¿Loco? ¿yo?

¿Locura?

Muchas veces escucho el miedo de algunos defensores de las ideas de la libertad en ser tratados como «locos». Es más, me han dicho que esperan en el futuro que los libertarios sean señalados como «miren estos locos las ideas que tienen», en vez de ser un grupo de gente ignota, ignorada en cualquier debate.

Mi parecer es que no va a faltar mucho para que un grupo de personas que se opone al status quo, cuestiona el paradigma de poder actual, y principalmente, tiene como objetivo lograr una sociedad de hombres [y mujeres] libres. Este parecer no es una predicción alarmista sin ningún tipo de base, es por lo contrario, casí una certeza observando en el presente y en el pasado la liviandad con que se acusa a alguien de loco.

Es algo que ya está pasando, en Estados Unidos, no son pocas las veces que  a nuestro candidato favorito Ron Paul lo acusan de «loco». Lo acusan de loco por querer terminar con la persecución a los consumidores, y vendedores, de drogas,  una de las políticas que más fracasaron en los últimos 40 años y que impacta especialmente en las minorías de Estados Unidos, y entre los más pobres, lo acusan de loco porque propone que la moneda sea provista por el mercado, y esté respaldada con un activo físico, y no continuar con la manipulación que hacen de la moneda el gobierno de USA, a través de la Fed junto a los banqueros,, también porque se opone a la nueva ley que autoriza la detención indefinida, a asesinar ciudadanos americanos por ser acusados de algún delito, sin juicio previo, entre otra gran variedad de  temas.

El comentario de Conor Friedersdorf en The Daily Beast es muy atinado, sobre este tema:

Si el regreso al patrón oro es impensado, ¿no es eso tan extremo como que el Presidente Obama tenga un poder ilimitado para asesinar, sin el debido proceso, a cualquier estadounidense que viva en el extranjero y que lo haya designado como enemigo combatiente?  ¿O que [el Senador] Joe Lieberman quiera despojar a un estadounidense de su ciudadanía, no cuando fueron encarcelados por actos terroristas, si no cuando son acusados y designados combatientes enemigos?  En política interna, los expertos se burlan de los subsidios al etanol, la deducción de impuestos para casas con hipotecas, control de alquileres, pero los políticos mainstream que abogan por estas políticas son tratados como personas completamente serias.

Llamenlo locos, pero Rand Paul, Ron Paul y el ex-gobernador de New Mexico, Gary Johnson, probable candidato a presidente para el 2012, se oponen a estas políticas, y los ponen en conflicto con el establishment, cuyo consenso no debería ser determinante sobre si debemos considerar o descartar una idea. Como los excesos mas flagrantes de la guerra contra el terrorismo demuestra, la ideología libertaria no siempre conducen a la locura, y estar «en el mainstream» no siempre es una característica deseable per se, ni lo ha sido en la larga historia de la política estadounidense.

Samuel Cartwright

Revisando la historia nos podemos dar cuenta que el uso de la psiquiatría con fines políticos no es ninguna novedad. Las críticas, o mejor dicho acusaciones, que reciben los libertarios son previsibles. Ya en el S. XIX, el médico Samuel A. Cartwright hablaba de una enfermedad que sólo eran afectados los esclavos de USA, la drapetomanía, consistente en unas «ansias de libertad» o expresión de sentimientos en contra de la esclavitud.

El diagnóstico apareció en un artículo publicado en el New Orleans Medical and Surgical Journal donde el Dr. Cartwright argumentaba que la tendencia de los esclavos a tratar de escapar de sus captores o dueños era en verdad un desorden médico necesitado de estudio. Añadía además que con «el consejo médico adecuado y estrictamente seguido, esta práctica podría prevenirse».

Cartwright también se las rebuscó y encontró un diagnóstico para explicar «la pereza de los esclavos», una forma de apañar «científicamente» el maltrato a los esclavos.

Glenn Greenwald, abogado de derechos civiles y columnista de Salon.com, ofrece una de las mejores defensas de Ron Paul, a pesar de él mismo no coincidir con muchas de sus posturas, en especial las económicas y sobre inmigración,  hace hincapié en que aquellos que lo señalan como «loco» apelan a una de las estrategias más repulsivas de los regímenes autoritarios:

calificar a la gente como «loca» como forma de descartar sus opiniones – básicamente describir el desacuerdo político como una enfermedad mental – es uno de medios más antiguos y rancios para desacreditar a las personas que disienten; es básicamente el arma principal para imponer la ortodoxia dominante y castigar a los disidentes. Llevándolo a su conclusión más odiosa y extrema, la Unión Soviética institucionalizaba a cualquiera que desafiara la ortodoxia, en hospitales psiquiátricos, y China ahora hace lo mismo.  […]

Más importante aún, aquellos que les gusta llamar a otros «chiflados» y «locos» en el discurso político casi siempre quiere decir que simplemente: la persona expresa visiones que está por fuera del mainstream. Cualquier idea que está cómodamente instalada en el mainstream bipartidista es, por definición, sana (incluso si está equivocada; incluso si es loca)

Greenwald menciona el uso de la psiquiatría como herramienta política en China y la Unión Soviética, algo que está fuera de discusión.

