España y el humo

Leyendo sobre  de la implementación de una estricta ley en España, que prohíbe a los dueños de bares, restaurantes y hoteles decidir si permiten o no fumar en sus establecimientos imponiendo una prohibición absoluta sobre el cigarrillo, me encontré con dos imágenes que me llamaron la atención:

Este cartel, valiente y sensato, se podía leer en la puerta de una parrilla en Marbella. (vía blogbis)

El otro contiene un mensaje contundente:

Para terminar, Guillermo Dupuy explica por qué esta ley debe ser repudiada:

Tal y como advertían los liberales clásicos, uno de los muchos y muy lamentables resultados de la proliferación de pseudoleyes y mandatos intervencionistas es que las leyes genuinas, las que están destinadas a preservar la libertad de los ciudadanos, lejos de ser respetadas por todos, tienden a perder credibilidad ante semejante «inflación» legislativa. Cuando el orden jurídico, llamando a ambas «leyes», da un tratamiento similar a la proscripción del tabaco, por poner un ejemplo, que a la prohibición de invadir propiedad ajena, es de esperar que la gente pierda el respeto a la ley, pensando que es simple convención que nos imponen los que ahora ocupan el poder, en lugar de algo que en realidad se debe cumplir ahora y siempre.

La «ley» que acaba de entrar en vigor y que prohíbe fumar en cualquier centro privado abierto al público, violando así tanto la libertad de los consumidores como la propiedad de los hosteleros, es un buen ejemplo de ello. Al Gobierno, sin embargo, sólo le importa que sus mandatos de ingeniería social se acaten y, para ello, incluso ha animado a los ciudadanos a que delaten a los ciudadanos que los incumplan. La pretensión de convertir a cada ciudadano en un chivato, en un delator al servicio del poder, lejos de alentar «comportamientos cívicos», tal y como pretende Leire Pajín, es una pulsión característica de los regímenes totalitarios. Menos mal que este ataque a los derechos de propiedad, que el Gobierno acaba de perpetrar con la excusa de la salud pública, no incluye las viviendas de los ciudadanos; en caso contrario nos vemos a Doña Leire instando a los niños a delatar a sus padres, tal y como hacían los jemeres rojos para extirpar cualquier actitud «contrarrevolucionaria».

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