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Nacionalismo: Recurso Renovable

Disculpen la poca actividad en la última semana, pero en época de exámenes prestarle atención al blog se complica, no se cual será la excusa de mis co-bloggers de este silencio de radio.

Mientras retomo el ritmo de posts habitual, les dejo un interesante artículo del economista Martin Krause que apareció el lunes pasado en La Nación:

Ahora le toca el turno a la tierra, y el Gobierno, apelando a esa fibra nacionalista, envió recientemente un proyecto al Congreso para limitar la venta de tierras a extranjeros. Según éste, los propietarios de otras nacionalidades no podrán superar el 20% del total de tierras rurales a nivel nacional, que se estima en 40 millones de hectáreas. De ese porcentaje, una nacionalidad en particular no podría superar el 30% y ninguna persona física o jurídica extranjera podría acceder a la propiedad de más de mil hectáreas en el corazón agropecuario del país: la pampa húmeda.

¿Qué es lo que haría un propietario extranjero? Pues lo mismo. Es más: supongamos que John McIntire, escocés, es propietario de tierras en la Argentina. ¿Haría algo muy distinto que José Pérez, bisnieto de españoles, pero nacido y criado en Trenque Lauquen? Es más: supongamos que el Sr. McIntire solicita la ciudadanía argentina y la obtiene, por supuesto. ¿Qué cambiaría? Este país da la bienvenida a los extranjeros. Es más: a muchos de ellos los dejamos ocupar las tierras públicas urbanas, ¿por qué no podrían otros extranjeros comprar, no ya ocupar a la fuerza?

Aquí es, además, donde el «carácter internacional del capital» comienza a jugar a favor de las preocupaciones de quienes promueven este proyecto. Desde esos mismos sectores políticos se señala que el «capital no tiene bandera», etcétera. Pues bien, eso quiere decir que John McIntire va a tomar decisiones sobre su tierra igual que José Pérez; no va a tomar en cuenta los intereses nacionales de Escocia en su cálculo económico, lo que les podría generar alguna preocupación estratégica.

En fin, la tierra en propiedad privada es renovable, pero lamentablemente el nacionalismo también parece serlo. El uso de un recurso no cambia porque uno lo llame «tierra», otro lo llame «tierra», pero tenga otro pasaporte, otro lo llame terre land terra ziemia .

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