La legitimidad del amiguismo

Seguramente muchos han pasado por la situación de perder un puesto de trabajo para el que se postulaban a manos de un amigo o un conocido del dueño de la empresa. Y sí, es frustrante, da bronca y lo sentimos como una injusticia.

Sin embargo, no podemos decir que el dueño de la empresa no tenga derecho a tomar esta decisión. Al fin y al cabo, es su dinero el que está en juego.

Ahora bien, no en vano existen los departamentos de RRHH, y la variedad de tests donde nos hacen dibujar gente bajo la lluvia para asegurarse de que no nos agarre un brote y lleguemos al laburo con una metralleta. Es decir, más allá de que sí exista el amiguismo, a la empresa le preocupa contratar gente útil y muchas veces hacerlo en función de las ganas que le tengas a tu compañera de Yoga, puede resultar en un perjuicio económico.

Este sistema donde el dueño del negocio aporta capital y asume el riesgo de perderlo con el fin de obtener una ganancia se llama “de uno para uno”. O sea, del dueño para el dueño.

Sin embargo, también puede existir el caso de una organización donde haya más de un dueño. Un consorcio de propietarios, por ejemplo, es un lugar donde cada propietario aporta una cuota para recibir los beneficios derivados del uso de las instalaciones comunes como la escalera, los ascensores o la vigilancia.

A diferencia del primero, este sistema no es de uno para uno, sino «de todos para todos”.

El mismo sistema aplica a los gobiernos. Todos los ciudadanos aportamos una parte de nuestro ingreso en concepto de impuestos para recibir a cambio la protección de nuestros derechos.

Ahora bien, cuando el gobierno se pone a producir o a brindarle pantalla a producciones artísticas, de ficción o deportivas como lo hace en la Televisión muy poco Pública, el sistema muta a uno que podemos denominar “de todos a sólo algunos”.

Para peor, al igual que en los ámbitos privados donde la contratación se hace “por contactos”, el amiguismo del gobierno pasa por la afinidad ideológica y el apoyo que los postulantes hagan del “modelo”. O sea que si estás a favor laburás, y si no “después te llamamos”.

Semejante mecanismo representa una injusticia para todos aquellos que no forman parte del negocio. A saber: los que no son contratados por el canal porque piensan abiertamente distinto al gobierno, los que no trabajan allí, y los que no miran su programación.

De la misma manera que sería una injusticia que tus expensas paguen la peluquería y la manicura de la vecina del 4º “A”, no está bien que un sistema que debe ser de todos para todos termine en un negociado cuyos beneficios sólo los amigos del poder y un grupo selecto de televidentes puedan disfrutar.