Tampoco es ajena a este aprovechamiento de los regímenes totalitarios de categorías médicas para perseguir disidentes, la más cercana isla de Cuba, donde la tortura estaba apañada por la psiquiatría y los psiquiatras obligados a cooperar con el estado.

Dr. Thomas Szasz

Por supuesto que esto no se da solamente en tiranías comunistas, el llamado mundo occidental está repleto de casos de abuso de la psiquiatría. El estado, justificado por los psiquiatras, encierra en cárceles llamadas «instituciones mentales», a aquellos que se desvían del comportamiento esperado en una sociedad. Algunos de ellos son los que no han podido ser adoctrinados por la maquina de adoctrinar, otros simplemente son calificados como locos y apartados de la sociedad. En palabras de uno de los exponentes del movimiento anti-psiquiatría, y libertario,  Thomas Szasz:

El creador exitoso y el destructor exitoso se parecen entre sí en su determinación al enfocarse en alcanzar sus objetivos. Los alienistas franceses del S. XIX  medicalizaron esa determinación llamándola «monomanía». De acuerdo al Oxford English Dictionary, el término fue usado por primera vez en 1823, par referirse a «Una forma de insanidad en la cual el paciente es irracional en un solo tema»; también es usada para identificar «Un entusiasmo exagerado o devoción por un tema; una locura.» Debido a que en diferentes momentos (o lugares) la gente valor la devoción a un tema particular de forma diferente, ciertas personas son difamados como locos así como en otro momento pudieron haber sido considerado genios, y vice versa.

Todas las columnas de Szasz en The Freeman, son interesantes. Para aquellos interesados en conocer más su obra, Jose Benegas ha escrito un ensayo llamado «Thomas Szasz: Redención, locura y disidencia. Política y control moral», donde hace un repaso por los puntos más sobresalientes de su obra.

La próxima vez que escuche a alguien mencionar que otro  posee «ideas locas» voy a tender a escuchar al llamado loco, que seguramente, tenga cosas más interesantes para decir, que el que lo acusa como tal. Los libertarios, e incluso aquellos que no lo eran pero que buscaban su libertad (esclavos, disidentes sovieticos, chinos, pacientes institucionalizados o atontados por medicaciones) , han sido llamado locos en varias oportunidades. Retomando el artículo de Szasz,  esto se debe a que muchas de esas ideas, innovadoras, creativas, que no pertenecen al pensamiento corriente al que la gente está acostumbrado son proclives de ser excluidas del debate con la simple medicalización de esas ideas.

Simon Sinek plantea está delgada linea fina, inexistente en realidad, entre los inadaptados»de un lado» y «los del otro»:

Curva de Bell

El primer grupo, del lado derecho de la curva, son los inadaptados que no sociabilizan. […] Son aquellos que no parecen vivir en el mismo planeta que los demás. Ven cosas que la mayoría no ve. Y lo que es peor, no tienen la capacidad para interactuar en una sociedad normal. Es por eso que los empujamos hacia un costado y los señalamos.

En el lado izquierdo de la curva hay otro grupo de inadaptados. Al igual que sus hermanos y hermanas del otro lado de la curva, también parecen vivir en otro planeta. También ven cosas que la mayoría no ven. Sin embargo, tienen la capacidad de parecer normales – es decir, de ser socialmente funcionales. Pero no se engañen. También son inadaptados.

Si ves cosas que los demás no ven y estás del lado derecho de la curva, sos llamado insano. Si ves cosas que los demás no ven y estás del lado izquierdo, sos un visionario.  Si marchás al ritmo de tu propio tambor desde el lado derecho, sos un marginado. Si marchas al ritmo de tu propio tambor desde el lado izquierdo sos único o auténtico.

Entre los defensores de las ideas de la libertad encontramos cientos de casos de uno y del otro lado. Locos y genios, inadaptados sociales e inadaptados que sociabilizan.  Todos tienen una visión para aportar, todos vislumbran un futuro diferente, un futuro mejor. Por lo que cuando son llamados locos, nada mejor que inflar el pecho y estar orgulloso de ser identificado como tal, son los locos los que cambian los paradigmas, los que influyen en la historia. Son los acusados de herejes, los quemados en la hoguera, o los encerrados en instituciones mentales, muchas veces, por decir una verdad que la sociedad, o el poder, no tolera.