Los dos árboles

La idea de los árboles como representación de ideas políticas parece que fue popular durante algún tiempo. Ya el ensayista y filósofo Henry David Thoreau expresaba esta idea en su famosa frase «Hay miles cortando las ramas del mal por cada uno que está asestando golpes a la raíz». Tiempo antes Thomas Jefferson, redactor de la Constitución de Estados Unidos y Presidente de ese país, había escrito: «¿Qué significan unas cuantas vidas perdidas en un siglo o dos? El árbol de la libertad debe de vez en cuando ser regado con la sangre de patriotas y tiranos. Es su abono natural.»

Más acá, tomando la tradición libertaria de Thoreau, varios activistas han apelado a la analogía  del árbol para presentar sus escritos. Larry Reed, hoy presidente de la pionera FEE, publicó una serie de ensayos bajo el título «Striking the root», otro destcado sitio web, Strike-the-root, toma su nombre de la analogía botánica del hijo pródigo de Concord, Massachusetts, el mencionado Thoreau.

El árbol del estatismo

En algún momento, apenas sucedida la muerte del ex-presidente Kirchner, el actual gobierno tomó como estrategia promover un discurso en el que se presentaba a las políticas e ideas, que dicen defender, como propuestas motivadas por el amor y la felicidad, propuestas constructivas , en contraposición del odio y la destrucción que proponen desde la opo y la corpo. El punto de partida, y tomada como referencia hasta el día de hoy, fue la frase que alguna vez repitió Kirchner, «que florezcan mil flores» decía Él. De esta   emulaba a Mao Zedong que apeló a otra analogía bótanica para lanzar la terrible «Revolución Cultural«.

Si continuamos con esta linea de identificar ideas árboles, por ejemplo, tendríamos por un lado el arbol de la libertad, y por el otro el árbol del estatismo, kirchnerista en este caso, que dicen construir sus defensores. Estos árboles serían abismalmente diferentes.

Si vamos a identificar las ideas políticas con los árboles, el arbol de la libertad y el arbol del kirchnerismo, o el estatismo que esté de turno, serían abismalmente distintos, es más, no podríamos saber cuán distintos serían.

El árbol de la libertad

Por un lado, tenemos el árbol del estatismo, un árbol que no existe, ya que aquellos que dicen construirlo pretenden mantener el control absoluto sobre como debería ser ese árbol, altura, cantidad de hojas, flores, ramas, cada atributo tendría su propio ministerio ¿Dónde se ha visto un árbol así? Ni los japoneses lo han logrado.  El Ministro de los Troncos calcularía que el ancho del tronco sea adecuado para el proyecto que está encabezando, el Ministro del Color evaluaría si el verde de las hojas es el deseado por su jefe (o jefa), el Ministro de la Altura va a estar midiendo todos los días el progreso del arbol y cortando aquellas ramas que excedan la altura planificada. Por supuesto, un árbol sometido a tantas vejaciones diarias para contentar a un puñado de personas termina por morir. Un arbol como el que el estatismo quiere construir sería imposible, tan imposible como el control estatal total de la economía.

¿Y cómo sería el árbol de la libertad? No lo se. Sería imposible saber como sería aquél árbol, así como es imposible saber como sería cualquier árbol, o cualquier desarrollo de la sociedad en libertad, donde la innovación y la iniciativa está puesta a disposición de satisfacer las demandas de los demás.

Volviendo al estatismo, sin dudas existe cierta perversión en la idea de que ellos expresan la «felicidad, el amor, la construcción, la inclusión». Pocos han podido notar, no por algún tipo de maldad, si no más bien por la incapacidad de mirar un poco más allá de lo obvio, que detrás de cada propuesta política que emerge desde el ente estatal, o que proponen aquellos defensores de la intervención del estado, está todo lo contrario a lo que dicen sostener. No es el amor o la construcción lo que defienden, si no más bien, la agresión. Defienden la exclusión, o en otras palabras, la noción de que un grupo de personas sabe más que el resto como para dirigir la vida de ellos. Defienden la idea de que no todos son capaces de aportar a la construcción de una sociedad libre, si no que un grupo de excluídos (que han sido excluidos, en su gran mayoría, por políticas de carácter similar a las que proponen) deba depender parasitariamente de otro, sin poder ofrecer nada a cambio.

Es importante tener en cuenta la racionalidad de las acciones que toman y defienden y que luego, algunos jóvenes confundidos creen que son rebeldes al apoyarlas, para desnudar el verdadero accionar del estatismo, sea kirchnerista o sea de cualquier otra forma o color.