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Oráculo por una monedita

De la parte moral y práctica de las prepagas ya se habló en todos lados, por lo que me voy a concentrar, como Bastiat, en «lo que no se ve».

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Los vaticinios de Freed Man

Además de funcionar como una especie de «seguro» para los afiliados, la medicina privada posee convenios con prestadores de diversos servicios (médicos, médicos especialistas, centros de análisis, centros de tratamientos, farmacias, etc.), a los cuales probablemente les garantice de alguna forma una cierta cantidad de pacientes a un cierto monto, o una gran cantidad de pacientes (¿clientes?) que, de otra forma, no podrían pagarse los servicios particularmente.

Esto se denomina «economía de escala» y es una de las principales formas de poder ofrecer precios más baratos a la mayor cantidad de personas posible (lo hacen los supermercados, lo hacen las cadenas de farmacias, etc.).

Según la nueva ley, mucha gente con enfermedades preexistentes podrá afiliarse «por la fuerza», al mismo tiempo que una persona sana podría desafiliarse y volver a afiliarse cuando tengan un problema de salud que así lo justifique.

Así, habrá menos afiliados constantes menos «beneficiosos» para la empresa, por lo tanto, la masa de dinero que manejan, será menor y el conjunto de gastos, será mayor.

Cualquiera que haya estado afiliado a una Obra Social (y a algunas prepagas de las más baratas), sabe que requieren bastantes trámites para hacerse una consulta y un tratamiento médico: ir a comprar el bono para la consulta, sacar el turno en algún lugar que te acepte la obra social, ir a atenderte, ir a la obra social a que te aprueben el tratamiento recetado, buscar un lugar que te provea el tratamiento, etc etc. Ni hablar si tenías algo complicado, tenías que ir a la auditoría, pasar por un médico de la obra social y unos cuantos trámites.

En las mejores prepagas, esto no sucedía de esta forma. Simplemente ibas con la tarjetita y listo (probablemente si no parecía que estabas abusando o haciendo irregularidades, jamás ni te llamaran ni auditaran a tus médicos, nada).

Como en todo negocio, los prestadores tratan de ganar lo máximo posible y reducir los costos al mínimo. Por lo tanto, tiro algunos vaticinios del «daño colateral» que puede causar la ley:

  • Aumento de las burocracias, trámites y autorizaciones en todas las prepagas, tratando al máximo posible de negar tratamientos y/o complicartelá (en las que ya pasaba, va a pasar más, en las que no pasaba, va a pasar también).
  • Reducción de las autorizaciones de tratamientos. Donde antes te autorizaban X sesiones de Y tratamiento (ej. kinesiología), te van a autorizar lo mínimo posible y vas a tener que volver a que te autoricen más.
  • Reducción de la cartilla de prestadores médicos: al tener menos dinero, las prepagas tienen menos poder de negociación con los médicos / centros de salud, teniendo que reducir la cantidad de prestadores (por no poder pagarles lo que piden), comenzando por los profesionales de buen nivel (y buenos honorarios). Antes, un tipo de clase media con trabajo en relación de dependencia o monotributista podía acceder via prepaga a tratamientos excelentes. Ahora, se verán reducidos, quedando solo como servicios «premium» para los que los paguen.

Y me voy a extender haciendo relación a ese último punto: nada obliga a los médicos o a los centros a aceptar prepagas, por lo que clínicas importantes y profesionales muy calificados, podrían cambiar su «modelo de negocio» hacia algo de nicho, para los que puedan pagar en efectivo grandes sumas. Hacés menos trabajo que cobrás más caro (es a lo que toda persona aspira, laboralmente hablando.). ¿Qué va a pasar cuando se den cuenta de ésto? ¿Harán una ley para obligar a los profesionales/centros a aceptar obligados a las prepagas que, a su vez, aceptan obligadas a los afiliados? Me juego a que más de uno en el congreso de ese momento, va a proponer una ley al respecto.