pueblo».

Así políticos, intelectuales, periodistas y comunicadores dividen a la sociedad en aquellos que son «del pueblo» y que hacen por el pueblo y trabajan para el pueblo de los que no lo hacen y quieren vivir «para sus propios intereses» (que como nos cansamos de repetir en el blog, esto no tiene necesariamente que ser «contra» los intereses del otro y la mayoría de las veces, los intereses se encuentran). Pero lo que me resulta divertido del asunto, es saber dónde comienza y dónde termina «el pueblo». Quiénes son pueblo y quiénes no lo son.

Primero decime quién es el pueblo, así salimos a unirlo!

¿Existe alguna forma de determinar cuándo uno pertenece a este grupo y cuándo no?

Me voy a poner como ejemplo. Si cualquiera viera cómo trabajo, conociera mi casa, mi sueldo, hablara conmigo para conocer mis aspiraciones, mis metas, diría «este tipo es del pueblo». Pero cuando escribo mis ideas, o muestro mis gustos musicales o de películas, autores preferidos de literatura o de textos económicos/filosóficos, o muestro mi antipatía con ciertos íconos aclamados popularmente, automáticamente dejo de pertenecer al club. O mejor dicho, me echan de él.

En algún momento pensé que tendría que ver con el capital que uno tiene. Pero evidentemente no es así. Viendo el patrimonio de nuestros los líderes «populares», como la señora presidente o los senadores, o algunos artistas, me doy cuenta que es imposible decir que el status de «pueblo» tiene que ver con el capital ya que ellos dicen ser parte de él. Aún así, personas que no tienen ni por asomo las suculentas cuentas o pertenencias de nuestros líderes «populares», no entran en el club por otros motivos.

¿Tiene que ver con la actividad comercial realizada? Es que muchas veces, los empresarios son colocados en la vereda que enfrenta al pueblo; pero de golpe nos encontramos con empresarios como Samid que dicen ser del pueblo, y otras veces con gente del pueblo que finalmente resultó ser empresaria, como los Moyano. Aún así, no pierden su pertenencia a este selecto grupo.

¿Tiene que ver con la actividad política entonces? Parece que tampoco, ya que tenemos líderes que son proclamados como populares y otros igualmente populares (hablando de popularidad, propiamente dicha), pero a pesar de ello y de tener patrimonios similares e incluso ideas parecidas, son «gorilas», «oligarcas» y otros tantos adjetivos opuestos a nuestro focus group.

¿Será la afiliación futbolística? Tampoco parece ser una determinante. Podemos escuchar domingo a domingo a la hinchada de Boca cantar «…somos el pueblo, el carnaval…» pero de nuevo, dirigentes como Macri ,ex-presidente del club y reconocido hincha xeneise no son del pueblo, y son tratados de gorilas, oligarcas y en su caso particular, de «garca» a secas.

Peor aún, muchas veces escuchamos a grupos completamente antagónicos referirse cada uno a sí mismo como «el pueblo» y despreciando por ello al otro. Una cosa de locos.

A fin de cuentas si no podemos encontrar razones objetivas para decir quién es socio y quién no del club, estamos parados frente a una arbitrariedad que sólo tiene sentido para quien la utiliza. La pertenencia al pueblo, se manipula tanto para excluir a una persona de la consideración general alejándola del grupo, como para conferir a alguien sin ningún valor en particular de un crédito político que no tiene, nunca tuvo y nunca tendrá. No es más que sólo un «engaña-pichanga» para dejar de utilizar argumentos y tratar de manipular los sentimientos de la gente a favor de uno mismo. En definitiva, lo que se le critica a aquellos que no son «del pueblo».

Nota de color: busquen en Google Imágenes – «el pueblo» y miren cómo salen las fotos de todos los que manipulan el lenguaje para lograr el favor político.